Ayer me estuve repasando parte de la primera temporada de esta serie. La descubrí tarde, quizá porque el que fuera la preferida de Laura Bush me tiraba un poco para atrás, por eso la mayoría de la primera temporada no la había visto.
El problema que tienen todas estas series que comienzan tan bien, es que caen con mucha facilidad, acercándose a lo más dramático (que siempre es más fácil) y a lo inverosímil. Eso le pasa a Mujeres desesperadas también. La tercera temporada (que es la primera que ví) no está mal, tiene momentos brillantes, y la calidad de la serie es buena, por más que casi todas las tramas se metan de lleno dentro del ámbito de lo fantástico. La segunda es bastante mejor, con esa mezcla hilarante, de intriga y drama. Y la primera es lo que debería haber sido todo el tiempo, la esencia de lo que consiguió que fuera una serie alabada.
La historia ronda en base a varias familias de un barrio residencial caro de una ciudad cualquiera de los Estados Unidos, donde, a partir de un acontecimiento traumático, aparente leit-motiv de la temporada, se muestran las miserias de todas esas familias de ricos y/o famosos, desde un tono sarcástico a otro más dramático (aunque poco), y con múltiples intrigas paralelas a la línea básica argumental. Todo ello adornado con pullas que dejan al doctor House como un alma cándida (la violencia doméstica empieza por el lenguaje), y por unos personajes que nadie se explica como pueden ser amigas. La caprichosa Gabrielle, la competitiva Lynette, la infantil Susan, la pérfida Eddie, y, sobre todo y ante todo, ese fantasma de madre y esposa perfecta llamada Bree (a Marcia Cross le van bien los papeles de perturbada), que representa la quintaesencia de todo lo que es motivo de burla en la serie, a lo que se añaden hijos psicópatas, maridos perturbados e infieles, cotillas perversas, vecinos misteriosos, hombres guapísimos (¡vivan el fontanero y el jardinero! De este tipo ¿no se encuentran en España?), y toda una flora y fauna terrible para convivir, a la que se tienen que enfrentar todas las protagonistas.
El ambiente alocado lo inunda todo, pero, como ya he dicho, el problema de todas estas series es que eso mismo que engancha, se va perdiendo. A mi, y actuando en la serie además de Marcia Cross, Doug Savant, me recuerda cada vez más a Melrose Place, que llegó a ser un esperpento divertidísimo, por la locura de los guiones. Esperemos que se recuperen pronto. ¿Y si de verdad contratan a Beckam y a Robbie Williams para hacer de una pareja gay? Eso sí sería divertido.
El problema que tienen todas estas series que comienzan tan bien, es que caen con mucha facilidad, acercándose a lo más dramático (que siempre es más fácil) y a lo inverosímil. Eso le pasa a Mujeres desesperadas también. La tercera temporada (que es la primera que ví) no está mal, tiene momentos brillantes, y la calidad de la serie es buena, por más que casi todas las tramas se metan de lleno dentro del ámbito de lo fantástico. La segunda es bastante mejor, con esa mezcla hilarante, de intriga y drama. Y la primera es lo que debería haber sido todo el tiempo, la esencia de lo que consiguió que fuera una serie alabada.
La historia ronda en base a varias familias de un barrio residencial caro de una ciudad cualquiera de los Estados Unidos, donde, a partir de un acontecimiento traumático, aparente leit-motiv de la temporada, se muestran las miserias de todas esas familias de ricos y/o famosos, desde un tono sarcástico a otro más dramático (aunque poco), y con múltiples intrigas paralelas a la línea básica argumental. Todo ello adornado con pullas que dejan al doctor House como un alma cándida (la violencia doméstica empieza por el lenguaje), y por unos personajes que nadie se explica como pueden ser amigas. La caprichosa Gabrielle, la competitiva Lynette, la infantil Susan, la pérfida Eddie, y, sobre todo y ante todo, ese fantasma de madre y esposa perfecta llamada Bree (a Marcia Cross le van bien los papeles de perturbada), que representa la quintaesencia de todo lo que es motivo de burla en la serie, a lo que se añaden hijos psicópatas, maridos perturbados e infieles, cotillas perversas, vecinos misteriosos, hombres guapísimos (¡vivan el fontanero y el jardinero! De este tipo ¿no se encuentran en España?), y toda una flora y fauna terrible para convivir, a la que se tienen que enfrentar todas las protagonistas.
El ambiente alocado lo inunda todo, pero, como ya he dicho, el problema de todas estas series es que eso mismo que engancha, se va perdiendo. A mi, y actuando en la serie además de Marcia Cross, Doug Savant, me recuerda cada vez más a Melrose Place, que llegó a ser un esperpento divertidísimo, por la locura de los guiones. Esperemos que se recuperen pronto. ¿Y si de verdad contratan a Beckam y a Robbie Williams para hacer de una pareja gay? Eso sí sería divertido.
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