A veces es una lástima que las cosas no sean lo que aparentan al principio. Gente poco corriente comienza con la huida de un hijo adolescente que iba hasta entonces a reencontrarse con el padre que no conoce y su farlopera madre, tras haber sido el primero detenido mientras compraba estupefacientes para su progenitora. El inicio juega así con los tópicos familiares y cinematográficos mostrándonos al hijo responsable de una madre que nunca lo fue.
Continúa lo interesante con la presentación de la familia que acoge a los fugitivos, una familia rica con mucho que esconder y mucho personaje estrafalario.
Pero ahí el tono cambia y el film se convierte en un melodrama costumbrista lleno de situaciones conocidas con las que pretende jugar pero que se quedan en lo mismo de siempre: las diferencias de clases que permanecen aunque se ignoren, las historia del pobre que es el único amigo del rico, la madre que quiere que el hijo pobre no se acostumbre a las riquezas, las falsas amistades, las redenciones de los pecadores... todo un compendio de circunstancias telefílmicas que por muy buenos derroteros por los que sean llevados, dejan un aire de dejá vu los sábados por la tarde que a muchos nos deja fríos.
Dunne sin embargo salva esos escollos y consigue realizar una película aceptable gracias a un guión que en medio de todo lo sabido es capaz de mostrar puntos de sorpresa pero que, como siempre cuando la cosa se tuerce, consigue que nos preguntemos por qué se torció y cuál habría sido el resultado yendo por otros derroteros. En fin...
Continúa lo interesante con la presentación de la familia que acoge a los fugitivos, una familia rica con mucho que esconder y mucho personaje estrafalario.
Pero ahí el tono cambia y el film se convierte en un melodrama costumbrista lleno de situaciones conocidas con las que pretende jugar pero que se quedan en lo mismo de siempre: las diferencias de clases que permanecen aunque se ignoren, las historia del pobre que es el único amigo del rico, la madre que quiere que el hijo pobre no se acostumbre a las riquezas, las falsas amistades, las redenciones de los pecadores... todo un compendio de circunstancias telefílmicas que por muy buenos derroteros por los que sean llevados, dejan un aire de dejá vu los sábados por la tarde que a muchos nos deja fríos.
Dunne sin embargo salva esos escollos y consigue realizar una película aceptable gracias a un guión que en medio de todo lo sabido es capaz de mostrar puntos de sorpresa pero que, como siempre cuando la cosa se tuerce, consigue que nos preguntemos por qué se torció y cuál habría sido el resultado yendo por otros derroteros. En fin...
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