Bueno, este post va dedicado a Ricardo Baticón. Con lo que me es más difícil porque me veo más forzado si cabe a resultar pedante. Lo intentaré.
Ang Lee es un director espléndido. Un director que ha sabido desplazarse desde el panorama oriental (Chino-Hong-Kongniense) al estatus hollywoodiense sin mayores problemas, y manteniendo unas ciertas señas de identidad y un cierto aire de autor que no todos los que emigran a esas tierras en aras del prestigio económico son capaces de mantener.
Esta es su segunda película por esas lides, después de la preciosa Sentido y sensibilidad, y vuelve a realizar, a pesar del reparto lleno de caras conocidas y del presupuesto que manejaría el hombre, una película pequeña, intimista e intimísima. Basada en una novela de un tal Rick Moody, esta es una película sobre seres atormentados, raros, frustrados, descontentos con sus vidas, con el pequeño pueblo y la pequeña sociedad en la que viven. Unos seres que mienten, no menos que esa sociedad a la que pertenecen. Unos seres hipócritas, que engañan a otros y se engañan a si mismos, que saben que lo hacen, y a los que eso sólo sirve para atormentarse aún más. Porque lo que diferencia fundamentalmente esta película de las anteriores de Lee es que, mientras que en El banquete de bodas, Comer, beber, amar, o la ya citada Sentido y sensibilidad, por muy tristes que fueran en ocasiones, había una puerta, más o menos ancha, a la esperanza, en esta no hay. Todo el tono que rezuma la película es amargura, la misma que impregna la mayoría de las películas de Lee, esa amargura del que vive en la mentira, solo que aquí no hay ninguna vía de escape. Todo es trágico y triste, y no hay, como en El banquete de bodas, finales seudofelices que apacigüen el malestar. Los personajes están, como por esa tormenta de hielo con funestas consecuencias, aislados del resto del mundo, y sin posibilidad de escapar de una existencia que no les resulta satisfactoria, ni siquiera mínimamente gratificante. La escena del intercambio de parejas, vía llaveros de coche, da idea de toda la mentira en que los personajes viven, de esa falsa felicidad que tantas veces ha sido llevada al cine, pero raras veces con esta crueldad.
Para todo ello Lee se vale de un reparto coral, magnífico, donde destaca una Sigourney Weaver en su papel de señora de vuelta de todo, que ha conseguido convencerse de que su vida merece la pena gracias a los engaños a su marido. Joan Allen está espléndida también, Kevin Kline... Todos están estupendos, el guión es soberbio, y la dirección espléndida. Cierto es que el que no deje escape para esos pobres personajes, esos personajes para los que parece no existir la piedad, puede producir mucho malestar. Pero, al fin y al cabo, esa era la idea. Para mucha gente, así es la vida.
Ang Lee es un director espléndido. Un director que ha sabido desplazarse desde el panorama oriental (Chino-Hong-Kongniense) al estatus hollywoodiense sin mayores problemas, y manteniendo unas ciertas señas de identidad y un cierto aire de autor que no todos los que emigran a esas tierras en aras del prestigio económico son capaces de mantener.
Esta es su segunda película por esas lides, después de la preciosa Sentido y sensibilidad, y vuelve a realizar, a pesar del reparto lleno de caras conocidas y del presupuesto que manejaría el hombre, una película pequeña, intimista e intimísima. Basada en una novela de un tal Rick Moody, esta es una película sobre seres atormentados, raros, frustrados, descontentos con sus vidas, con el pequeño pueblo y la pequeña sociedad en la que viven. Unos seres que mienten, no menos que esa sociedad a la que pertenecen. Unos seres hipócritas, que engañan a otros y se engañan a si mismos, que saben que lo hacen, y a los que eso sólo sirve para atormentarse aún más. Porque lo que diferencia fundamentalmente esta película de las anteriores de Lee es que, mientras que en El banquete de bodas, Comer, beber, amar, o la ya citada Sentido y sensibilidad, por muy tristes que fueran en ocasiones, había una puerta, más o menos ancha, a la esperanza, en esta no hay. Todo el tono que rezuma la película es amargura, la misma que impregna la mayoría de las películas de Lee, esa amargura del que vive en la mentira, solo que aquí no hay ninguna vía de escape. Todo es trágico y triste, y no hay, como en El banquete de bodas, finales seudofelices que apacigüen el malestar. Los personajes están, como por esa tormenta de hielo con funestas consecuencias, aislados del resto del mundo, y sin posibilidad de escapar de una existencia que no les resulta satisfactoria, ni siquiera mínimamente gratificante. La escena del intercambio de parejas, vía llaveros de coche, da idea de toda la mentira en que los personajes viven, de esa falsa felicidad que tantas veces ha sido llevada al cine, pero raras veces con esta crueldad.
Para todo ello Lee se vale de un reparto coral, magnífico, donde destaca una Sigourney Weaver en su papel de señora de vuelta de todo, que ha conseguido convencerse de que su vida merece la pena gracias a los engaños a su marido. Joan Allen está espléndida también, Kevin Kline... Todos están estupendos, el guión es soberbio, y la dirección espléndida. Cierto es que el que no deje escape para esos pobres personajes, esos personajes para los que parece no existir la piedad, puede producir mucho malestar. Pero, al fin y al cabo, esa era la idea. Para mucha gente, así es la vida.
4 comentarios:
cada vez mejor tu blog!!!
es ya un archivo cultural buenisimo como referencia.
un abrazo
Cuchhhi, mi niño, ya se que me quieres, pero lo de que esta cosa que escribo es una referencia cultural buenísima... ahí te has pasao. A ver si cuando vuelva de vacances hago una excursión a veros.
Lo: Hulk no la he visto, por si las moscas, pero coincido contigo. A mi generalmente me suelen gustar las películas que me dejan un regusto amargo. Me dan la impresión de que todavía soy persona.
Un beso a ambos.
Rfp... antes de nada... muchas gracias por dedicarme la entrada (a mí estas cosas me dan mogollón de corte), pero muy agradecido!, de verdad.
Oye, yo en mis posts me documentaré más pero también me enrollo más porque está genial cómo has logrado describir la esencia de la peli (su tristeza, su decadencia...) sin extenderte demasiado, como sí suelo hacerlo yo...
Me gusta el párrafo "seres atormentados, raros, frustrados, descontentos con sus vidas, con...Unos seres hipócritas, que engañan a otros y se engañan a si mismos...sólo sirve para atormentarse aún más" porque has utilizado dos veces la palabra "atormentados" y quizás ahí tenga mucho sentido el título "Tormenta de hielo", detalle del que yo no me di cuenta cuando la comenté.
He pasado exclusivamente a ver este post y cuando ande mejor de tiempo prometo pasarme a leer otras pelis que he visto que has comentado como El Guateque, Perdita... Ah, por cierto, estoy con Lo, Hulk es pasable, no está mal (ahora nos llegan a los cines otra versión) pero reconozco que yo sólo la volvería a ver para disfrutar de la belleza de Jennifer Conelly, me parece de la actrices más guapas que hay y por mucho. Me encanta su mirada medio triste que tiene.
Un saludo!!!
Ricardo, gracias por pasarte y gracias por el "piropo". Aquí seguiremos, si el tiempo no lo impide. Lo mismo hasta veo Hulk...
En realidad, lo de "atormentado" no lo había pensado hasta que lo has dicho tú, pero sí. El inconsciente, como es.
Por lo demás, y por más que a mi las mujeres ni fu ni fa, tengo que reconocer que la Conelly es de las mujeres más sensuales que han aparecido nunca en un cine en los últimos tiempos, y en todas las películas que he visto en las que aparecía ella. La cámara la quiere y la fotografía como a pocas. A eso ella le añade una capacidad de poner burro al más pintado casi sin querer. Por más que en su vida privada sea discreta y no aparezca en ninguna lista de las más deseadas. Por si fuera poco, encima es buena actriz. Más querría la Jolie.
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