Scre4m (Wes Craven, 2011)
Quizá queriendo tirar de una nostalgia que aún no había dado tiempo a desarrollarse, y coincidiendo con los diez años desde el estreno de su presunto final, Miramax quiso relanzar la franquicia haciendo una versión enfocada a los millenials que aún eran demasiado jóvenes cuando el estreno de las originales, pero que, por más que parece que gustó más que alguna de sus predecesoras, no tuvo el suficiente impacto para lograr su continuación.
La historia se retoma una década después de los acontecimientos de Scream 3, Sydney ahora es una escritora de éxito de libros de autoayuda, Gale se casó con Dewey y está más amargada de lo que ya era habitual viviendo en Woodsboro, y Dewey es ahora el sheriff del pueblo. No tiene otra cosa mejor que hacer la publicista de Sydney que organizar una firma de libros en su pueblo natal coincidiendo con el aniversario de todos y cada uno de los episodios anteriores, lo que da pie a que un nuevo par de asesinos comiencen a hacer de las suyas con tal de cargarse a nuestra protagonista, con el único móvil de lograr notoriedad ante el auge de las redes sociales.
Quiero suponer que esa mirada pollaviejista de la juventud del momento, a la que todo el guión va mostrando un desprecio más que evidente, fue parte del descalabro y de lo que iba a ser el fin de la serie, pero tampoco volquemos sobre ese único elemento la culpa del desastre, porque la película de por sí tiene mucha responsabilidad en ello.
Por más que el comienzo (ese chiste metacinematográfico que se repite para dar inicio al film) sea descacharrante y posiblemente lo mejor de toda la cinta, hay que dar cierto crédito a Williamson por intentar reinventar la rueda y dar un marcado carácter paródico a determinadas situaciones, incluyendo un final que resulta casi hilarante. El resto del metraje, sin embargo, no deja de ser una concatenación de sustos más o menos previsibles, con una historia interna mínima, un discurso metalingüístico paupérrimo y lleno de obviedades y unas situaciones límites que llegan al ridículo.
Termina siendo más larga de lo que debería y sobran la mitad de los personajes y situaciones. Pero para echar la tarde, la verdad es que entretiene, que es de lo que se trata.
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