Vehículo de lucimiento para la grandísima Ingrid Bergman, Luz que agoniza es otra de esas joyas con la que nos obsequió a lo largo de toda su carrera el espléndido George Cuckor, y que contaría además con unas magníficas interpretaciones de Charles Boyer y de Angela Lansbury, el trío principal de la casa donde se desarrolla la mayor parte de la acción y la vida casi completa de la protagonista.
Mediante una historia detectivesca acerca de lo que finalmente conocemos como la búsqueda de un tesoro, Cuckor realiza un hondísimo retrato de uno de los estereotipos de la figura del maltratador y la maltratada, de ese hombre que se vende como perfecto y que consigue anular completamente a su mujer y estar a punto de volverla loca (si bien esto último como daño colateral) hasta que aparece el salvador, aquí encarnado por un detective de policía obsesionado por una diva del bel canto, tía de la protagonista y a cuya casa vuelve esta con su marido varios años después de su asesinato.
Con la colaboración desinteresada (y totalmente inconsciente) de esa mal encarada criada encarnada con maestría por Lansbury, y los propios miedos de la mujer, el marido logra sumir a su esposa en la más profunda de las humillaciones, siendo incapaz por momentos hasta de salir de la casa de la que ella marchó al principio de la película aparentemente para no volver.
Cuckor dirigía actores como pocos otros, pero además tenía otras virtudes especialmente apreciables en este film, entre ellas la elegancia y la sofisticación hasta de la más vana de las tareas, con lo que consigue en este caso no sólo realizar una magnífica obra, sino una obra bellísima de contemplar.
Mediante una historia detectivesca acerca de lo que finalmente conocemos como la búsqueda de un tesoro, Cuckor realiza un hondísimo retrato de uno de los estereotipos de la figura del maltratador y la maltratada, de ese hombre que se vende como perfecto y que consigue anular completamente a su mujer y estar a punto de volverla loca (si bien esto último como daño colateral) hasta que aparece el salvador, aquí encarnado por un detective de policía obsesionado por una diva del bel canto, tía de la protagonista y a cuya casa vuelve esta con su marido varios años después de su asesinato.
Con la colaboración desinteresada (y totalmente inconsciente) de esa mal encarada criada encarnada con maestría por Lansbury, y los propios miedos de la mujer, el marido logra sumir a su esposa en la más profunda de las humillaciones, siendo incapaz por momentos hasta de salir de la casa de la que ella marchó al principio de la película aparentemente para no volver.
Cuckor dirigía actores como pocos otros, pero además tenía otras virtudes especialmente apreciables en este film, entre ellas la elegancia y la sofisticación hasta de la más vana de las tareas, con lo que consigue en este caso no sólo realizar una magnífica obra, sino una obra bellísima de contemplar.