viernes, 21 de agosto de 2009

Como casarse con un millonario

Cómo casarse con un millonario (Jean Negulesco, 1953)


En la época muda la música venía de fuera de la película, a modo de orquesta que interpretaba una partitura que no necesariamente tenía que coincidir en cada representación. Con el sonoro llegaron las bandas sonoras que acompañaban a la película desde dentro, y en un paso más allá, las películas donde las canciones formaban parte de la trama. Y en 1953 Jean Negulesco terminó de rizar el rizo (también advierto: desconozco si fue el primero) y descompuso la banda sonora para mostrarnos a la orquesta tocándola al inicio de How to marry a millionaire, incluso antes de los créditos, a modo de coreografía estrictamente milimetrada. Independientemente de la belleza formal de la misma, en unos pocos planos y en base sólo a esa escena Negulesco advierte ya de la irrealidad del resto de su relato, aunque es sólo el principio.
Quintaesencia de la comedia romántica de los cincuenta, estéticamente impecable y decididamente kitsch, Negulescu demuestra su pasado como pintor filmando fotogramas bellísimos, cromáticamente impolutos y marcadamente teatrales. Planos ideales de las localizaciones donde se desarrolla la película, glamour a raudales y una historia de amor con final feliz sirven sin embargo para negar la existencia de lo que en ello se nos retrata.


Como ya dije antes Negulescu se afana en hacer una película bella, en unos decorados preciosistas, en unos recorridos amorosos perfectos... tan perfectos que parece que quiere que nos demos cuenta de que todo es mentira, que igual que la premisa del engaño que une a Grable, Monroe y Bacall, la vida no es de color de rosa y no todo se soluciona con aspiraciones vagas, que hay mucho más que conseguir la fortuna (ya sea económica o emocionalmente).
Que a pesar de este (consciente o no) mensaje la película resulta terriblemente naïf y bobalicona... pues a lo mejor si, pero a mi el final me sigue pareciendo divertidísimo.


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