Rogue one: A Star Wars Story (Gareth Edwards, 2016)
Es interesante volver a ver Rogue one después de ver Andor, aunque yo lo hice por otros motivos, porque se entiende muchísimo mejor lo que ocurre en la película, incluyendo diálogos puntuales que parecne un intento sutil de remarcar ciertos aspectos desagradables, tan sutiles que no guardábamos siquiera memoria de ellos. Pero no nos adelantemos.
No me quiero extender mucho, porque no hace falta, no estamos hablando de Bergman. Pero no puedo asegurar que lo consiga, entre otras cosas porque esta es, con mucho, mi película preferida de la franquicia Star Wars (con permiso de The Empire Strikes Back), y además la mejor, en mi poco humilde opinión.
Y lo es, entre otras cosas, porque hace lo que la continuación de la original señala (y ya con eso nos volvimos locos dado el infantilismo del resto), que es dejar claro que existen matices, que la bondad y la maldad es relativa y nunca son absolutas, y que hay héroes que han tenido que ser villanos para poder realizar la heroicidad por la que se les celebra. No solo eso, Rogue one se aleja del canon de princesas, herederos, políticos y magos galácticos (que sólo aparecen en forma de cameos para unir la trama a la de la trilogía original) para centrarse en los verdaderos héroes, los olvidados, los que hacen el trabajo sucio para que luego llegue el Jedi de turno a rematar, cuando ya de ellos no quedan ni las cenizas.
La historia de la consecución de los planos de la Estrella de la Muerte, que llevarán a su destrucción en el presunto Episodio IV de la saga oficial, no sólo fue la primera de las películas off-canon, sino la que más se aleja de la superficialidad del resto de la franquicia, y la que más se acerca a lo que puede ser un desarrollo de personajes. Y a la vez es una película con una trama relativamente sencilla, con una estructura básica similar a las películas originales, y que, quizá, más se acerca al espíritu inicial de lo que presentaba George Lucas.
Su tipo de final es inédito para este producto, no sólo siendo potentísimo por lo que cuenta, sino, sobre todo, por lo que significa la caída, uno a uno, de los salvadores. Ese es el tema central de la película, al final, lo terrible de la guerra por más que luzca divinamente en pantalla. Porque Rogue One no deja de ser la película antibélica que del resto siempre se intuyó, y cuyo mensaje ha continuado con el paso a la pequeña pantalla de ese Cassian Andor que acompaña a la protagonista de esta historia, además de la saga del Mandaloriano y de Bobba Fett. Ojalá se dejen de Kenobis y sigan por este camino.
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