miércoles, 31 de diciembre de 2008

Dark city

Dark city (Alex Proyas, 1998)


Lo lógico, lo se, sería comenzar por la primera y luego seguir, pero hoy no es jueves, con lo que de El cuervo hablaré mañana.
Estoy intentando no hacer referencia a El cuervo, porque si no me quedo sin sección para el jueves, pero me está resultando muy complicado. Sólo diré que resultó sorprendente que Proyas realizara Dark city después de la otra. Tan sorprendente que por muchas buenas críticas que leí, no me creí ni una y no fui al cine a verla por más que a mi el fantástico me apasiona. Para variar, me equivoqué.
La historia es apasionante, la escenografía es impresionante. No es, ni por asomo, una americanada al uso. En un mundo en el que todo está controlado, se produce un fallo, y es ese fallo el que lo complica todo. Un mundo en el que suceden cosa
s extrañas para alguien que no recuerda nada más que breves pasajes de su infancia y que se encuentra acusado de asesinar prostitutas, perseguido por la policía, por unos seres extraños, y que ve cosas que nadie ve, como que el mundo se para y cambia, se transforma, según los designios de esos seres extraños, de esos Ocultos, que van modificando las vidas de sus conciudadanos según les parece.


Dark city es un ejercicio de existencialismo. Quizá su fallo sea el que desde el principio lo tenemos todo demasiado claro (parece existir una versión del director que no he visto y no encuentro donde todo es un poco más ambiguo). El espectador es demasiado consciente de quienes son los que manejan el cotarro, pero ni aún así la tensión decae. Porque lo que queremos es compartir la esperanza de Sewell en encontrarse. Queremos creer que existe algo más. Como él mismo. Él mismo que no quiere creer lo que ve, en esa búsqueda tan humana por el si mismo y por el saber de su propia existencia, por el querer saber qué es lo que pasa, de dónde venimos y adonde vamos. Aunque sea a la nada. Esa última escena, ese vacío, que para alguien que está en perpetua crisis existencial, como yo, me sigue poniendo la piel de gallina con solo recordarla, porque no consigue nada más que plantearme nuevamente si no seremos un simple experimento, si no habrá alguien que maneje los hilos a su antojo, y si no estaremos en medio de la nada... si no caeremos en cualquier momento al espacio...
Feliz 2009.

martes, 30 de diciembre de 2008

La mujer justa

La mujer justa (Sandor Márai)


Todos los que nos dedicamos a realizar crítica, ya sea de forma profesional o como aficionados (iba a decir humildemente, pero eso sería mentir como un bellaco, el criticar no tiene nada de humilde), tendemos a poner en el otro, a interpretar lo que el autor, el escritor, el cineasta pretende, quiere, intenta decir en comparación con lo que consigue, con lo que realiza... sin que ni el primero ni el último de nosotros le hayamos preguntado, y sin que ni siquiera lo que diga el autor sirva para que nos lo creamos (siempre existe, y con razón, la duda de que el autor esté mintiendo sabiendo que su obra no es todo lo redonda que podría haber sido). Quizá sea esa la lectura que más me ha llamado la atención de esta novela.
Escrita en los años 40, pero no conocida hasta mucho después, La mujer justa está compuesta por tres monólogos, la historia de una mujer abandonada por el marido rico enamorado de otra mujer, la historia de ese marido rico engañado por esa otra mujer a la que repudia, y la historia de esa otra mujer recogida en brazos de un bateria de una banda de jazz al que le cuenta el cómo sucedió todo. Tres monólogos que dan buena cuenta de esa misma historia de amor que es la historia de ellos tres y que es la historia de sus vidas, una historia de sobreentendidos, una historia de suposiciones, una historia donde nadie pregunta nada a nadie sino que todo el mundo supone todo y proyectan en el otro sus propios fantasmas personales que lo único que consiguen es alejarlos los unos de los otros mientras buscan, con más calma o más desespero a esos hombres o esas mujeres justas, esas personas que son las ideales para cada una de ellas.
Sin embargo, a pesar de todo, a pesar de centrar todo en esas relaciones afectivas, lo que Márai nos propone es otra cosa. Es un viaje desde dentro a la vida en Hungría. A la vida en Hungría en un tiempo determinado de cambios, al paso de los años treinta, donde los ricos eran ricos, hasta la invasión nazi y la posterior ocupación comunista, esa ocupación que hace que los protagonistas huyan lejos, como él mismo hizo, y que queda perfectamente reflejada en la última de las historias, en ese monólogo de Judit Aldozó que narra monstrándonos ese paraje desolador que fue la segunda guerra mundial no ya solo en cuanto a muerte y devastación, sino en cuanto a lo miserable del género humano, para terminar esta preciosa novela. Esos parajes que él conoció en primera persona y que hicieron que se exiliara a Estados Unidos.
Una maravilla.

lunes, 29 de diciembre de 2008

Frase de la semana.


Sólo eran cenizas. ¿Cómo sabes que eran de la señora House? ¿Se parecían a ella?.


Woody Allen en Misterioso Asesinato en Manhattan.



P.D: Acabo de volver de una semana de vida familiar, y aparte de aprovechar para contestar todos y cada uno de los comentarios me encuentro con que Lo me ha dado un premio no se muy bien por qué... hay gente que están para que la encierren. Pero vamos, que muchas gracias.

domingo, 28 de diciembre de 2008

Uno de los nuestros

Uno de los nuestros (Martin Scorsese, 1991)


Absoluto monumento cinematográfico, una de mis películas preferidas de Scorsese (si no la que más), y la razón de que me resulte atractivo Ray Liotta, con eso lo digo todo. Mucho se ha dicho de Godfellas, y poco puedo decir yo a estas alturas. Poco puedo decir porque la historia de la captación, ascenso y caída dentro de la mafia italiana de Henry (Liotta) es una obra de arte del ritmo, del movimiento, de la narrativa cinematográfica tanto filmada como escrita. Tanto que se ha copiado su estilo hasta la saciedad (Tarantino, P.T. Anderson...), tanto que hasta el mismo Scorsese se ha repetido y ha vuelto a los mismos esquemas (con resultados a veces también espléndidos como en Casino) años después.
Larguísima en metraje, que no en duración, el texto que el propio Pileggi (escritor original de la novela en que se basa) adaptó junto con Scorsese para el cine, retrata el mundo de la mafia y de sus allegados, es decir, esa familia de verdad, todo un fresco social de lo que se establece en todos los niveles (afectivos, económicos, laborales
-delictivos...) para todas las personas que están dentro de ese mundo, mostrando personajes perfectamente dibujados desde el inicio encarnados una serie de actores espléndidos (de Niro, Pesci...).


En resumen, una joya. Por cierto, los premios esos del copyright se los dieron ese año a Bailando con lobos... por si alguien todavía se cree que quieren decir algo lo digo.

viernes, 26 de diciembre de 2008

Tamaño natural

Tamaño natural (Luis García Berlanga, 1974)


Tengo muy abandonado tanto el cine nacional como el cine previo a los noventa, y teniendo en cuenta la cantidad de bazofia, habrá que ir remediándolo poco a poco. Qué mejor que con una película tan navideña como con esta maravilla que nos regalara el maestro Berlanga en colaboración con el gran Rafael Azcona y mediante la soberbia interpretación del también grandísimo Michel Piccoli (de Plácido, una de mis comedias preferidas, y la gran película "navideña" de Berlanga, ya hablé el año pasado, no me voy a repetir... aunque podría decir mucho más de lo que dije).
Tamaño natural, esa especie de fábula de las perversiones, esa huida de los convencionalismos por parte de Piccoli, que prefiere a su recién adquirida muñeca de plástico a su esposa, una sublime (como siempre) Amparo Soler Leal, sirve a sus autores para hacer lo mismo que llevaban haciendo desde veinte años antes: tocar los huevos, sólo que gracias a la censura lo tuvieron que hacer desde Francia.


Ataque frontal a la familia convencional, a lo eclesiástico y a la represión, Tamaño natural es una deliciosa comedia dramática, chirriante e incómoda, que quedó como uno de esos clásicos escondidos por otras obras de sus mismos autores mucho más luminosas. Sin embargo, esta no es peor. No lo es en absoluto.

jueves, 25 de diciembre de 2008

Destrozando a... Love actually

Love actually (Richard Curtis, 2003)


"¿Qué voy a hacer? ¿Podría hablar de la existencia del hombre...? Claro que para eso tendría que leer y para eso primero tendría que aprender a leer... No. Otra cosa... ¡Ya está! Hablaré de amor en tono de comedia romántica, ponemos algún niño y algún viejo, a Sandra Bullock o en su defecto a alguien similar, algún grupo de amigos entrañable que haga chistes, a Hugh Grant que siempre cae simpático, y lo situamos... en Navidad... Y en la banda sonora mucho grupo moderno que tengan canciones que digan cosas profundas como "Oh, qué guapa eres" y "Te quiero". ¡¡Nada puede fallar para que todo el mundo moje los pantalones del fallo renal con la subida de azúcar!! Y para asegurarnos de que van a verlo al cine y me hago rico y famoso ponemos a todos los actores ingleses conocidos... ¡El éxito asegurado! Joder, qué bueno soy... voy a hacerme una paja con la aspiradora para celebrarlo y luego mientras cago, me invento el guión... ja, ja, qué chistes más buenos hago. ¡Cómo si hiciera falta guión para algo!"
Este fue el proceso de creación de esta cosa. Ni más ni menos. Y si me demanda, tengo pruebas. Sólo hace falta que el juez vea este bodrio.
Si alguien no la ha visto y pretende hacerlo (cada uno es libre de tener las perversiones que le parezca) ya advierto que la insulina hay que llevarla si no se quiere terminar en la UCI. Yo ya lo he dicho.

martes, 23 de diciembre de 2008

The addiction

The addiction (Abel Ferrara, 1995)

Abel Ferrara, tras una época de reconocimiento a principios de los noventa, pasó a difuminarse, su cine y posteriormente él mismo, tanto que sus últimas películas ni siquiera han llegado a salas aquí (o si han llegado, con paso tan exiguo que ni nos hemos enterado algunos de los que lo seguíamos). Pero incluso antes de eso esta The addiction tardó dos años en estrenarse a pesar de las buenas críticas recibidas por ella y sus anteriores trabajos, y tuvo una difusión tan escasa que yo, ferviente consumidor de todo lo vampírico por aquella época (como decíamos nosotros mismos, no éramos siniestros oficiales pero lo parecíamos), tuve que esperar a encontrarla no se donde para verla porque no la pille en cines.
En realidad el tema vampírico sirve a Ferrara para hablar de lo mismo que había tratado años antes en Bad Liutenant (o Teniente corrupto) de forma más explícita o posteriormente de una forma más sutil y elaborada en la espléndida El funeral. Ferrara habla de la descomposición de lo humano en la persona individual, aquí a base de la adicción pura. El consumo de sangre se produce no tanto como una forma de prolongar la vida, sino como una necesidad enfermiza, como cualquier tipo de adicción. Como una enferma de una enfermedad que no quiere ten
er, Kathleen (Lili Taylor) intenta sin embargo dar un sentido a su existencia y purgar a la vez esos mismos pecados que va cometiendo, que se ve obligada a cometer por su "necesidad", a lo largo de su nueva andadura como asesina, en un ejercicio más filosófico que terrorífico o que cualquier otra cosa, por más que en todos sitios se la califique como tal.


Vuelta de tuerca por una parte a las obsesiones habituales de su director y por otra a los mitos vampíricos, y a todas luces muchísimo más interesante que el noventa por ciento de todo lo que se estrena en salas (calidad fílmica aparte), habría que irse planteando en qué piensan los señores distribuidores (o con qué parte de su anatomía, o si piensan, o...).

P.D: Esta es, por cierto, mi felicitación navideña. Nos vemos el jueves.


lunes, 22 de diciembre de 2008

La montaña mágica

La montaña mágica (Thomas Mann)


Tras dos años, mínimo una breve nota. Agradezco a Hans Castorp, a Joachim Ziemsem, a Clawdia Chauchat, a Lodovico Settembrini, al Doctor Behrens y a todos y cada uno de los habitantes del sanatorio del Berghof haber podido compartir tantísimo tiempo con ellos y con sus vidas dedicadas a la contemplación, al aprendizaje y a la disertación filosófica gracias a una de las más bellas (y más densas) novelas que me he leído jamás. Sinceramente, no me arrepiento lo más mínimo de haber tardado tanto. En menos tiempo no podría haber sido capaz de digerirla. Un beso a todos. Os echaré de menos.


Frase de la semana


FINIS OPERIS


Thomas Mann, última línea de La montaña mágica.

P.D. Por fin. Y ahora a por el Ulises de Joyce.

sábado, 20 de diciembre de 2008

Quemar después de leer

Quemar después de leer (Joel y Ethan Coen, 2008)

Voy a comenzar por decir, para que nadie se enfade, que me ha gustado mucho. Pero no se si porque la vi medio griposo, porque sigo (y me temo que seguiré) pensando que su mejor película es Sangre fácil (no se si por obcecación o por fanatismo), o porque me chirriaron algunas cosas, no puedo sumarme al entusiasmo general respecto a ella. Lo que viniendo de un coeniano de pro es mucho, se lo puedo asegurar.
Divertidísima, con un guión aparentemente (aunque sólo aparentemente) redondo, con unos personajes que en ocasiones rozan lo rocambolesco (aunque sin que la sangre llegue al río) y con situaciones descacharrantes, los Coen, efectivamente, ridiculizan la "inteligencia" americana en general (tanto la militar, la política, la individual) y la de los propios espectadores a los que no paran de darnos gato por liebre durante todo el metraje, pero, para mi gusto, cada vez se toman demasiado en serio tanto lo que cuentan como a ellos mismos, y eso hace que pierdan parte de la gracia. Efectivamente, lo que diferencia Quemar después de leer de El gran Lebowski, por ejemplo, otro de sus homenajes a la estulticia de los poderosos, es precisamente esa contención que existe aquí y que en Lebowski era menos evidente. Además de cierto desdibujamiento de personajes principales (como el de Swinton o la mujer de Clooney), sin contar con una planificación bastante más extraña de lo habitual en determinadas escenas... que evidentemente no es suficiente para cargarse ninguna película, pero para unos señores que llevan muchos años haciendo cine, y han hecho películas más que aceptables a lo largo de su carrera, son fallos que se notan a la legua.


Eso sí, el personaje de Brad Pitt es maravilloso, y el leit motiv del conflicto, esas operaciones de McDormand... de lo mejorcito que he visto en comedia en mucho tiempo, si exceptuamos por supuesto cualquier película de Woody Allen.

P.D. Juraría por Pitita (de la que soy fan en Facebook gracias a una amiga que está peor que yo) que había visto una reseña en el indéfilo a la que quería hacer referencia, en parte para que el amigo dvd vea que le sigo, pero he llegado hasta agosto y no la he encontrado... lo mismo era algún comentario o tengo que ir al neurólogo...


jueves, 18 de diciembre de 2008

Destrozando a... Tormenta blanca

Tormenta blanca (Ridley Scott, 1996)

Cuando se acercan estos días de paz, amor y hermanamiento entre los pueblos, no puedo hacer más que tener buenos sentimientos con la humanidad. Por ello mismo, no podía hacer otra cosa, sobre todo teniendo en cuenta el cómo la humanidad en pleno se está regocijando de la vuelta a los buenos hábitos de Don Ridley, que recordar esta oda al fascismo que el mismo señor Scott acometiera allá a mediados de la segunda década de los noventa y que tuviera continuación natural con esa otra obra maestra del nacional socialismo que fue G.I.Jane (La Teniente O'Neil por estos lares, creo recordar). Todo ello, como todo lo relacionado con tal ideología, acompañado de un mensaje filogay que bien se demostraba en su cartel americano (el español era bastante más casto).


Sólo puedo decir una cosa: Puajjjj!!! (y evidentemente no es por los muchachos, no)

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Lalola

Lalola (Antena 3, sobremesas)

Una amiga mía está enganchada desde que empezó, pero entonces la ponían por la noche. Luego, no se cuando, la cambiaron a mediodía, y yo soy fan, admirador, y muchas otras cosas muy poco honorables de Ángel Martín y Dani Mateo... así que no había hecho mucho caso. Pero estas últimas dos semanas, no se si por cambio de horario o por algún otro motivo, he podido volver a echarle un vistazo en los intermedios de Sé lo que hicisteis, y lo cierto es que me he reído mucho.
Basada en una teleserie argentina que se está exportando a medio mundo latino, Lalola cuenta la historia de una especie de treintañero triunfador con ciertos toques machistas estereotipados que, tras abandonar a una muchacha con poderes sobrenaturales, es convertida por esta en una mujer y tiene que enfrentarse al mundo en estas nuevas circunstancias. Como nuevo casi adepto me he perdido todo el inicio y no puedo dar cuenta de ello, pero reconozco que lo que estoy viendo me está resultando mucho más divertido que todas las novelas, los programas preprogramados de encontrar parejas con modelos de anuncios de sidra El Gaitero a los que les ponen los cuernos tras tres meses para elegir a quién echarle el polvo y demás bazofia como Bea la fea (no me he puesto con Betty, querido Montez, aunque según escuchaba reirse a mi madre por teléfono el otro día me lo estoy planteando) porque básicamente es una comedia.
Flaquea, no obstante, en las tramas más o menos intrigantes de poder y sobre todo en las afectivas (demasiado edulcoradas, como casi todas las que
se hacen en este país nuestro), pero aún así los personajes están bien dibujados, los diálogos mantienen una calidad mediana y los actores son buenos. Sin hablar, evidentemente, del protagonista masculino, Octavi Pujades, que no importa, en absoluto, como lo haga. Es digno de seguimiento en sí mismo.



martes, 16 de diciembre de 2008

Mentiras arriesgadas

Mentiras arriesgadas (James Cameron, 1994)

Espantosa traducción para el espantoso título True lies, esta es una de esas estupendas películas de entretenimiento que Cameron realizaba antes de comenzar a creerse tocado por los dioses del celuloide, perpetrar Titanic (destrozada aq) y empezar a buscar la tumba de Jesucristo.
Divertida parodia (de verdad) del cine de acción desde el mismo cine de acción, comedia divertidísima acerca de un ama de casa aburrida de su aburridísimo marido comercial de informática que en realidad es un espía, es uno de esos cada vez más raros ejemplos de cómo se pueden hacer películas entretenidas sin que sean pura basura. Rápida, ágil, con un guión original y bien acabado sin ser ninguna obra maestra, racionalmente planificada y acabada sin ser un mero videoclip, muchos (principalmente los productores) deberían aprender de ella. Y Cameron debería darse cuenta de que esto se le daba mucho mejor... aunque me temo que eso va a estar un poco complicado. Y el baile sexy de Jaime Lee Curtis, ya con una edad, debería servirles a muchas para ir aprendiendo un poquito.


¿Que por qué la pongo hoy aquí? Porque he visto que La Sexta la emite esta noche. Tengo mucho que planificar para navidad, la inventiva se va agotando...

lunes, 15 de diciembre de 2008

Frase (o diálogo) de la semana.


-Hagas lo que hagas, antes escucha la versión de Max.

-¿Max tiene una versión? Mata a su familia, luego se los come, ¿y tiene una versión?


Viola Harris y Shifra Lerer en Desmontando a Harry.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Desmontando a Harry

Desmontando a Harry (Woody Allen, 1997)


Lo siento por los adoradores de Match Point, pero estoy absolutamente convencido de que esta es la última gran película que ha hecho hasta el momento el gran maestro Allen. Lo siento también por los que esperarían algo más de variedad en el blog, pero llevo queriendo hablar de ella tiempo, y se puede esperar lo que se puede esperar... hasta que ya no se aguanta más.
Desmontando a Harry es una estupenda película, ejercicio de
estudio metacinematográfico y metalingüístico como pocas veces ha realizado Allen, divertidísimo y complejísimo de principio a fin. Su premisa original se desvela al final del film, pero es la que nosotros seremos capaces de observar durante todo el metraje, la vida de un hombre contada en retazos mediante sus propias experiencias vitales que va tergiversando en sus propias novelas y que se va hilando mediante saltos temporales según sus propios encuentros con otros personajes que lo ayudan a analizarse.
Todo ello además sirve a Allen para realizar una de sus comedias más descacharrantes, llena de personajes desquiciados hasta la exageración (son impagables las interpretaciones de Kirstie Alley y Judie Davis) e historias rocambolescas y juegos oniroides y metafóricos sacados de tanta y tanta experiencia entre diván y diván.


Los diálogos son ingeniosos como pocas veces y el ritmo de la comedia no decae en ningún momento. Y esa road movie que lleva a Harry (Allen) al homenaje a la universidad de la que le expulsaron por realizar prácticas sexuales "dudosas" con la mujer del decano acompañado de su hijo secuestrado, la puta Cookie, y el cadáver de su amigo al que el médico el día anterior le había dicho que estaba como un toro es absolutamente delicioso. Como el ascensor que baja a los infiernos. Como todo el resto.
Por supuesto, y por si alguien tenía alguna duda, la frase de esta semana, y la de muchas otras más, saldrán de aquí. Por lo que no me extenderé mucho más. Vais a escuchar hablar mucho de ella en este blog.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Destrozado a... Leaving Las Vegas

Leaving Las Vegas (Mike Figgis, 1995)


Un escritor o guionista o algo se va a morir porque es alcohólico y decide ir a hacerlo a Las Vegas borracho como un chucho y rodeado de una puta que contrata para que le haga de enfermera y le recoja los vómitos, cosa que sirve a Figgis para mover la cámara sin parar y rodar como si fuera de LSD hasta las cejas (lo mismo lo estaba), a Cage para gesticular hasta hastiar al personal y a Shue para enseñar las tetas. Y a todos para que los nominen a los premios aquellos del copyright y a muchos para ver una obra existencial donde lo que hay es puro artificio. Y no tengo nada más que decir.

martes, 9 de diciembre de 2008

La edad de la inocencia

La edad de la inocencia (Martin Scorsese, 1993)

Basado en un libro de Edith Wharton, y dilapidada por gran parte del público que la vio en su momento debido a la lentitud de su discurso (evidentemente, no habían echado un ojo a la novela en que se basaba), La edad de la inocencia es una perfecta muestra de cómo realizar una buena adaptación cinematográfica de un libro. Lo puedo decir porque este libro SI ME LO HE LEIDO (por fin puedo decirlo).
Scorsese sale de sus mundos habituales y nos ofrece una magnífica adaptación del retrato social que la Wharton plasmaba en su bellísima obra, donde ese triángulo amoroso en el que se centraba la trama era una simple anécdota que permitía a la escritora y posteriormente al cineasta mostrar la sociedad neoyorquina de finales del siglo XIX y principios del XX (que es igual que todas las altas sociedades, no me voy a extender en ello) con un sentido de la estética y del tempo narrativo perfecto para una cinta de estas características.


Actores espléndidos ayudan al perfecto desarrollo de una producción excelente en una cinta preciosa en que Scorsese se olvida de excesos y vuelve a demostrar lo grande que es (cuando se olvida de querer demostrar que es grande) aunque hubiera muchos que no supieran verlo.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Frase de la semana


Quiero ver sus caras cuando sepan de verdad lo que es el miedo.


Los Planetas, El centro del cerebro, E.P. Medusa.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Manderlay

Manderlay (Lars von Trier, 2005)

Continuación natural, en todos los sentidos, de Dogville (reseña en estas mismas páginas pinchando aquí, de vez en cuando escribo estupendamente), es deudora, por tanto, de todos sus aciertos y errores. Más condescendiente quizá, algo menos cruel con el género humano, la parte de la triología americana de von Trier dedicada a la libertad, y que ya comienza con la imposición de Grace, la hija del ganster que huía de Dogville tras el desolador final de la anterior, de dicha libertad a los esclavos de la plantación de Manderlay, esa imposición de la democracia que nadie quiere, gansters de por medio, adolece sin embargo, de una menor implicación moral, se centra más en la historia pura y deja algo de lado el afán corrector de von Trier, cosa que, sin embargo, no da los resultados esperados.
Y no los da por tres motivos. Primero porque como historia dos horas y media le vienen largas, por mucho que von Trier intente rellenarlas con las mismas exageraciones dramáticas tramposas que tan bien le funcionan siempre (conmigo también, lo reconozco), pero que ya le empezamos a conocer. Segunda porque, si bien el planteamiento físico, ese casi teatral puede resultar original la primera vez, la repetición le quita fuerza y poder. Y sobre todo porque, tras Dogville, ya conocemos a Grace, no nos la creemos, sabemos de sus defectos, y no cae especialmente bien en esa falsa bondad suya que lo único que esconde son sus propias ansias de sobresalir. Por ello mismo la película flaquea en la humanidad que era donde Dogville triunfaba, en esa identificación con la protagonista que hacía que en Dogville se pusieran los pelos como escarpias y que aquí ya no es posible porque la hemos descubierto. Y sin hablar de la trama social que es en Manderlay mucho más vacua, abandonándose el metraje prácticamente a las disertaciones y descubrimientos de la propia Grace sin ahondar más que en lo anecdótico en los personajes que la rodean.


Pero no hay que quitárle todo el mérito. El estudio que quiere realizar von Trier acerca de esos esclavos que eligieron seguir siéndolo resulta fráncamente interesante, sobre todo como mensaje para todos esos que pretenden, como Grace, imponer la "libertad", los actores están estupendos, y sigue resultando hasta cierto punto reveladora de la crueldad (aunque sólo hasta cierto punto).
Si que von Trier, que todavía no ha terminado la tercera parte de la vida de Grace, debería plantearse que si ya con la segunda dio el bajón que dio, lo mismo la fórmula está algo gastada y debiera modificar alguna cosa. Porque además lo más polémico de la película (von Trier es parte de lo que busca, no nos engañemos) fue el polvo interracial (en fin, hay gente que se escandaliza con poco) y la historia del burro que mataron para el rodaje (escena que no se añadiría finalmente al montaje final) porque von Trier es así de guay. ¿Será que nos vamos quedando sin ideas?

sábado, 6 de diciembre de 2008

Pink Flamingos

Pink Flamingos (John Waters, 1972)



Me acabo de dar cuenta de que a estas alturas todavía no le he dedicado un post a mi adorado Waters, hecho harto insólito teniendo en cuenta lo que me he reído y las veces que he estado a punto de vomitar con las películas de este director.
Pink Flamingos, su obra de culto por antonomasia, es una de esas películas que, como muchas otras obras de principios de los setenta, tienen mucho más de importancia por su significado que por su calidad fílmica, discutible en todo caso. Conocida sobre todo por su ignominiosa, repugnante y arriesgadísima escena final, esa en la que Divine, en su afán por ser la más asquerosa de todas las asquerosas, se come un moñigo que un perro acaba de excretar en un plano que no deja lugar a dudas de su certeza, todo el film, sin embargo, está teñido de pura y dura provocación hacia el sistema, ese mismo en el que Waters se mueve actualmente con bastante más acierto que muchos otros, pero ese será otro tema.
La guerra que Divine establece con sus vecinos, en ese afán por s
er los más inmundos del mundo los lleva al secuestro, las violaciones, la zoofilia, el incesto, el sexo sórdido... todo grabado con la más absoluta falta de censura y buscando, en el caso de Waters, la provocación como primer y último fin, que al fin y al cabo era lo que pretendía el underground, no nos llevemos a engaño. Aún así, en esa falta de censura y en ese "todo vale", Waters demuestra tener ideas y talento que no todos sus compañeros de escuela poseían, y rodea a la sin par Divine de una serie de personajes extravagantes, fascinantes y maravillosos (comenzando por su madre, enjaulada en una cuna y obsesionada con los huevos duros) que no hacen más que subrayar lo que Waters luego iría depurando.


Obra maestra del underground, lo que no tiene nada que ver con que lo sea del cine, es una de esas películas que hay que ver por aquello del mito, aunque sea una vez en la vida, y aunque sea con un barreño delante. Ya advierto que hay dos o tres escenas francamente asquerosas, pero la final, la del boñigo... hasta a mi me pone los pelos como escarpias.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Destrozando a... Casi 300

Casi 300 (Meet the Spartans) (Jason Friedberg, Aaron Seltzer, 2008)



El cine paródico no dio grandes títulos jamás de los jamases, pero hay que reconocerle cierto valor a finales de los setenta y principios de los ochenta, aquella época en que los Zucker y Abrahams atentaron contra los estudios que no paraban de sacar tajadas con las mismas historias repetidas hasta la saciedad e idearon Aterriza como puedas o Top secret, películas de sobremesa que, sin embargo, atesoraban algún que otro hallazgo memorable y que, además, sirvieron como base para este género que, sin embargo, ha ido destrozándose a si mismo con el paso de los años hasta llegar a cosas como esta. De vez en cuando se hacen películas menos malas (la primera Scary movie no estaba mal del todo), y la finalidad última del cine paródico, el denunciar la poca imaginación y la repetición de fórmulas de los estudios hollywoodienses con tal de sacar tajada es encomiable. Lo triste es el haberse convertido precisamente, en una forma de repetir esquemas y de sacar tajada, cosa que nos lleva a presenciar el que se estrenen cosas como esta.
Meet the Spartans (o Casi 300, como se tituló aquí) no es más que una copia de 300 casi plano por plano donde se hacen millones de veces los mismos chistes que hicimos todos acerca de la carga homoerótica de Leónidas y sus hombres (hasta que ya deja de hacer gracia), se ponen verde a Britney Spears, a Paris Hilton y a Stallone, se hacen guerras raperas y de bailes hip hoperos y se realizan chistes localistas respecto a programas yanquis televisivos. La sutileza brilla por su ausencia y la publicidad por su presencia. Es decir, es un subproducto televisivo que yanquilandia exportó y le salió bien. Carmen Electra hace de ella misma sin enseñar las tetas, pero contoneándose mucho, y hay un par de referencias a películas de éxito sin mucha gracia. Y ya está.
Quiero decir. ¿Hay algún sentido para una parodia de una película como 300, que no ha tenido continuación, que guste o no, resultó original, y que tampoco fue ningún boom para los estudios? No. ¿Hay alguna razón para que se mezclen en una parodia elementos que nada tienen que ver con películas de este estilo? No. ¿Hay ... Resumiendo, ¿Hay alguna razón para este tipo de cine? No. ¿Por qué pierdo yo hora y media de mi vida viendo esto? Y yo que se, será que el protagonista está bueno, siempre me pudo la líbido.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Sin city

Sin city (Frank Miller y Robert Rodriguez, 2005)


Con la versión digital en cómic llevo en el el ordenador como cuatro años (desde que me enteré del inicio del rodaje, creo). Aun así salvo un leve vistazo no he leído nada porque todavía me resisto, es el único bastión de resistencia para terminar de convertirme en un friki del todo... pero esa es otra historia...
Sin city (la película) es la máxima expresión del cómic llevada al cine. Y me explico. Sin city es un cómic llevado al cine. Todas sus imágenes son viñetas en movimiento por dónde la cámara se desplaza al antojo del director. No existen las secuencias (ni siquiera en las persecuciones con coche) no existe ni siquiera el plano-contraplano, no existe la película, porque no hay película. Hay cómic y se respeta la estética cómic desde el primer hasta el último fotograma.


Porque Sin city es estética pura y dura, independientemente de la trama, complicadísima, pero ya suficiente con el primero de los tres episodios, ese que nos refleja la corrupción que inunda las calles de esa ciudad que puede ser cualquier ciudad donde la ley es la ley del que miente y es más hábil para ocultar las cosas, y que los dibujantes e historiadores de cómics han sido capaces de resumir con mucha más claridad que todos los filósofos y escritores contemporáneos. Por ello aquí lo importante es la estética. Blanco y negro se mezclan con dosis vibrantes de color ocasional, de forma aparentemente inexplicable (si alguien sabe de alguna explicación, que me la diga), se usan las tres dimensiones de forma casi pictórica, las facciones de los personajes son exageradas hasta formas rocambolescas (esos ojos desorbitados de del Toro...), los tintes expresionistas están por todas partes... Sin city es sensorial y sensitivamente una obra maestra... por más que quizá a Robert Rodríguez se le vaya de las manos algún que otro plano violento efectista de esos que tanto le gustan y que sobran. Es el único pero que le tengo que poner.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Secretary

Secretary (Steven Shainberg, 2002)



Escuché hablar de esta película hace unos años, incluso leí varias críticas positivas, pero nunca la llegué a ver. Fue hace unos días, cuando buscaba no se qué otra cosa por ahí (mi memoria anda últimamente más dispersa de lo habitual, no recuerdo qué era), cuando me la volví a encontrar, la conseguí y la vi.
Hay dos partes en esta película. Una primera en la que se describe la vivencia de la trastornada posadolescente recién salida de terapia que busca trabajo como sumisa secretaria y que abandona la nada saludable costumbre de autolesionarse por el menos comprometido hábito de ser lesionada por un sádico (James Spader es otro que se ha encasillado en papeles de perverso, en este caso sexual, y el caso es que le sientan muy bien), entrando de lleno en un juego perverso mordaz en ocasiones divertidísimo y, ante todo, sin ningún tipo de moralidad implícita, lo que resulta tremendamente estimulante.
Pero, como no podía ser perfecto, la película pasa en una segunda parte a intentar ser una comedia romántica y ahí es donde pierde mucho fuelle. No deja de tener mala baba, no deja de tener escenas desternillantes (esa espera obedeciendo las órdenes de Spader sin levantarse de la silla mientras van pasando por allí todos sus familiares), pero ese final de boda cuasi feliz casi está a punto de cargárselo todo y, de hecho, se carga la coherencia interna de la historia, y el intentar dar sordidez a lo que antes era presentado con normalidad tampoco ayuda ni sirve a que el film quede redondo (aunque a que la censura se quede más tranquila quizá).
Quiero decir (Atención, Spoiler), lo realmente sensato, es que Spader hubiera ido por ella y, aunque hubiera sido delante de las cámaras, teniendo en cuenta la naturaleza de la relación, le hubiera dicho que lo siguiera y ella hubiese ido detrás de él a rastras, y no esa cosa de película de la Bullock. Vamos, digo yo. No obstante, y aun con las pegas, hay que reconocer que es una muestra de que en la comedia americana todavía no está todo perdido. Mucho sí, pero todo, todo, no.

Frase de la semana

Cariño, no te confundas. Nosotros no hacemos el amor, nosotros follamos.

Verónica Forqué en ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

sábado, 29 de noviembre de 2008

Babe, el cerdito en la ciudad

Babe, el cerdito en la ciudad (George Miller, 1998)


Tras el éxito de la primera aventura del cerdito, hicieron una segunda parte. El encargado de dirigirla fue el creador de Mad Max. Y el resultado fue esta suerte de cuento casi gótico, siniestro, oscuro, perverso y aterrador por momentos, que provocó llantos innecesarios en los niños que nunca debieron ir al cine a verla, y sensación de malestar en los padres que creían que iban a ver estupideces varias con ensalzamiento de la amistad. Ni que decir tiene que me pareció mucho más interesante esta vertiente.
Babe marcha a la ciudad y descubre en todo su esplendor la inhumanidad que nos rodea por medio de una suerte de fábula en la que intervienen una serie de animales, cada uno poseedor de personalidades muy civilizadas, y que, por tanto, en ocasiones rozan lo dantesco. La ingenuidad de Babe, su bondad, es masacrada en aras de la modernidad, de la civilización, de la ciudadanía... y se nos expone y nos damos cuenta de ello.
Quizá antes de ver esta película habría que haber hecho dos advertencias: primera, no es una película para niños; y segunda, es una comedia, lo que no quiere decir que necesariamente sea graciosa, que no lo es.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Destrozando a... Hasta el fin del mundo

Hasta el fin del mundo (Win Wenders, 1991)


Así de larga, ni más ni menos. He de reconocer que no se si me gusta el cine de este señor. Mi película favorita, de las que he visto, continúa siendo una de las menos arriesgadas quizá, El amigo americano. Paris, Texas me sigue resultando un tanto cargante por más que no me disguste, hay otras que evito desde hace años (como El cielo sobre Berlin) y de la última hornada, tras sufrir El final de la violencia (demasiado parecida a Carretera perdida, protagonista incluido) o El hotel del millón de dólares, prefiero no saber nada. Pero aún así, de vez en cuando lo intento.
Hasta el fin del mundo es de esas películas que me encontré en alguno de esos momentos en que había decidido dilapidar mi vida social quedándome los sábados por la noche viendo cine de arte y ensayo en vez de comprobar en carne propia cuanto aguantaba mi organismo antes de llegar al coma etílico como cualquier adolescente normal, y reconozco que la retengo en mi memoria únicamente para saber reconocerla y salir huyendo despavorido si me la vuelvo a encontrar por ahí.
Tras quedar hipnotizado durante la primera hora de metraje por una historia futurista sin historia y prácticamente sin explicación, de esas que me gustan a mi que siempre estuve tan perturbado y que preferí lo sensorial a lo explicativo, recuerdo que William Hurt y la señora coprotagonista se mudaban al desierto y todo aquello se hacía largo, largo, largo como un día sin pan. Y yo realizaba esfuerzos ímprobos para intentar no dormirme mientras Wenders probaba a dar forma a lo que sin tenerla resultaba mucho más atractivo y dar sentido metafilosófico a lo que no lo tenía, resultando de un pedante que a las tres de la mañana lo único que conseguía era dar sueño y que entraran ganas de salir corriendo a buscar un veinticuatro horas de Iberia para coger pitando un vuelo a Düsseldorf o donde fuera que viviera de Alemania y partirle las piernas (entonces no teníamos internet). Afortunadamente, mi paga semanal daba nada más que para el tabaco que me fumaba a escondidas y para algún otro exceso poco saludable. Si no, nos hubiéramos ahorrado algún otro engendro semejante.
Ah, y lo siento por los señores de Cahiers du Cinemá, pero en absoluto puedo estar de acuerdo con ellos. No, no creo que haya nadie infalible.


lunes, 24 de noviembre de 2008

Frase de la semana.

Uy, los conejos... Mira los nabos, como les gustan.

María Barranco, en Mujeres al borde de un ataque de nervios.

sábado, 22 de noviembre de 2008

AntZ

AntZ (Eric Darnell, Tim Johnson, 1998)



Recuerdo haber salido del cine de ver otra película y pasar al lado de un emocionadísimo gafapasta que se refería a esta primera película de animación que salía de la factoría Dreamworks como "la mejor película del año". Otro gafapasta, menos emocionado, ya le hacía ver que "no era para tanto", y yo, acostumbrado a la Disney y a las técnicas de marketing vendiendo voces famosas para contar las mismas historias ñoñas e infantiloides de siempre, no esperaba mucho a pesar de Allen por lo que no quise hacer demasiado caso de gafapastas emocionados y pasé de ella.
Años después, ya en casa, y gracias al estupendo video comunitario de mi comunidad de vecinos, video comunitario que como todos los videos comunitarios que se precien incumplía sistemáticamente la ley y programaba películas recién estrenadas en DVD, eso sí, con un gusto exquisito (sospecho que detrás de la programación había algún gafapasta al que le encantaba el cine francés) hecho harto peculiar teniendo en cuenta que vivía en un barrio obrero de Sevilla, me la encontré una tarde de domingo y me di cuenta de que quizá debería ser menos prejuicioso. El como he terminado buscando unas gafas de pasta negras con patilla cuadrada sin encontrarlas durante años y comprándome camisetas con mazingueres zetas y demás motivos de mi infancia es una historia que dejaré para el otro blog... algún día.
AntZ es la mejor película de animación que ha hecho el estudio de Spielberg, fundamentalmente porque es su película más adulta. Se olvidan un poco de la emoción boba y el simplismo y dibujan el retrato de una sociedad clasista y dictatorial, donde hay un individuo que intenta (y consigue) cambiarla, desde una perspectiva más sensata y menos bobalicona que su prima hermana Bichos (salida de Pixar, y también divertida, no lo vamos a negar), a base de chistes e ideas que en ocasiones entran casi dentro de lo existencial. Luego ya empezaron con lo de los Príncipes del Egipto esos, y ya les perdí la pista. Me parece mucho más interesante esta vertiente.


Una pena que para que los niños fueran a verla al final tuvieran que terminar simplificando la trama y la metralla (a lo mejor es que tampoco había más, pero por una vez vamos a pensar bien) porque de no haber sido así, puede que hubieramos estado frente a un auténtico monumento cinematográfico... y que mi conversión en gafapasta hubiera sido aún más rauda. Pero eso ya es otra historia.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Destrozando a... Dirty dancing

Dirty dancing (Emile Ardolino, 1987)



Se que este es muy muy muy fácil. Pero comprenderán que no se puede usar toda la artillería pesada a la vez, si no me quedo sin sección antes de fin de año. En resumidas cuentas, lo que quiero es que me ayuden a resolver una duda.
Dirty dancing no pudimos verla en su momento porque teníamos diez años y nuestros padres no nos dejaron. Lo hicimos con doce, a escondidas, en casa de una amiga. Por aquel entonces el único que sabía que a mi me gustaban los señores era yo (o al menos eso creía), con lo que, aunque la película ya entonces me pareció una auténtica tropelía, porque uno era muy leído y veía cineclub de madrugada (también a escondidas) desde que tenía nueve años (al hacer este tipo de confesiones me doy cuenta de por qué mi vida sentimental es tan triste), no me atreví a preguntarle a nadie la pregunta que haré a continuación so pena de ser tachado de celoso: ¿Fui al único al que le entraron ganas de rociar con un bidón de gasolina a Baby y meterle fuego en el tercer fotograma en el que aparecía? ¿O sólo lo han hecho con su director?
En resumidas cuentas, otro de esos claros ejemplos de lo mala que es la adolescencia.

martes, 18 de noviembre de 2008

Tú no existes

Tú no existes (Astrud, 2007)


Me encantan Astrud. No debe sorprender a nadie. Lo que no deja de sorprenderme hasta a mi mismo es que incluso habiendo escuchado más de una vez todos sus discos, una vez me los reencuentro tiempo después es como si los escuchara de nuevo, y me vuelvo a emocionar redescubriendo maravillas como Minusvalía, El vertedero de Sao Paulo, La paliza o, ante todo y sobre todo, Los otakus, ese absoluto monumento musical lleno de ironía y absurdo como sólo Astrud saben hacerlo en este país (y en el mundo entero en general). Y eso por no hablar de la contestación musical a la canción de Roberto Carlos “Yo soy el que tiene un millón de amigos...” magistral, magistral. Quiero ser su amigo ya.

Por cierto, no se por qué el blogger hoy no me deja elegir ni la letra, ni editar el estilo ni justificar ni nada... me voy a pasar a wordpress en cuanto tenga un poquito de tiempo y ganas...

lunes, 17 de noviembre de 2008

domingo, 16 de noviembre de 2008

Poison

Poison (Todd Haynes, 1991)

El primer largometraje de Todd Haynes es tan interesante, quizá más, que todo el resto de su filmografía. Estructurado en tres historias independientes cerradas y casi antagónicas en su tratamiento, mantiene sin embargo un tono global entre atrayente y repugnante que resulta hipnótico.
Haynes nos presenta tres películas distintas que se entremezclan sin ningún tipo de conexión y sin que aparentemente tengan nada que ver, logrando así enganch
ar al espectador, a pesar de que lo desagradable es la norma incluso en la historia erótico-amorosa de los presos. Todas ellas tienen un toque sórdido dentro de lo dramático que se presenta incluso en la magnífica "Hero", una magnífica película de terror de serie B de los 50 acerca de un científico que sufre los efectos secundarios de su propio descubrimiento y es rechazado por toda la sociedad. Quizá esa es otro de los puntos de conexión de las tres historias de la película, el rechazo social de todos los personajes que pululan por las tres historias, desde el padre que maltrata al hijo que finalmente le dispara, y que Haynes nos cuenta a modo de documental, a los presos que mantienen relaciones en la cárcel, o al científico exitoso que pasa a ser perseguido como Frankenstein por su deformidad.


Me cuesta explicar esta película porque siempre me pareció una película sensorial. Haynes logra con la mezcla de estilos (al fin y al cabo son tres cortos intermezclados con mucho saber mezclar, eso sí) situarnos en todo el amplio espectro de las sensaciones, desde lo más primario a lo más elaborado, pasando de una situación a otra con un simple cambio de plano-historia. Podríamos hablar mucho de cómo cada historia se cuenta de una forma distinta, de cómo cada historia tiene personalidad propia... pero tampoco Haynes inventó nada. Quizá lo realmente hábil de esta película es esa capacidad para dominar lo que quiere mostrar, y mezclarlos con tanto estilo. No se si se han dado cuenta que esta película me encanta.

sábado, 15 de noviembre de 2008

¿Dónde están mis amigos?

¿Dónde están mis amigos? (Extremoduro, 1993)


Este disco se merece estar entre los grandes del rock en español de todos los tiempos (y de todo el rock en general) aunque sea simplemente por una de las canciones de amor más viscerales y hermosas que he escuchado nunca, Bribriblibli (En el más sucio rincón de mi negro corazón):

Me acuerdo de ti,
me cago en tus muertos,

no puedo dormir
me sueño que has vuelto.
Sueño con tu piel, me siento mejor,
ya no tengo sed, ya puedo bailar de flor en flor,
me vuelvo a perder entre el edredón
me vuelvo a quedar sin sol, sin sol, sin sol.
De tanto pensar,
de perder el tiempo,
de tanto privar
por poco reviento.
Sueño con tu piel, me siento mejor,
ya no tengo sed, ya puedo bailar de flor en flor,

me vuelvo a perder entre el edredón
me vuelvo a quedar sin sol, sin sol, sin sol.

Me coge de la mano y yo me sueño con tu pelo
para estar tan colgado
hace falta echarle güevos.
Os regalo mis canciones
y me apuntan con el dedo
mira por donde va el Robe para mi que ya está pedo.

Pero por si no fuera suficiente, también están Pepe Botika, Sin dios ni amo, El duende del parque... a mi casi que me gusta más que el Deltoyá, con eso lo digo todo...

jueves, 13 de noviembre de 2008

Destrozando a... Reality bites

Reality bites (Ben Stiller, 1994)

Aprovecharemos que se está estrenando su última película, afortunadamente más parecida a sus comedias alocadas, para homenajear esta primera película de Ben Stiller como director, película a la que siempre le he tenido una especial tirria y eso que teniendo en cuenta el desolador paisaje de la comedia yanqui comercial de principios de los noventa tampoco es de las peores, hay que reconocerlo, pero los ardores llegan cuando llegan, es algo que el estómago no puede evitar.
Reality bites es una especie de revisitación mala de St. Eltmo, punto de encuentro, en forma de revisión del mito de generación de jóvenes desencantados con la situación generada por sus predecesores que les ha tocado vivir, y que siempre encuentra eco en quienes se sienten identificados y la convierten en película de cabecera como guía espiritual. Esta sirvió para inventarse la llamada Generación X, esa que resultaba del mismo desencanto del inicio de década de siempre que llegaba además de la década hortera y superficial por antonomasia, los 80 (hay quien me dirá que fueron los 60, pero que se fije un poco
en el estilo de vida yuppie para darse cuenta de que no era así), y justo antes del fin de siglo y precedida del grunge, con lo que lo nihil se hacía quizá un poco más patente en un mundo que ya parecía querer irse a la mierda.
Por ahí todo bien. El problema venía por el hecho de que esa misma película generacional que se quejaba del orden establecido la financiaba el mismo orden, la publicitaba la cadena del mismo orden (llámese Mierditivi, por poner un ejemplo), y los acto
res que la interpretaban se han ido haciendo, sin que se les caiga la cara de vergüenza ni nada, un hueco dentro de ese mismo orden contra el que se quejaban. Y lo del nihilismo a tomar por culo en menos que cante un gallo. Y es que hay que darle pan a todo el mundo, hasta al que se queja. Cliches estereotipados con discursos más o menos estereotipados en historias de amor más o menos estereotipadas para una película que, afortunadamente, llegó en un momento en el que en este país todavía no nos había dado por querer ser americanos y se seguían estrenando en salas películas de Fernán Gómez (tengo que volver a ver Siete mil días juntos, que no se si es buena o mala, pero a mi me encantó). Si no, puedo asegurar que la mitad de los treintañeros españoles tendría una copia original en su casa (y por favor, si la tienen, que nadie me lo diga, prefiero pensar que la corrupción cultural no había llegado tan pronto).
Eso sí, hay que reconocer que a Ethan Hawke le sentaba estupendamente no lavarse.


martes, 11 de noviembre de 2008

La noche de Halloween

La noche de Halloween (John Carpenter, 1978)

Treinta años se conmemoran del estreno de la que sería iniciadora del cine de terror adolescente que conocemos. Es cierto que quizá la idea la tuvo años antes Tobe Hooper cuando rodó La matanza de Texas, pero el que puso orden, concierto, y esquemas que se repetirían hasta la saciedad fue Carpenter en esta obra, quizá la mejor de su género.
El problema, treinta años después, viene dado porque todo lo que la ha seguido, desde sus mismas secuelas, a los Viernes 13, a los Screams, a las Pesadillas en Elm Street, a los Se lo que hicisteis el último verano, a los... han sido repeticiones y más repeticiones de lo mismo, con lo que, tiempo después, los méritos de la cinta de Carpenter pueden parecer pocos. Pero no lo son.

Todos los habituales sabeis de mi predilección por él, y confieso que de Carpenter me gustan especialmente estas primeras obras. Es verdad que películas como esta o como Asalto a la comisaría del distrito 13, ambas magníficas a mi (en ocasiones poco) juicio, adolecen, con el paso del tiempo, de unos mayores bienes materiales que las puedan hacer competir con sus iguales posteriores, y es que la originalidad en este tipo de cintas de entretenimiento es nula. Pero el valor se lo da, precisamente, el haber sido originales en su momento, para luego ser copiadas hasta la saciedad.
Aunque si hay que reconocer que las cintas de Carpenter, más que les pese a los nuevos directorcillos que pretenden hacer lo mismo (o a otros como Wes Craven que han sacado tajada incluso de supuestas revisitaciones riéndose de lo hecho anteriormente), tienen algo que el resto no tienen. Carpenter narra, es un narrador, y dirige cine como nadie. La tensión se masca en el ambiente, y no a base de artificio, sino a base de exponer secuencias completas, no hay montajes efectistas, no hay más ni menos planos de la cuenta, los planos están hecho para lo que están, y, efectivamente, dan bastante más miedo que todos sus posteriores imitadores. Y eso sin tener en cuenta una banda sonora, también suya, que está en la memoria de todo buen amante del cine de terror. Y del que no lo es también.


La noche de Halloween es una gran película, aunque sólo sea por lo que le ha seguido. ¿Qué no es de las mejores de Carpenter? Pues puede ser, pero a mi me sigue encantando, qué quieren que les diga.