Que no sabemos de dónde sacaron la traducción del título de esta película, originalmente Sunset Boulevard, esa calle donde viven (o al menos vivían) las estrellas hollywoodienses, es algo de sobras conocido por todos. Por todos los que conocemos la película, que tampoco se crean que somos demasiados. Y eso, teniendo en cuenta que es una de las mayores obras de uno de los mejores directores que ha dado el cine en toda su historia, es para extrañarse un poco.
Claro que teniendo en cuenta la temática, esa especie de sátira sobre el endiosamiento y posterior caída de todos esos mitos cinematográficos, esa muestra de la cruel industria del cine que es capaz de destrozar lo mismo que le da de comer, no creo que se encuentre, precisamente, entre las películas veneradas por esa misma industria que es la que mece la cuna.
Pero por mucho que haya otras más conocidas, esta no deja de ser un auténtico monumento cinematográfico, estremecedor en muchas ocasiones, sobre la vida, la muerte, los deseos, las necesidades, y las pérdidas. Norma Desmond es uno de los más grandes personajes que ha dado la historia del cine. Y esa escena final en la que baja por las escaleras como si estuviera en un estudio, camino de la cámara, en uno de los momentos metalingüísticos más bellos que he visto nunca en una película, me sigue poniendo los vellos como escarpias años después.