Scream (Wes Craven, 1996)
Y he aquí que llegamos a la madre del cordero, el motivo de todo este recorrido por una saga que, reconozcámoslo, tampoco merece tanta atención, pero que es, quizá, la primera película de terror posmoderna que llegó al mainstream.
En un pequeño pueblo de la profundidad de los EEUU, una chica se está preparando para ver una película de terror. Suena el teléfono y aparece un desconocido que parece haberse equivocado, pero que no para de llamar de forma insistente hasta que establece un juego terrorífico, y con trampa, del que depende la vida del novio de la chica. La trampa funciona y el novio muere destripado, para inmediatamente dejar de jugar verbalmente y comenzar la caza de la víctima inicial, que era ella, y que termina con una muerte espantosa que se nos muestra lo justo para que no le pusieran la clasificación aquella en la que no se podría emitir en casi ningún cine. Aparece después la protagonistas de verdad, cuya muerte es, en realidad la que se busca, hija de una víctima de asesinato a la que pretenden destripar coincidiendo con el aniversario del de su madre, llevándose por delante a todo lo que entorpezca el plan y a toda persona a la que la protagonista le tiene algo de cariño. Todo ello con muertes tremendas, mucho suspense y un final inesperado con resolución mínimamente favorable para nuestra heroína. Hasta ahí, lo normal. Pero lo importante, y lo verdaderamente interesante, es el tratamiento de la historia
Y es que Scream (la buena, la de verdad, la fetén), se disfrazaba de película de terror adolescente para, a través de la mirada de su guionista, un Williamson que explícitaba su intención de descomponer el género para recomponerlo después, es en realidad una sátira perversa donde la verdadera víctima es el espectador..
Desde la propia promoción, Scream juega con el que la ve. La actriz más famosa del elenco, reclamo publicitario fundamental, y a la que presentan como protagonista, es la primera víctima del juego del asesino (en realidad, la segunda víctima formal, pero la primera con la que se establece el juego previo al asesinato), dejando al respetable completamente descolocado, entre otras cosas para que no lleguemos a pensar que el villano es el que es, por más que durante todo el metraje se den pistas más que suficientes para ello, e incluso para pensar que tiene un colaborador necesario, también evidente desde el inicio.
Williamson no tiene reparos en ponernos delante todos los tópicos del género, de forma mucho más profunda que los chistes habituales de quién es el primero que muere, diseccionándolos para entregarse de pleno a ellos, ridiculizándolos hasta lo risible (la amiga vestida de colegiala que intenta escapar del asesino por el peor sitio posible, las normas que no se pueden incumplir y que se incumplen sistemáticamente, el personaje de Dewey, policía bonachón, paleto y con tics exagerados, la reportera que se mete donde no la llaman y parece interesada en que la maten, los amigos muertos que se la sudan a los vivos una vez pasado el susto inicial...) a la vez que analiza la influencia del final de siglo, los medios de comunicación o la utilización del fandom.
Cuenta, además, con un Wes Craven que por momentos se homenajea a sí mismo, a Carpenter (las escenas de la comisaría podrían haber salido de Asalto a la comisaría del Distrito 13), a Hooper, a Friedkin o a Murnau, y que es suficientemente perro viejo como para poder rodar las escenas de tensión con solvencia y a la vez que se la sude todo muchísimo, tanto como para parodiar lo mismo que homenajea.
El final es antológico, la ridiculización del móvil de los asesinos, unos adolescentes con mommy issues de manual, que son liquidados por una heroína que comienza a jugar con ellos tal y como ellos han ido haciendo todo el tiempo, y que pasa de ser una pobre víctima a una especie de Ripley que ni siquiera deja que el susto final, propio de todo este cine, tenga lugar.
Hacía mucho que no la veía y lo cierto es que el tiempo la ha tratado bien. Si ya saben lo que pasa, vuelvan a echarle un vistazo y miren más allá de los muertos. Es realmente buena.