Hay filmografías tan excelentes que películas estupendas pasan desapercibidas por la presencia de otras muchas obras maestras. Por ello la reaparición del maestro Wilder en estas páginas tras Sunset Boulevard (hace ya más de un año si no recuerdo mal) me ha traído suficientes dolores de cabeza para no tratar las mismas películas de siempre (si no me canso, habrá tiempo de hacerlo) que he decidido reivindicar una supuesta obra menor que no lo es en absoluto.
Manejando los hilos de la comedia de enredo como pocos han sabido hacerlo, Wilder construye una alocada película en la que, sin embargo, aprovecha para no dejar con cabeza a ninguno de los dos frentes de la guerra fría. Un inconmensurable James Cagney, en su papel de representante de refrescos que quieren introducirse en Rusia y Pamela Tiffin como la rica y caprichosa heredera que se enamora de un bolchevique de Berlín Oriental son ejemplos magnos de la manipulación capitalista, mientras que el enamorado comunista que finalmente terminará por abrazar las mieles de la Coca-Cola encarna todas las contradicciones de un sistema malinterpretado y mal llevado desde el principio.
Basada en una obra de teatro de un tal Ferenc Molnár, Wilder recrea la división de la Berlín post segunda guerra mundial gracias a una hilarante cinta que guarda no pocos momentos antológicos, la mayoría en base a unos personajes que dejaron el cerebro guardado en algún cajón y olvidaron dónde habían dejado la llave (no se a qué me recuerda esto). Descacharrante comedia desprovista de compasión, pero a la vez tremendamente cariñosa con sus personajes, Wilder demuestra nuevamente lo grande que era, por más que joyas magnas como El apartamento, Sunset Boulevard o Con faldas y a lo loco (otra de esas estúpidas traducciones para Some like it hot) la hayan relegado a un cierto olvido. No se lo merece.
Manejando los hilos de la comedia de enredo como pocos han sabido hacerlo, Wilder construye una alocada película en la que, sin embargo, aprovecha para no dejar con cabeza a ninguno de los dos frentes de la guerra fría. Un inconmensurable James Cagney, en su papel de representante de refrescos que quieren introducirse en Rusia y Pamela Tiffin como la rica y caprichosa heredera que se enamora de un bolchevique de Berlín Oriental son ejemplos magnos de la manipulación capitalista, mientras que el enamorado comunista que finalmente terminará por abrazar las mieles de la Coca-Cola encarna todas las contradicciones de un sistema malinterpretado y mal llevado desde el principio.
Basada en una obra de teatro de un tal Ferenc Molnár, Wilder recrea la división de la Berlín post segunda guerra mundial gracias a una hilarante cinta que guarda no pocos momentos antológicos, la mayoría en base a unos personajes que dejaron el cerebro guardado en algún cajón y olvidaron dónde habían dejado la llave (no se a qué me recuerda esto). Descacharrante comedia desprovista de compasión, pero a la vez tremendamente cariñosa con sus personajes, Wilder demuestra nuevamente lo grande que era, por más que joyas magnas como El apartamento, Sunset Boulevard o Con faldas y a lo loco (otra de esas estúpidas traducciones para Some like it hot) la hayan relegado a un cierto olvido. No se lo merece.
4 comentarios:
Es una de mis favoritas absolutas de Wilder. Lo alucinante del caso es que Uno, dos, tres es lo que quedó del abortado proyecto de película con los Hermanos Marx.
¿QUÉ? ¿UNA OBRA MENOR?... ¡UNA OBRA MAESTRA Y PUNTO!... MARAVILLOSA...
Pues por eso lo digo. Y fíjate en el texto, que he dicho "supuesta"...
A esta peli le pasa como algunas iglesias que hay por ejemplo, en Florencia, o Roma, pasan por "menores" cuando en cualquier otra ciudad, se considerarían grandes monumentos.
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