Fantastic Beasts: The secrets of Dumbledore (David Yates, 2022)
Resulta, como mínimo, curiosa, la obsesión que tiene la JotaKa en avisarnos de los peligros del fascismo ajeno. Del suyo propio ya no tanto, pero eso es un tema que no trataremos aquí, porque no es el sitio y no quiero hacerme mala sangre.
Tercera y, presuntamente, última parte de las precuelas ideadas para seguir amortizando el fenómeno Harry Potter, más allá de terminar de conocer la historia que explicaría los futuros acontecimientos de la saga original, no debería generar mucho más interés, si es que a alguien que no fuera ya fan de la saga le interesara lo más mínimo.
No me entiendan mal, no es una mala película. Pero tampoco buena. Como toda esta serie, no deja de ser una obra de ingeniería diseñada para darle al fan lo que el fan quiere, prescindiendo de todo lo que pudiera imprimirle cierto carácter o, siquiera, algún atisbo de cambio a lo ya exhibido en producciones anteriores.
Estética reconocible, formalmente estupenda, las escenas de acción e intriga funcionan en la medida en que han funcionado desde que Yates se hiciera cargo de la saga, no aporta nada, pero entretiene para pasar un sábado por la tarde, sobre todo si, como es el caso, ni siquiera te tienes que mover de casa porque ya la han estrenado en HBO max.
El guión, por otra parte, es un queso gruyere, más interesado en conectar la historia con la de Potter que en desarrollar una historia coherente y unos personajes que salgan del cliche. Y todo peca de facilón hasta decir basta.
Las actuaciones son solventes, pero eso parece tener más que ver con los actores contratados que con la calidad de lo que tienen que defender. Eso sí, la sustitución de Deep por Mikkelsen, rebajando el desquicie de Grindelwald y convirtiéndolo en alguien mucho más siniestro que circense, le ha sentado bien, dentro de lo que cabe.
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