Empezaré por decir que ya el título es espantoso (bueno, el original The living end tampoco es para tirar cohetes), pero de juzgado de guardia, vamos.
Y ahora iré al turrón.
Yo sigo sin ver dónde están las virtudes del cine de Gregg Araki, ese señor que consiguió convertirse en el abanderado del cine gay-indie-americano (aquella estupidez del New Queer Cinema... yo es que estoy ya de etiquetas hasta los mismísimos) aunque luego su relación sentimental más duradera fuera con una de sus actrices y terminara haciendo comedietas románticas bisexuales... pero eso es otro tema.
La cosa es que su tercera película, esta que comentamos hoy y que fue candidata a no se qué premio en Sundance (wikipedia dixit) es un perfecto ejemplo de todo lo que caracteriza a lo que se ha venido en llamar su "cine". Porque todas las películas que he visto de Araki, aunque lo he abandonado hace mucho, son prácticamente iguales.
Partimos de algún conflicto sexual entre varias personas (más o menos llamativo, aquí el descubrimiento de la seropositividad de un escritor y su encuentro con otro seropositivo un tanto psicopático), aparecen personajes secundarios "alocados" (que no aportan nada, que están ahí de adorno y que son totalmente prescindibles) y vemos muchas preciosas postales dialogadas con frases poéticas de mercadillo y que giran y giran y siguen girando acerca de la misma idea que es la que vertebra todo el guión (en este caso, eso de vivir rápido, morir joven y dejar un bonito cadáver).
Que puede tener su gracia, no digo yo que no, pero que aumentaría su valor si lo que van declinando tuviera algún sentido y, sobre todo, si Araki supiera dirigir (actores, entre otras cosas), lo tengo clarísimo.
Porque miren ustedes, yo puedo estar de acuerdo en que alguien quiera ser moderno y planifique las escenas con estilo pictórico seudopop, con que ese mismo alguien limite la actividad de los personajes a estereotipos motrices que se van repitiendo, con que ese alguien desarrolle la actividad dramática allende los actores y centrado en acciones vacuas, incluso con que ese mismo alguien acierte a desarrollar escenas cercanas al video-arte.
Pero con lo que no puedo estar de acuerdo, de ninguna de las maneras, es con que eso sea cine. Me niego.
La cosa es que su tercera película, esta que comentamos hoy y que fue candidata a no se qué premio en Sundance (wikipedia dixit) es un perfecto ejemplo de todo lo que caracteriza a lo que se ha venido en llamar su "cine". Porque todas las películas que he visto de Araki, aunque lo he abandonado hace mucho, son prácticamente iguales.
Partimos de algún conflicto sexual entre varias personas (más o menos llamativo, aquí el descubrimiento de la seropositividad de un escritor y su encuentro con otro seropositivo un tanto psicopático), aparecen personajes secundarios "alocados" (que no aportan nada, que están ahí de adorno y que son totalmente prescindibles) y vemos muchas preciosas postales dialogadas con frases poéticas de mercadillo y que giran y giran y siguen girando acerca de la misma idea que es la que vertebra todo el guión (en este caso, eso de vivir rápido, morir joven y dejar un bonito cadáver).
Que puede tener su gracia, no digo yo que no, pero que aumentaría su valor si lo que van declinando tuviera algún sentido y, sobre todo, si Araki supiera dirigir (actores, entre otras cosas), lo tengo clarísimo.
Porque miren ustedes, yo puedo estar de acuerdo en que alguien quiera ser moderno y planifique las escenas con estilo pictórico seudopop, con que ese mismo alguien limite la actividad de los personajes a estereotipos motrices que se van repitiendo, con que ese alguien desarrolle la actividad dramática allende los actores y centrado en acciones vacuas, incluso con que ese mismo alguien acierte a desarrollar escenas cercanas al video-arte.
Pero con lo que no puedo estar de acuerdo, de ninguna de las maneras, es con que eso sea cine. Me niego.
2 comentarios:
Ahora tengo ganas de verla... :)
A Boyero vas!!
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