sábado, 29 de marzo de 2008

Hedwig and the angry inch

Hedwig and the angry inch (John Cameron Mitchell, 2001)


Tras el éxito del musical en el off Broadway, uno de sus autores, John Cameron Mitchell, decidió llevarlo a la gran pantalla, antes de realizar esa tontería llamada Shortbus, que, escenas pornográficas aparte, no tiene mayor interés.
Sin embargo esta Hedwig and the angry inch es una película magnífica. Narra la historia de Hansel, un muchacho nacido en Berlín oriental el año de construcción del muro de Berlín, obsesionado por el rock de habla inglesa, y que, tras someterse a una operación de cambio de sexo (ahora llamada reasignación sexual para que las mentes bien pensantes no se irriten) que no termina de salir bien (y que le deja esa pulgada cabreada que luego dará nombre a su grupo), para poder casarse con un militar estadounidense y salir del país, correrá mil y una peripecias, todas desastrosas, para qué engañarnos, en búsqueda del éxito y el amor.
Magníficamente rodada, por más que tenga un cierto humor, no deja de ser una dramática historia de amor protagonizada por su director, en el papel de la supuesta pérfida Hedwig, un pobre resentido con uno de sus amantes (el que él entiende que es su amor) que le robó el corazón y sus canciones, y al que perseguirá con su grupo, esos The angry inch, tocando al lado de los estadios donde triunfa el otro.
Extraña, deslabazada y llena de mensajes oníricos, Hedwig and the angry inch es una de esas joyitas dignas de verse en esas salas de arte y ensayo que no se si quedan por la geografía patria. Y de la banda sonora, mejor no hablar. Es puro arte.

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