La reina Margot (Patrice Chéreau, 1994)
Hay muchas cosas que tenemos que envidiar a los franceses, y una de ellas es su cinematografía, capaz de haber desarrollado un sistema al que en este país aspiramos (pero, me temo, nunca llegaremos) basado en crear de forma sistemática productos de entretenimiento dirigidos al gran público y con un mínimo de calidad (comedias aparte, que ya sabemos que en lo de las comedias los franceses son como son) para luego poder hacer películas autorales sin miedo a que las taquillas las destrocen.
El caso que nos ocupa, sin embargo, entra dentro de otro de los grandes aciertos del cine galo, el aunar ambas propuestas. Porque a mi todo lo que he visto de Patrice Chéreau me parece de una calidad más que aceptable (cuando no llega, como en Intimidad, directamente a lo sublime) y con una capacidad de llevar historias a su terreno que no tienen todos los considerados autores.
La reine Margot se basa en un libro de aventuras de Alejandro Dumas y, sin embargo, trasciende más allá de lo que pueda aparecer en él, precisamente, gracias a la lectura que Chéreau realiza de la historia.
Ambientada en las guerras de religión entre católicos y protestantes de la Francia del siglo XVI y centrada en la Matanza de los Hugonotes, la historia romántica de la princesa Margarita (en la que se centra casi todo el metraje) con un soldado y las intrigas palaciegas urdidas por su familia para conseguir su matrimonio con Enrique de Borbón (y la renegación de éste del protestantismo) son transformadas por Chéreau en un fresco vibrante de emociones ante la adversidad que, además, es capaz de entretener y mantener la tensión durante sus (larguísimas) dos horas y cuarto de metraje.
Que no es una película perfecta lo demuestra tanto la elección de una Isabel Adjani demasiado operada ya como protagonista, pero que aún así compone su personaje con un aplomo y resolución envidiable (el film le sirve de vehículo de lucimiento, si bien quizá no mereciera tanto), y que la historia romántica a la que tanto tiempo se dedica se hace prácticamente invisible por el poderío demostrado en el resto del libreto.
Pero aún así merece la pena pasarse por un metraje espléndidamente planificado, con una producción que no debió escatimar en gastos para conseguir una ambientación que ya hubiera querido Díaz Yanes para Alatriste, y una lectura sentimental de relaciones político-familiares que me siguen recordando mucho, años después, a esa joya que es El león en invierno.
Y Virna Lisi, por cierto, como Catalina de Médici, madre de Margarita y araña tejedora de la gran red en la que están atrapados todos los demás personajes del film, se los come a todos con patatas.