Space Force (serie de TV, 3 Arts Entertainment, Netflix)
Me ha dado ahora por seguir viendo o, en el caso que nos ocupa hoy, terminar de ver series que había comenzado, así que durante un tiempo este blog será especialmente televisivo. Porque me estoy dando un atracón.
Empezaremos hoy con esta Space Force, creación de Steve Carrel y Greg Daniels para Netflix, que estrenó, con mucho ruido, allá en lo peorcito de la pandemia, y que supuso un cierto respiro al ambiente pesimista que estábamos viviendo.
El general Naird, junto con su hija adolescente y sin su mujer, recientemente encarcelada, es el elegido, a modo de destierro y a pesar de la oposición de sus iguales, para dirigir la creación de la que será la sexta rama de las Fuerzas Armadas de los EEUU, una suerte de ejército espacial con la que competir con el resto de países por las posibles conquistas allende nuestro planeta, incluyendo los recursos ante la previsible escasez en La Tierra. Para ello se incorpora a un equipo ya preformado de científicos de distinto calaje, tendrá que formar astronautas con las más variopintas profesiones y calañas, y lidiar, aparte de con todos ellos, con un asesor en redes al que llega a despedir en varias ocasiones y una familia siempre al borde de hacerse pedazos. Un conflicto final en La Luna lleva a casi una guerra con China, promovida por los deseos de uno de sus rivales de quedarse con el control de la nueva Fuerza, lo que tiene que solucionar a la vez que la escapada de su hija, demasiado centrada en su crisis vital para medir las consecuencias de sus actos, y la de su mujer y su amante/carcelera de prisión.
Finalizaba así una primera temporada donde se dibujaban unos personajes y dinámicas que prometían dar mucho de sí, pero que por más que llegara en un momento en que necesitábamos relajar tensiones y el tono fuera de lo más amable, no terminaba de desatarse para lograr lo pleno cómico, aunque prometía.
La segunda temporada, que parece que costó que viera la luz debido a su alto presupuesto y al rendimiento no del todo satisfactorio de la primera, nacía con recortes (sólo 7 capítulos respecto a los diez de la anterior) y terminaba de enterrar una serie que nunca llegó a encontrar el ritmo, y a la que ni un John Malkovich en estado de gracia ni múltiples secundarios de lujo pudieron salvar. El mcguffin final, que no desvelaré, no deja de ser una metáfora perfecta de lo que le pasaría a la serie apenas dos meses después de su estreno. Quizá por ello tampoco es que Netflix se esforzara mucho en que la viéramos.
Demasiado centrada en las repercusiones afectivas de la vida del protagonista, la serie mejora mucho cuando se aleja del drama, pero desaprovecha mucho de lo bueno que tiene (incluyendo las referencias a The Office o Parks and Recreation y, sobre todo, a Lisa Kudrow) y por más que ofrece lecturas divertidas respecto a lo confrontación de lo civil con lo militar, las luchas de poder o la utilización de la diversidad (y su publicidad institucional), se queda a medio gas y no termina de convencer. No es mala, se deja ver bien, pero hay demasiados momentos en los que aburre para los mimbres que gasta. Una lástima.
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