Ya dije cuando despotriqué contra Nine songs que Winterbottom era capaz de lo mejor y de lo peor. Hoy hablaré bien de una película suya, concretamente de esta subida y caída de Manchester como uno de los epicentros musicales de principios de los ochenta, con la que logra construir un retrato que pocas veces más ha conseguido.
La creación de Factory Records y su local, la Hacienda, sirve a Winterbottom para hacer el retrato de una época de cambios, una más de esas épocas de sexo, drogas y rock que tanto gusta llevar a la gran pantalla. La originalidad de Winterbottom se basa en realizar esa resconstrucción mediante una especie de falso documental que mezcla verdad y rumorología para contar lo que quiere contar. Y todo ello sin caer en sus (habituales) excesos, sin caer en tópicos y sin posicionarse. Algo que me temo no le debemos a él, sino al espléndido guión firmado por Frank Cottrell Boyce, ágil e inteligente, que mezcla a la perfección dramatismo y comicidad para que podamos hacernos idea de una época donde sobraron ambas cosas.
Ian Curtis, Joy Division y la formación de New Order tras el suicidio del primero son sólo uno de los referentes que aparecen. Los Pistols, los Happy Mondays... con la consecuente inclusión de sus canciones en una banda sonora que debería ser imprescindible, aparecen también para, como ya dije, lograr elaborar una historia completa, una historia de pasiones, de intereses, de vida y de muerte que Winterbottom consigue llevar a buen puerto a pesar de él mismo.
Divertida, apasionante como retrato generacional, estéticamente espléndida, emotiva y violenta, 24 hours party people quizá no sea perfecta, pero si es un buen ejemplo de cómo contar lo de siempre de forma distinta y no caer en el ridículo. Como Velvet Goldmine, claro que yo a Haynes le tengo mucho más cariño, quizá por eso no me sorprendiera tanto.
La creación de Factory Records y su local, la Hacienda, sirve a Winterbottom para hacer el retrato de una época de cambios, una más de esas épocas de sexo, drogas y rock que tanto gusta llevar a la gran pantalla. La originalidad de Winterbottom se basa en realizar esa resconstrucción mediante una especie de falso documental que mezcla verdad y rumorología para contar lo que quiere contar. Y todo ello sin caer en sus (habituales) excesos, sin caer en tópicos y sin posicionarse. Algo que me temo no le debemos a él, sino al espléndido guión firmado por Frank Cottrell Boyce, ágil e inteligente, que mezcla a la perfección dramatismo y comicidad para que podamos hacernos idea de una época donde sobraron ambas cosas.
Ian Curtis, Joy Division y la formación de New Order tras el suicidio del primero son sólo uno de los referentes que aparecen. Los Pistols, los Happy Mondays... con la consecuente inclusión de sus canciones en una banda sonora que debería ser imprescindible, aparecen también para, como ya dije, lograr elaborar una historia completa, una historia de pasiones, de intereses, de vida y de muerte que Winterbottom consigue llevar a buen puerto a pesar de él mismo.
Divertida, apasionante como retrato generacional, estéticamente espléndida, emotiva y violenta, 24 hours party people quizá no sea perfecta, pero si es un buen ejemplo de cómo contar lo de siempre de forma distinta y no caer en el ridículo. Como Velvet Goldmine, claro que yo a Haynes le tengo mucho más cariño, quizá por eso no me sorprendiera tanto.
5 comentarios:
No la he visto, pero de Winterbottom "Bienvenido a Sarajevo" "Wonderland" y, sobre todo "El Perdón", me encantaron.
Un saludo!
WONDERLAND y esta... hasta ahí llega mi apreciación del señor este como supuesto cineasta...
Pues poco más o menos... No le tengo yo mucho aprecio a este hombre tampoco, no...
Pues la tengo desde hace tiempo pendiente para ver y como dices que está bien, sobre todo su guión, a ver si me animo a verla en breve y ya te contaré.
Un saludo.
Winterbottom es genial.
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