La carrera de Bigelow es una de esas que perdí de vista hace años a pesar de haber realizado alguna película destacada en los noventa. Y es que si no tiene mérito sacar casi oro (para lo que podría haber sido) de la estulticia del guión de Point Break (consiguiendo a pesar de las limitaciones que su libreto imponía que Le llaman Bodhi pueda ser considerada una de las grandes películas de acción de la pasada década), por favor que alguien me explique qué lo tiene.
No obstante Bigelow se quiso alejar de la pantomima detectivesca americana típica y creó en su siguiente trabajo, esta Strange Days de la que hoy nos ocupamos, una pequeña joyita, imperfecta pero llena de aciertos, que bajo la apariencia de una película de acción ambientada en un futurista comienzo del año dos mil (y más teniendo en cuenta su realización tan sólo cinco años antes del cambio de siglo), le sirve para realizar un deprimente retrato de una generación preapocalíptica envuelta en el nihilismo relacional y donde se hace preciso el intercambio de experiencias vía realidad virtual para intentar dar sentido a unas vidas marcadas por la monotonía y la desgracia.
Angela Basset y, sobre todo, un Ralph Fiennes más guapo que nunca, sustentan la acción y el dramatismo de la historia, mientras que Bigelow rueda con habilidad y crea una película estéticamente impactante que ayuda al desarrollo de una trama que se mueve por mundos oníricos casi con tanta coherencia como si fueran reales.
Después de esto, a Bigelow le perdí la pista, y ahora me entero que dirigió El peso del agua (de la que leí algunas críticas buenas en su momento, pero que jamás vi) y está en espera de estrenar su última película, ganadora de varios premios menores en Venecia 2008. Tendré que ponerme a ello.
No obstante Bigelow se quiso alejar de la pantomima detectivesca americana típica y creó en su siguiente trabajo, esta Strange Days de la que hoy nos ocupamos, una pequeña joyita, imperfecta pero llena de aciertos, que bajo la apariencia de una película de acción ambientada en un futurista comienzo del año dos mil (y más teniendo en cuenta su realización tan sólo cinco años antes del cambio de siglo), le sirve para realizar un deprimente retrato de una generación preapocalíptica envuelta en el nihilismo relacional y donde se hace preciso el intercambio de experiencias vía realidad virtual para intentar dar sentido a unas vidas marcadas por la monotonía y la desgracia.
Angela Basset y, sobre todo, un Ralph Fiennes más guapo que nunca, sustentan la acción y el dramatismo de la historia, mientras que Bigelow rueda con habilidad y crea una película estéticamente impactante que ayuda al desarrollo de una trama que se mueve por mundos oníricos casi con tanta coherencia como si fueran reales.
Después de esto, a Bigelow le perdí la pista, y ahora me entero que dirigió El peso del agua (de la que leí algunas críticas buenas en su momento, pero que jamás vi) y está en espera de estrenar su última película, ganadora de varios premios menores en Venecia 2008. Tendré que ponerme a ello.
2 comentarios:
Me gustó muchísimo.
coincido con Lo
un abrazo
jeje, y dsp si que firmo una obra maestra como es "En tierra hostil". Que buena!
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