miércoles, 15 de junio de 2022

Los Mitchell contra las máquinas

 The Mitchells vs the Machines(Michael Rianda, Jeff Rowe, 2021)


Durante años el mundo de la animación de calidad ha ido asociada a algunas marcas, como Pixar y Ghibli, que fuera de la omnipresente Disney, para la que ha trabajado la primera de ellas desde el principio, copaban los puestos de películas preferidas por la crítica especializada en estos temas, producciones de manga aparte.

Ocasionalmente surgían otras producciones (ya hablamos de Antz en su momento) que competían en la misma liga, pero que no dejaban de ser raras avis dentro de un panorama tendente a la infantilización y las historias estereotipadas.

Afortunadamente, el mundo va cambiando, y tras la retirada de Miyazaki y el cierto estancamiento en Pixar a inicios de los 2010 (esa secuela de Cars...), han ido surgiendo propuestas de otros estudios que, cada vez más, compiten en igualdad de condiciones si no, como es el caso, superando a la competencia.

Leía en su momento mucha queja de cómo esta película no se había llevado el premio aquel del copyright que terminó ganando Encanto. Sin haber visto la segunda, y teniendo en cuenta que esos premios tienen la misma credibilidad que lo que cuentan El Condenas o Alpiste, sí que es cierto que hubiese sido una oportunidad estupenda para destacar una película cuyos méritos son muchos, empezando por hacer algo diferente a lo que lleva haciendo Disney toda la vida.

Por más que en principio no lo parezca. Al final la trama no deja de ser un conflicto entre un inadaptado y el resto de la sociedad, empezando por una familia propia que es de todo menos perfecta, y que se ven envueltos en una situación peligrosa de la que acaban saliendo como héroes.

Lo que la diferencia del resto de producciones hollywoodienses habituales es, precisamente, el tratamiento. Comedia de acción desenfrenada, la generadora de una guerra de robots es una inteligencia artificial que se siente abandonada por su dueño, y que decide, a modo de venganza, cargarse a toda la humanidad.

Y eso es sólo el principo de una concatenación loquísima de situaciones absurdas dentro de la que hay espacio para criticar la falsedad de la exposición en redes sociales, el endiosamiento de determinados gurús que terminan perdiendo el norte en aras de conseguir notoriedad y, sobre todo, contarnos una historia de lo difícil que es el paso a la independización de nuestra familia, no sólo para los hijos sino, especialmente, para los padres.

Porque de eso, concretamente, trata toda la película. De un duelo familiar narrado con tal sutileza que ocupa poco más que un par de escenas de todo el metraje, pero cuya lectura queda con más intensidad que la de todos los chistes visuales, que son muchos y estupendos.

Una gozada, oigan.

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