Veneciafrenia (Álex de la Iglesia, 2021)
Si algo ha caracterizado la carrera de de la Iglesia, desde luego, no ha sido la regularidad. Cosa que, personalmente, me entristece, teniendo en cuenta que el inicio de su filmografía fue brillante (si exceptuamos, precisamente, su debut en el largometraje, aquella Acción Mutante que no era más que un corto muy alargado, ya en estas páginas recogimos mi fascinación por Mirindas asesinas, El día de la bestia, Perdita Durango, Muertos de risa y La comunidad, y posiblemente sea uno de los directores de los que más se han hablado en estas páginas desde sus inicios) , pero al que el siglo XXI parece que se le ha quedado largo, artísticamente hablando.
Y no porque no sepa dirigir, los únicos momentos salvables de esta Veneciafrenia, precisamente, tienen que ver con su buena mano para el suspense, sino por lo errático de sus proyectos y, sobre todo, de la calidad de sus guiones, siempre en colaboración con su inseparable Guerricaechevarría, que siempre han sido su punto débil, y que en algunos casos, como el que nos ocupa, provoca más vergüenza ajena que otra cosa.
En Venecia aparece un asesino de turistas, cuyo disfraz conocemos desde la primera escena, y que parece tener relación con un movimiento popular en contra del turismo de masas que se está cargando la ciudad. A esto que llegan allí cinco post-adolescentes españolitos a hacer el cafre, coincidiendo con que es carnaval, y entre que ya los fichan desde el inicio y son el tipo de turistas al que no me extraña que cualquier camarero les escupa en las bebidas, se convierten en objetivo claro.
Parece ser que de la Iglesia quería hacer un homenaje al cine giallo, y no sé si entendió que para ello el guión tenía que no tener ningún sentido, los actores tenían que hacer todo lo posible por estar espantosos y no tener el más mínimo registro (bueno, siendo justos, Ingrid García-Johnson tiene tres) ni la más mínima evolución y todo se tenía que apostar al ambiente. Si es eso lo que pretendían, lo consiguieron. Lo de que eso se pueda considerar un homenaje, ya es otra cosa.
En fin, que entre una presentación del ambiente larguísima, que lo único que consigue es que deseemos con todas nuestras fuerzas es que los protagonistas mueran lo antes posible y con el mayor dolor y sufrimiento, el nudo se hace eterno y juega demasiado con la ingenuidad y buena intención del espectador, para llegar a una parte final donde, por fin, todo el dineral que se gastarían en conseguir esa fotografía tiene algún sentido, y de la Iglesia demuestra que sabe dirigir suspense, por más que todo lo que ocurre no tenga sentido ni en el más básico de los slashers. Y todo para, finalmente, revelar un plan que bien podría haber ideado cualquier malo de la Patrulla Canina y llevarnos a un final seudo-feliz, marca de la casa, sorprendente, ante todo, por lo anticlimático y por dejar muchas cosas en en tintero.
Resumiendo, si esta cinta fuera un Transatlántico de aquellos contra los que protestan los venecianos, no tendrían que preocuparse. Se habría hundido sin ni siquera haber avistado puerto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario