[Nota mental: Tres entradas en dos días, no se quejaran]
Tengo hasta las narices a los tuiteros que tuvieron a bien darle al botón para seguirme (pobrecicos) de hablarles de mi último descubrimiento televisivo. Último porque sigo siendo un burro y no me termino de fiar de lo que me dicen los amigos que llevan recomendándome esta serie años.
30Rock, serie a mayor gloria de Tina Fey (esa Liz Lemon antiprototipo femenino de la Gran Manzana) y Alec Baldwin (que no se ha llevado tantos premios ni ha estado mejor nunca) es una auténtica joya de la comedia.
Si el cine dentro del cine ha dado frutos excelentes, la televisión dentro de la televisión no ha tenido normalmente la misma suerte (si exceptuamos Sigue Soñando, serie que alabo en mi memoria pero que no tengo manera de encontrar para ver si es así).
Por ello, la apuesta de la NBC en manos de una cómica curtida en el Saturday Night Live y que tiene como baza fundamental la sátira de la producción televisiva de mercado actual, parecía como mínimo interesante.
Una vez comienzan a explorarse sus temporadas (ya va terminando la quinta) nos damos cuenta de que lo es mucho más que todas las expectativas que teníamos en ella.
Exageradísima recreación de las fuerzas dinamizadoras de la economía televisiva, afilada sátira del intelectualismo neoyorquino, 30Rock consigue lo que pretende de la forma más difícil, la exageración hasta casi el infinito de los roles de sus personajes sin que, sin embargo, lleguen a rozar el ridículo.
Acometidas constantes contra actores famosos (Anne Heche es la gran damnificada) incluso en los textos de los programas que ellos mismos visionan, repetición de situaciones periódicas para subrayar la nula evolución de los personajes (esas llamadas telefónicas de Liz Lemon borracha son antológicas), homenajes confesos a grandes y menores obras cinematográficas, publicidad falsamente encubierta (y bromas sobre la forma de encubrir esa publicidad) y estereotipaciones ideológicas que ridiculizan a los que pueblan Manhattan y hacen series para televisión, son solo algunas de las cosas que nos ofrece una de las sitcom más ingeniosas y completas que he visto desde hace tiempo (y saben ustedes que frecuento bastantes) y que utiliza la "blancura" del humor que tiene que desarrollar precisamente en su faceta de producto de multinacional para dinamitar sin cortapisas lo políticamente correcto de lo que, se supone, debería hacer gala.
Muy grande, señores, muy grande.
30Rock, serie a mayor gloria de Tina Fey (esa Liz Lemon antiprototipo femenino de la Gran Manzana) y Alec Baldwin (que no se ha llevado tantos premios ni ha estado mejor nunca) es una auténtica joya de la comedia.
Si el cine dentro del cine ha dado frutos excelentes, la televisión dentro de la televisión no ha tenido normalmente la misma suerte (si exceptuamos Sigue Soñando, serie que alabo en mi memoria pero que no tengo manera de encontrar para ver si es así).
Por ello, la apuesta de la NBC en manos de una cómica curtida en el Saturday Night Live y que tiene como baza fundamental la sátira de la producción televisiva de mercado actual, parecía como mínimo interesante.
Una vez comienzan a explorarse sus temporadas (ya va terminando la quinta) nos damos cuenta de que lo es mucho más que todas las expectativas que teníamos en ella.
Exageradísima recreación de las fuerzas dinamizadoras de la economía televisiva, afilada sátira del intelectualismo neoyorquino, 30Rock consigue lo que pretende de la forma más difícil, la exageración hasta casi el infinito de los roles de sus personajes sin que, sin embargo, lleguen a rozar el ridículo.
Acometidas constantes contra actores famosos (Anne Heche es la gran damnificada) incluso en los textos de los programas que ellos mismos visionan, repetición de situaciones periódicas para subrayar la nula evolución de los personajes (esas llamadas telefónicas de Liz Lemon borracha son antológicas), homenajes confesos a grandes y menores obras cinematográficas, publicidad falsamente encubierta (y bromas sobre la forma de encubrir esa publicidad) y estereotipaciones ideológicas que ridiculizan a los que pueblan Manhattan y hacen series para televisión, son solo algunas de las cosas que nos ofrece una de las sitcom más ingeniosas y completas que he visto desde hace tiempo (y saben ustedes que frecuento bastantes) y que utiliza la "blancura" del humor que tiene que desarrollar precisamente en su faceta de producto de multinacional para dinamitar sin cortapisas lo políticamente correcto de lo que, se supone, debería hacer gala.
Muy grande, señores, muy grande.
3 comentarios:
Lo mejor de lo mejor.
El capítulo de la fiesta con el último de los Ausburgo (detalle especialmente gracioso para un español) interpretado por Pee Wee Herman, para mí, el culmen.
Y cuando liga con un enano porque le había confundido con un niño? O "la división de televisión y... microondas"? O el vestido de novia que se compra Liz sin ir a casarse y al final utiliza para calzar una mesa de Ikea que no sabe montar?
Y, y, y?
Todo, todo... si es todo...
hace 5 minutos termine de ver la serie completa
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