El debut de Joaui como directora nos trae una historia de personajes infelices que intentan dejar de serlo sin realmente conseguirlo en tono más o menos cómico. Esto en Francia lo tienen complicado porque, como ya dijimos hace meses, la comedia fina no es lo suyo, pero Jaoui, en base a un guión escrito junto a su pareja y co-protagonista Jean-Pierre Bacri, logra saltar el escollo dando sin embargo el toque amargo que podríamos esperar viniendo de la cinematografía de donde viene.
Aparte de quizá echar de menos un poco más de sentido del humor en la historia de estos pobres perdedores (todos lo son), el magnífico guión nos presenta a una serie de personajes complejos, dibujados perfectamente y que afrontan la vida de diferente manera en busca de lo mismo, cada cual a su modo. Seres que van desde el ingenuo chófer hasta la ama de casa aburrida e hipócrita pasando por el supuesto cínico guardaespaldas (que en el fondo es el más sensato), que se relacionan entre ellos preocupándose sin decirse nada, dejando que los demás lleven su vida hasta que se les pide ayuda, que cometan sus errores para que aprendan... hasta que en un momento la misma vida hace que ya no puedan más.
La cámara les acompaña por un paseo a través de un trozo de sus vidas sin que nada las empañe, sin artificios que enmascaren la realidad de lo que les ocurre. Jaoui sigue a sus personajes y mira lo que les sucede como un mero espectador, como si no estuviera ahí, como si no se notara. Para que nos podamos dar cuenta de que hay muchas formas de hacer cine pero, fundamentalmente, el cine es esto. Y es que Le gout de autres no es otra cosa que vida.
Aparte de quizá echar de menos un poco más de sentido del humor en la historia de estos pobres perdedores (todos lo son), el magnífico guión nos presenta a una serie de personajes complejos, dibujados perfectamente y que afrontan la vida de diferente manera en busca de lo mismo, cada cual a su modo. Seres que van desde el ingenuo chófer hasta la ama de casa aburrida e hipócrita pasando por el supuesto cínico guardaespaldas (que en el fondo es el más sensato), que se relacionan entre ellos preocupándose sin decirse nada, dejando que los demás lleven su vida hasta que se les pide ayuda, que cometan sus errores para que aprendan... hasta que en un momento la misma vida hace que ya no puedan más.
La cámara les acompaña por un paseo a través de un trozo de sus vidas sin que nada las empañe, sin artificios que enmascaren la realidad de lo que les ocurre. Jaoui sigue a sus personajes y mira lo que les sucede como un mero espectador, como si no estuviera ahí, como si no se notara. Para que nos podamos dar cuenta de que hay muchas formas de hacer cine pero, fundamentalmente, el cine es esto. Y es que Le gout de autres no es otra cosa que vida.
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