Hubo un momento, no recuerdo exactamente cuándo, en el que Netflix (presupongo que intentando emular otro “talent show”culinario que, aunque no producido por ellos, ofrecía en su catálogo inicial de llegada a España, llamado algo así como Los peores cocineros de América), se “inventa” un formato en el en cada capítulo se premia al mejor repostero entre tres personas que nunca en la vida deberían acercarse a una procesadora de alimentos, y que, además, son conscientes de ello.
Un formato que, desde el principio, no oculta su función de promoción de los productos de la propia plataforma, pero que tuvo éxito suficiente como para generar franquicias nacionales, también en España, cuyo título fue traducido por Jordi Cruz (el bueno, el de Art Attack) a ¡Niquelao! en una conversación en Twitter (hubiera preferido “bordado”), cosa que aprovechó la compañía para adueñárselo.
Lo cierto es que la española no parece haber sido la franquicia más exitosa, sólo se grabó una primera temporada donde La Terremoto de Alcorcón hacía lo que podía (y a Jordi Cruz lo llevaron de jurado invitado en el primer programa a modo de agradecimiento), pero el resto tampoco le llegan a la suela de los zapatos al Nailed it! estadounidense, el auténtico, el original, el fetén, al que dedicamos esta entrada y que me meto por el culo en cuanto sale alguna nueva “temporada”.
La última, que en realidad es un especial de cuatro episodios por Halloween, me lo tragué recién llegado del trabajo el mismo día en que supe de su disponibilidad, y sigue siendo igual de disfrutable que la primera.
El mérito lo tienen tanto sus conductores, una Nicole Byers que (tal y como demuestran sus apariciones en The Pit Stop, ese formato youtubero donde se comenta Rupaul’s Drag Race) es mucho más divertida sin guión que con lo que le preparan, y un Jacques Torres que se olvida de su estatus de “maestro chocolatero” , se lo pasa como un niño en una juguetería, tanto que no parece francés, cómplices perfectos tanto entre ellos, como con los jueces invitados, y con los propios concursantes, conscientes de sus propia ineptitud, y que son los primeros que se descojonan de sí mismos.
Después de tantos años viendo talent shows de todo tipo donde a los concursantes se les exige, se les acosa, se les insulta, se les repite que tienen que reventarse a trabajar para poder ser algo en la vida, Nailed it! funciona como reverso sano. Un talent donde el talento no abunda, el buen rollo es la norma, siempre se busca un refuerzo positivo y se valora el intento, no tanto el esfuerzo, sino el hacerlo. Se valora y se celebra la mediocridad, la misma Nicole habla en múltiples ocasiones de su inutilidad ante los fogones, y eso es de agradecer, porque no todo el mundo puede ser excelente, y tampoco tiene por qué.
Nailed it! es una continua oda a la normalidad, al destrozo, que subraya todo el tiempo que no tiene más mérito el que puede permitirse ir de stagier en stagier para conseguir tener un restaurante Michelin donde explotar a otros que no tienen necesidad de cobrar un sueldo, meritorio es llegar a tu casa hecho un asco de un trabajo de mierda donde te pagan una miseria, y sacar un rato para hacer unas galletas para tu familia y que no se te quemen.
Pues eso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario