jueves, 31 de marzo de 2011

Destrozando a... Cache

Cache (Michael Haneke, 2005)


Me duele a mi más que a nadie tener que hacer esta entrada, pero créanme que lo merece. Y no porque crea que Caché es, en modo alguno, una película tan mala como las que desfilan normalmente los jueves por aquí. La justificación tiene más que ver con la decepción que me supuso que uno de mis directores actuales favoritos cayera en la trampa de la autocomplacencia.
Haneke nunca ha sido idiota y sabe perfectamente lo que se espera de él. La inquietud, los silencios, el juego con las imágenes no vistas y la imaginación del que la ve... todo lo mismo de siempre que, normalmente, usa con imaginación para contarnos sus angustiantes historias.
El problema de Caché estriba en que esa riqueza habitual en el resto de su cine deja paso al recurso repetitivo y se limita a realizar lo que ya ha hecho antes, no sólo sin aportar nada nuevo, sino jugando vilmente con la paciencia del espectador.



A todas, absolutamente todas las escenas de Caché le sobran, como poco, diez segundos. Tiempo que es utilizado para que Daniel Auteuil y Juliette Binoche compongan unas actuaciones soberbias y las sigan recomponiendo una y otra vez de manera totalmente prescindible.
Tiempo que es utilizado para no exponer prácticamente nada más allá del tedio de una historia que no termina de enganchar.
Tiempo que es utilizado para difuminar los efectos de la culpa que es lo que en primera instancia parece que mueve las pesadillas del protagonista, de tal forma que no termina de quedar claro.
Tiempo malgastado en rodar una película donde al final todo es tan simple que no terminamos de entender nada de lo que ha pasado.
Tiempo, el nuestro, que está para recordar mejores películas suyas y querer darle cabezazos a todo el que premió y adoró esta cinta, que por más aciertos que tenga y más maestría que veamos en Haneke , no deja de ser mediocre.


martes, 29 de marzo de 2011

O brother (Where art you?)

O brother (Where art you?) (Joel Coen, 2000)



Sin llegar a ser lo mejor que hayan hecho los Coen (hay donde elegir, aunque no me cansaré de repetir que yo siempre me quedaré con Sangre Fácil) esta comedia ambientada en los años 30 en la América profunda tiene sus aqueles, que son bastantes.
Exceptuemos el hecho de que a mi George Clooney me cae bien (y no me parece mal actor) y que John Turturro me parece de los actores más camaleónicos e infrauti
lizados de la industria del cine hollywoodiense. Porque si no, mis simpatías hacia esta película se hacen evidentes desde el inicio.
Quedémonos mejor con el retrato, entre simpático y tremendo, que los Coen realizan de la sociedad de una época, desde las más fugaces anécdotas a los signos más definitorios (el racismo, la podredumbre política, la pobreza, la religiosidad excesiva...), gracias a las andanzas de tres presos en busca de un falso tesoro que sólo uno de ellos conoce realmente, el tesoro de lo que dejaron atrás.
Escenas oniroides, inocencia interrumpida por la realidad, sueños ajados por la verdad y un final a medio camino entre lo mágico y lo esperpéntico son
las armas fundamentales que utilizan los autores para dibujarnos la idealización de un mundo donde casi nada era perfecto.



Personajes extravagantes, risibles y encantadores, colorean un paisaje demasiado lleno de polvo, donde la realidad, la cruda realidad, sólo será finalmente interrumpida por el paso del destino.
¡Y qué música, oigan!¡Qué musica!


lunes, 28 de marzo de 2011

30Rock

30Rock (NBC)

[Nota mental: Tres entradas en dos días, no se quejaran]



Tengo hasta las narices a los tuiteros que tuvieron a bien darle al botón para seguirme (pobrecicos) de hablarles de mi último descubrimiento televisivo. Último porque sigo siendo un burro y no me termino de fiar de lo que me dicen los amigos que llevan recomendándome esta serie años.
30Rock, serie a mayor gloria de Tina Fey (esa Liz Lemon antipro
totipo femenino de la Gran Manzana) y Alec Baldwin (que no se ha llevado tantos premios ni ha estado mejor nunca) es una auténtica joya de la comedia.
Si el cine dentro del cine ha dado frutos excelentes, la televisión dentro de la televisión no ha tenido normalmente la misma suerte (si exceptuamos Sigue Soñando, serie que alabo en mi memoria pero que no tengo manera de encontrar para ver si es así).
Por ello, la apuesta de la NBC en manos de una cómica curtida en el Saturday Night Live y que tiene como baza fundamental la sátira de la producción telev
isiva de mercado actual, parecía como mínimo interesante.
Una vez comienzan a explorarse sus temporadas (ya va terminando la quinta) nos damos cuenta de que lo es mucho más que todas las expectativas que teníamos en ella.
Exageradísima recreación de las fuerzas dinamizadoras de la economía televisiva, afilada sátira del intelectualismo neoyorquino, 30Rock consigue lo que pretende de la forma más difícil, la exageración hasta casi el infinito de los roles de sus personajes sin que, sin embargo, lleguen a rozar el ridículo.


Acometidas constantes contra actores famosos (Anne Heche es la gran damnificada) incluso en los textos de los programas que ellos mismos visionan, repetición de situaciones periódicas para subrayar la nula evolución de los personajes (esas llamadas telefónicas de Liz Lemon borracha son antológicas), homenajes confesos a grandes y menores obras cinematográficas, publicidad falsamente encubierta (y bromas sobre la forma de encubrir esa publicidad) y estereotipaciones ideológicas que ridiculizan a los que pueblan Manhattan y hacen series para televisión, son solo algunas de las cosas que nos ofrece una de las sitcom más ingeniosas y completas que he visto desde hace tiempo (y saben ustedes que frecuento bastantes) y que utiliza la "blancura" del humor que tiene que desarrollar precisamente en su faceta de producto de multinacional para dinamitar sin cortapisas lo políticamente correcto de lo que, se supone, debería hacer gala.
Muy grande, señores, muy grande.


Frase de la semana


Ahora pienso que no merece la pena.

Arriesgarme traerá más problemas
así que ahora elijo lo que tengo más cerca,
por lo menos tendré la certeza
de que existo, de que puedo decidir
de que elijo por mí, sólo por mi.

Los Planetas, La copa de Europa (L.P. Una semana en el motor de un autobús).

domingo, 27 de marzo de 2011

Tierra y Libertad

Tierra y libertad (Ken Loach, 1995)



Hoy voy a hablar de una película que a mi me encanta. Y es de coproducción española y trata de la Guerra Civil, miren ustedes. ¿A que nadie creía que eso fuera a pasar en este blog si no iba asociado a Berlanga? Pues miren por donde.
En realidad esto es así por una razón. Y lo es porque Ken Loac
h, director inglés, es el único que, aparte del maestro, ha sido capaz de dar una visión medianamente madura de lo que ocurrió para que el bando republicano perdiera la Guerra, más allá de las visiones maníqueas de todos los directores de un cine que lleva treinta años viviendo de la explotación de la misma.
Y eso que Loach realiza una película militante, y mucho. Pero Loach sabe que si alguien quiere hablar de historia, debe contar con todos los elementos de la historia, todos los elementos per se y en condiciones de igualdad y no centrarse en el discurso de republicanos-buenos/golpistas-malos en el que anda metido el cine patrio.
Es cierto que se puede acusar a Loach de ensalzar hasta límites insospechados la figura de los anarquistas, pero realmente no es así. Loach ensalza a las
personas que intentaron cambiar las cosas y no fueron dejados, los que se sacrificaron en busca de unos ideales y lo que ellos entendían era el bien común, los que estaban y se quedaron solos.
Porque lo que a Loach le interesa, más allá de la historia, representada con una fidelidad cronológica que muchas veces falta, es la vivencia de los que defendieron lo suyo y lo de lo demás en aras de la justicia social.
Como personas completas, no simples arquetipos, dibuja el director a sus personajes, no quedándose en lo anecdótico y haciendo el mismo hincapié en sus defectos que en sus virtudes, por más que el tono general, y ya lo dije anteriormente, sea el de la glorificación de la causa.


A pesar de ello y de las espinas que puede levantar en un país en el que parece que nadie está interesado en que se supere el odio, Loach realiza una película sobre personas con afectos, sobre vidas en juego y sobre formas de soportarlas, una película emocinante y cuya última escena, esa constatación de la impotencia del que se rebela cuando su suerte está echada, me provocó en su momento más de una lágrima. Y yo no pertenezco al POUM.


lunes, 14 de marzo de 2011

Diálogo de la semana


- ¿Y vendiste tu alma por eso?

- No la estaba usando.

Pete y Tommy en O Brother, were art you.

viernes, 11 de marzo de 2011

Barry Lyndon

Barry Lyndon (Stanley Kubrick, 1975)



Hace dos semanas, cuando pensé en escribir sobre esta película, tenía muy claro lo que quería decir. El tiempo pasa y mi cerebro está dando claros signos de deterioro porque ahora mismo no recuerdo lo que era. Pero aún así, intentaré, ahora que tengo un rato para actualizar, dar una pequeña visión de una de las obras magnas de Kubrick, lo que no es moco de pavo.
Lo primero que sorprende de Barry Lyndon es el tratamiento de las imágenes. Y no sólo porque Kubrick se empeñara en rodar con luz natural (veinte años antes del movimiento Dogma, por cierto) ni porque siguiera con su milimétrica composici
ón de planos, sino porque consigue, y eso muy pocos lo han logrado a pesar de la infografía, realizar cuadros en movimiento.
Con un gusto exquisito, las imágenes del film, el recorrido por Europa que realiza el futuro señor Lyndon, presentan una plasticidad visual sorprendente, sirviendo de perfecto decorado para las andanzas del antihéroe con el que Kubrick disecciona los males no tanto de una época como de la existencia humana en general.
Redmond Barry, futuro señor de Lyndon, es el hombre a seguir para ello. Presentado en primera instancia como un pasional romántico, desventurado y engañado, pronto sin embargo se nos empiezan a presentar los defectos de un supuesto héroe que terminará a su vez engañando y haciendo desventurada la vida de su esposa con
tal de lograr un prestigio y una posición que se nos antoja la causa de su supuesta metamorfosis y su final melotrágico.
Con esta línea que narra el ascenso y la caída de un pobre hombre llevado por las circunstancias a modo de drama romántico, Kubrick sin embargo nos muestra toda la miseria que ese supuesto buen hombre arrastra consigo (tanto en él como en el personaje de su madre, última protagonista del evento) y que nos lo convierte en un redomado cobarde, buscavidas y traídor.
Para ello se sirve, y personalmente creo que es la gran baza de la película, de una voz en off que, en tono casi cínico, nos va narrando la realidad de
lo que acontece más allá de las imágenes que se nos van presentando.
Esa voz en off se nos convierte en la gran protagonista de la historia, la que pone en palabras las que los mismos personajes no pronuncian, para realizar un salto metalingüístico definitivo: no sólo nos dice Kubrick lo que vemos, sino lo que no queremos oír.


Especie de bellísima crónica de una clase, la aristocrática, que todavía sigue existiendo, aunque sustituyendo títulos nobiliarios por puestos en la lista Forbes, y de todas las miserias que la rodean a ella y a los que aspiran a conseguirla, Barry Lyndon es, como pocas veces ha sido el cine, arte completo, de sonidos, de silencios, de vista, de tacto, de emociones y pasiones.
Y todo ello por muy larga que sea (que a mi no me lo pareció) y por mucha frialdad que dicen que demostrara Kubrick (que yo en esta no la veo por ninguna parte). Para los que se vayan a quejar de lo mismo de siempre, digo.


lunes, 7 de marzo de 2011

Diálogo de la semana


-Yo nunca he pagado por tener sexo.
-Eso es lo que tú te crees.

Kleinman y una puta en Shadows and Fog.