martes, 30 de septiembre de 2008

Días de radio

Días de radio (Woody Allen, 1987)

Días de radio es una de mis películas favoritas de Allen. En apariencia una de sus películas menos profundas y elaboradas, Allen consigue retratar mediante anécdotas la historia de una época, su infancia, en que la radio distraía a las familias y daba cotilleos más cercanos a la población que el resto de medios, en esa época en que no existía la televisión, creando una de sus películas más divertidas, más sinceras y más afectivas.
¿Autobiográfica? El haber vivido sólo dos años con la familia judía justificaría los veintitantos años que estuvo yendo Allen al psicoanalista, pero me temo que s
ólo es un pretexto, y que, si bien lo anecdótico primario quizá fuera cierto, el resto es pura ficción cinematográfica. Cine divertidísimo, sagaz, mordaz y satírico, pero sin olvidar, que es algo que le ocurre a menudo, la parte humana, el drama, como el de la niña cuya caída al pozo sigue el país entero por radio, como la noticia del bombardeo de Pearl Harbor por más que el único personaje de Mia Farrow que me hace olvidarme que lo interpreta ella le de un toque humorístico: “¿pero quién es Pearl Harbor?”.


Días de radio es vida, en toda su cotidianidad, en toda su grandeza. Personas sencillas que intentan progresar, aunque no lo consigan y que dan gracias a Jehová por lo que tienen, aunque no paren de quejarse. Y ya he dicho, toda la historia del personaje de Mia Farrow, esa camarera casquivana cuya suerte cambia con un simple curso de dicción que la ayuda a superar su insufrible voz de pito para llegar a ser la principal cotilla radiofónica de la época, es de lo más divertido que ha rodado Allen jamás... con permiso de la historia de la tía solterona (una Dianne West soberbia como es ella), de las palizas que se lleva el niño (memorable la del rabino y ambos padres peleándose por quién le da los golpes mientras no paran de pegarle), de la prima admiradora de Carmen Miranda colgada del teléfono para enterarse de todo lo que pasa en el vecindario, del tío que sólo trae de comer pescado y casi es convencido por las mieles del comunismo... de toda la vida de ese niño que es el propio Allen, pero que ve años después, ya desde la madurez. Niño, por cierto, interpretado por Seth Green, un actor pelirrojo y bajito que además de haber comenzado a convertirse en uno de los nuevos cafres oficiales del cine y televisión yanquis, es uno de mis objetos de culto erótico desde que lo vi en Austin Powers, evidentemente bastante más mayor. No me pregunten por qué, porque ni yo mismo me lo explico.

domingo, 28 de septiembre de 2008

La gata sobre el tejado de zinc

La gata sobre el tejado de zinc (Richard Brooks, 1958)


En esta película me enamoré de Paul Newman. Sirva por tanto como particular homenaje desde estas páginas a una de las mayores y a la vez más discretas estrellas que ha dado Hollywood. También con esta película me enamoré de Elisabeth Taylor, pero eso es otro tema.
Basada en una durísima obra teatral de Tennessee Williams, la película no deja de ser una transcripción de la obra con leves toques cinematográficos. Pero para lo que sirve fundamentalmente es para presenciar un magnífico duelo interpretativo entre la Taylor y Newman, que pocas veces han estado mejores. El resto de actores están a su mismo nivel, pero son ellos los que se llevan el gato al agua en esta historia de desamores. Del desamor de esa gata que anda detrás de un gato enamorado de otro gato.
La fuerza de la película sale tanto del libreto (que no muestra piedad por ninguno de llos miembros de la pareja) como de sus dos protagonistas, esa Taylor en permanente disforia ante lo inútil de su seducción, y ese Newman que jamás podrá querer a la mujer que tiene, ni a ninguna otra mujer, porque ya estuvo enamorado de otro hombre. Secreto a voces que no se verbaliza en todo el metraje (hubiera sido demasiado para la época), pero de la que no queda duda, ni para nosotros ni para el matrimonio.
Paul Newman nunca estuvo más guapo (Liz Taylor tampoco) y más atractivo. Era un gran actor y según dicen, mejor persona. Joanne Woodward lo llorará. Y todos los amantes del cine también. Con una vida pública ejemplar, es el único mito del Hollywood antiguo que no había caído en el ridículo y que, por lo tanto, seguía siendo mito. Pero ya nos dejó. Descanse en paz.

sábado, 27 de septiembre de 2008

Amanecer

Amanecer (F.W.Murnau, 1926)

Un accidente de tráfico en 1931 privó al cine de uno de sus mayores genios. Las películas de Murnau se cuentan por obras maestras, y en toda buena lista de “las mejores películas...” que se precie, copan por derecho propio las primeras posiciones. Especialmente esta que nos ocupa.
Primera película de las cuatro que realizó en su etapa americana, Amanecer está considerada como una de las mejores películas de la historia del cine. Y no es para menos. Durante sus cien minutos de duración Murnau es capaz de reinventar todo lo que se había hecho en el cine hasta entonces para crear una película novedosa y moderna que conformará la esencia de todo el posterior cine sonoro, comenzando por unos actores capaces de transmitir todo lo que tienen que transmitir sin aspavientos y sin exageraciones.

Quizá algo ingenua en su temática y a partir de una premisa conocida, la fascinación por una mujer fatal, en este caso una mujer de ciudad que seduce a un campesino e intenta convencerlo de que mate a su esposa para poder escapar juntos a la ciudad, Murnau sin embargo realiza una película bellísima y con momentos dramáticos intensos. La llegada de sus dos protagonistas a la civilización, una vez arrepentido el marido de la idea del asesinato, comienza una nueva vida para ellos, y sirve a Murnau para dibujar un fresco de la sociedad de la época, del progreso en mayúsculas, de su fascinación por la cultura yanqui, esa que hace peluquerías donde podría haber cinco apartamentos de lujo, en contrapartida a su Alemania natal, todavía en periodo de reconstrucción tras la Primera Guerra Mundial. Los campesinos son atraídos por la gran ciudad, por los cambios que les proponen, pero a diferencia de los habitantes de la gran ciudad, no dejan que la “civilización” los fagocite, no permiten que las prisas y el malhumor les hagan perder su nuevo comienzo tras el que podría haber sido un fatídico episodio.


El drama viene con la tormenta que supone su vuelta al pueblo y a su realidad, cuando la mujer desaparece y no la encuentran en la búsqueda, en unas escenas ejemplares. Una tormenta que hace que el marido casi acabe con sus huesos en la cárcel al intentar matar a quién lo sedujo. Y el final feliz viene con el nuevo día, con ese amanecer, con ese comienzo de un nuevo día que supone un nuevo comienzo para una historia que parece que estaba dando coletazos. Y con ese último plano del sol saliendo, en un final poético para una película que es poesía pura. Vuelvo a repetir: ¡Qué bella!


¿De qué hablamos los hombres cuando hablamos sinceramente de sexo?

¿De qué hablamos los hombres cuando hablamos sinceramente de sexo? (Josep López Romero, Editorial Alba)


Una compañera me lo dejó porque le resultó curioso y fácil de leer. A mi me ha resultado un tostón. Se trata de una especie de grupo real en el que varios hombres se reúnen para hablar de sexo. La idea no sería mala si se hubiera manejado mejor. Por lo pronto el que las sesiones se relaten literalmente ayuda poco, sobre todo si como componentes del grupo tenemos a doce hombres homogéneos en situación económica, con un solo gay y un sólo bisexual, y que no paran de hablar de los mismos temas de siempre con los mismos tópicos de siempre. Sinceramente me hubiera gustado mucho más algo tipo humorístico. Porque esto no da ni para reírse. Sinceramente, no lo incluyo en la sección de los jueves porque no se lo merece.


jueves, 25 de septiembre de 2008

Destrozando a... Abre los ojos

Abre los ojos (Alejandro Amenábar, 1997)


Dicho popular: “El que no tiene padrino no se bautiza”.

Pues bien, a Amenábar lo apadrinó José Luis Cuerda. Hizo una película, Tesis, que en un primer embite pasó sin pena ni gloria. Tras darle nosecuantitos premios de la academia española (no lo pongo porque estos creo que también tienen copyright) volvió a tener un reestreno apoteósico, se les subieron los humos a la cabeza tanto a él como a Cuerda, y gastaron muchos duros para hacer una segunda película más... cara.
Tesis, sin embargo, no era más que una película de intriga con mayor calidad de lo que se hace en este país (llámense El arte de morir o Tuno negro... que tampoco es que sean Rebeca, vamos), conformando lo que podríamos llamar una película... mediocre, pero entretenida. La dificultad para la diversión en Tesis venía dada, precisamente, por las intenciones de hacer una gran película para lo que intentaban dar un “mensaje”, en este caso el peligro de las snuff movies. En Abre los ojos, todavía no lo tengo claro.
Siempre he defendido que todas las películas hay que verlas al menos un par de veces con un tiempo de distancia. Y una de las culpables es esta. En plena fiebre “amenabariana”, y antes de escucharlo a él mismo vanagloriarse del talento que tenía en entrevistas en televisión (verídico), la primera vez que vi Abre los ojos me pareció fascinante. Ahora mismo, no sabría decir por qué. Quizá es que llevara demasiado tiempo de abstinencia sexual o que estuviera en alguno de mis periodos cannabinoides, que es la única forma que tengo de perder la sesera de forma tan llamativa, porque vista años después Abre los ojos es... cómo decirlo... ¿una mierda?
Vacía de contenido, pretenciosa en el continente, con unos actores que no actúan, con una planificación caprichosa, con una megalomanía considerable para una estupidez, con una trama vacua y mínima que no quiere decir nada salvo quizá un elogio a la superficialidad, con unas ínfulas infumables... Abre los ojos da la sensación de haber envejecido mucho y mal. Y cuando pasan estas cosas con algunas películas se debe sobre todo a algo que muchos se resisten a creer: nos equivocamos pensando que eran buenas. Yo estoy mucho más sensato. Para algo tiene que servir cumplir años. Para abrir los ojos.

-Abre los ojos. Abre los ojos. Abre los ojos.
¡¡¡PLAF!!!
-¡Me quieres dejar dormir!


martes, 23 de septiembre de 2008

Dogville

Dogville (Lars von Trier, 2003)

Lars von Trier es el rey del artificio. Cada una de las propuestas visuales que realiza, incluido ese manifiesto Dogma que crearon en 1995 para buscar una supuesta pureza del cine que el cine no había tenido nunca, son total, clara y manifiestamente artificiosas. Por mucho que él las intente explicar, por muchas interpretaciones que se quieran hacer, nada justifica las planificaciones y puestas en escena que realiza en detrimento de otras más convencionales más allá de sus propias pretensiones de “genio”.
Lo que salva a von Trier es que, realmente, es un genio cuando quiere. Y es que a pesar de intentar dar más interés al continente, las películas de von Trier (salvo quizá la tediosa Los idiotas) prestan suficiente interés a un contenido en general duro y casi salvaje. Eso es lo que nos ofrece Dogville.
Durante sus casi tres horas de metraje Dogville resulta un absoluto espectáculo. Espectáculo de las apariencias, de los engaños, de las miserias, de la inhumanidad. Poco a poco von Trier va acercándonos a la historia de un pueblo que se verá alterado por la llegada de Grace, de un pueblo de “buenas gentes” que poco a poco van sacando toda la crueldad que tienen dentro para que Grace sea consciente del favor que le están haciendo por ocultarla, sin que ellos mismos quieran terminar de darse cuenta de la crueldad de sus actos, y sin que ellos mismos lleguen a darse cuenta de que sus propios actos deben tener consecuencias.


Grace es la humanidad pero, como pasa a veces, es demasiado humana. Pero no es tonta. En determinado momento parece que Grace quiere purgar sus antiguos pecados, y para ello se recubre de una falsa bondad que sólo de vez en cuando se ve destapada en breves lapsus lingüísticos que reflejan la cara arrogante de quien sabe que no se merece lo que está pasando, pero parece entregada a sufrir lo que haga falta por no volver a una vida que no quería. Una vida que sin embargo aceptará al final, cuando ella misma atienda las palabras de su padre, esas que le recuerdan que no hay mayor arrogancia que el intentar demostrar un mayor valor moral que todos los demás y creer que nadie más puede llegar al punto donde se encuentra. La misma arrogancia que luce Tom, capaz de utilizar a Grace para demostrarse a si mismo que él y sólo él es mejor que el resto de los habitantes de su pueblo. Esa arrogancia que la misma Grace quebranta cuando le hace darse cuenta de que, en el fondo, es igual de mezquino e inhumano que el resto de habitantes de Dogville, y que precipitará el trágico final.
Dogville es un estudio de las falsas apariencias. Incluso en los pr
imeros episodios (está dividida en nueve), en los que Grace se incorpora a la vida del pueblo con las labores que nadie necesita, ya se atisba que las cosas no van a ir bien. El pueblo de Dogville, unido en su relación con Grace, primero desconfía, después abusa, después esclaviza y después sufre la venganza. Una venganza que llega como agua de mayo y con la que no podemos hacer otra cosa que sentirnos identificados.


Falsas amistades, amores interesados, mentiras piadosas, verdades dolorosas, exigencias, chantaje, humillaciones, abusos, traiciones... Dogville, tanto el pueblo como la película, es un compendio de todas las aberraciones humanas que, escondidas bajo una falsa apariencia de bondad, son la base para los movimientos de sus habitantes, esos habitantes que, pese a ser “buenos” no son capaces de ayudar de forma altruista. Ayudan por algo, algo que no necesitan, que nunca necesitan, pero que no paran de exigir y que hace que el pueblo se niegue a que Grace lo abandone a pesar de que verbalmente no la quieren allí.
Tan cruel como los personajes que habitan esa ciudad imaginaria, Dogville no se apiada de nadie, ni siquiera de Grace. Von Trier realiza, como ya dije, un espectáculo de las miserias humanas, sin ninguna concesión, sin ninguna piedad. Nadie es lo que parece ser, pero todos recibirán su merecido por lo que realmente son, esas cualidades que Grace irá descubriendo a medida que convive con ellos, de la misma forma que ella se ofreció a ser observada durante dos semanas para que la aceptaran en Dogville. Solo que ella sí intentó que la conocieran, que conocieran la mentira que ella también era.


lunes, 22 de septiembre de 2008

C.R.A.Z.Y.

C.R.A.Z.Y. (Jean-Marc Vallé, 2005)

Películas acerca de la atormentada vida de los homosexuales adolescentes en los 60-70-80 o incluso antes hay a patadas, y la mayoría cuentan los mismos traumas, las mismas dificultades y las mismas cantinelas de “seres especiales”, con lo que a estas alturas, la mayoría de ellas no tienen mayor interés. El problema es que, entre tanta morralla, de vez en cuando aparece alguna que merece la pena, y muchas veces no podemos discernir entre unas y otras. Intentaremos servir de ayuda.
Si algo aporta C.R.A.Z.Y. al género de las represiones es que, pese a se
r parte muy importante de la vida de Zach, el protagonista y la Z del título, no lo es todo. C.R.A.Z.Y. nos cuenta la historia de una familia donde hay un miembro, el ya mencionado Zach, que es “especial”, que todos sospechan desde pequeño que es homosexual, y que se encarga de desmentirlo en aras de la “normalidad”. Pero a pesar de caer en todos los tópicos posibles, lo esencial es el desarrollo de esa familia, lo que la familia (ante todo su padre) piensa, espera y ve frustrado con la inclinación del hijo que, por otra parte, era el favorito de papá. Y su convivencia y los problemas que tiene con su hijo mayor, enganchado a casi todo, y sus hijos medianos, prototipos del buen estudiante y del deportista, y con el benjamín, gordito y mimado. Y de cómo pasan los años, las modas y las músicas (qué gran banda sonora), y de cómo las relaciones entre ellos van cambiando en base a esos “vicios pequeños” que se ocultan para no hacer daño.


Es envidiable en esta película el tratar la cotidianidad, y tratarla con humor, por más que todo la historia sea dramática. El problema es que al caer en tantos tópicos, alguno se le podía ir a su director de las manos. Y así fue. Como en todas las películas de este tipo, el protagonista inicia un viaje “iniciático” (en este caso a Jerusalén), y ahí es donde lo que era un agradable paseo por la historia de una familia se va de madre. Eso sin hablar del ya tópico típico de lo mal que acaban los yonquis. Pero a pesar de ello el mensaje es optimista, es capaz de ser sensible sin caer en los sentimentalismos facilones, y tiene momentos brillantes, casi todos protagonizados por un padre al que lo que le molesta de su hijo no es que haya salido “marica”, es que no le va a dar nietos.
En resumen, podría haber dado para más, pero se empeñan en hacer lo de siempre, y se quedan a medio camino. No obstante, sigo creyendo que merece la pena.


domingo, 21 de septiembre de 2008

El viaje de Chihiro

El viaje de Chihiro (Hayao Miyazaki, 2001)

Si la animación es un gran género no es por la mitad de las tonterías que han salido de la factoría Disney, es por películas como esta.
Bellísima obra de un director que ya había hecho grandes películas antes, con esta quizá se supera a sí mismo. Preciosa y preciosista, el fascinante viaje que emprende Chiriro/Sen no sólo tiene que ver con recuperar a sus padres, tiene que ver con un pequeño viaje a la madurez de una niña “torpe”, “enclenque” y “patosa”. Una niña que va aprendiendo pero que, aún con cierta pérdida de la inocencia que se produce durante el mismo, es capaz de perdonar, de ver lo bueno de los demás, y de no dejar que pequeños árboles le impidan ver el bosque.


La imaginería visual, por otra parte es impresionante. Y la banda sonora es soberbia. Todo compone un maravilloso cuento de hadas no sólo para niños en el que no se puede despegar la vista de la pantalla. Ni el oído. Y casi que ni el tacto ni el olfato. Y los personajes son soberbios, desde el Sin Cara a la bruja Yubaba o su hermana gemela Zeniba, están todos perfectamente dibujados (en todos los sentidos que se le quieran dar a la palabra) perfectamente definidos y perfectamente coherentes con la trama y su papel en la misma. Es algo de lo que muchos guionistas deberían aprender.


Sensible y a su modo, romántica, mostrando un cariño por todos y cada uno de sus personajes que pocas veces se ve en una pantalla, El viaje de Chihiro es un perfecto viaje por la fantasía, por nuestra imaginación, y por los sentidos. Y estupenda para que nos demos cuenta de que a lo mejor no hace falta que maduremos a base de cinismo. Eso sí, el destrozando a... va a seguir todos los jueves, que no se preocupe nadie.


sábado, 20 de septiembre de 2008

Sombras y niebla

Sombras y niebla (Woody Allen, 1991)

Con esta película me ha pasado algo que a mi me ha resultado curioso. Tenía en mente haberla visto en algún momento, hace mucho, pero no recordaba nada de ella. Tras conseguirla y comenzar a verla, me vino entera a la memoria, plano por plano y secuencia por secuencia. Es lo que tiene la mente.
Homenaje no sólo al expresionismo alemán de principios de los años 30, sino a todo el cine alemán de esa época (con sus prostíbulos, sus paisajes sombríos, sus personajes más sombríos todavía), Allen realiza una película seria incluso teniendo en cuenta sus muchísimos toques humorísticos, acerca de los deseos, de la vida, de la existencia, de las frustaciones, de la soledad, del desamparo... de todo aquello que inunda su cine posterior a Annie Hall.
Para ello se sirve de una fotografía en blanco y negro, del expresionismo ya referido anteriormente, de unos actores en estado de gracia (salvo Madonna, que hasta en un papel mínimo está espantosa), de unas historias entrelazadas sobre seres infelices en búsqueda de una vida mejor, de narcisos que pierden lo que tienen y sólo después se dan cuenta de lo que han perdido, de asesinatos con falsos culpables, de organizaciones caóticas que dictaminan misiones que ni los que las tienen que realizar conocen, de judíos ortodoxos, de magos que proyectan ilusiones que nunca se verán realizadas, de nihilismo respecto al futuro, de falsos finales pseudofelices que desaparecen detrás de los espejos de la ilusión.


Sombras y niebla es cómica, pero mucho más amarga de lo que ya resultan de por sí las obras de madurez de Allen, y eso a pesar de que aquí el humor está más presente que en otras (que en Delitos y faltas, que en Maridos y mujeres...), pero el mensaje es desolador. De verdad que no puedo entender el funcionamiento de mi cerebro.


jueves, 18 de septiembre de 2008

Destrozando a... Nine songs.

Nine songs (Michael Winterbottom, 2004)

Escena hipotética:

- Hola, Michael Winterbottom.
-Hola, productor de Michael Winterbottom.
-¿Qué te trae por aquí a las tres de la mañana, Michael Winterbottom?
-Es que estaba de marcha y me he encontrado a una americana a la que me quiero pasar por la piedra, y que quiere ser actriz.
- ¿Y...?
-Es que se me ha ocurrido una idea genial para una película.

-Voy a por un poco de popper, ¿quieres, Michael Winterbottom?
-No, todavía no. ¿Te cuento mi idea?
-Ya que me has despertado, soy todo oídos.
-Verás, cojo a la tía esta y a un amigo mío que es muy cerdete, los pongo a follar de distintas formas, y meto números musicales de grupos británicos para hacerles promoción.
-¿Y...?
-Y le ponemos fotografía bonita, todo muy estético, y decimos que es un estudio
sobre el sexo o algo, y parece una película de arte y ensayo y nos dan la Palma de Oro en Cannes.
-No sé, Michael Winterbottom, no lo termino de ver claro.
-Umm. Bueno, no sé... Mira, productor de Michael Winterbottom, ¿te has fijado que he seguido haciendo ejercicios de gluteos?
-Sí, Michael Winterbottom, me he fijado.

-Espera, quizá si me echo para adelante lo puedas ver mejor.
-Efectivamente, Michael Winterbottom, los 501 te quedan estupendamente por detrás. Y además se nota que están más duros. Sí, tienen una consistencia muy agradable.
-Quizá puedas apreciarlo mejor si me bajo los vaqueros, que tanta tela no es buena para ver los progresos.
-Si, si... se aprecia mejor tanto el volumen como el tacto. ¿No te importará que me saque la vara y mida lo que has aumentado de volumen desde que te produje 24 hours party people?
-Por supuesto que no, productor de Michael Winterbottom. Pásame el popper.

-Así, si, mejor. Bien, has aumentado, has aumentado...
-Mmm, sí... qué bien me mides el volumen glúteo, productor de Michael Winterbottom. Sigue, no te vayas a dejar ni un centímetro sin medir.
-Pues espera a que termine aquí, que después voy a volver a medirte lo que te ha crecido la boca desde In this world.”

Ni que decir tiene que cualquier parecido de esta escena con la realidad es pura coincidencia. Pero es que una escena similar es la única forma de que yo entienda que alguien sensato ponga dinero para producir este bodrio.
Michael Winterbottom tiene un problema fundamental para llegar a ser considerado un gran director, y ese problema se llama Michael Winterbottom. Que en una cinematografía tan de capa caída como la inglesa, donde la mayor parte de la producción que circula comercialmente son comedias costumbristas, aparezca alguien original es ya un punto a su favor, pero Winterbottom se encarga de desaprovecharlo a la mínima oportunidad.


El problema de este director es el intentar tomar la originalidad como luz de guía y pretender ser original hasta de uno mismo. Hay tantas cosas que ha hecho, tantos estilos distintos de hacer películas que sorprende casi siempre (aunque a veces, como la que nos ocupa, no sea para bien), pero si buscamos señas de identidad no las encontramos casi por ninguna parte, si esceptuamos quizá su predilección por la cámara en mano.
Nine songs es otro experimento de Winterbottom en busca de su gran obra. Obviamente, no lo consiguió. Nine songs es un artificio en el que se mezclan nueve canciones en conciertos de lo mejor del brit-pop del inicio del siglo XXI con nueve polvos de la pareja de ¿actores? Kieran O'Brian- Margo Stilley sin que haya justificación ni para lo uno ni para lo otro. Supuestamente se trata de la historia de un affair con final cercano y su desarrollo a través del sexo. En la práctica se trata de un porno blandito blandito con una estupenda banda sonora. Cuando los personajes no se relacionan más allá del sexo no se ve nada más. Cuando hablan es donde se pone de manifiesto la vacuidad del film. Vacío, vacío y vacío en todo, y, supongo que para compensar, echamos mano de la estética para que no nos digan que hacemos porno, cosa que se vio recompensada en San Sebastián con el premio a la mejor fotografía.
Y eso que si que esta película tiene mérito, porque mira que es difícil hacer una película con dos protagonistas morbosos y apetecibles (lo de la Stilley es obvio, y lo de O'Brian para mi desde la primera vez que lo vi) que se pasan medio metraje literalmente follando, y que la carga erótica sea menor que la de Sor Citroen. Para eso hay que tener mucho arte.
En fin, que si quereis estudios sexuales de este tipo, y dado que el porno hetero al que tengo acceso últimamente es cada vez peor, os recomiendo casi todo de lo que sale de la productora Cazzo, alemana y evidentemente gay, pero para análisis de la sexualidad y para poner a tono muchísimo mejor que esta mamarrachada.


miércoles, 17 de septiembre de 2008

El almuerzo desnudo

El almuerzo desnudo (David Cronenberg, 1991)

Teóricamente está basada en el libro de William S. Burroughs. En realidad, tal y como avisó Cronenberg, lo está tan solo en cuanto a lo que a él mismo le interesó. Como yo el libro no me lo he leído, puedo opinar con tan sólo el visionado, liberando ese lastre tan odioso en las adaptaciones que son las comparaciones. Y tengo que decir que como película es fascinante.
Cronenberg realiza un estudio minucioso de la creación artística y su relación con las drogas a través de la historia de William Lee, un exterminador de cucharachas adic
to a la heroína que terminará haciéndose adicto primero al polvo para matar cucarachas y después a un polvo extraído de un cienpiés acuático brasileño: “Soy adicto a una droga que ni siquiera existe” expresa en un momento de la película.
Asistimos ensimismado a su periplo vital en medio de la intoxicación permanente, en medio de la Interzona, un país musulmán al que se ve obligado a huir tras asesinar supuestamente a su mujer. Y digo supuestamente porque en esta película, igual que en otras de su director, la diferencia entre realidad y ficción es prácticamente inexistente. Y en esa ficción Lee ni siquiera se da cuenta de que es Burroughs, atrapado en el propio mundo d
e la novela que está escribiendo, El almuerzo desnudo, que ni siquiera reconoce cuando sus amigos se la leen. Un universo lleno de seres extraños, de personas que parecen estar destinadas a la soledad, de personas que no son personas, de máquinas de escribir que son insectos como las personas, de sexualidades cambiantes, de insectos que invaden la tierra... donde Lee es un agente que debe hacer lo que le mandan, sin saber muy bien qué es lo que está buscando y quién se lo manda... porque su fin último, y lo que finalmente le obliga es la consecución de la Carne Negra, esa droga que no existe gracias a la cual es capaz de convertirse en escritor, aunque sólo sea de informes en los que relata su vida y sus experiencias en ese mundo real que sólo existe en su intoxicada cabeza, y que Cronenberg nos muestra como él sólo sabe hacerlo, sin aspavientos pero sin censura, e impregnándolo todo de sexo, un sexo raro, extraño y ambivalente, donde la homosexualidad de Lee queda de manifiesto en base a las órdenes de las máquinas-cucharachas y de las altas esferas que le ordenan que sea “marica”.


Llevo media hora para escribir esto. Y es que estoy intentando dar sentido a lo que no se puede explicar. No porque no lo tenga, sino porque todo es tan complejo que tendría que hacer una reseña de tres páginas para poder explicar mínimamente la trama. Así que les recomiendo una cosa: si no la han visto, véanla. Ya están perdiendo tiempo. Y después me cuentan.

martes, 16 de septiembre de 2008

Toma el dinero y corre.

Toma el dinero y corre (Woody Allen, 1969)

Ya advertí que como empezara con Allen este blog se iba a convertir en monográfico. Así que vamos a ello.
Toma el dinero y corre es considerada por muchos como una obra menor de Allen. Disiento de todas las formas posibles. Comedia absurda y fundamentalmente visual, es precisamente en esta obra donde Allen bosqueja lo que será el ideario que dará sus mejores momentos en sus posteriores films, y todo ello mientras conforma una película divertidísima acerca de la historia de un hombrecillo que, en búsqueda de la felicidad, es irremediablemente conducido a la comisión de delitos de las más insospechadas formas.


Escenas memorables, como el robo doble, la incorporación del personaje de Allen con su violonchelo a la banda de música de la ciudad, los padres (él echando pestes, ella llorando por lo que el padre dice de su hijo) con las gafas con bigote y nariz para que no se los conozca, los castigos de la cárcel... todas las situaciones que se nos presentan son hilarantes, al igual que los diálogos en este falso documental acerca de la vida de este pobre hombre que es tomado como ejemplo para lo que no se debe hacer. Y Allen desarrolló aquí, por si queda alguna duda, el personaje de su vida. Que las ha hecho mejores, no me cabe duda, que esta obra es genial tampoco, aunque muchos no estén de acuerdo.


lunes, 15 de septiembre de 2008

Drácula (George Melford)

Drácula (George Melford, 1931)

Tras la reseña que hice del Drácula de Tod Browning, sangreybesos me recomendó esta otra, versión en español (aunque deberíamos decir en mexicano) de la película de Browning, de hecho, rodaban por la mañana la de Browning, y el equipo de la versión en español rodaba lo mismo por la tarde.
A Browning se le achacaba demasiada teatralidad. A la versión de Melford se le puede achacar demasiada influencia del cine mudo. Y es que, si bien la realización quizá sea algo más ágil en cuanto a cámara (que no mucho), las interpretaciones son más bien lamentables para una película sonora, aunque hubieran quedado muy bien en películas mudas. Los actores gesticulan, declinan más que hablan el mismo guión de Browning (incluyendo el “yo nunca bebo... vino”, que queda bastante ridículo), y falta Bela Lugosi, principal reclamo (y principal atractivo) de la película de Browning. Y es que el Drácula interpretado por Carlos Villarías ni da miedo ni inquieta ni na de na. Tiene alguna escena interesante, aunque muchas parecen calcos de las de Browning, y la teatralidad sigue presente, le pese a quien le pese.
Hombre, hay que reconocer que todo tiene un toque kitsch importante, cosa que la hace resultar entrañable, y que el resultado es divertido pero, querido sangreybesos, poco más, al menos desde esta humilde tribuna.


domingo, 14 de septiembre de 2008

Holocausto canibal.

Holocausto canibal (Rugero Deodato, 1980)


Las leyendas acerca del rodaje de esta película son múltiples, las reacciones al visionado casi siempre las mismas. Buscando imágenes en el google para acompañar la reseña, he leído en un foro a un chaval que contaba que se había puesto a verla con una amiga y la amiga acabó vomitando. Pues eso mismo.
Rugero Deodato quiso hacer un film sobre canibalismo sin mensaje, según sus propias declaraciones. Según amigos suyos contaron, en realidad quería realizar una crítica a la sociedad. Y es que hay dos formas de ver Holocausto canibal: una como el gore que es, con violencia gratuita desmedida y escasas dosis de humanidad; y otra como una crítica a la civilización de los países supuestamente desarrollados, esos que por la audiencia son capaces de conseguir cualquier cosa. No sabemos si esto último Deodato quería conseguirlo, pero lo logró, aunque fuera sin darse cuenta, nada más que por cómo se efectuó el rodaje.


Como ya dije las leyendas son múltiples, pero las realidades reconocidas también. Todos los animales que matan los protagonistas fueron realmente masacrados tal y como se muestra en la película, y posteriormente devorados por el equipo; las escenas eran cuestionadas por los actores que previamente conocían las mismas por la forma en que Deodato quería rodarlas... toda una historia de excesos para rodar una película que refleja, aunque sea sin quererlo, la crueldad de lo humano, precisamente a través de las supuestas grabaciones de un grupo de salvajes que se mete en el Amazonas para rodar la vida de las tribus caníbales que finalmente acabarán con ellos, pero no por barbarismo, sino por hacerles pagar las consecuencias de sus actos.
Falso documental, original en cuanto a lo que se había hecho respecto a cine de terror comercial, disiento de las opiniones que he podido leer en la red mientras buscaba información. Y es que yo creo en la coherencia, aunque a veces no la practique. Si Deodato pretendía hacer una crítica a la sociedad, sobra casi todo el tremendo, sangriento y desagradable metraje, no era necesario, y da idea de que el mayor salvaje era él mismo. Si lo que quería, sin embargo, era hacer un gore de cierta calidad, enhorabuena, lo consiguió de todas todas.

P.D.: Como podrán ver por las imágenes expuestas, esta película no es apta, en ningún modo, para estómagos mínimamente sensibles. Yo aviso.


sábado, 13 de septiembre de 2008

Bienvenido Mr. Marshall

Bienvenido Mr. Marshall (Luis García Berlanga, 1952)


Escrita por Juan Antonio Bardem, el propio Berlanga y Miguel Mihura, el cómo esta película pasó el aro de la censura, que sólo quitó una escena de una bandera yanqui hundiéndose en una acequia, es algo que nadie podrá explicar. Porque el guión es demoledor, contra el "amigo americano", contra la sociedad hispana, contra el costumbrismo... y contra todo lo que se publicitaba de este país y la ayuda "desinteresada" de los americanos en general.
La voz de Fernando Rey en off es la que nos cuenta la historia de la preparación del pueblo de Villar del Río para dar la bienvenida al Plan Marshall, esa inyección económica planeada por el gobierno de EEUU para "ayudar" a la Europa mermada tras la Segunda Guerra Mundial, y que se trataba de un intento de reactivar la economía mundial en beneficio propio. Las calles se engalanan, contratan a Lolita Sevilla y el grandísimo Pepe Isbert, en función de alcalde, es el encargado de dirigir a su pueblo en esa misión. Todo ello guiado por las falsas promesas que ese plan prometía, y que se lleva de golpe todas las esperanzas de los habitantes de este pequeño pueblo castellano, esperanzas que Rey nos va contando y nosotros disfrutando en forma de ensoñaciones oníricas. Esperanzas que mueren con la llegada (e ida inmediata) de los americanos del pueblo, un fugaz paso en coche que deja un mal sabor de boca, y deja claro a los componentes de la bienvenida que eso es lo que van a a ver del dinero yanqui. Claro que hay gente que saca provecho de todo, como el personaje de Manolo Morán.
En esa tradición tan española de lo esperpéntico, tradición que se está perdiendo a marchas forzadas, lo que podría dar un dramón importante, sirve a sus guionistas para hacer una deliciosa comedia amarga que no deja títere con cabeza. Esta es de esas películas de la que todos hemos visto escenas en todas partes, pero es que son memorables: el personaje de Lolita Sevilla, folclórica a la que ridiculizan sin piedad (lo único que dice en todo el metraje es "¡Arza!" "¡Ozú!" y "¡Digo!"), el alcalde dando ese discurso que no termina nunca en el balcón del ayuntamiento, las ensoñaciones de todos ellos, con Pepe Isbert metido en la piel de un vaquero del far west...


Pero independientemente de las escenas en particular, la película entera tiene otro tono. Un tono mucho más amargo, mucho más triste, mucho menos condescendiente con la historia que les ha tocado vivir, como Plácido, como Los jueves, milagro, como toda la filmografía de su director, la de Fernán Gómez... y tantos otros en una tradición hispánica que se ha ido perdiendo (quizá el último en cultivarla fuera el primer Almodóvar o las primeras de Albaladejo, aunque a mucha distancia) para desgracia del cine español, que era mucho más interesante entonces (y sacaba mucho mejores resultados en taquilla, por otra parte). Y es que por lo visto a los cineastas de este país les parece que ya somos de las "grandes potencias económicas" y que, por lo tanto, no hay pueblos de estos que se retratan, con promesas que no llegan... que se den un paseo por las castillas, por ejemplo.
Y para terminar no me resisto a poner el video de esa gran canción que es Americanos, ejemplificador de todo lo que hemos dicho de la película. Tiene versiones posteriores mucho más reivindicativas, pero el sarcasmo de esta, incluida la música de verbena, no la ha conseguido superar nadie.


jueves, 11 de septiembre de 2008

Destrozando a... Chambao

Chambao.


En algún momento iban a tener que caer, y una referencia a ellos (o ella) que hizo Justo la semana pasada en un comentario me ha decidido, por más que me pueda quedar sin algún amigo.
Culmen del buenrollismo patrio, elevado a los altares por todos esos simples que entienden que la vida se desarrolla en base a discusiones filosóficas tipo “¿me voy de vacaciones a Ibiza o al Festival de Benicassim?” y herederos directos del post-hippismo trasnochado y el consecuente hedonismo mal entendido en que basan su atractivo turístico los dos lugares arriba indicados, Chambao sacó un primer disco (creo que entonces eran tres los componentes) que resultó más o menos original en su mezcla de chill-out (esa especie de electrónica light supuestamente relajante) y ¿flamenco?, con el que perpetraron canciones pegadizas (donde pegadizas=viscosas) en el que dejaban claro esa filosofía de vida en letras que podrían haber conformado parte de cualquier best-seller de autoayuda para lelos. Siguieron camino haciendo las mismas canciones, exactamente las mismas, en discos posteriores, y se convirtieron en ídolos de seudohippies con ansias de levitación, que era lo que se pretendía, mientras el grupo se iba desmembrando.
He ahí que a su cantante, la Mari (de Chambao, sin apellido parece que no cuela) le detectaron un cáncer de mama que salió hasta en los telediarios, y que sirvió para dar una publicidad inusitada al grupo y para que muchos amantes de los cuarenta criminales se dieran cuenta de que hay más formas de hacer ¿música? que El canto del loco y aprovecharan para encumbrarlos como si fueran buenos. La Mari (de Chambao), que ya se había quedado sola, aprovechó los efectos secundarios de la quimioterapia para colocarse un pañuelo en la cabeza y colaborar con todo el mundo, incluido un “sin cables” en la Mtv con Ricky Martin (dios, y empezaron con Nirvana y con Björk... cuán bajo han caído) en una canción romanticona estúpida que hemos tenido que oír hasta en la sopa. Y los de la asociación contra el cáncer en vez de denunciarla por oportunista, darán vítores, si lo veo yo...
La Mari (de Chambao) ahora se ha quedado sola. Porque Chambao, como era intuíble, es ella. Pero no es casualidad, la Mari (de Chambao) es una especie de mantis religiosa que ha ido devorando vía relaciones amorosas a sus compañeros uno detrás de otro, para quedar como la diva que siempre quiso ser. Y es que hay muchas formas de que se manifieste la histeria, si no te puedes convertir en glamourosa, hazte neo-hippie (o hippie-piji, que al fin y al cabo es lo mismo), empieza a hablar como si lanzaras mensajes, pero que todo lo que digas esté desprovisto de profundidad e intensidad, y todo el resto de subdesarrollados mentales te harán los coros. A ver si hay suerte y, en un ataque de gula, se come la cabeza a sí misma para no tener que seguir soportándola en las radios.


miércoles, 10 de septiembre de 2008

Lily, la tigresa

Lily la tigresa (Woody Allen, 1966)

A Woody Allen lo llaman de Hollywood para que dirija una superproducción de acción. En lugar de eso, coge una película japonesa de un agente inspirado en James Bond, unos actores de doblaje e improvisa un guión para convertirla en una comedia. Hecho esto concede una entrevista para contarlo y exponerle al periodista que le entrevista el film, para que de paso lo veamos los espectadores. Y ahí tenemos esta película.
Lily la tigresa es una especie de experimento, con el que Allen debuta tras las cámaras. Transforma una película de acción supuestamente seria, aunque sólo hay que echar un vistazo a las imágenes para darse cuenta que era más mala que la quina, en una comedia absurda en la que un agente secreto, acompañado de unas japonesas guapas, tiene que ir buscando la receta de unos huevos en ensalada que un malvado guarda como oro en paño, y que permitirá a un país inexistente el que le hagan un hueco para figurar en el mapamundi. La película en la que se basa parece infausta, pero el resultado del montaje (las apariciones de Allen y alguna otra sorpresa) y el guión propio de la primera época de su autor, absurdo pero con paisajes conocidos (rabinos, psicoanalistas, sexo...) merece la pena y resulta francamente divertido, aunque solo sea como curiosidad.

martes, 9 de septiembre de 2008

Johnny cogió su fusil

Johnny cogió su fusil (Dalton Trumbo, 1971)


Esta es una de esas películas que hay que ver. Quizá no tanto por la calidad fílmica, discutible, sino por el contenido que posee. Y es que el cine, como cualquier otro tipo de arte, se beneficia del mensaje, por más que haya muchos que crean que no hay razón para que haya nada más que entretenimiento... pero eso es otro tema.
Johnny cogió su fusil se interpretó como un canto antimilitarista, y sólo eso. En realidad es bastante más. Basada en una novela que había publicado su director en 1939, esta película es un canto al humanismo y a la dignidad humana, a través de la historia de un chico al que envían a la guerra quedando mutilado de forma catastrófica. En flash-backs se nos muestra la vida anterior del protagonista, su relación con una mujer a la que no verá más. Pero lo fundamental de la trama no son esos flash-backs, lo fundamental es la historia del hombre post-mutilación, y de su terrible sufrimiento. Asistimos al descubrimiento de su nuevo cuerpo con él en una habitación donde se desarrolla el noventa por ciento del metraje. Cómo se da cuenta de que está ciego, de que no tiene brazos, de que no tiene piernas, de que ha perdido la cara... y de cómo se ha convertido en un rastrojo de lo que un ser humano debe ser, y de cómo ruega un final digno para lo que es ahora, final que los médicos y los militares no están dispuestos a brindarle por amor a no sabemos qué altos fines.
Dificilísima, claustrofóbica, dura y conmovedora hasta la repugnancia en ocasiones, la historia de este hombre nos enfrenta con la miseria de nuestra sociedad y nos muetra cómo la esencia de lo humano queda relegada en favor de otros supuestos mucho más importantes para la posteridad. Es cierto que quizá no tenga toda la calidad esperable, pero el mensaje es necesario. Desafortunadamente va a seguir siendo necesario.


domingo, 7 de septiembre de 2008

¿Qué he hecho yo para merecer esto?

¿Qué he hecho yo para merecer esto? (Pedro Almodóvar, 1984)


Esta es, con mucho, mi película favorita de Almodóvar. ¿Que no es la mejor?, bueno... si ustedes lo dicen, no seré yo quien lleve la contraria, pero a mi me gusta más que todo lo que hace de unos años a esta parte, por muy bien hechas que estén y muchos temas sociales que traten. Creo que es mucho más profunda esta reflexión sobre un determinado sector de la sociedad, realizada a principios de los ochenta, que todos esas referencias a los transplantes... que hace ahora.
¿Qué he hecho yo para merecer esto? es una película de detalles. Aparentemente es un melodrama acerca de la historia de una mujer de clase baja con una familia desastrosa y cuyas mejores amigas son una puta vecina suya y una niña que cree tener poderes. Si nos paramos un poco más nos podemos dar cuenta de que lo que Almodóvar, casi sin pretenderlo, nos ofrece es todo un retrato de miserias humanas en torno a unos personajes infelices y desgraciados que no han tenido suerte en la vida y que no parece que la vayan a tener.

Desde esa ama de casa (una inconmensurable Carmen Maura) con un hijo camello, otro hijo chapero, un marido enamorado de una antigua estrella alemana de la que fue chófer (estupendo Ángel de Andrés López) y una suegra insoportable (Chus Lampreave haciendo de ella misma, como siempre), hasta su vecina puta (nunca Verónica Forqué estuvo más divertida), su otra vecina (Kiti Mánver), abandonada y madre de una niña con poderes paranormales, el policía que intenta tirarse a la Maura al inicio de la película y que resulta ser impotente, Gonzalo Suárez en busca de fama, la artista alemana cuya fama se esfumó y que ahora pasa sus días de intento de suicidio en intento de suicidio... parajes de desolación de donde Almodóvar consigue sacar risas sin necesidad de ridiculizarlos, porque todos y cada uno de los personajes de esta película son dignos de cariño. Almodóvar se lo tiene y muestra momentos de humor espléndidos que logran suavizar la visión de lo que, de otra manera, podría ser insoportable. Aunque sea en base a detalles. Siempre recuerdo, y me parece una obra de genialidad la escena en la que Chus Lampreave, mientras se harta de magdalenas, le pide a Carmen Maura que no le grite "que se me sube el azúcar". Por ejemplo.


Esta es una película de inflexión en la carrera de Almodóvar. Antes de realizar Matador y posteriormente a Entre tinieblas, supuestamente su primera película "seria", ¿Qué he hecho yo para merecer esto? tiene más en cuanto a planificación y frescura de sus primeras películas, ya que es verdad que a veces no es más que una sucesión de esketches, pero ya comienza a intentar decir algo y no sólo causar divertimento. Es en esa mezcla donde reside lo grande de esta película, o al menos lo que a mi me parece grande, de forma más sencilla que en sus últimas obras, en que parece estar demasiado empeñado en hacer "grandes películas", cuando, precisamente, esa sencillez y el dejarse llevar por su intuición y su ideario es lo que convierte esta película en eso, en algo grande. Nunca ha conseguido hacer nada igual, desafortunadamente.

sábado, 6 de septiembre de 2008

The universal

The Universal (The Great Escape, Blur, 1995)

El resurgimiento del Brit Pop en los noventa dio a conocer a bastantes bandas, unas mejores que otras. E incluso en discos menores de buenos grupos, como este The great escape que no daba para más, había maravillas (o al menos así me parece) como este The Universal. Claro que lo que no tengo claro es si prefiero la canción o el video-clip, basado levemente en La naranja mecánica, que muestra un mundo surreal donde Albarn y los suyos se mueven como peces en el agua junto al resto de participantes, y que combina magníficamente bien con su preciosa letra.



"This is the next century,
the Universal is free,
you can find it anywhere,
yes, the future has been sold.
Every night we are gone
and to kareokee songs,
we like to sing along
although the words are wrong.
It really, really really could happen
It really, really, really could happen,
when the days seem to fall straight through you
just let them go.
No one here is alone,
satellites in every home,
the Universal is here
here for everyone.
Every paper that you read
says tomorrow is your lucky day
well, here's your lucky day.
It really, really, really could happen
It really, really, really could happen,
when the days seems to fall straight through you
just let them go."

Lo mismo mañana es nuestro día de suerte.

P.D.: estoy pensando que lo mismo mi fascinación por esta canción y este video también se puede deber al leve hecho de que fueron los responsables de uno de mis enamoramientos más duraderos y apasionados. Y es que Damon Albarn con esa cara de perturbado ha seguido pudiendo conmigo hasta unas fotos recientes, al darme cuenta de que ha envejecido muy mal.


jueves, 4 de septiembre de 2008

Destrozando a... Titanic

Titanic (James Cameron, 1997)


Nota aclaratoria: Haciendo repaso me he dado cuenta de que últimamente, y quizá desde el inicio de este blog, he hablado demasiado bien de casi todo, más si cabe teniendo en cuenta cómo hablo normalmente. Como lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible, volveré a los orígenes de lo que quería ser este blog pero nunca fue, así que comenzaré a escupir mala baba aunque sea sólo de vez en cuando.
Dado que los jueves, otrora el día que más visitas recibía este blog, han pasado a ser de los menos visitados, y sin ánimo de competir con Josito, que hoy comienza nueva temporada, intentaré relanzarlos mediante la inclusión de una sección, Destrozando a... donde intentaré dar opiniones razonables sobre bazofias que otros adoran. Evidentemente considero que todos los visitantes de este blog son culturetas ilustres, mucho más que yo, con
lo que no espero levantar polémica, pero si descargarme yo a ver si baja el número de reclamaciones que me ponen en el trabajo.

En fin, que hoy comenzaremos por una de las películas más enormemente sobrevaloradas por la población general, por la academia de cine americana (que le dio 11 premios de esos que tienen copyright) y por un sector de la crítica en particular, de los últimos... ¿ciento quince años?
Titanic es una estupidez. No creo que nadie se sorprenda de esta afirmación. El problema es que hubo mucha gente que creyó todo lo contrario, y algunos todavía lo
creen, incluido su director, James Cameron, director que antes de esto realizaba divertidas y aneuronales películas de acción. El caso es que tras realizar esta, debió creerse que había realizado la continuación natural de El séptimo sello o algo, según se intuía en su momento por la forma en que aceptaba las malas críticas, cosa que se vio reforzada por todos los premios aquellos de la academia y que acabó con Cameron haciendo documentales buscando la tumba de Jesucristo.
Pues bien, a pesar de Cameron, Titanic no es más que Terminator con una supuesta historia de amor que es igual, exactamente igual, que todas las historias de amor de todas las películas ñoñas yanquis. Lo único que puede salvar a Titanic es que por lo menos resulta entretenida. El resto es puro artificio hecho para que la gente llore.
Y si no, veamos la historia: dos seres humanos heterosexuales que se enamoran pero su amor es imposible (por diferencia de clases, económicas, por motivos laborales, por...), que se dicen muchas cosas de esas que salen en los poemas de los SMS, que no se plantean nada más allá de cómo van a vivir con el dinero que tienen, un malo egocéntrico y torpe, novio de la muchacha de la pareja de seres humanos heterosexuales y, por tanto, terriblemente odioso, gente que de mucha pena (llámense mujeres, niños, ancianos y enamorados) muriendo de forma trágica, un par de tiros... y eah, ya tenemos blockbuster del año.


El por qué del éxito de esta película se basa, como se puede ver en el resumen efectuado en las líneas anteriores, en lo mismo en lo que se basan la mitad de las películas de Sandra Bullock. El que haya gente que crea que esto es una gran película, y me refiero a gente entendida, resulta bastante más enigmático. Y lo mismo ahora se arrepienten y lo niegan, pero yo he visto críticas que le ponían 5 estrellas (sobre 5) a una película de entretenimiento con supuesto mensaje bobalicón y superficial por parte de sesudos críticos cinematográficos que se atreven a atacar películas sencillas pero a todas luces mucho más adultas.
Y ya si nos ponemos a de criticar, lo que dijimos muchos en su momento: la línea del ojo de Billy Zane (y su peluquín) no tienen nada que envidiarle a los de cualquier drag que se precie; ¿cómo podía salvar a la Winslet el señor diCaprio si ella pesaba el doble que él?; etc., etc., etc.
En fin, que lo que no da para más, no da para más. Y por más que queramos sigue sin darlo. Claro que yo no la he vuelto a ver. Otras tres horas de tonterías no las soportaría.


miércoles, 3 de septiembre de 2008

Seguiré caminando

Seguiré caminando (Amparanoia, 2008)
Decir adiós es duro. Tan duro que a Amparo Sánchez le costó año y medio desde la celebración de su último concierto en 2006 hasta la publicación de este album de despedida en 2008, decir adiós a un proyecto en el que invirtió mucho tiempo y muchas energías. Amparanoia es un grupo que se debe a su líder, una granaína que quiso hacer música explorando otras músicas del mundo y que, si bien los resultados no fueron todo lo apasionantes que podrían haber sido, a ella le salió bien. Hace no mucho, en uno de los capítulos de la nueva temporada de Muchachada Nui hacían escarnio con ella y con Manu Chao por aquello de intentar ser los más progres del lugar esforzándose por ser raros y por indagar nuevos parajes cuando quedaban a medio camino de profundizar en lo realizado, pero a pesar de ello, Amparo despierta simpatías. Y esta recopilación de ¿hits?, sus canciones más conocidas cantadas en directo, da una idea de los motivos. El tono de todas las canciones de Amparanoia es jovial, aunque esté haciendo denuncia. Es ese tipo de canciones de autor que promueven la diversión y el saber estar en la vida (que no es lo mismo que el saber estar en la sociedad) que no puede nada más que causar simpatías porque no arremete contra nadie de forma explícita. De forma implícita casi que tampoco, todo se basa en hacerse adalid de la defensa de los derechos humanos y, sobre todo, de la mujer en el mundo. Y a nadie resulta incómodo este mensaje. Canciones bailables y festeras con letras asequibles pero resultonas llenan una carrera que querría haber ido más allá de donde llegó, aunque no sabemos por qué no pudo conseguirlo. Lo más llamativo de este disco, no obstante, no tiene que ver con el CD principal, sino con el de remixes y caras B, no sólo acertado, sino con canciones que en versiones chill-house ganan bastante. Lo que da también una idea de que la formación pretendió haber conseguido lo que pretendían, pero no era así. Yo los conocí joven, cuando publicaron un disco más divertido que otra cosa, El poder de Machín, que pregonaba el Buen rollito como norma. Por aquellos entonces yo era joven y los añadí a mi educación sentimental postadolescencia. Luego los abandoné precisamente por lo pretencioso que me resultaba el mensaje, pero al volver a escucharlos, la esencia de lo que me gustó en su momento sigue ahí. Amparanoia nació suavemente, se fue metiendo en nuestros oídos como quien no quiere la cosa, y, sin terminar de haber cuajado todavía, se va dejándonos a los que los conocimos en épocas menos frías una cierta sensación de desamparo, de que algo que formó parte de nosotros en otros tiempos se nos muere. Y eso a pesar de no haber llegado a ser extraordinarios en lo musical. Esa es otra forma de ser grandes.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Dexter

Dexter (Fox y Cuatro)


Había escuchado hablar de ella, y la temática me resultaba atrayente. Pero hasta hace unos días sólo había visto algún trozo perdido que me había encontrado por ahí. Pero unos cuantos días de asueto han servido para poder engancharme a esta interesantísima serie.
Basada, según he leído, brevemente en el personaje de unas novelas, Dexter, ese supuesto psicópata asesino de tintes justicieros, en realidad no lo e
s tanto. Lo cierto es que Dexter es un incapaz emocional. Se queja de no sentir, aunque sin embargo siente. Siente que no puede sentir como los demás. Es emocionalmente inexperto y anempático. Y todo ello lo intenta controlar. Tanto que ello le provoca ira, y su ira sólo se manifiesta matando. La muerte como búsqueda de sentido y como búsqueda de sentimiento. En forma ritualista y metódica, tan metódica que nunca deja huella, y sabe cómo hacerlo, porque en lo profesional se dedica a eso. Al fin y al cabo es forense de la policía.
En estos días he visto las dos primeras temporadas, aparentemente separadas por distintas intrigas pero, en realidad, interconectadas entre ellas por un mismo sentido: la persecución que sufre Dexter por uno de sus compañeros de trabajo, ese que conseguirá que finalmente Dexter se plantee entregarse y hacerse responsable de sus crímenes. Esos crímenes por los que, en algún momento, siente remordimientos y hasta algo parecido a la culpa, a pesar de que sea en base a los problemas que pueda causarles a sus seres queridos, esos a los que quiera aunque no se de cuenta.


La serie mezcla intriga con algo de acción y, lo que es más importante, ciertos toques de humor que no le van nada mal, por más que las historias paralelas, sobre todo las historias afectivas de su hermana, resulten prescindibles e incluso incoherentes con la trama principal. Hay quizá demasiados personajes y no todos son tan buenos actores como podría esperarse, pero aun así merece la pena. Michael C. Hall, además, realiza una composición estupenda del difícil Dexter, aunque demasiado parecido a su magnífico David, de A dos metros bajo tierra (serie de la que tendría que hablar en algún momento), otro que podría pasar por psicópata, aunque se parecía más a un obsesivo. El resto tienen momentos, aunque no le llegan a la suela de los zapatos. Claro que es el mismo personaje de siempre... eso sí, que atractivo resulta en ese papel.