martes, 21 de abril de 2009

Lo que queda del día

Lo que queda del día (James Ivory, 1993)


James Ivory, director estadounidense, se especializó durante un tiempo en realizar películas de época inglesas, y probablemente el mayor de sus logros sea esta adaptación, donde ese estilo pausado y poco personal suyo consigue sus mejores resultados.
Lo que queda del día es una película bellísima, tanto en la fo
rma como en el fondo, que más allá de la historia de amor entre los dos criados, habla del fin de una época determinada de servilismo, de cómo las lealtades en él basadas sólo sirven para llevar a la ruina (ya sea material como la personal) y de cómo no saber adaptarse.
Ivory muestra en toda su magnitud las magnificencias y decad
encias de un sistema de trabajo cuyo máximo exponente es el Sr. Stevens (Anthony Hopkins), ese mayordomo rígido e inflexible tan sólo ocupado en su trabajo y que pretende eliminar de si todo resto de afecto en aras de servir bien a su señor. Claro que el perfecto mundo en el que se mueve se ve alterado tanto por la enfermedad de su padre, ese que le enseñó todo y cuyos fallos se debe encargar de tapar, y la aparición de la nueva ama de llaves, la señora Kenton (Emma Thompson). Stevens se debate entre el deber y los afectos y opta por lo primero, aun con su padre muerto y con la señora Kenton en brazos de otro hombre, hecho este último que acaba por darle conciencia de la pobreza de su vida, y de que él mismo ha sido el encargado de empobrecerla hasta que sólo queda el trabajo.


Narrada con sumo tacto, incluso en las ideas pronazis del dueño de la casa, esa que Stevens no se cuestiona, a diferencia de Kenton, porque no debe entrar en los pensamientos de su señor, lo que más asombra de la película es la contención. Esa misma contención o esa misma frialdad que a Ivory lo pierde en ocasiones, aquí sirve para subrayar la personalidad y el entorno de los ocupantes de la casa, esos afectos que no se muestran o que se deslizan a otros términos, esas formas que hacen que el más mínimo roce de una mano pueda ser vivido con la misma desazón que cualquier otro acto erótico mucho más expreso. Esa misma contención que hace que tengamos toda la película el corazón en un puño queriendo que las emociones fluyan normalmente y que todo salga bien, pero que nos deja con el regusto amargo del que fracasa. Del que se da cuenta de que todos sus sacrificios no han valido para nada, porque lo que ha sacrificado, ante todo, es a sí mismo.

4 comentarios:

Chika migraña dijo...

Yo adoro a Emma, siempre con su estilo un tanto nervioso que le da ese toque cercanía que no siempre se encuentra en otras actrices.

Aunque nunca he podido verla completa, esa película es una de mis preferidas, tan solo el título me parece una poesía.

loquemeahorro dijo...

Yo la vi en el cine y me encantó, así que me compré el libro "Los Restos del Día" y son muy curiosas las diferencias que hay.

Aunque el libro es bueno, (casi) por una vez me quedo con la película.

Unknown dijo...

La vi en el cine hace muchos años y guardo buen recuerdo de ella, como dices, es bella. Pero no la he vuelto a ver el formato dvd, espero que me volviera a gustar.

yei0421 dijo...

una de las mejores peliculas que he visto en mi vida, por no decir la mejor, exelentes interpretes, bellisima historia; sin miedo a duda para mi es la mejor.