Toda esa gente que se queja de cómo las plataformas están arruinando el cine no han vivido en su vida en una ciudad de provincias donde, si hay algún cine cerca, no emitirían nunca una película como Argentina 1985. Por lo que personalmente agradezco mucho a Amazon que la tenga en su catálogo desde poco después de su estreno.
No seré yo quien diga que esta es una de las mejores películas del año, ya hay cientos de webs que lo afirman y que sí que han tenido acceso (y ganas) para ver el resto con lo que hacer la comparativa, lo que sí que es cierto es que estamos ante una película enorme, monumental, a la que no consigo encontrarle un pero.
Argentina 1985 trata la historia del Fiscal designado para hacerse cargo de la acusación del juicio civil contra los militares que llevaron a cabo el "Proceso de Reorganización Nacional" argentino, esa dictadura que sumió al país en el terror y la ruina, tras el vergonzoso juicio militar que los exoneraba de toda responsabilidad. Un cargo que conlleva una responsabilidad de la que nadie puede exonerarlo, la del Fiscal, que nadie quiere, a la que nadie ayuda, que es puesta continuamente en duda por todas las partes implicadas, que se boicotea, que le lleva a recibir amenazas (hasta el punto de tener que sacar a su familia de Buenos Aires) y para la que sólo logra ayuda de un grupo de jóvenes recién licenciados que no tienen nada que perder, y un ayudante idealista que puede perderlo todo.
Habla, con profundo respecto, del dolor y el miedo de las víctimas, a las que da voz e, incluso, justifica cuando no quieren tenerla, y señala sin miramientos a los culpables, tanto los que se sientan en el banquillo, como los que no (las presiones sociales, de los militares, del gobierno, el manejo de los jueces...), mostrándose reacia a aceptar el veredicto de compromiso que finalmente se logró.
Y lo hace con un tono, hasta cierto punto, amable. Con momentos de intriga, de humor, de drama, de miedo, mezclando costumbrismo familiar y maquinaciones políticas, y haciéndonos partícipes de la idea de que la vida es puro teatro (por lo que, precisamente, el personaje de Somigliana es tan importante para lo que pasa en la sala), y de que el esfuerzo por la lucha por la justicia debe ser conjunto, no personal.
Se apoya en un guión estupendo, una dirección inmaculada que articula sin fisuras momentos casi videocliperos con otros largos e intimistas, y, sobre todo, unos actores que están para chillarles, especialmente un Ricardo Darín que se lo come todo desde la primera a la última escena. Es emocionante, divertida, ágil, trepidante... todo por momentos y todo a la vez.
Aún hay sitios en los que está en el cine. Si tienen la suerte de poder disfrutarla en pantalla grande, háganlo. Por los que no pudimos.
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