jueves, 24 de febrero de 2011

A petición popular: Destrozando a... Nawja Nimri

Nawya Nimri (A petición popular porque yo no tengo nada malo que decir de esta...¿a qué habíamos dicho que se dedicaba?)



No quiero dar las conclusiones demasiado pronto, pero recapacitemos. ¿En que país del mundo con una industria cinematográfica inexistente y un panorama musical desolador, una señora que no tiene voz y no sabe actuar llevaría hechos diez discos y veintiocho películas en quince años? Pues en uno de pandereta, como el nuestro.
Reconoceré, porque lo hago y porque los tengo, que por más que se dedique a copiar a Björk en su versión más comercial, alguno de sus discos son más que salvables, aunque personalmente prefiero darle el mérito a Carlos Jean. Pero no seré hipócrita (ya digo que mi colección de cedeses me delataría) y asumo que algunas de sus propuestas musicales se salen de la mediocridad imperante en los cantantes españoles, sin ser ella nada de eso, porque a pesar de no tener voz, para hacer lo que ella hace, tampoco la necesita.
Pero el tema de la actuación ya es otro cantar...
Estar casada con un director de cine abre muchas puertas. Si es un director que se puede apuntar a una moda (en el caso de Calparsolo o Calparsoro o como se escriba, que nadie se pone de acuerdo, el de la hornada de nuevos directores vascos) dará para hacer una película inicial con cierto interés y otras cuantas que pasarán sin pena ni gloria (ya dije hace tiempo que a mi me gustó Asfalto, pero hasta en eso soy raro) y donde su esposa se podría dedicar a hacer lo que hace siempre: susurrar y poner cara de espantada sin saber entonar el texto y sin que los demás seamos conscientes de los motivos de sus impostadas angustias.
Amenábar la contrató para la infumable Abre los ojos (que ya se que tiene muchos frans, entre los que no me encuentro, como ya expliqué aquí) para hacer, como dicen Jordi Costa y Darío Adanti en la estupenda "Mis problemas con Amenábar" (a reivindicar uno de estos días) de "femme fatale" cuando ya ella es "fatal", creando así un monstruo que, como todo lo que viene del niño mimado del cine español, se creyó bueno (aunque está peor que Penélope, que ya es decir).
Para acabar de rematar la faena llegó un Medem en franca decadencia, pero que gracias al éxito mediático de Los amantes del Círculo Polar, consiguió que la susurradora se hiciera con un nombre y, en base a esa misma incapacidad fonatoria, se convirtiera en una especie de icono para directores más preocupados de la presencia que del cine.
Y Medem la siguió llamando, Salazar (que todavía está por hacer una película decente por más que en mundo gay patrio Piedras, donde hasta la gran Vicky Peña está espantosa, sea considerada una cuasi-obra maestra) la subió a los altares y a La Fura dels Baus se les acabó de ir la pinza llamándola para su versión de Fausto.
Total, que quince años después de que saltara al vacío sin desnuncarse, continúa sin saber dicción, sin que se la escuche cuando habla, y sin ser capaz de expresar nada que no tenga que ver con sus (preciosos, porque ahí está el secreto de su éxito) ojos mirando a la lejanía.
Eso sí, ella va de diva progre y de artista polifacética, y como la Etxebarría, tiene a su grupo de acólitos jadeándola. Lo único que explicaría que se le de el calificativo de actriz sería una enfermedad neurológica degenerativa. Y si fuera así... retiro todo lo dicho y ella que se retire a descansar por su bien y el de los demás.


martes, 22 de febrero de 2011

Toy Story 3

Toy Story 3 (Lee Unkrich, 2010)


Aunque detrás del proyecto, en la producción concretamente, está John Lasseter, que ya filmó las dos anteriores.
Traemos aquí la mejor película de 2010 (lo es sin duda alguna, no hace falta haber visto el resto) porque lo merece, porque este domingo no se va a llevar el premio del copyright ya que en Hollywood no hay justicia, y porque celebraré recordándola (
a ella y a todo lo que me hizo llorar) que llevamos ya ochocientos post en este site, cada vez más abandonado dada mi desidia y mi última adicción al despelleje tuitero.
En fin, que Toy Story se ha convertido durante todo su recorrido en posiblemente la mejor saga fílmica de la historia, abordando bajo una falsa apariencia infantil temas tan importantes como el nacimiento, el crecimiento, la adultez y la senectud. E incluso el camino a la muerte y la desaparición, tan presentes en esta tercera parte.
Pixar lleva años demostrando que se puede hacer cine de entretenimiento emocionante y con alma (y, como siempre, a Wall-E me remito) y más allá del per
iplo vital de Andy (que casi es una anécdota), vuelve a los personajes que más han hecho por el estudio (y por la Disney, claro) para rodar una película sobre la más irreversible de las pérdidas, la final que, incluso, y esa es la esperanza que nos queda, puede ser elegida y digna.


Bajo el mismo cuento lleno de personajes entrañables y divertidísimos, con malos perversos y engañosos como en ningún otro, nuestros héroes vivirán todo tipo de aventuras que permiten, porque para eso es para lo que sirve un buen guión, el desarrollo de la historia de una familia, la de los juguetes, que parecen querer permanecer unidos en la salud, en la enfermedad y hasta que la muerte les separe.
Francamente bella, Toy Story 3 es el perfecto cierre para una historia que yo empecé a ver cuando dejaba la adolescencia y que no hace otra cosa que mejorar con los años, aunque sea por las comparaciones.
"Hay un amigo en mi, hay un amigo en mi..." Versión Gipsy Kings, eso sí...



lunes, 21 de febrero de 2011

Los Tudor

Los Tudor (Showtime)


Ante la idea que tienen las productoras españolas de que lo que ellos hacen es ficción televisiva de calidad, dejaré claro que lo mismo un día de estos hablo de El barco. Será un jueves.
Mientras tanto nos vamos a países donde si se toman en serio sus producciones aunque, en el caso que nos ocupa, la calidad sea más un espejismo estético que c
ualquier otra cosa.
Para empezar, pongamos una imagen de lo que, ante todo, puede justificar el visionado completo de esta serie:


Efectivamente, es Cavill, el gran Cavill, que aparte de ser un estupendo actor, contenido pero potente como nunca hubo salido ninguno del Actor's Studio, es guapo a rabiar.
Porque básicamente de eso se trata The Tudors, de hacernos bello el inicio de una de las épocas más terribles de la historia europea en general e inglesa en particular, las guerras de religiones.
La dinastía Tudor y sus personajes permanecen en la mente de todos los que alguna vez estudiamos Historia por anécdotas en las que los guionistas de
la serie, sin embargo, centran toda su atención, olvidándose del rigor histórico más allá del forzar fechas para que Tomás Moro sea decapitado el día que le tocaba.
Aunque en realidad da lo mismo, porque The Tudors de lo que menos va es de historia. La serie es una larguísima recreación de intrigas palaciegas de esas que azotaban todas las cortes europeas, queriendo que fueran las que se desarrollaron durante el reinado de Enrique VIII y favorecidas por su líbido y su deseo de que le parieran un heredero varón.
Y a pesar de querer pretender ser un homenaje al desarrollo del anglicanismo y a su primer representante, nos presentan a Enrique, el supuesto héroe, como un cantamañanas salido y caprichoso que se cree bajado del cielo y no puede tolerar la m
ás mínima afrenta, cambiando de opinión y cortando cabezas cual Reína de Corazones al descubrir que en el jardín se habían plantado rosas blancas.
Y vamos acompañándolo en sus desamores con Catalina de Aragón, en su affair con Ana Bolena (en modo arpía), su posterior enamoramiento por Juana Seymour (yo es que los nombres me los aprendí en el colegio así)... hasta su muerte, poco heroica, solo en su castillo.


Irregular, en todo caso, sólo la primera parte de la vida de Enrique, especialmente la segunda temporada, consigue emocionar y merece un buen repaso, pudiendo haber copado la mayor parte del tiempo con lo que nos hubiéramos ahorrado una tercera y una cuarta temporada tediosas y repetitivas, cuyo único sentido era el desenlace conocido y donde hasta los despelotes parecían escasear.
Personajes que aparecían y desaparecían, tramas incompletas, estereotipaciones, personajes desaprovechados (la futura Isabel, la gran reina del periodo, y su deseo de permanecer lejos de los hombres habrían dado mucha más emoción que los devaneos del monarca)...
Ni siquiera el capítulo final, facilón e infantiloide, salvó lo que hacía diez capítulos había perdido el norte.
En fin, que estoy escuchando la radio a toda voz y no se lo que he dicho, pero... ¡qué guapo es Henry Cavill!


Frase de la semana


Lo siento, pero yo no acostumbro a montar en animales irracionales.


José Antonio Labordeta en Regular, gracias a Dios.

sábado, 19 de febrero de 2011

Me and Bobby McGee

Me and Bobby McGee (Janis Joplin)

Bueno, pues... ¿hace falta en realidad que diga algo?




martes, 15 de febrero de 2011

This film is not yet rated

This film is not yet rated (Kirby Dick, 2006)


Si tengo que destacar, así de inicio, algo de este documental es que es una película francamente divertida.
Y no sólo por la ridiculización sistemática de la institución encargada de calificar por edades las películas en EEUU, que es lo que se pretendía al fin y al cabo, sino por todo el tono general de la cinta, plagado de ironía y sarcasmo cuando no directamente delirante.
Por una vez, y sin que sirva de precedente, se les quita la voz a los q
ue deciden lo correcto, esos mismos que pretenden poner freno a la creatividad, y se les da a las víctimas, en este caso los directores, que cuentan entre la estupefacción y la sorna sus experiencias, más o menos sesgadas pero las suyas, con la cámara censora más importante del mundo.
Las tácticas cuasi mafiosas que utilizan en sus recomendaciones son otro de los puntos de mira de este interesante film que, sin embargo, es en su trama donde encuentra su mejor baza.
Porque lo verdaderamente fascinante del documental es la búsqueda que organiza Dick, vía investigadora privada, de los miembros de la Comisión, vertebradora de toda la historia de la conquista de una buena calificación para esta película que está filmando.
Descacharrantes son las persecuciones, búsquedas en la basura y lla
madas telefónicas que consiguen localizar a los fenómenos encargados de hacerlo, cuya capacitación para el cargo es tan cuestionado como sus propias decisiones.


Lo más triste es que en EEUU, más que en ninguna otra parte del mundo, no sólo estos señores deciden el público apropiado para cada una de las cintas, sino que esa misma calificación es la que decidirá la carrera comercial (e incluso si se llegará a estrenar) de las cintas sin tener en ninguna consideración algo tan simple como su calidad. Y eso es lo más indignante de todo.
Claro que lo mismo no es tema para aquí, ni para hoy.


lunes, 14 de febrero de 2011

Californication

Californication (Showtime)


Leía en alguna parte (o en varias) que Californication era el Sexo en Nueva York (o en su defecto el Queer as folk USA) para heterosexuales cuarentones. Sin querer contradecir dicha afirmación, cierta como que la Gala de los Goya se va superando en cutrez año tras año, si que pretendo dejar claro desde el principio una cosa muy sencillita: Californication es muchísimo mejor que ambas dos. De largo.
Cambiamos Nueva York por Los Ángeles, a un grupo de amiguitas por un escritor vicioso que sólo tiene a un amigo, igual de pervertido, que además es su agente (patrón mucho más masculino), una ex-mujer (arquetipo del cuarentón libérrimo )y una hija adolescente gótica (e inadaptada) que, como no podía ser de otra manera, se lleva mucho mejor con el padre que con la madre que pone las normas.
De ahí en adelante lo que tenemos son muchos personajes con los que nuestro Hank Moody (infinitamente más simpático que la insoportable Bradshaw) se va topando en su desastrosa carrera hollywoodiense, la mayoría de ellas mujeres licenciosas que no dudan en calmar su apetito sexual con el seductor escritor venido a menos mientras este sueña con volver con su ex-mujer, supuesto amor de su vida, y que nunca termina de salir bien.
Hasta ahí podemos apreciar el parecido, pero a diferencia del inexistente periplo de las pijas neoyorquinas en búsqueda del amor de sus vidas, Californica
tion utiliza el estereotipo opuesto para mostrarnos las miserias de la supuesta Meca del glamour estadounidense, convirtiendo las experiencias sexuales de sus protagonistas en bromas con las que describe (o denuncia) la vacuidad de una ciudad pagada de si misma y de unos habitantes demasiado complacidos pensando que son el ombligo del mundo como para darse cuenta de que existe algo más.
Visión demoledora aunque optimista de la más alta cota que se le presupone al american way of life, Californication sin embargo sufre de algo que también padecía aquella con la que la comparábamos y que lastra especialmente su tercera temporada, y que no es otra cosa que el estatismo.



Porque queramos o no, Californication se plantea como una sitcom evolucionada, queriendo huir de la teatralidad y mezclarse con el drama, sin conseguirlo del todo. Y una vez resueltos todos los chistes posibles sobre el estilo de vida que presenta, lo único que queda son dimes y diretes con la vuelta o abandono de la mujer amada y las múltiples transgresiones amatorias que las provocan, algo ya visto desde la primera temporada y que, pese a capítulos con gags y espacios cómicamente monumentales, dejan cierta sensación de aburrimiento y tedio que, si bien no viene bien a ningún producto, precisamente a esta serie la deja bastante más tocada de lo deseable.
Teóricamente se iba a cancelar, pero hace unos días me he encontrado con los primeros capítulos una cuarta temporada que acaba de empezar y que, sin haber visto todavía, promete una estancia en Nueva York (aunque supongo que no en la zapatería de Blahnik) como revulsivo contra esa misma quietud dramática. Esperemos que si.



P.D.: Y, se me olvidaba, lo que vi anoche en los Goya aquí.

Texto de la semana


Esta mano se apartó bien deprisa; pero Julien se impuso como un deber el conseguir que esa mano no volviera a retirarse cuando él la tocara.


Stendhal, Rojo y Negro.

sábado, 12 de febrero de 2011

Dog days are over

Dog days are over (Florence + The Machines)

El llevar años sin escuchar regular y atentamente la radio (radio 3, que es lo único que se puede en este país) te desconectan del mundo musical, de tal forma que a pesar de recomendaciones varias, se queda uno estancado en lo suyo y necesita que venga la Banda Sonora de Glee, repleta por otro lado de ídolos adolescénticos, a descubrir pequeñas joyitas de vez en cuando, que es lo que me pasó hace un par de capítulos con Florence + The machines.
Como todavía no los conozco de verdad, me limitaré a dejar su canción, especie de folk evolucionado y mucho mejor que la edulcorada versión de la, por otra parte, divertidísima serie, una de mis preferidas actualmente.