viernes, 31 de octubre de 2008

Happiness

Happiness (Todd Solondz, 1998).


No he tardado mucho tiempo en decidir cuál sería el post ideal para celebrar el primer aniversario de este blog, a estas alturas referente cultural del mundo entero y parte del extranjero. ¿Qué por qué? Pues porque Happiness es, con mucho, mi película favorita de las últimas décadas. Para muestra un botón: la he expuesto en dos videoforums, es la única película que he regalado a unos cuantos amigos, todas originales, la he recomendado para no se cuantitas cosas... Happiness sirve para mucho y es mucho.
No hablaré aquí de la carrera de su director, ni de lo que me gusta o me disgusta de ella. Solondz puede dar para mucho debate. Aquí me limitaré a hablar de esta película, una película demoledora, cruel, despiadada y en cierto sentido abyecta como pocas. Happiness es un juego donde Solondz, quizá mejor que en ninguna otra de sus obras, ha mostrado su poca fe en la raza humana, su poco aprecio por lo humano en general. Happiness, desde su título, es un juego en lo paradojal. Esa felicidad, esa búsqueda de la felicidad que supuestamente nos muestra la película, no es más que un paseo por las mayores miserias del ser humano pasadas por la óptica del que no tiene conmiseración alguna con sus semejantes. Y para ello se vale, precisamente, de una envoltura límpida, casi de comedia romántica, lo que aleja al espectador de la suciedad, lo que lo deja más expuesto si cabe a lo desagradable, lo que hace que las defensas bajen y no se espere en ningún momento el tropel de barbaridades que, con toda la naturalidad posible, se le van a presentar ante los ojos.


Desde la primera escena, esa en la que Joy rompe con Andy diciéndole que no hay nada más para romper: "No, eres tú", podemos intuir la barbarie. El psiquiatra pederasta, la ama de casa que quiere que su marido psiquiatra le cuente lo que le dicen los pacientes, la hermana escritora que se desespera porque su vida es mentira porque no la han violado, el vecino que le hace llamadas obscenas, la vecina que ha matado al portero y guarda su pene en el congelador, los padres que se separan pero entran en crisis al hablar de divorcio... las familias disfuncionales donde todo está dicho sin que se diga nada y el mundo de las apariencias donde se dice todo sin ánimo de ofender, en un entorno de familia feliz que se ve reflejado, en su máximo esplendor, en la hilarante última escena final, ese falso final feliz de falsa familia reunida, donde los padres separados (que no divorciados) se preguntan por sus vidas, las hermanas que no lo han sido nunca se buscan novios que no se echarían a ellas mismas, y los nietos siguen con unas vidas de los que los demás, como buena familia que no existe, no tienen ni idea. Y ese diálogo entre Joy, la hermana que todos han decidido que sea una fracasada y su hermana escritora de éxito (magnífica Lara Flynn Boyle), intentando que ella se sienta menos mal:
- Lo siento, Joy. No quiero que te sientas mal. No me e
stoy riendo de ti, me estoy riendo contigo.
-Pero es que yo no me estoy riendo.



Bellísima en las formas y durísima en el fondo, Happiness es otra mirada más al falso sueño americano (y europeo y civilizado en general), que termina con una bellísima canción de Michael Stipe y Rain Phoenix que, tras mucho preguntarse dónde estará la felicidad concluye: "Felicidad, sabes que no puedes permanecer tan lejos de mi". Y que a partir de hoy estará abriendo esta página.


jueves, 30 de octubre de 2008

Destrozando a... Retrato de una dama

Retrato de una dama (Jane Campion, 1996 ).


Otro claro ejemplo de cómo se pueden desperdiciar todos los elementos que se necesitan para hacer una gran película, a saber: actuaciones estupendas, actores estupendos, muchos dineros invertidos en una producción estupenda, una novela del inmortal Henry James... para hacer una película de dos horas y media que no cuenta nada, nada, absolutamente nada. ¿Qué es la nada? La nada es esta película.
La Campion siempre pecó de pretenciosa, todos lo sabíamos, incluso después de ver El piano, quizá su película menos avariciosa, por más que esa rata de Anna Paquin intentara demostrar lo contrario, todos sabíamos que la Campion volvería por sus fueros... y le faltó tiempo. ¿Qué se puede esperar de alguien que dedica más metraje a los movimientos de las colas de los trajes que lucen sus actrices que a la historia misma? ¿Qué s
e puede esperar de una historia acerca de una adinerada muchacha que se casa con el hombre que menos le conviene porque así se rebela contra lo establecido, y que para entender eso tengas que leerte la crítica en el periódico al día siguiente porque en el cine no te has enterado de nada? ¿Qué se puede esperar de una película donde, repito, todo es tan obvio, tan obvio, que nada tiene sentido? 
La Campion desaprovecha todo lo desaprovechable. Nicole Kidman hace una interpretación espléndida, igual que Barbara Hershey, aunque el problema es que no sabemos qué es lo que están interpretando, John Malkovich hace de galán seductor que desde el principio da un asco que no se puede con él, el resto de los pretendientes de la Kidman están ahí de adorno, ella va corriendo con la cola del vestido por ahí... y la Campion se quedaría contenta.


Yo sólo pondré un breve ejemplo. Fui a verla a una sesión golfa, pero no tenía ni pizca de sueño. Cuando terminó la película, allá como a las dos y media de la mañana, me quedé petrificado en el asiento. Mi amiga se levantó, y riéndose me dijo: "¿Qué estás esperando?" A lo que yo contesté: "A que pase algo." Si, según el amigo dvd, soy capaz de desentrañar el significado de las más raras películas de los últimos años, una de dos, o esa noche estaba muy obtuso (por supuesto no he vuelto a verla) o tengo razón. No se por qué, me da por pensar lo segundo.

martes, 28 de octubre de 2008

Alta fidelidad

Alta fidelidad (Stephen Frears, 2000).


Esta película me encanta, como a casi todo el que conozco que la ha visto. Stephen Frears es de esos extraños directores que, como Neil Jordan, son capaces de meterse en berenjenales de lo más diversos y salir airosos. Da igual que sean dramas de época, historias policiacas, dramas sociales, comedias comerciales... todo tiene un mínimo de calidad, y ocasionalmente, hacen cosas estupendas. Este es el caso.
Es verdad que yo a Frears le tengo especial cariño, aunque sólo sea porque ha dirigido esa preciosidad llamada Mi hermosa lavandería, y la versión que más me gusta de Las amistades peligrosas, y, claro, todo me lo tomo a bien. Pero también es verdad que esta película, que no tuvo demasiada difusión y, de hecho, yo me encontré en casa de mi madre en el Plus un día, me encantó sin recordar que era de él. Y cada vez que la he visto me ha gustado más, que, créanme, es una cosa que raramente me suele pasar.


Basada en otra novela que tampoco me he leído, se nos cuenta la historia de las cinco relaciones amorosas que han marcado la vida de Rob, un espléndido John Cusack, regente de una tienda de discos, mediante un recorrido musical por los ochenta y noventa incomparable. Es el mismo Rob el que nos habla de lo que hizo, de lo que no hizo, de lo que dejo de hacer, de los fallos que cometió, de lo que hizo bien, de cómo lo hizo... rodeado de una serie de secundarios maravillosos (incluido Jack Black, que después empezaría a repetir el mismo papel siempre y entonces dejaría de tener gracia) y con una elegancia y saber estar inconmensurables. Frears se dedica a narrar un extraordinario guión, dejando a los actores hacer lo que tienen que hacer y mostrandonos lo que nos tiene que mostrar sin artificios ni añadidos (hace poco hablé de Cómo ser John Malkovich, a esto me refería al hablar de lo que no había sido capaz de hacer Jonze), demostrando lo que tiene que hacer un director eficaz, y logrando, junto con esos espléndidos actores, con el estupendo guión y con la portentosa banda sonora, realizar una de las comedias más bellas, emotivas y sensibles que ha dado el cine yanqui en el nuevo milenio (aunque es del 2000, lo mismo es la última del antiguo). En fin, que otra delicia más... y van...

lunes, 27 de octubre de 2008

Los vampiros

Los vampiros (Louis Feuillade , 1915).

En realidad Los vampiros no es una película. Es el primer ejemplo de lo que podría ser una serie. Porque de hecho Los vampiros es un serial de diez episodios de distinta duración y con escasa conexión de por medio, sobre la investigación que realiza el periodista Philippe Guerande, en busca de Los vampiros, organización delictiva que incorpora entre sus miembros a varios altos cargos de la sociedad francesa, y que preside el Gran Vampiro, junto con la malvada Irma Vep. Unos malechores que usan el disfraz y el engaño, en la misma manera en que Guerande para atraparlos.


La grandeza de Los vampiros, sin embargo, no se encuentra en lo que cuenta. Por más que la visión un tanto inmoral que el film de Feuillade propone, esa falta de honestidad tanto en el bando de los malvados como en el de los supuestos honrados, resulte interesante. Pero lo realmente importante de este film es que inventa todo lo que caracterizará las producciones de intriga de todo el cine posterior, con su investigador, su compañero patoso, sus malvados que conjuran incluso contra ellos, y sus múltiples tácticas de asalto, en este caso imaginativas hasta la extenuación. Secuestros, robos, impostaciones... todo, absolutamente todo el género criminal aparece en este film perfectamente diseccionado y filmado. Aunque quizá el resultado, ante todo porque no es una película coherente, deje que desear. Pero es una película importante por más que no sea una película al uso. Y la ficción televisiva prácticamente se lo debe todo.

domingo, 26 de octubre de 2008

sábado, 25 de octubre de 2008

Cómo ser John Malkovich

Cómo ser John Malkovich (Spike Jonze, 1999)


De vez en cuando hay cosas que me sorprenden. Y me sorprendió hace no mucho ver una crítica que ponía a caer de un burro a esta película, a mi modo de ver, una de las cintas más interesantes e inteligentes que había visto en las postrimerías del siglo pasado. También es cierto, porque lo es, muchas veces lo he dicho, que tiendo a ser vehemente tanto para lo bueno como para lo malo, y que llevaba bastante tiempo sin echarle un ojo, así que puse a trabajar al burro y voilà, ya puedo postearla.
Mi opinión cambia poco, la verdad, si bien tengo que reconocer que el mérito lo tienen por una parte Charlie Kaufman, que escribe uno de los guiones más imaginativos que Hollywood ha dado de sí en los últimos taytantos años, y sus actores, en estado de gracia todos ellos, especialmente unos espléndidos John Cusack y Cameron Diaz (casi irreconocible en su papel de Loty). Spike Jonze al fin y al cabo es otro de esos directores nacidos del videoclip que gracias a su dirección videoclipera merma, más que ayuda, el desarrollo cinematográfico del e
xcelente guión, si bien hay que reconocer que la ambientación que logra para este siniestro cuento tampoco está nada mal.
Pero sin duda alguna el protagonista es Malkovich, una estrella que es capaz de dejar su cabeza para que sea poseída por todo el que quiera entrar por la trampilla oculta en la planta siete y media de aquel edificio que construyó un irlandés para una enana, y poner su vida en pantalla en el juego autoparódico que propone Kaufman y del que no siempre sale bien parado. Demostrando con ello que, efectivamente, y aunque solo sea porque es capaz de asumir ese riesgo, es uno de los grandes actores que todavía le quedan al panorama estadounidense.


Compleja, triste y nada graciosa a pesar de ser una comedia, Cómo ser John Malkovich es un ejemplo de cómo hay autores que no aparecen al final de los créditos, sino que se esconden un poco más allá. Porque evidentemente, el autor no es Jonze. De hecho, cualquier artesano del cine menos moderno le hubiera venido muchísimo mejor. No obstante, ni tan siquiera él puede estropearlo. Esperemos que Kaufman nos dure.

jueves, 23 de octubre de 2008

Destrozando a... Lie with me

Lie with me (Clement Virgo, 2005).



Todavía recuerdo cuando, a finales del pasado siglo, los puritanos elevaban sus voces ante la presentación en no recuerdo qué festival (creo que en Cannes) de Romance X, una espantosa película dirigida por Catherine Breillat donde aparecían escenas cuasi-pornográficas. Ese fue sólo el comienzo de una "nueva ola" de cine a uno y otro lado del Atlántico que olvidaba que casi treinta años antes los japoneses habían filmado El imperio de los sentidos, y se ponían a vender sexo explícito en historias donde el sexo era más o menos importante como el culmen de la modernidad.
Mi percepción de la historia es la que es: ¿sirve de algo a la trama o al desarrollo ver cualquier tipo de penetración? Pues yo creo que no, qué quieren que les diga ¿Hubiera cambiado en algo la estupenda escena del polvo de Eusebio Poncela y Antonio Banderas en La ley del deseo si se hubiera visto como el primero penetraba analmente al segundo
? Pues sigo creyendo que no, oigan. Pero a algún palo tendremos que agarrarnos para que nos pongan estrellitas en las críticas. Claro que hay dos formas de verlo.
Intimidad, por ejemplo, es una estupenda película, pero lo hubiera sido igual si el señor Chereau hubiera obviado las felaciones y penetraciones y se hubieran actuado como se ha hecho toda la vida. Claro que cuando la película es buena, eso no da ni quita, simplemente es otra forma. El problema es cuando la película no es buena, y el sexo es el reclamo para vender las virtudes, que se centran en que el sexo es el tema de la
película. Como ejemplo de esta segunda vía tenemos a la ya comentada Nine songs. Y en ese punto sigo pensando que mucho mejor ver porno de verdad.


Lie with me sin embargo no es Nine songs, aunque no se yo lo que es peor. Lie with me tiene historia y guión, claro que una historia y un guión que son para tirar al señor Virgo de lo alto de la torre más alta de Toronto. Porque esta es la tercera variante: el disfraz. Lie with me se disfraza de historia vital de una chica que lo vivencia todo en cuanto al sexo, ofreciéndonos una disección caprichosa, superflua y artificial de la historia de una atracción sexual (porque no hay más que eso) pretendiendo que pase por algo casi existencial, y olvidándose de todo lo que no tiene que ver con sus impulsos libidinosos, como si en esta vida el único que hubiera que hacer fuera follar, puesto que con esas ínfulas nos lo pretenden vender, y lo único que tenemos es un videoclip larguísimo donde, aparte del físico de sus dos protagonistas, no hay nada salvable. Quiero decir, la filosofía básica de esta película se sustenta en el mismo sitio que la de un chiste que me contaron el otro día que reproduciré a continuación y que, aviso, es de muy mal gusto:
"Dice que era una monja que estaba todo el día echándose agua en el chichi. Una de las otras monjas le pregunta:
-Hermana ¿por qué estás todo el día echándote agua en el chichi?
-Hombre, porque ya que no come, que beba."

miércoles, 22 de octubre de 2008

Sexografías

Sexografías (Gabriela Wiener, Editorial Melusina, 2008).

Decía en uno de sus comentarios el amigo dvd que hay demasiada gente que escribe sobre sexo. Me atrevo a decir que no sólo es que haya mucha gente que escribe sobre sexo, sino que hay mucha gente que escribe demasiado sobre el sexo en cuanto a acto, y se olvidan de todo lo que el sexo significa o conlleva, mucho más que el puro placer físico. Para resarcirnos ocasionalmente aparece alguien que habla de algo más.
Aparte de su columna en El país, Sexografías es el título de una presunta compilación de artículos que la peruana afincada en Barcelona Gabriela Wiener ha venido escribiendo a lo largo de los años para distintas revistas y periódicos. Y digo presunta compilación porque ya explica ella misma que muchos de los retazos de su vida que están en él se han rehecho para que pudieran pertenecer a este libro, ejemplo de periodismo "gonzo", como lo quieren llamar, el que se realiza con la implicación del investigador hasta las últimas consecuencias.
Una amiga definía a Wiener como "atrevida". Creo que es quedarse muy corto. Wiener, en busca del mundo que nos rodea, no duda en desnudarse en cuerpo y alma para exponer su vida y sus observaciones al mundo, cuenta historias que ningún otro contaría en primera persona sin que una muestra de arrepentimiento asome durante la lectura, y sin embargo consigue ser elegante incluso en los más sórdidos ambientes.
Sexografías es un viaje de Wiener a muchos submundos que tienen que ver no sólo con el sexo per se, sino con los placeres vitales y sus posibles sustitutos. Con la vida que rodea a todo lo que implica al sexo, desde la prostitución hasta el embarazo deseado, no quedándose únicamente en la anécdota del acto en sí, que, como bien reflejan sus páginas, no es lo más importante. Wiener observa, anota y disecciona cada una de sus experiencias para mostrárnoslas desde un prisma cuasianalítico repleto de emociones y afectos. Un prisma que engloba las situaciones y el entorno en las que se producen, y que no olvida que su estudio se centra en individuos que están donde están por alguna razón, individuos que Wiener retrata con el cariño que un padre muestra por sus hijos, ese cariño que finalmente ella mostrará por el producto de su embarazo. Y todo en primera persona, tan en primera persona que da miedo.
Viaje de conocimiento que todavía no para. Sexografías tiene blog propio donde Wiener anota cada uno de los acontecimientos que se producen respecto a ese libro, así como las columnas que publica periódicamente en El país. A mi me parece todo una delicia, aunque sólo sea por la capacidad de asumir elegantemente el riesgo. Mi más sincera enhorabuena.

lunes, 20 de octubre de 2008

Amigos y vecinos

Amigos y vecinos (Neil la Bute, 1998)

Neil LaBute es uno de los directores que quisieron encuadrar, aquellos a los que les gusta encuadrarlo todo en alguna parte, dentro de un nuevo género de misántropos surgidos en los años noventa, y que estarían encabezados por Todd Solondz. Como bien han demostrado tanto uno como otro, las comparaciones son odiosas, y LaBute ha resultado bastante más cariñoso con el género humano que su compañero de promoción.
Amigos y vecinos fue la segunda película, tras la estupenda (al menos e
n mi recuerdo) En compañía de hombres de LaBute. Efectivamente LaBute continuaba por aquellos entonces desarrollando una sanísima mala hostia, antes de que parara un poco para darle un papel decente a una Renée Zellweger que ya comenzaba a parecerse demasiado a una muñeca hichable en Persiguendo a Betty. Amigos y vecinos es una muestra de bestialidad. Cada uno de los personajes de LaBute arrastra un par de buenos defectos que los deberían hacer insoportables, odiosos y despreciables. Mienten siempre, pero sólo porque si no mienten se lanzan las verdades como puños que rompen los maxilares de sus contrincantes. Los "buenos" usan los mismos trucos que los "malos", los "malos" no son peores que los otros, la candidez sólo es un escondite tras lo que se oculta la misma bazofia que tras la dureza. Y sin embargo, y eso es lo que hace que LaBute no sea en absoluto un misántropo, todos y cada uno de estos seis personajes resultan entrañables, todos son dignos de lástima, y LaBute los quiere y lo demuestra.


Diálogos mordaces, crudos, hirientes, en los que con unas pocas frases LaBute es capaz de hacer aflorar todo lo bueno y lo malo que tiene el ser humano, todas las intrigas que pueblan las relaciones de pareja, todos los tópicos que hieren y que las destrozan, para que otras nuevas surjan mientras seguimos buscando el polvo de nuestras vidas. Porque el único que sabe realmente cuál fue es el personaje de Jason Patrick, el cínico crápula que confiesa con lágrimas en los ojos su violenta experiencia homosexual como si fuera el summum de la pasión. Al final él y la pobre ayudante de artista interpretada por Nastasjia Kinski son los únicos realmente honestos.

sábado, 18 de octubre de 2008

Las vírgenes suicidas

Las vírgenes suicidas (Sofia Coppola, 1999)


Precioso cuento con final trágico, el debut tras las cámaras de Sofia Coppola nos trajo una nueva historia sobre el falso sueño americano en un final de siglo en el que abundaban las historias acerca de ello. La camino desde la primera a la última muerte de las hermanas Lisbon, ese final que sabemos desde el principio, nos da la posibilidad de ver una obra sensible, llena de honestidad, sobre la falsa felicidad que se esconde tras la belleza.


Las hermanas Lisbon son envidiadas y deseadas por cada uno de sus vecinos, que sin embargo, igual que nosotros, desconocemos en principio qué es lo que está fallando. Qué es lo que está fallando cuando la pequeña Cecile se corta las venas al inicio del film. Qué es lo que está pasando para que esa familia tome las indicaciones del psiquiatra tan a rajatabla que sólo aceleran la tragedia. Qué es lo que está fallando para que las otras cuatro hermanas estén amargadas dentro del caparazón de su casa. Qué es lo que está fallando para que nosotros podamos ver dónde está el fallo y los padres Lisbon sean incapaces de hacerlo. Qué es lo que está pasando para que esos vecinos que intentan ayudar no paren de criticar y de malmeter, y para que la prensa sensacionalista sólo sirva para dar más morbo a lo que habría que considerar como parte de la vida. Qué están haciendo mal para que se inclinen por el suicidio que, como otra manera de morir, forma parte de la vida, tanto que se presenta como una opción más, probablemente uno de los mayores aciertos de la película, con toda la agresión que eso supone para los que quedan vivos. Esos que siguen sin darse cuenta de que el amor en exceso puede ser igual de perjudicial que el odio.
Qué preciosidad.


jueves, 16 de octubre de 2008

Destrozando a... Matrix Reloaded y Matrix Revolutions

Matrix Reloaded/Matrix Revolutions (Andy y Larry Wachowski, 2003 y 2004).


Cuando examinamos el contenido de un pañal, aunque no lo parezca, las reacciones son distintas dependiendo de quién sea el portador del mismo. En el caso del bebé, se aprecia con cierta ternura, mientras que si pertenece a un adulto incontinente la cosa ya da más asco. Pero lo que a veces olvidamos es que lo resultante de la digestión que va a parar a dichos contenedores, tanto en un caso como en otro, es lo mismo. Dicho de otra manera: al final todo es mierda.
Tras leer la reseña que hizo el amigo dvd sobre Matrix en El inde
filo cinesnable, hace un par de semanas, recordé que tenía que poner verde a sus continuaciones, y si no lo hice antes fue porque tenía ya preparado el de Independence day.
Tras releer lo escrito, creo que queda casi todo dicho. Pero pa
ra que no se me tache de radical, intentaré razonar mis planteamientos.
Matrix fue una película/videojuego divertido a la par que original, y que, reflexiones seudofilosóficas aparte (que para lo único que sirvieron es para que muchos que no saben ni quién es Kant vieran oro donde sólo había paja), entraba de lleno y sin vergüenza en lo que el cine de acción contemporáneo se está convirtiendo, un amasijo de tiros con mucha infografía. Para ello los Wachowski se valían de una supuesta trama videojueguera acerca de lo mismo de siempre y lo acompañaban de un oráculo, que siempre queda muy bien para dar misterio. A pesar de que incluso el Matrix original quedaba un poco largo, los hermanos querían seguir sacando tajada y se inventaron una triología (que luego irían aumentando a base de videojuegos de verdad, publicaciones...) que terminaría con la historia, y que es la base de estas dos cosas.
A mi Matrix me pareció entretenida, visualmente espectacular y hasta estimulante en ocasiones por la novedad que suponía en un terreno donde estábamos ya hartos de ver a Van Damme dando patadas. Porque no había más. Y quise
salvar a Matrix Reloaded porque aunque con estos post parezca lo contrario, en el fondo soy una buena persona. Pero tras sufrir Matrix Revolutions, tengo que reconocer que sus continuaciones no son más que meras repeticiones de lo mismo (incluidos los entrenamientos de artes marciales) que alargan una historia casi inexistente hasta límites insospechados. De todas formas, repasemos primero sus puntos a favor. A saber:
- La estética.






...y ya está. Ahora continuemos con lo malo: la fijación estética. Siempre he creído que la estética es un grado, pero centrar seis horas de película sólo en ello es demasiado. Y pondré un ejemplo gráfico: ponemos al matrimonio Jolie-Pitt en bolas en una cama, y los tenemos ahí durante seis horas sin hacer nada más que cambiar de postura cuando se les estén marcando las sábanas. Por muy buenos que estén, a los diez o quince minutos (o lo que cada uno quiera tardar en terminar de hacerse la paja), hasta el más pintado desconecta para hacer otra cosa más interesante, como cortarse las uñas de los pies. Pues eso es lo que hay. Un exceso infumable con vueltas y vueltas sobre lo mismo para una historia que no da más y que para lo único que sirve es para probar sistemas informáticos cada vez más sofisticados que dan instantáneas espectaculares. Y para que los actores no tuvieran que gastarse ni un duro más en botox a base de no mover un músculo de la cara. Y para que sus productores nunca más supieran lo que es una crisis. Y, sobre todo, para que el Wachowski que se cambió de sexo no tuviera que esperar a que se lo pagara la Seguridad Social, que eso si que es para un empute.

martes, 14 de octubre de 2008

The black rider

The black rider (Tom Waits, 1993)


En un panorama artístico y, sobre todo, musical que lucha desesperadamente por ser cada día más ortopédico, que alguien tan incómodo en todos los sentidos como Tom Waits lleve treinta y cinco años haciendo de las suyas no deja de ser un hilo de esperanza para que podamos aferrarnos a la idea utópica de que no todo está perdido.
Este puede que no sea su mejor disco, aunque puede que sí, pero es expresión de en lo que la música de Waits se ha ido convirtiendo con el paso de los años, y eso que ya tiene una edad. Realizada para una obra de teatro de su mismo nombre (y que yo no he visto) dirigida por Robert Wilson, no sabemos que tal será como banda sonora, pero como disco es coherente y espeluznante como pocos.
Suerte de ópera circense siniestra, turbadora y perversa (o pervertida), la ya de por sí macabra voz de Waits aparece más ronca que nunca para transportarnos a paisajes nebulosos y oscuros en los que quizá haya muchos que no se sientan cómodos. Describir las canciones sería un error, y lo sería porque The black rider es un todo, si quisiéramos diseccionarla probablemente la dejaríamos coja, con lo que no será en este sitio donde lo hagamos. Quizá lo mejor es ponerse a escucharlo y dejarse seducir por algo mucho más tenebroso que aquel "lado oscuro de la fuerza".

domingo, 12 de octubre de 2008

Brazil

Brazil (Terry Gilliam, 1985)

Hay películas visionarias, esta es una de ellas. Es posible que Brazil sea más importante por lo que cuenta que por cómo está realizada, por más que tanto lo uno como lo otro sea impresionante.
Sin embargo si es cierto que la dirección, e incluso los recursos de la historia, son un tanto artificiales y, ante todo, efectistas. Claro que Gilliam todo lo que ha
ce lo hace así, cosa que le da valor porque él (y sólo él) sabe cómo usar el artificio y el efectismo para contar lo que quiere contar, incluyéndolo sin miramientos en el discurso narrativo de sus obras como unos personajes más, como parte fundamental de lo que está contando.


Como se vale de una iconografía y una puesta en escena determinados: en un futuro no demasiado remoto, la gente va vestida a la moda del cine negro de los años cuarenta, y las fuerzas del orden público se caracterizan por vestimentas sacadas del ejército nazi, la GESTAPO y demás elementos del nacional-socialismo. Ello también sirve para que el discurso quede claro. Porque en esta película todo está medido y más que medido para hablar de lo que quiere hablar.
Y es que si de algo trata Brazil es de un futuro no muy lejano
. Un futuro donde la burocracia lo ordena todo, donde el afán por el control de lo que pasa es tal que se construyen órdenes tan complejos que no se permiten fallar, que nunca fallan. Y que si fallan es culpa de otros. Una sociedad deshumanizada hasta tal punto que puede estallar una bomba en el restaurante donde se cena sin que nadie, salvo las víctimas, se inmuten, donde lo importante es estar bello y joven aunque nos cueste la vida. Un futuro donde nadie pide perdón porque nadie se equivoca, donde el responsable de los actos no es quien los realiza, sino a quien va dirigido el acto. Una sociedad donde el mensaje político es el de "no pasa nada" y "está todo controlado", mientras se difumina la conciencia con ayuda de los medios de comunicación (y especialmente la televisión). Una sociedad donde uno tiene que pagar una burocracia ineficiente hasta para que te torturen y te maten. Una sociedad de la que sólo se puede escapar mediante la locura, mediante la evasión a un mundo imaginario, el único en el que se puede estar bien, como ese Brazil del título, como esa canción del mismo título cuyas versiones suenan durante toda la película.


Temas recurrentes en la filmografía de Gilliam que nunca están tan claros como aquí, ni quizá ha tenido mejores resultados. Pero el adorno es igual que siempre, los espejos, los desenfoques, los escenarios opresivos, los personajes desencantados, la fantasía inspirada en superhéroes de cómic y cuentos infantiles... para una película que, bien mirado, lo único que hace es acercarnos a lo que nuestros queridos políticos y medios de comunicación van a conseguir que tengamos de aquí a no mucho. Yo no se si me volveré loco. Lo mismo me pego un tiro antes.

sábado, 11 de octubre de 2008

Clerks

Clerks (Kevin Smith, 1994)

O cómo la escasez de recursos agudiza el ingenio. Si es que la riqueza en el mundo no se reparte por eso, para que no nos volvamos tontos. Y vosotros que pensabais que Botín era avaricioso... mal pensados.
Diatribas políticas aparte, Clerks es la demostración primaria de que lo mismo hecho con más dinero no da mejores resultados. Porque todas las películas posteriores de Kevin Smith son Clerks versionadas, con mayor o menor acierto. Quizá la única que la supere, quizá digo, es Persiguiendo a Amy, que procuraré recordar para comentar cuanto antes, porque se centra más en la relación afectiva y no hay tanto batiburrillo de asuntos como en el resto. Pero por lo demás, todo lo hecho posteriormente es peor que Clerks, cuando al final está tratando lo mismo.


Con una premisa que usaría un par de años después Paul Auster para que Wayne Wang dirigiera la fantástica Smoke, pero siete u ocho o nueve veces menos dinero, Smith realiza un retrato de la parte de la sociedad que conoce y le interesa a través de un día en la vida de un cajero, Dante, que tiene que ir a trabajar su día libre, y los pintorescos personajes que se van cruzando con él, incluyendo a su mejor amigo, Randal, cajero del videoclub de al lado, y lo opuesto a él en intenciones y maneras, probablemente el mejor personaje de la película.
Las diserciones del film, tanto explícitas como tácit
as, se dedican a lo mismo de siempre en el cine de su director: las relaciones de pareja y los malentendidos que en ella se dan por las diferencias en calificación de actos sexuales; la amistad masculina como sustituta primera de una homosexualidad latente que aquí queda más o menos reflejada en los gustos pornográficos de Randal; iconos de la cultura pop expuestos a la discusión; adultos inmaduros que se empeñan en no responsabilizarse de sus vidas; chistes y más chistes acerca de superfluosidades; el tabaco, la maría, el resto de drogas, el sexo, el sexo, el sexo... y Jay y Bob el Silencioso cuando todavía traficaban. Y la cotidianidad de la ciudad, que lleva a que finalmente aquello parezca un pueblo donde todo el mundo se conoce y todo el mundo sabe las dificultades del resto de gente.


Diálogos ingeniosos para una comedia ágil y muy divertida que se aleja de los grandes temas para tratar de ese tema tan insignificante que es lo que hacemos con nuestra vida. Con dos duros muy bien utilizados Smith crea una película generacional que, afortunadamente para ella, no lo fue. Por eso no ha caído en el ridículo y sigue conservándose tan fresca. De Reality bites hablaré cualquier jueves de estos.

jueves, 9 de octubre de 2008

Destrozando a... Independence day

Independence Day (Roland Emmerich, 1996)

En nuestro afán innovador, vamos a realizar un experimento. Hoy tendremos una entrada interactiva, esperando la participación de los habituales tanto o más como con Abre los ojos, y agradeciendo cualquier aportación de los no habituales que pueda instruirme acerca de las bondades de esta cosa. Son tres pasos que tendreis que ir realizando correctamente y sin saltaros ninguno. Si no, no vale.

PASO PRIMERO.
Observen atentamente, desde el inicio hasta el final, este corto vídeo que debemos a Brandon Lucas (futuro director de éxito en Hollywood, auguro) y que hemos encontrado vía youtube. No se pierdan los detalles, sería un craso error.






PASO SEGUNDO.
Reflexionen durante unos segundos acerca de la pregunta que se realizará a continuación.

¿QUÉ DIFERENCIA ESTE VIDEO DE INDEPENDENCE DAY?

Continúen reflexionando hasta la solución (después de la foto)




SOLUCIÓN: Efectivamente, la única diferencia entre el vídeo e Independence day son ¡¡¡¡LOS EFECTOS ESPECIALES!!!! A veces me maravilla la inteligencia sobrehumana que tienen los lectores de este blog. ¿Cómo que en el vídeo no hay actores? ¿Pero en Independence day había? ¿Y dónde se escondieron que yo no los vi?

PASO TERCERO.

Pinchen abajo, ahí donde los comentarios, y despotriquen a gusto. Hoy serán ustedes los encargados de realizar esta sección, que yo con idearla he tenido bastante.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Supervaga/Cuidado conmigo

Supervaga (Chico y Chica)/Cuidado conmigo (Los Ronaldos)

Tener dos blogs sirve para dos cosas: mezclar temas y no terminar actualizando uno de ellos. Yo he resistido casi un año, pero ya comienzo a hacer ambas. Este post, si hubiera ido en el otro, se hubiera llamado Las canciones de mi vida, pero como están aquí, quedan como recomendaciones.

Si estas canciones son expuestas aquí a la crítica no tiene que ver, en modo alguno, con su calidad, sino con su implicación con el autor. Y es que probablemente no haya dos canciones con las que me sienta más identificado en todo momento en la galaxia musical desde que el hombre aprendió a chocar maderas con piedras para inventar la percusión hasta ahora. Por eso encabezarán a partir de estos momentos (o quizá un poco más tarde dependiendo de lo que tarde en cargarlas) la lista de canciones de la barra lateral.


Supervaga.


Digo que lo voy a hacer, pero nunca hago nada

no me preguntes por qué, te responderé mañana

No voy al paro porque no me acuerdo

No saco al perro porque se me olvida

No soy más dejada porque no me entreno

demasiado vaga para tanto esfuerzo.

Levántate, no quiero

llámame, no puedo

Ven a comer, luego

demasiado vaga para tanto esfuerzo.

Supertranquila, supercalmada, superrelajada, supervaga,

superserena, supersosegada, superfláccida, supervaga.

En las cosas del amor soy vaga por naturaleza

y no me insistas más que me duele la cabeza

Si quiero puedo pero es que no quiero

Si quiero puedo pero es que no quiero

Si quiero puedo pero es que no quiero

demasiado vaga para tanto esfuerzo.

Levántate, no quiero

llámame, no puedo

Ven a comer, no me lo pide el cuerpo.

demasiado vaga para tanto esfuerzo.

Supertranquila, supercalmada, superrelajada, supervaga,

superserena, supersosegada, superfláccida, supervaga.

Supertranquila, supercalmada, superrelajada, supervaga,

superserena, supersosegada, superfláccida, supervaga.



Cuidado conmigo.


Cuidado conmigo, que voy de mal en peor.

cuidado conmigo, que me arde el corazón.

Qué no haría yo por un poco de amor,

que hace ya tiempo que me estoy conteniendo

y el día que explote puede ser tremendo.

Cuidado conmigo ...

Cuidado conmigo ...

Por favor, no me pongas de mal humor.

Por favor, no me dejes las llaves,

si no luego pasa lo que tú sabes.

Cuidado, te estoy mirando,

sólo espero el día apropiado.

Pero recuerda, yo reviso las cuentas,

yo soy más malo de lo que tú piensas.

Cuidado conmigo ...

Cuidado conmigo ...

Cuidado que voy lanzado

como una bala de cañón,

cuidado que estoy bailando

y nadie baila más que yo.

Tú no has leído bien,

en mi pecho dice: Yo soy así.

Incluso podría hacer

cosas malas para mí.

Cuidado conmigo ...

Cuidado conmigo ...

Me miro el espejo

y nunca veo lo mismo.

Podemos hablar al revés,

la cabeza donde los pies.

Cuidado conmigo ...

Cuidado conmigo ...


¿Qué como se asocian? Fácil. Mete ciento cinco gigas de música en el iPod que te compraste de ochenta gigas para poder ver películas, haciendo para ello reducción de canciones repetidas (durante todo un día) hasta llegar a la cómoda cifra de setenta y dos gigas (a falta de Pulp), y dale a la reproducción aleatoria. Aparte de lograr mezclas tan heterogéneas como que a Nick Cave le siga María Jiménez y a esta Reincidentes, se pueden escuchar en el mismo día las dos canciones arriba referidas y darse cuenta de que inmediatamente tienes que comunicarle al mundo entero que tú eres así.

¿Qué como cuadran? Pues es verdad que no tienen mucho que ver, queridos amigos. Pero así es la vida, incoherente. Y yo soy mucha vida.

¿Que alguien tiene dudas de que pueda haber alguien en que estos dos estilos convivan? Os invitaría a que os vinierais a vivir una temporada conmigo... pero tampoco os mereceis semejante martirio.

Por cierto, que largo ha quedado este post para lo que es.


martes, 7 de octubre de 2008

Paquita la del barrio.

Paquita la del Barrio.

Voy a dejar de intentar parecer el intelectual que nunca seré para reivindicar a esta señora. Y es que Paquita la del Barrio es una dama de la canción mexicana de edad inexcrutable (juro por Chico y Chica que he rebuscado por un montón de páginas de interner y no he conseguido averiguar su año de nacimiento) que ha tenido el privilegio de ser una de las grandes artífices de dos importantísimos avances en México:

-La buena salud de su economía hortofrutícola.

-La paulatina desaparición del machismo.

Y todo mediante una única artimaña: ha conseguido lograr que todos los machos mexicanos vayan al mercado a comprar fruta con la excusa de que se la tirarán a ella en los conciertos para vengar las agresiones que sus letras les producen. Y es que Paquita es mucho.

Sus canciones tienen dos hechos diferenciales fundamentales respecto a toda la canción costumbrista mexicana conocida como rancheras, de éxito en nuestro país gracias a la mexicanísima Rocío Dúrcal:

-La primera es que no se molesta en cambiar la música. Todas sus canciones son versiones de tres melodías distintas según velocidad: la lenta, la rápida y la intermedia.

-En vez del amor desinteresado se pregona el odio visceral, especialmente al hombre, y para demostrarlo en todas sus canciones, a eso de mitad de duración se puede escuchar “¿Me estás oyendo, inútil?”.

La leyenda dice que este giro inesperado de los acontecimientos comienza con el descubrimiento por parte de Paquita de que su primer marido, casado con ella hacía años, poseía (y conservaba) esposa e hijos antes de darle el "Sí, quiero". El marido la había cagado y ella juró venganza. Y la efectuó de la forma más cruel en la que se puede efectuar una venganza: el escarnio público.

Porque además es lista. Ella no va a tontas y a locas, da donde más duele, a la virilidad en su más alta estima machista: el tamaño y la potencia del pene, como bien describen sus canciones Chiquito (“tienes el pie chiquito, tienes los ojos chiquitos, tienes el talón chiquito, en fin, que todo en chiquito”) o Pobre pistolita (“Toda la noche me pase esperando, soñando a solas mientras tú roncando. Pobre pistolita, no disparas nada, ni de vez en cuando”). Y es que en el fondo es mala como la quina, por más que su dulce cara de bulldog nos quiera dar a entender lo contrario.

Podreis encontrar muchas cosas en la mula, os recomiendo para comenzar a escucharla el disco Lo nuevo y lo mejor, pero no mediante descargas P2P, que la SGAE os mete en la cárcel, delinqüentes. En ese disco no podreis encontrar una de mis canciones preferidas, Como un perro, cuyo estribillo da título a la dirección de mi blog personal, ese que hace un mes que no actualizo (“Perdón, perdóname querido amigo. Que me perdone tu perro, por compararlo contigo.”) pero sí la grandísima Rata de dos patas, su canción más famosa, y de la que os dejo video procedente del youtube. Molestaros en verla. No tiene desperdicio (ni la canción, ni el traje, ni ella...). Es mucho, es mucho.




lunes, 6 de octubre de 2008

Videodrome

Videodrome (David Cronenberg, 1983)

La gran pregunta por parte de los habituales sería: ¿qué va a decir nuevo de Cronenberg cuando no ha parado de hablar de él en los últimos dos meses? Pues poca cosa, me temo. Si que intentaré que esta sea la última hasta dentro de un tiempo, para poder renovar el repertorio.
Videodrome, puede que su primera gran película, es otra de sus cintas de cuando se dedicaba a cultivar el género fantástico, y con eso casi que se dice todo. Como buen autor, Cronenberg trata siempre los mismos temas y de la misma forma, consiguiendo sin embargo realizar films con identidad propia, menos parecidos de lo que a priori se esperaría.
En este caso Cronenberg apunta su discurso demoledor al mundo de la televisión, esa que los creadores de Videodrome quieren utilizar para controlar el pensamiento a través de una señal subliminal que produce tumores cerebrales que causan alucinaciones, y que están contenidas en cintas snuff que se ruedan en Pitsburgh. Renn (un guapísimo James Woods) será el encargado de retransmitirlas en la televisión a la que pertenece, una televisión que basa su programación en el sexo y la violencia y por lo que precisamente es la elegida para difundir el mensaje. Videodrome es la cría de cuervo que finalmente saca los ojos a su padre. Renn se ha dedicado a cultivar el germen que terminará con él.


Como en todos los universos de Cronenberg los personajes son siniestros, el mundo visual es inquietante y desagradable (demasiado a veces), nada es lo que parece, no hay buenos ni malos, la realidad se confunde con la ficción y no hay que fiarse de nadie. El periplo de Renn en busca de Videodrome y de su amante Nikki (Deborah Harry), esa a la que nunca amó, nos muestra todo lo que su autor trata en todos sus filmes. Y sobre todo el sexo... unido indefectiblemente al dolor y expresado de todas las formas posibles, aun en situaciones asexuadas, está presente con la misma o incluso más fuerza que en el resto de obras de Cronenberg, como forma de salvación, como esa vagina abdominal con dientes, el sitio donde guardar pistolas que nos llevarán a que sigamos adelante, aunque no sepamos hacia donde.

sábado, 4 de octubre de 2008

El caballero oscuro

El caballero oscuro (Christopher Nolan, 2008)

Que la reseña que yo fuera a hacer en cualquier momento de El caballero oscuro iba a ser buena era algo que sabían hasta los chinos de Rusia. Que iba a ser tan buena no me lo creo ni yo. Pero ya aclaro, me he negado a ser objetivo, si es que con el cine eso es posible.
Batman y toda su imaginería son poderosos. Tanto que han sido capaces de lograr que yo sea conocedor y seguidor aunque no me haya leido ni un solo cómic suyo en mi vida. Y por tanto, el acordarme de la aparición de determinados personajes que no tengo en memoria porque no soy fan, en este caso el fiscal del distrito que acabará convertido en Dos Caras, me pone los vellos de punta. Es lo que tiene la incoherencia.

El caballero oscuro es la muestra palpable de que todavía a estas alturas se pueden hacer buenas películas con muchísimos efectos especiales y sacar una pasta. El tema fundamental de la película, como el de todo el personaje de Batman, es el bien y el mal y su interrelación mutua, con las dudas morales que conlleva la diferencia entre lo uno y lo otro, entre la ética y el instinto, que incluso Nolan nos pone delante como si nosotros pudiéramos decidir qué es lo que va a pasar. Y esa es la base para lo que ocurre durante dos horas y media de metraje en que no paran de suceder cosas, en que no hay espacio para la tregua.


Quizá sea ese el único fallo de Nolan. El caballero oscuro quiere tratar tantas cosas, se enrevesa tanto, que termina durando demasiado. Aunque no sepamos de dónde se puede quitar metraje. Las secuencias de acción no son excesivamente largas, las escenas relacionales tampoco, el que aparezcan tres de los malos de Batman (por más que la aparición inicial de El espantapájaros valga para poco) reconforta a cualquier seguidor de la serie, y la trama es tan complicada que cuesta pensar que se pueda solucionar en menos tiempo... pero veinte minutos menos no le hubieran venido nada mal.
Poderosa como su protagonista, densa, trepidante, excesiva, fascinante, compleja, arrolladora, con una producción y una dirección espléndidas, El caballero oscuro es la continuación natural de ese otro monumento a la figura del Hombre Murciélago que era Batman Begins, en forma de monumento aún más megalómano de lo que era esta, no sólo para Batman, sino también para sus malvados complementos, tanto Jocker (un impresionante Heath Ledger, del que no hablaré aquí porque ya ha hablado todo el mundo) como Dos caras (Aaron Eckhart en estado de gracia).


Y por cierto, leí en su momento una crítica de Elvira Lindo en su estreno neoyorquino que la describía como sangrienta y desagradable. No se si el montaje en Europa será distinto, pero a mi me ha parecido sutil y elegante en esos términos como pocas adaptaciones de cómic. En resumen, que voy a verla otra vez.