Sin llegar a ser lo mejor que hayan hecho los Coen (hay donde elegir, aunque no me cansaré de repetir que yo siempre me quedaré con Sangre Fácil) esta comedia ambientada en los años 30 en la América profunda tiene sus aqueles, que son bastantes.
Exceptuemos el hecho de que a mi George Clooney me cae bien (y no me parece mal actor) y que John Turturro me parece de los actores más camaleónicos e infrautilizados de la industria del cine hollywoodiense. Porque si no, mis simpatías hacia esta película se hacen evidentes desde el inicio.
Quedémonos mejor con el retrato, entre simpático y tremendo, que los Coen realizan de la sociedad de una época, desde las más fugaces anécdotas a los signos más definitorios (el racismo, la podredumbre política, la pobreza, la religiosidad excesiva...), gracias a las andanzas de tres presos en busca de un falso tesoro que sólo uno de ellos conoce realmente, el tesoro de lo que dejaron atrás.
Escenas oniroides, inocencia interrumpida por la realidad, sueños ajados por la verdad y un final a medio camino entre lo mágico y lo esperpéntico son las armas fundamentales que utilizan los autores para dibujarnos la idealización de un mundo donde casi nada era perfecto.
Personajes extravagantes, risibles y encantadores, colorean un paisaje demasiado lleno de polvo, donde la realidad, la cruda realidad, sólo será finalmente interrumpida por el paso del destino.
¡Y qué música, oigan!¡Qué musica!
Exceptuemos el hecho de que a mi George Clooney me cae bien (y no me parece mal actor) y que John Turturro me parece de los actores más camaleónicos e infrautilizados de la industria del cine hollywoodiense. Porque si no, mis simpatías hacia esta película se hacen evidentes desde el inicio.
Quedémonos mejor con el retrato, entre simpático y tremendo, que los Coen realizan de la sociedad de una época, desde las más fugaces anécdotas a los signos más definitorios (el racismo, la podredumbre política, la pobreza, la religiosidad excesiva...), gracias a las andanzas de tres presos en busca de un falso tesoro que sólo uno de ellos conoce realmente, el tesoro de lo que dejaron atrás.
Escenas oniroides, inocencia interrumpida por la realidad, sueños ajados por la verdad y un final a medio camino entre lo mágico y lo esperpéntico son las armas fundamentales que utilizan los autores para dibujarnos la idealización de un mundo donde casi nada era perfecto.
Personajes extravagantes, risibles y encantadores, colorean un paisaje demasiado lleno de polvo, donde la realidad, la cruda realidad, sólo será finalmente interrumpida por el paso del destino.
¡Y qué música, oigan!¡Qué musica!
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