Quizá estemos ante una de las últimas grandes películas de uno de los directores más incómodos de la industria cinematográfica norteamericana de los últimos treinta años. Tan incómodo que la financiación de sus últimos proyectos personales (Kansas City, por ejemplo) fue casi imposible, saliendo en muchos casos de su bolsillo, y teniendo que realizar por encargo hasta versiones de John Grisham (dando una buena hostia al autor, pero eso es otro tema) por proyectos como este.
Visión satírica, malsana e insana de toda la industria hollywoodiense con la mala uva como regla, Altman, basándose en el excelente guión de Michael Tolkin a partir de su propia novela, realiza un juego, precisamente, donde cada uno de los planos esconde algún mensaje, donde todo está medido para decir mucho más de lo que dice, donde se ataca a la industria hollywoodiense desde su primer a su último eslabón, donde no se deja títere con cabeza, y para lo que Altman se sirve de múltiples homenajes a distintos directores rechazados por esa industria, el primero Orson Welles. Los malos son salvados, los buenos son condenados, la mezquindad y la ruindad se recompensan y la bondad y la honestidad se castigan. Y para hacer más daño, Altman se vale, a través de un reparto coral, de los mismos iconos del sistema que hacen cameos para una película que levantó más de una ampolla.
Dos momentos para la posteridad de los muchos que contiene:
Visión satírica, malsana e insana de toda la industria hollywoodiense con la mala uva como regla, Altman, basándose en el excelente guión de Michael Tolkin a partir de su propia novela, realiza un juego, precisamente, donde cada uno de los planos esconde algún mensaje, donde todo está medido para decir mucho más de lo que dice, donde se ataca a la industria hollywoodiense desde su primer a su último eslabón, donde no se deja títere con cabeza, y para lo que Altman se sirve de múltiples homenajes a distintos directores rechazados por esa industria, el primero Orson Welles. Los malos son salvados, los buenos son condenados, la mezquindad y la ruindad se recompensan y la bondad y la honestidad se castigan. Y para hacer más daño, Altman se vale, a través de un reparto coral, de los mismos iconos del sistema que hacen cameos para una película que levantó más de una ampolla.
Dos momentos para la posteridad de los muchos que contiene:
1. El nuevo final para la película rodada, Bruce Willis salvando a Julia Roberts.
2. El "final feliz" de la película, el personaje de Tim Robbins, que al principio se nos antojaba un pobre diablo y que había ido demostrando la corrupción imperante, yendo para el trabajo mientras su mujer lo despide desde el porche con la bandera norteamericana al fondo.
Ambos momentos, y sobre todo el último, son una auténtica venganza.
3 comentarios:
Buena película, sí señor. Me gusta especialmente esta época del señor Altman, que comprendería también VIDAS CRUZADAS y, sí, PRET Á PORTER... Creo que soy el único chiflado al que le gusta esta última...
Sí que es buena sí, no de las mejores de Altman que yo me quedo sin duda con Vidas Cruzadas... genial película coral. Saludos.
dvd, te tengo que confesar que con Pret à porter yo me reí muchísimo y jamás me pareció tan mala como a todo el resto de la humanidad, aunque si que creo que está a años luz. Pero no eres el único, hace años que no la veo pero a mi también me gustó.
Respecto a Short Cuts, estamos todos de acuerdo, aunque le dieron buenas hostias en su momento, nunca llegué a entender por qué.
Saludos a ambos.
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