lunes, 27 de septiembre de 2010

Cerrado por oposición

Me ha costado decidirme, pero es verdad que cada vez que hago algo que no sea estudiar, viene a verme La Culpa, esa que cantaba Astrud, y la angustia me come, así en general.
Con lo que hasta que tengamos fecha de examen (llevamos cuatro años y medio con el anuncio, yo creo que ya va siendo hora) estaré subrayando páginas de manuales como si me fuera la vida en ello y dejaremos de lado el cine, la televisión, la música, los amigos, la vida...
¿Quién coño quiere unas oposiciones?
Agradezco la compasión, por cierto.




lunes, 20 de septiembre de 2010

Frase de la semana


¿Qué cojones es esto,
El piano? ¿Por qué coño no habla esta tía?

Jay (sin Bob el Silencioso) en Dogma.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Destrozando a... Un paseo por las nubes

Un paseo por las nubes (Alfonso Arau, 1994)


Serán las que pueblan los cielos de mi ciudad (y hace que tengamos probablemente el día más caluroso y/o bochornoso del año), pero ha sido acordarme de nubes y de películas que deberían haber sido destrozadas por las tormentas que traían... y cuál mejor que esta novelita rosa que supuso la primera experiencia norteamericana de Aitana Sánchez-Gijón... eso sí, al lado de el hombre de cera, que no es otro que Keanu Reeves.
El artífice de semejante pastelazo fue Alfonso Arau, que como había dirigido años antes una versión medianamente decente de una novela de su entonces mujer (no se cuál será su estado civil actual), otro experimento corintelladesco algo menos anquilosado llamado Como agua para chocolate, se creyó capaz de volver a repetir suerte.
Así que cogió el guión de Leyendas de Pasión (también de ese año, si es que fue grande, grande), Lo que el viento se llevó (o quizá ese otro llamado Scarlett), la misma Como agua para chocolate, todas las de mi querido Gere... y sacó lo peor de cada una de ellas para que nos aburriéramos como ostras y Aitana nunca volviera a trabajar en Hollywood.
Reeves, como es de cera, vale lo mismo para un roto que para un descosido, así que lo colocaron en Matrix y le fue bien.
Arau está en paradero desconocido para mi. Y mejor que siga allí mucho tiempo.


lunes, 13 de septiembre de 2010

Parks and recreation

Parks and Recreation (NBC)


Si les parece que vamos a hacer una recopilación de lo que el mockumentary ha dado de si... pues si, al menos lo parece.
Y vamos con una de las últimas adquisiciones para un género que en general no hace otra cosa que darnos alegrías a los amantes de la comedia.
Planteada como un spin-off de The Office (versión yanqui) que no es tal, Parks and Recreation es sin embargo el reverso oficial de La oficina, entendiendo como tal el que, efectivamente, se sitúa en la gestión y funcionamien
to de una entidad, en este caso gubernamental.
Entre los personajes que pueblan el funcionariado del pequeño pueblo de Pawnee (donde curiosamente el ayuntamiento es mayor que el de cualquier ciudad media española) destaca, con mucho, la sin par Leslie Knope, interpretada con maestría por Amy Poehler, también productora ejecutiva de la serie.
Siendo la segunda de a bordo del Departamento de Parques y Actividades recreativas del ayuntamiento, la cámara se dirige a ella por ser una rara avis dentro de toda la burocracia.
A Leslie le apasiona su trabajo y se entrega a él con diligencia y excesivo entusiasmo, tanto que la primera vez que la observamos está realizando un
a encuesta a niños de parvulario para dilucidar la opinión de la "ciudadanía" sobre los juegos de uno de los parques que ha construido su gobierno.
El destino de un solar deshabitado será tomado por la Knope como su caballo de batalla contra las injusticias, planificando un parque que nadie ha pedido pero que ella considera necesario para "el pueblo" y para su carrera política.
Fotos de Janet Reno y Hillary Clinton presiden el despacho compartido de esta defensora del sistema que, llegado el momento y gracias a su amistad con Ann Perkins (Rashida Jones), inquilina de una vivienda cercana al solar de marras que pon
e la primera piedra de la fantasía del parque de Leslie, se dará cuenta de que no tiene vida personal real y hará lo posible para remediarlo.
Leslie no nos cae bien desde el primer momento. Es irracional, terca, agresiva en sus luchas (sus argumentos para convencer a las madres que se oponen a su proyecto carecen de cualquier tipo de ética y, por tanto, son descacharrantes) y vive ajena a la realidad del mundo laboral que la rodea: nadie, excepto ella, cree que en los políticos ni los gobiernos, incluidos sus jefes y sus colaboradores que, también desde el primer momento, se nos hacen mucho más identificables.
El ridículo continuo de Leslie y las tomaduras de pelo que sufre por parte del antiseductor y holgazán Tom, del sabihondo Mark (y su no relación am
orosa años atrás), la ¿emo? April (y su relación triangular con su novio bisexual y el novio gay de este) y, sobre todo, su jefe Ron, un republicano que entiende que la mejor forma que tendría un gobierno sería dinamitándolo, no hacen más que conseguir que poco a poco, le vayamos cogiendo cariño a una señora que, pese a las formas, es la única que lucha por un futuro mejor.


Tras una primera temporada de tan sólo seis episodios algo dubitativa y más seria de lo deseable, la continuación en forma de segunda temporada completa logró que la serie subiera enteros en cuanto a su conformación como sátira y como ridiculización tirando a salvaje del panorama político estadounidense y casi que mundial, no sólo centrado en los políticos, también en los votantes que se nos presentan como egocéntricos meapilas que, como dice Ron, tienen demasiado tiempo para preocuparse de tonterías.
Además sirvió para la incorporación a la serie con todas las de la ley del bobalicón Andy, ex-novio de Ann y objeto de deseo de April, grandísimo payaso del show en el que además brillan con luz propia unos secundarios excelentes.
Una gran apuesta que no sabemos si durará mucho más (la tercera temporada está renovada, pero sólo la dejaron en media), por lo que habrá que aprovecharla.


Frase de la semana


No soy idiota. Se que Tom pierde a propósito, pero me cae bien. No trabaja mucho, no muestra ninguna iniciativa, no sabe trabajar en equipo, nunca hace un esfuerzo... Tom es exactamente lo que busco en un empleado del gobierno.


Ron en Parks and Recreation.

sábado, 11 de septiembre de 2010

jueves, 9 de septiembre de 2010

Destrozando a... Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal

Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal (Steven Spielberg, 2008)

Aunque bien podría haber sido The last crusade, que fue el primer paso que dio Spielberg para destrozar una saga de entretenimiento ejemplar. Claro que The last crusade era, al menos, mediocre.
El reino de la calavera de cristal
es una bazofia de marca mayor donde, además de su edulcoramiento habitual (final incluido) parece que Spielberg se ha olvidado de rodar acción y ha preferido realizar una caricatura de su otrora héroe, ya en horas bajas, pero que extiende a todo el planteamiento y estructura de lo que se hace llamar película.
La mala malísima, encarnado con un sano sentido del ridículo por Cate Blanchett, es con mucho lo único medianamente salvable de la cinta, aunque el bochorno es máximo en una de sus escenas de lucimiento, justo la de los extraterrestres... Estebitan, por dior...


miércoles, 8 de septiembre de 2010

Atrápame si puedes

Atrápame si puedes (Steven Spielberg, 2002)


No pensaba hablar de ella, pero dado que ayer decidí que esta sería la semana Spielberg, aprovecharemos que la vi hace poco para, me temo, repetirme en parte con lo que dije ayer.
Porque por más que Spielberg consiga, que lo hace, realizar una película mucho más madura de lo que es habitual en él, sigue cagándola donde siempre, en un final edulcorado hasta la médula que casi logra deshacer el encanto de todo lo que nos ha contado antes.
Un final basado en la redención de un tipo que logró estafar a todo el sistema bancario, no sólo estadounidense, y que es, con mucho, la parte menos interesante de lo que nos está contando.
Sin embargo, si somos capaces de abstraernos de la moralina recalcitrante pro-capitalista, por muy vergonzosa que resulte, lo que nos ha emocionado previamente sigue manteniéndose.
Y es que un chico de dieciseis años que ve como la fachada de la felicidad familiar se le ha ido descascarillando hasta hacerse pedazos se dedique, precisamente, a impostarse dentro de los papeles más descabellados, como metáfora de la propia mentira que ha envuelto su vida, podría irse de madre en manos de alguien más efectista.
Pero la corrección habitual de Spielberg potencia esa historia, real, que en tono casi cómico nos narra las peripecias del que busca la felicidad real valiéndose de engaños y sólo consiguiendo una amistad más o menos duradera con su perseguidor, el único anclaje al mundo que él mismo no se ha inventado.
El retrato de la estupidez humana, capaz de cambiar de idea simplemente por un traje (de piloto de Pan Am, desde luego), capaz de confundir ignorancia con sabiduría o capaz de no darse cuenta de una confesión a tiempo con tal de tener enfrente a quién ellos desean tener, es otra pieza más de ese puzzle falso que el estafador compone con demasiada poca astucia para no ser cazado.

Y aún así logra escapar una y otra vez y se deja capturar de la forma más absurda, quizá para huir de esa farsa que parece necesitar para salir de su incómoda realidad, pero que no termina de darle eso que durante tanto tiempo ha ido buscando.
Quizá porque todos nos hacemos mayores y necesitamos anclarnos a algo real, aunque sea al peor de nuestros enemigos.
Quizá porque nuestros enemigos nunca lo fueron tanto.


martes, 7 de septiembre de 2010

La guerra de los mundos

La guerra de los mundos (Steven Spielberg, 2005)

Me acabo de dar cuenta, justo cuando comenzaba este post, que sin haberlo pensado mucho al final le voy a dedicar casi la mitad de la semana al tito Esteban. Así que, pensándolo bien, la redondearemos y tendremos el honor de asistir a todo un homenaje al Rey Midas de Hollywood, empezando por ayer, que podemos tomar como un claro ejemplo de lo que el dinero le hizo al talento (frase de la semana) y de cómo se puede ser emocionante sin llegar a empalagar (Modern Family), cosa esta última que este señor no termina de tener claro.

Empezaremos hablando de War of the Worlds precisamente por eso, por el hecho de que Spielberg es totalmente incapaz de no intentar aleccionar com
o si fuéramos imbéciles acerca de valores morales no ya caducos, sino basados en la ñoñería.
Aquí es donde naufraga [como en Schindler's list, como en Catch me if you can... como casi siempre, vamos] este proyecto de Spielberg, que no puede presentar dramatismo real (sino basado en tópicos), no puede denunciar de forma profunda y no puede dejar de meter niños insoportables a los que dan ganas de acuchillar en cuanto
empiezan a chillar. Porque a los niños hay que quererlos, debe pensar él.
Afortunadamente para él mismo, la novela en la que se basa da al guionista suficientes recursos para hacer una aproximación adulta a un ataque alienígena a gran escala y mostrar la crueldad del hombre en los momentos de desesperación, cosa que Spielberg usa para hacer lo que mejor sabe hacer, espectáculo.

Realmente trepidante e incluso terrorífica en algunos momentos, War of the Worlds es una innecesaria, pero entretenida, versión de la novela y película homónimas que funciona magníficamente bien cuando se trata simplemente de contar lo que ocurre.
El resto cae por su propio peso.


lunes, 6 de septiembre de 2010

Modern Family

Modern Family (ABC, 2009-...)


No sabemos por qué, pero los premios Emmy, los más importantes galardones de la televisión norteamericana, asemejados en categoría a sus primos del cine (esos que no podemos nombrar so pena de que nos pidan que paguemos el copyright) dan la impresión de ser siempre mucho más justos.
La gran triunfadora de este año, junto con la omnipresente Mad Men, es una pequeña comedia en tono mockumentaroide que ha ido calando poco a poco en todos los que la conocimos hasta hacerse imprescindible.
Mucho más blanca en apariencia que casi todas sus hermanas de género, Modern Family narra las andanzas de una familia (los Pritchett y sus ramificaciones) que cumple todos los requisitos para entrar dentro del molde de las nuevas entidades fa
miliares.
La parte tradicional la llevan el bobalicón Phil y la redimida Claire Dunphy junto con sus tres hijos (la guapa y tonta, la lista y no tan guapa y el más tonto).
La parte más rancia la lleva el patriarca Jay, casado en segundas nupcias con la colombiana y visceral Gloria y el romántico y pasado Many, hijo de esta
y de un delincuente que siempre se nos dibuja como mafioso.
Y la parte más moderna y revolucionaria la llevan el reprimido Mitchell y la loca Cameron, pareja gay que convierte su vida en la más típica fantasía heterosexual al adoptar a una niña vietnamita.


La parte más sutil se la llevan los guionistas que, sin preocuparse de mayores, diseccionan minuciosamente y casi sin que se note los arquetipos, tópicos y preocupaciones de las nuevas relaciones interfamiliares de forma tan realista que miedo da el poder observar en qué se está convirtiendo la "piedra angular de la sociedad occidental".
Mentiras piadosas dichas por bocas que se cierran en cuanto se escuchan, padres que no saben serlo, hijos que los manipulan como si fueran imbéciles (Phil lo es, desde luego), prejuicios que solo tienen los que se sienten víctimas de ellos, buenos sentimientos que esconden frustraciones personales, persecuciones que se basan en la propia conciencia del perseguidor, y toda la mierda que cabe encontrar en una familia en la que todo se habla y se discute como si todos tuvieran voz y voto igualitario, que Modern family consigue rescatar de la quema mediante aspectos tan estupendos y tan pasados de moda como el cariño, base angular, eso si, de los sacrificios y menesteres que supone mantener a tanta gente distinta unida.
Y eso que como el patriarca Jay tenemos a Ed O'Neill, que pasará a la historia como ese zafio, maleducado y encantador padre de esa grandísima serie que fue Matrimonio con hijos, y que aquí se convierte en un malhumorado y mentiroso hombre casado con una mujer mucho más joven y diferente (colombiana, de hecho) que intenta acercarse al mundo de sus hijos con menos tacto y dedicación de la que debería, pero con más interés del que le presuponen.
El resto del reparto tampoco tiene desperdicio y la hilaridad que provocan ellos mismos y sus vidas menos aún.
Si quieren comprobarlo y les pesa la conciencia con las descargas, Antena 3 mediante su filial Neox sin que necesariamente sirva de precedente (aunque esperamos que si) la emite desde la semana pasada, todos los lunes a las diez de la noche (nueve en Canarias).
Ahora, que si no vieron el primer capítulo no puedo más que recomendarles que lo recuperen y aprecien cuanta belleza, cuanta sutileza y cuanta mala baba contiene la escena de la pizarra de los eventos de la familia Dunphy. No quiero decir más.


Frase de la semana

De estos dos destinos elige tú uno de los dos: salva pues, a tu hijo, o a la ciudad.

Tiresias a Creonte en Las Fenicias (Eurípides)

sábado, 4 de septiembre de 2010

Fahrenheit 451

Fahrenheit 451 (Ivan Ferreiro, Picnic Extraterrestre, 2010)

Después del tropiezo de Mentiroso, mentiroso, Iván Ferreiro vuelve a llegar a cotas excepcionales con su nuevo disco, este Picnic Extraterrestre al que estamos encantados de acudir.



jueves, 2 de septiembre de 2010

Destrozando a... Fahrenheit 9/11

Fahrenheit 9/11 (II) (Michael Moore, 2004)

De sobra se sabe en el mundo del cine que las buenas intenciones no lo son todo, pero en los documentales deberían ser lo de menos ante la realidad completa de lo que se quiera contar.
Pero Michael Moore no está de acuerdo y además, confunde deliberadamente las buenas intenciones con el populismo que, justamente, coincide con las tesis de las que él se apropia y aprovecha.
Fahrenheit 9/11 es un documental que podrá ser (y eso es lo que más se sigue leyendo de él) totalmente necesario a fin de exponer las teorías conspiratorias que justificarían la todavía inconclusa Guerra de Irak, pero, bajo su supuesta veracidad, no encontramos en él más allá de un panfleto tendencioso contra George W. Bush y el Partido Republicano estadounidense.
Que el objeto de ataque sea digno de masacre no justifica en modo alguno la lectura parcial que Moore realiza sobre lo acaecido respecto a las relaciones de la familia Bush con los distintos imperios petrolíferos de Oriente Medio, pero se hubiera agradecido además una visión más compleja que la pobre que nos da Moore sobre la gestación de los ataques norteamericanos, si es que era eso lo que se pretendía.
Claro que para ello lo primero que habría que haber hecho es una planificación clara acerca de lo que se quería contar para apoyar las hipótesis esgrimidas, cosa que al orondo director no le pareció y quiso, sin embargo, enlazar un montón de datos sobre muchísima gente y muchas actividades que, al final, no sabemos muy bien adonde conducían.
Porque realmente Fahrenheit 9/11 no es un documental que explique la gran caída de Occidente en aras del neoliberalismo más agresivo, como se publicitó en su momento. El gran error de Fahrenheit 9/11 es que no se centra en nada y no llega a ninguna conclusión más allá de la que el señor Moore, con mucho el gran protagonista de este circo, tenía previamente instalada en su cabeza y que parece tener relación con el aniquilamiento de la familia Bush y todos sus amiguitos (muchos y poderosos).
Y precisamente de esa guerra habla Fahrenheit 9/11, no de ninguna otra. De la de dos dictadores (uno, el director, mucho más listo que el otro) que manipulan y tergiversan para conseguir transmitir a su audiencia la sensación de que ellos, y solo ellos, tienen razón.


miércoles, 1 de septiembre de 2010

Fahrenheit 9/11

Fahrenheit 9/11 (I) (Michael Moore, 2004)


De un título como el documental con el que el señor Moore ganó la Palma de Oro en Cannes (no se lo que habría compitiendo, pero no parecía que lo mereciera realmente) se pueden dar dos visiones totalmente opuestas, así que sin que sirva de precedente así será.
Hoy tocará la versión basada en la simpatía.
Fahrenheit 9/11 es, ante todo, una película que tiende a caer bien. Lo hace por motivos más bien extracinematográficos y, ante todo, europeos, y basados en la repulsa que en el viejo continente se proclamó a nivel popular respecto a la invasión norteamericana de Irak.
Es por ello que nos deleitamos con todas las pruebas que Moore va trayendo al hilo de un montaje muy bien estructurado y que no hacen más que subrayar la idea de que la política estadounidense (y de todos los países occidentales en general) está basada en intereses que, casi nunca, tienen que ver con el pueblo que elige a los políticos que manejan esas decisiones.
Lo hace además a través de la figura de George W. Bush, que pasará a la historia como uno de los mandatarios más odiados por sus conciudadanos (y ya no digamos por los extranjeros) con permiso de Ansar y Zapatitos.
Moore es capaz incluso de hacernos pasar un buen rato gracias, además de al montaje, a una serie de entrevistas divertidísimas en las que demuestra su capacidad para diseccionar personajes en pocas palabras y llevarlos a su terreno para masacrarlos sin que se den cuenta, y que dan, con mucho, las mejores bazas de una cinta que además emociona sin llegar a la sensiblería cuando empieza a mostrar las historias de los combatientes y sus familias.
Y ahí es donde se puede reconocer el buen trabajo de Moore, porque por lo demás...

(continuará mañana).