Cuando de la Iglesia hacía buenas películas, y no Los crímenes de Oxford, era estupendo. Tras el éxito cosechado por la espléndida El día de la bestia (otra película a incluir en este blog), en un arrebato megaloide propio de los más grandes, de la Iglesia compró los derechos de la novela homónima de Barry Gifford (que este mismo año era adaptado por Lynch para Carretera perdida, ¿casualidad?), contrató a Rosie Pérez (que entonces era alguien, no mucho, pero alguien), se fue a yanquilandia, y realizó una película eminentemente romántica, aunque no lo parezca.
La historia es la de unos delincuentes, esa Perdita Durango (Rosie Pérez), y Romeo Dolorosa (interpretado, y a veces sobreinterpretado por Javier Bardem) que se dedican al tráfico de fetos humanos para la elaboración de cosméticos. Todo ello mientras secuestran a unos niños de papá (tan rubios, tan blancos, tan americanos... qué monos) y son perseguidos por millones de gentes por medio del desierto, mientras se suceden atropellos y otras escenas de humor negro, negrísimo, muy de agradecer. Recuerdo, cuando fui al cine, que me encontré con un compañero de clase que me caía un tanto mal, y que nos dijo que iba a ver "Face off" (Cara a cara, de John Woo) porque prefería la acción. Nuestra contestación, en tono evidentemente irónico fue: "La nuestra seguro que es más tranquilita". Aparte de la calidad fílmica, no nos equivocávamos. Disparos, sangre, sudor y lágrimas, conforman la mayor parte del metraje, que, metralla aparte, cuenta la historia de amor entre Perdita y Romeo, una historia que se sale del romanticismo general para entrar de lleno en parajes sórdidos, pero tiene su mayor exponente en esa espléndida escena final, donde Perdita llora la pérdida de Romeo mientras va paseando por esa zona que tanto sale en las películas, creo que es en Las Vegas, donde hay una especie de techo lleno de neones. Al recordarla todavía se me ponen los vellos de punta.
La historia es la de unos delincuentes, esa Perdita Durango (Rosie Pérez), y Romeo Dolorosa (interpretado, y a veces sobreinterpretado por Javier Bardem) que se dedican al tráfico de fetos humanos para la elaboración de cosméticos. Todo ello mientras secuestran a unos niños de papá (tan rubios, tan blancos, tan americanos... qué monos) y son perseguidos por millones de gentes por medio del desierto, mientras se suceden atropellos y otras escenas de humor negro, negrísimo, muy de agradecer. Recuerdo, cuando fui al cine, que me encontré con un compañero de clase que me caía un tanto mal, y que nos dijo que iba a ver "Face off" (Cara a cara, de John Woo) porque prefería la acción. Nuestra contestación, en tono evidentemente irónico fue: "La nuestra seguro que es más tranquilita". Aparte de la calidad fílmica, no nos equivocávamos. Disparos, sangre, sudor y lágrimas, conforman la mayor parte del metraje, que, metralla aparte, cuenta la historia de amor entre Perdita y Romeo, una historia que se sale del romanticismo general para entrar de lleno en parajes sórdidos, pero tiene su mayor exponente en esa espléndida escena final, donde Perdita llora la pérdida de Romeo mientras va paseando por esa zona que tanto sale en las películas, creo que es en Las Vegas, donde hay una especie de techo lleno de neones. Al recordarla todavía se me ponen los vellos de punta.
7 comentarios:
Lo que me deja alobado y con los huevos colgando es lo in-com-pren-di-dí-si-ma que fue en su día (al igual que Corazón Salvaje, por otra parte)
Pues eso mismo. Como nadie entendió Muertos de risa, de este mismo director, por ejemplo. Yo ya cuando la vi pensé que era una gran película. Gracias por pasarte. Serás bienvenido cuando quieras volver.
Igualmente. Aunque es mi deber advertirte que en los círculos blogueros se considera una lacra tenerme como comentarista!!
¡Cuántas cosas has escrito desde la última vez que vine!
Y muchas me interesan, así es que te dejaré unos cuantos comments.
Hace poco más de un mes estuvo Barry Gifford en Madrid, yo fui a verle a la Filmoteca, donde se reestrenó la gran "Carretera perdida". Dijo que le gustó la adaptación de "Perdita Durango", aunque Álex la enfocó desde un prisma más de acción de lo que él había concebido.
Un abrazo
Sangre y besos: Yo siempre fui de los lacrados. Sus comentarios no harán sino confirmar lo que siempre supe. Déjelos cuando quiera, desee, pueda y sus compromisos se lo permitan. Le estaré eternamente agradecido.
Justo: Siempre envidié la vida cultural de las grandes ciudades, pero reconozco que en Madrid no podría vivir, y cuando voy, me dedico a ir a la fnac y de copas, porque puestos a aprovechar el tiempo... pero me hubiera haber podido escuchar a Gifford. Sólo conozco adaptaciones suyas al cine, y no me acuerdo de él cuando voy a comprar libros.
Encantado de volver a verte por estas lindes, y ya te digo que tengo unos cuantos post más preparados, para cuando me vaya de vacaciones (lo que tiene la publicación programada del blogger, hay que ver cómo es).
Un saludo
Rfp, con tu entrada he retcordado un poco más Perdita Durango porque la tenía bastante olvidada... A ver si la vuelvo a ver... algún año de éstos... Pero sí, estoy contigo, Alex de la Iglesia hacía películas geniales como... La Comunidad. Pero quien tiene talento seguro que lo retiene por algún lado, y antes o después lo volverá a mostrar, no lo dudes.
Este mes hago un repaso a de la Iglesia, incluida La comunidad. De Los crímenes de Oxford (película que todavía no se si le gustó a alguien) ya despotriqué hace unos meses. Estoy contigo.
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