Lo lógico, lo se, sería comenzar por la primera y luego seguir, pero hoy no es jueves, con lo que de El cuervo hablaré mañana.
Estoy intentando no hacer referencia a El cuervo, porque si no me quedo sin sección para el jueves, pero me está resultando muy complicado. Sólo diré que resultó sorprendente que Proyas realizara Dark city después de la otra. Tan sorprendente que por muchas buenas críticas que leí, no me creí ni una y no fui al cine a verla por más que a mi el fantástico me apasiona. Para variar, me equivoqué.
La historia es apasionante, la escenografía es impresionante. No es, ni por asomo, una americanada al uso. En un mundo en el que todo está controlado, se produce un fallo, y es ese fallo el que lo complica todo. Un mundo en el que suceden cosas extrañas para alguien que no recuerda nada más que breves pasajes de su infancia y que se encuentra acusado de asesinar prostitutas, perseguido por la policía, por unos seres extraños, y que ve cosas que nadie ve, como que el mundo se para y cambia, se transforma, según los designios de esos seres extraños, de esos Ocultos, que van modificando las vidas de sus conciudadanos según les parece.
Dark city es un ejercicio de existencialismo. Quizá su fallo sea el que desde el principio lo tenemos todo demasiado claro (parece existir una versión del director que no he visto y no encuentro donde todo es un poco más ambiguo). El espectador es demasiado consciente de quienes son los que manejan el cotarro, pero ni aún así la tensión decae. Porque lo que queremos es compartir la esperanza de Sewell en encontrarse. Queremos creer que existe algo más. Como él mismo. Él mismo que no quiere creer lo que ve, en esa búsqueda tan humana por el si mismo y por el saber de su propia existencia, por el querer saber qué es lo que pasa, de dónde venimos y adonde vamos. Aunque sea a la nada. Esa última escena, ese vacío, que para alguien que está en perpetua crisis existencial, como yo, me sigue poniendo la piel de gallina con solo recordarla, porque no consigue nada más que plantearme nuevamente si no seremos un simple experimento, si no habrá alguien que maneje los hilos a su antojo, y si no estaremos en medio de la nada... si no caeremos en cualquier momento al espacio...
Feliz 2009.
La historia es apasionante, la escenografía es impresionante. No es, ni por asomo, una americanada al uso. En un mundo en el que todo está controlado, se produce un fallo, y es ese fallo el que lo complica todo. Un mundo en el que suceden cosas extrañas para alguien que no recuerda nada más que breves pasajes de su infancia y que se encuentra acusado de asesinar prostitutas, perseguido por la policía, por unos seres extraños, y que ve cosas que nadie ve, como que el mundo se para y cambia, se transforma, según los designios de esos seres extraños, de esos Ocultos, que van modificando las vidas de sus conciudadanos según les parece.
Dark city es un ejercicio de existencialismo. Quizá su fallo sea el que desde el principio lo tenemos todo demasiado claro (parece existir una versión del director que no he visto y no encuentro donde todo es un poco más ambiguo). El espectador es demasiado consciente de quienes son los que manejan el cotarro, pero ni aún así la tensión decae. Porque lo que queremos es compartir la esperanza de Sewell en encontrarse. Queremos creer que existe algo más. Como él mismo. Él mismo que no quiere creer lo que ve, en esa búsqueda tan humana por el si mismo y por el saber de su propia existencia, por el querer saber qué es lo que pasa, de dónde venimos y adonde vamos. Aunque sea a la nada. Esa última escena, ese vacío, que para alguien que está en perpetua crisis existencial, como yo, me sigue poniendo la piel de gallina con solo recordarla, porque no consigue nada más que plantearme nuevamente si no seremos un simple experimento, si no habrá alguien que maneje los hilos a su antojo, y si no estaremos en medio de la nada... si no caeremos en cualquier momento al espacio...
Feliz 2009.