miércoles, 7 de diciembre de 2022

After life

After life (serie de TV, Netflix)

 


Ricky Gervais puede ser controvertido como cómico, y mucho más controvertido cuando habla en serio, no vamos a discutirlo. Incluso podríamos decir que a nivel personal parece un imbécil, y poca gente nos llevaría la contraria. Pero lo que es innegable es que es listo como él solo. Y para muestra, esta serie, que no deja de ser The Office, la buena, la de la BBC, en versión dramática.

Tony es un señor que enviuda de una mujer a la que considera maravillosa, y decide que no quiere seguir viviendo en un mundo sin ella. Entre otras cosas porque vive en un pueblucho de la campiña inglesa donde no hay mucho que hacer, no tiene amigos, su padre está demenciado, vive en una residencia y todos los días tiene que recordarle que su mujer está muerta, y trabaja en un periodicucho local que no cubre ninguna noticia importante, con una serie de compañeros que dan más pena que otra cosa. Intenta suicidarse, a pesar de que su perro se lo impida, y como no lo consigue en primera instancia, decide darse a la autodestrucción, a pesar de que toda la gente que conoce le tiene cariño e intenta ayudarle, porque está cabreadísimo con el mundo y ha decidido compartirlo con él de la forma más explícita posible. Su enfado no será entendido por nadie, ni siquiera por quienes, como Anne, comparten pérdida, y entre el apoyo de esta última para que tome conciencia de sus actos y varios acontecimientos que llevarán a episodios trágicos, parece que Tony irá tomando conciencia de que hay otros caminos. 

En la segunda temporada se va tratando ese cambio de actitud (que no lo es tanto) y la aceptación del inicio de su nueva vida sin Lisa (que así se llama la muerta). Tras una primera temporada durísima, donde el humor, caustiquísimo como es marca de la casa, aparecía como alivio a lo que nos estaba contando, esta segunda,  como el cambio que se produce en Tony, va dejando atrás el ego del protagonista para centrarse en los que lo rodean, y convertirlo, hasta cierto punto, en una extensión de su mujer fallecida, esa cuidadora incansable que lo cuidó tanto que no paró de dejarle vídeos para que, una vez no estuviera ella, él fuera capaz de seguir adelante con su vida (por más que no le haga ni puto caso). Y, en ese sentido, Gervais  retrata la miseria en todas sus vertientes (moral, ética, personal...) con una mordacidad envidiable, aunque, sin embargo, de una forma sensible y empática que cuesta más detectar en sus productos cómicos.

Si bien la serie podría haber terminado (con un final más que digno) con esa segunda temporada, parece que decidieron hacer una tercera para que Gervais hiciera otra serie donde demostrara que él es capaz, como un Cameron cualquiera, de recurrir a la sensiblería facilona llegado el momento, y donde se olvidara casi completamente del arco de su protagonista, para volver al punto cerril inicial, aunque con una motivación externa para seguir viviendo que pasa por no intentar hacer nada por ser feliz que no dependa del otro (tal y como parece que hacía su mujer). Se centra en el resto de personajes, elimina un par de los mejores de las temporadas previas y no da nada que se parezca a lo previo, aunque la escena final sea muy bonita y valga para cerrar de forma lacrimógena algo que no lo era tanto. A mi me sobraba.


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