Slumberland (Francis Lawrence, 2022)
Una niña repugante a la que su padre ha criado en un faro, completamente alejada de lazos sociales (que el padre tampoco mantiene) y sumergida en un mundo infantil que el padre se resiste a abandonar, tiene que enfrentar el mundo tras el trágico fallecimiento de este, ayudada por un tío al que no conoce y no sabe qué hacer con los niños, y, a pesar de que es tan inteligente que es capaz de desenvolverse sin problemas en contextos nunca vividos, refugiándose en el mundo de sueños que su padre le contaba, en el que buscará, con la ayuda de Jason Momoa con un poco de barriga (demostrando así su versatilidad), un imposible para volver a ver a su padre muerto, no terminan de aclarar durante todo el metraje para qué. Y hasta ahí voy a contar, no porque si suelto un par de spoilers vaya a desvelar nada que no se intuya desde el minuto tres, al menos cualquier adulto funcional, sino por un poco de respeto.
Quicir, la misma historia de elaboración de la pérdida que hemos visto treintaycinco millones de veces, basado aparentemente en una novela infantil que desconozco, y que no tiene el más mínimo interés en resultar interesante a otro público que no sea al que va dirigido.
Personalmente, me ofendió muchísimo más la tontuna aquella de La Escuela del Bien y del Mal, pero por lo que he visto debo ser el único. Parece ser que toda la crítica estadounidense está muy enfadada porque una película da lo que anuncia, básicamente una película infantil de manual acerca de la pérdida, con algunas buenas ideas visuales y una estética y efectos especiales conseguidos. No sé si tendrá que ver con la misma idealización de la infancia que lleva a subir a los altares a la mitad de las mierdas que vimos en los ochenta (y que nos siguen gustando por lo afectivo, porque siguen siendo películas más que discretitas), o lo mismo es que creían que Netflix iba a estrenar en época prenavideña una sesuda crítica a la fábrica de desadaptados sociales que es el "home-schooling" yanqui, terminando con su pertinente tiroteo en la escuela de élite, yo qué sé. A mi, personalmente, me ha dado lo que me prometía: nada.
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