Yo al menos continúo en duelo (y creo que irá para largo), y me he acordado mucho de esta estupenda versión del Americanos que, cantado por Lolita Sevilla, resumía el ingenuo planteamiento de los habitantes de Villar del Río previo a la visita del amigo del otro lado del Atlántico. Ahí la dejo.
Ayer nos dejaba, en un año que se está cebando con los grandes, uno de los dos mejores directores españoles de todos los tiempos, el otro D. Luis. Sirva este post como homenaje al mejor de los cronistas de la sociedad de la dictadura franquista y la transición, figura tan discreta como preclara y que supo, como nadie, que una retirada a tiempo es una victoria. Será recordado por tener en su haber la gran mayoría de las obras maestras que el cine español dió en la década de los cincuenta y los sesenta, entre las que se encuentra la película señalada en la cabecera, la historia del pueblo que, harto de pesadumbres y pobreza, decide inventarse un milagro para atraer el turismo. De ella se puede decir lo mismo que de Plácido, que de Bienvenido Mr. Marshall, que de El verdugo (de todas ellas hemos hablado aquí, y muy bien)... es lo que tenía el cine de Berlanga, que por más sainete que pareciera era mucha verdad, y muy amarga.
Escasas palabras de recuerdo para alguien que merece un reconocimiento mucho mayor. Si existiera la justicia, la Menestra debería hacerlo y dejarse de las descarguitas... pero en este país, y eso también lo sabía Berlanga, no somos muy de agradecer ni de reconocer méritos ajenos. Por lo que a mi respecta, muchas gracias, Don Luis, muchas gracias. Hace tiempo que lo estamos echando de menos.
Soy consciente de lo abandonado que tengo el blog a pesar de haber terminado el infierno. Pero como vuelvo a ser universitario y voy atrasado, algo tenía que sacrificar. Intentaré remendarlo, aunque no aseguro nada, comenzando por incluir la canción que abría la última película que me apasionó de Tarantino, un magnífico corte que he estado escuchando y reescuchando toda la semana.
Antonio le había rogado que le sostuviera por un instante aquel fajo de billetes de banco. Poco después, cuando Antonio le pidió que se lo devolviese, se le ocurrió la idea de que lo separaba muy poco de la propiedad absoluta de aquel fajo: la vida de Antonio.
Lo más interesante de Machete quizá sea su concepción. Nació como un falso trailer al inicio de Planet Terror, posiblemente lo mejor de una cinta que tenía bastantes momentos buenos, y comenzó a convertirse en una leyenda años antes de la concepción y realización de la película. La única figura que se repetía es la de Dani Trejo, el Machete de uno y otro, especie de superhéroe inanimado (sólo hay que verle la cara todo el metraje) cuya lucha inicial contra la corrupción de su país terminará con él emigrado a Estados Unidos y luchando como todo ilegal por sus papeles. Dentro del circo seudogore que Rodríguez y Maniquis nos ofrecen, un circo tan innecesario como divertido, se pueden ver muchas cosas interesantes, no obstante. Gracias entre otras cosas a contar con estrellas como Robert de Niro y Steven Seagal (si, según para qué Seagal es una estrella), la inefable Lindsay Lohan o Jessica Alba (que repite con Rodríguez tras Sin City), que cumplen perfectamente con su función de ridiculización de roles que el libreto pretendía, consiguiendo una radiografía del racismo contra los mejicanos que dudamos mucho haya servido para congraciarlos con el público estadounidense.
Claro que para ello primero se tienen que dar cuenta de lo que les están contando, y ahí es donde van a terner más problemas entre tanto fuego de artificio. Porque el guión, más allá de la locura de sus premisas roza lo patético en las conversaciones, es, como toda la película, demasiado largo y demasiado anecdótico, y no da oportunidades para el lucimiento a nadie. Cosa por la que nadie en su más mínimo juicio vería más allá del despampanante artefacto visual que esconde esa visión no demasiado optimista de la extranjería en Estados Unidos. Pero tenerlo, lo tiene. Otra cosa es que para contener tan poco se necesite un juguete tan grande, un juguete tan enrevesado en el vacío y tan alargado innecesariamente. Eso lo tendrán que juzgar los fans, entre los que desafortunadamente me encuentro.
El psicoanálisis, de acuerdo con el estudio de Potters, es un proceso psicológico dinámico que involucra a dos personas: un paciente y un psicoanalista. Durante este proceso, el paciente insiste en que el analista está por encima, mientras intenta desesperadamente colocarlo por debajo, y por su parte, el analista insiste en que el paciente permanezca por debajo para ayudarle a que aprenda a colocarse por encima. El objetivo de la relación es la separación amistosa del analista y el paciente.
Jay Haley en El arte del psicoanálisis (Las tácticas de poder de Jesucristo y otros ensayos).