miércoles, 11 de enero de 2023

Puñales por la espalda

Knives out (Rian Johnson, 2019)

 


Cuando se estrenó Knives Out a todo el mundo le supuso un soplo de frescura, cuando lo que presentaba era más viejo que el hilo negro, básicamente una película en la línea de todo el cine y series de televisión detectivescas de los 60-80, esas en las que se basa el Cluedo, y que se parodiaban en Murder by death,  especialmente esos que mezclaban el misterio con lo cómico, tipo Murder she wrote y, sobre todo, Columbo, cuya versión modernizada encarna a la perfección un Daniel Craig que parece estar huyendo como de la peste de James Bond.

La historia es que llevábamos tanto tiempo sin un divertimento de este tipo que cualquiera que nos hubieran presentado y que se hubiera hecho con un mínimo cuidado nos iba a encantar, y supongo que sus artífices eran conscientes de ello. Pero en un ejercicio de interés que, últimamente, cada vez vemos menos en el cine de las mayors hollywoodienses, realizan un guión perfecto, que apoyándose en varias direcciones estupendas (incluyendo la de arte) y unos actores en perpetuo estado de gracia, nos ofrecen esta pequeña joyita que ha tenido continuación reciente (y esperemos que sea la primera de muchas) en esa otra obra de arte que es Glass Onion, de la que precisamente hablamos ayer.

Ya dijimos todo acerca de la estructura, de su estructura juguetona y de la complicidad con el espectador, que es traicionado para su propio deleite en un giro final respecto al presunto asesinato principal que no sólo termina siendo originalísimo, por su rareza (aunque recuerdo no ser la primera vez que lo he visto en pantalla), sino que enfrenta a nuestros protagonistas a una difícil situación final para con que el responsable asuma la culpa, resuelta en parte gracias a una anécdota que se viene repitiendo como alivio cómico durante todo el metraje, y con un acting final tan tramposo y repetitivo como efectivo, conectando con un chiste que se hace en la primera parte del metraje. 

Si su segundo episodio, igual de autoconcluso que éste, se centra en los ricos modernos, este se presenta como un caso de asesinato en una familia rancia, con sus trumpistas, sus demócratas antitrump, sus nazis masturbatorios y su racismo disfrazado (geniales los chascarrillos con el origen geográfico de la enfermera), en forma de misterio típico (todos tienen razones para haber matado al asesinado) cuya investigación pone de manifiesto los trapos sucios de la alta sociedad americana, a la vez que su no conclusión en la forma en la que todos ellos esperan deja al descubierto su miseria, moral más que económica.

Y al final, siempre hay un rico, un hijo de papá, que se cree por encima del bien y del mal y que va a salirse con la suya, tan soberbio que es capaz de poner a prueba al resto, conocedor de que nada va a hacer que se le castigue, pero que, al menos en la ficción, no se sale con la suya.

Y Ana de Armas está espectacular.

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