Mamá es boba. (Santiago Lorenzo, 1997)
La verdad es que no creía que esta película fuera tan antigua (si es que en diez años se la puede calificar así), pero es otra de esas maravillas que tardé tanto en encontrar que probablemente la vi mucho después. Aclaro, no la vi en el cine porque me fue imposible. Leí la crítica en el Fotogramas y esperé, con mucha paciencia, a que la estrenaran en Sevilla. No se si no lo hicieron o fue un estreno relámpago (como el de Funny Games, que duró una semana en cartel), pero la cosa es que luego me tuve que tirar no se cuantito tiempo buscándola por todas partes, hasta que un día, en casa de mi madre, me la encontré en el Plus (cuando todavía era el Plus, y no el Digital plus), la vi, y me encantó.
Lo de la vergüenza ajena no es, ni mucho menos, porque la película la de (de mala, se entiende), sino porque es un espectáculo sobre la vergüenza ajena, bastante más que cualquier capítulo de El diario de Patricia. La historia es la de un chico, medio tontorrón, del que todos se burlan en el colegio, y que se avergüenza de unos padres que bien podrían haber salido de cualquier Semáforo (¿recuerdan semejante bodrio?). Tal es así, que se organiza una televisión local, a manos de unos desaprensivos de Madrid, que recuerdan peligrosamente a la Gemio en Sorpresa, sorpresa, aunque con un poco menos de tacto (si es que eso es posible). Cogen a la madre y la ridiculizan para divertimento de toda la ciudad, y, por si fuera poco, también ridiculizan a su ya de por sí ridículo marido, convirtiendo la vida de la familia en un auténtico infierno, y logrando que ese niño se avergüence más todavía de lo que ya lo estaba.
Arriesgada en las formas y en el fondo, y mostrando un especial cariño a esa familia, la película se convierte en un espectáculo cruel de cómo podemos, los que nos creemos gente "bien" utilizar a otras personas para nuestra propia diversión, sin importarnos precisamente, el que sean personas, y transmite la sensación de que somos, todos y cada uno de nosotros, una serie de bichos inhumanos que nos reímos de todo lo que tiene un toque particular, haciendo que nos demos cuenta de que quizá Santiago Segura y su programa no sean tan graciosos, sino más bien todo lo contrario.
Esta película debería ser imprescindible para el conocimiento de nosotros mismos, por lo que revuelve las tripas. Sobre todo para aquellos que pasan el día riéndose de los demás. Se podrán dar cuenta de que son muy malas personas.