Aunque detrás del proyecto, en la producción concretamente, está John Lasseter, que ya filmó las dos anteriores.
Traemos aquí la mejor película de 2010 (lo es sin duda alguna, no hace falta haber visto el resto) porque lo merece, porque este domingo no se va a llevar el premio del copyright ya que en Hollywood no hay justicia, y porque celebraré recordándola (a ella y a todo lo que me hizo llorar) que llevamos ya ochocientos post en este site, cada vez más abandonado dada mi desidia y mi última adicción al despelleje tuitero.
En fin, que Toy Story se ha convertido durante todo su recorrido en posiblemente la mejor saga fílmica de la historia, abordando bajo una falsa apariencia infantil temas tan importantes como el nacimiento, el crecimiento, la adultez y la senectud. E incluso el camino a la muerte y la desaparición, tan presentes en esta tercera parte.
Pixar lleva años demostrando que se puede hacer cine de entretenimiento emocionante y con alma (y, como siempre, a Wall-E me remito) y más allá del periplo vital de Andy (que casi es una anécdota), vuelve a los personajes que más han hecho por el estudio (y por la Disney, claro) para rodar una película sobre la más irreversible de las pérdidas, la final que, incluso, y esa es la esperanza que nos queda, puede ser elegida y digna.
Bajo el mismo cuento lleno de personajes entrañables y divertidísimos, con malos perversos y engañosos como en ningún otro, nuestros héroes vivirán todo tipo de aventuras que permiten, porque para eso es para lo que sirve un buen guión, el desarrollo de la historia de una familia, la de los juguetes, que parecen querer permanecer unidos en la salud, en la enfermedad y hasta que la muerte les separe.
Francamente bella, Toy Story 3 es el perfecto cierre para una historia que yo empecé a ver cuando dejaba la adolescencia y que no hace otra cosa que mejorar con los años, aunque sea por las comparaciones.
"Hay un amigo en mi, hay un amigo en mi..." Versión Gipsy Kings, eso sí...
Traemos aquí la mejor película de 2010 (lo es sin duda alguna, no hace falta haber visto el resto) porque lo merece, porque este domingo no se va a llevar el premio del copyright ya que en Hollywood no hay justicia, y porque celebraré recordándola (a ella y a todo lo que me hizo llorar) que llevamos ya ochocientos post en este site, cada vez más abandonado dada mi desidia y mi última adicción al despelleje tuitero.
En fin, que Toy Story se ha convertido durante todo su recorrido en posiblemente la mejor saga fílmica de la historia, abordando bajo una falsa apariencia infantil temas tan importantes como el nacimiento, el crecimiento, la adultez y la senectud. E incluso el camino a la muerte y la desaparición, tan presentes en esta tercera parte.
Pixar lleva años demostrando que se puede hacer cine de entretenimiento emocionante y con alma (y, como siempre, a Wall-E me remito) y más allá del periplo vital de Andy (que casi es una anécdota), vuelve a los personajes que más han hecho por el estudio (y por la Disney, claro) para rodar una película sobre la más irreversible de las pérdidas, la final que, incluso, y esa es la esperanza que nos queda, puede ser elegida y digna.
Bajo el mismo cuento lleno de personajes entrañables y divertidísimos, con malos perversos y engañosos como en ningún otro, nuestros héroes vivirán todo tipo de aventuras que permiten, porque para eso es para lo que sirve un buen guión, el desarrollo de la historia de una familia, la de los juguetes, que parecen querer permanecer unidos en la salud, en la enfermedad y hasta que la muerte les separe.
Francamente bella, Toy Story 3 es el perfecto cierre para una historia que yo empecé a ver cuando dejaba la adolescencia y que no hace otra cosa que mejorar con los años, aunque sea por las comparaciones.
"Hay un amigo en mi, hay un amigo en mi..." Versión Gipsy Kings, eso sí...
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