Si hay dos personajes que me fascinan de todos los que habitan Wisteria Lane por su manejo (y no por ellos mismos, donde ganaría el fontanero de calle) son la magnífica Bree van de Kamp/Hodges (cuyo empeño en ser la perfecta madre y ama de casa además de su excesivo celo por el orden y la limpieza han sido objeto de algunos de los gags más divertidos de la serie) y, sobre todo, esa vecina malhumorada, deslenguada y metomentodo que es Karen McClusky, interpretada con maestría por Kathryn Joosten.
La señora McClusky, esa entrañable anciana aparentemente odiosa es la única que aparenta ser totalmente sincera (por más que guarde secretos como todo el resto de los habitantes de ese barrio bien de Fairview), como bien demuestran todas sus apreciaciones sobre el resto de sus conciudadanos, esas que realiza sin que nadie le pregunte y sin importar a quién puedan herir. Pero todo ello lo hace sin más maldad que la de alguien que se preocupa de sus vecinos, aunque no lo parezca, y que desea que estos se den cuenta de lo que pasa a su alrededor, como bien demuestra su amistad con Lynette o con Parker, el hijo de esta.
En este sentido, y es por lo que me he decidido a postearla ahora, estos días he terminado de ver la tercera y la cuarta temporada. En esta última aparecen una pareja gay, Bob y Lee, que se mudan de Nueva York a Wisteria Lane en busca de paz, pero siguiendo sus premisas neoyorkinas, cosa que les acarreará todo tipo de enemistades en el barrio. En ese sentido, la pareja recién llegada compra una espantosa fuente que coloca en el jardín, lo que impulsa un debate entre sus convecinas. Es en ese debate donde se produce una de las apreciaciones más salvajes de McCluskey, una que debe estar aquí: Susan, Catherine, Bree y la propia McClusky, deciden que la fuente debe desaparecer, y esta última le sugiere a Bree que sea ella quien les pida a la nueva pareja que la retiren:
-Deberías hablar tú con ellos, Bree.
-¿No entiendo por qué?- contesta Bree.
-Porque tienes un hijo que ha salido del armario y un marido que hace tiempo está buscando la puerta.
No parece que Orson vaya a salir en ningún momento del armario, pero no me negaran que McClusky no se ha preocupado de que Bree se de cuenta de que es posible. ¡Qué grande es!
La señora McClusky, esa entrañable anciana aparentemente odiosa es la única que aparenta ser totalmente sincera (por más que guarde secretos como todo el resto de los habitantes de ese barrio bien de Fairview), como bien demuestran todas sus apreciaciones sobre el resto de sus conciudadanos, esas que realiza sin que nadie le pregunte y sin importar a quién puedan herir. Pero todo ello lo hace sin más maldad que la de alguien que se preocupa de sus vecinos, aunque no lo parezca, y que desea que estos se den cuenta de lo que pasa a su alrededor, como bien demuestra su amistad con Lynette o con Parker, el hijo de esta.
En este sentido, y es por lo que me he decidido a postearla ahora, estos días he terminado de ver la tercera y la cuarta temporada. En esta última aparecen una pareja gay, Bob y Lee, que se mudan de Nueva York a Wisteria Lane en busca de paz, pero siguiendo sus premisas neoyorkinas, cosa que les acarreará todo tipo de enemistades en el barrio. En ese sentido, la pareja recién llegada compra una espantosa fuente que coloca en el jardín, lo que impulsa un debate entre sus convecinas. Es en ese debate donde se produce una de las apreciaciones más salvajes de McCluskey, una que debe estar aquí: Susan, Catherine, Bree y la propia McClusky, deciden que la fuente debe desaparecer, y esta última le sugiere a Bree que sea ella quien les pida a la nueva pareja que la retiren:
-Deberías hablar tú con ellos, Bree.
-¿No entiendo por qué?- contesta Bree.
-Porque tienes un hijo que ha salido del armario y un marido que hace tiempo está buscando la puerta.
No parece que Orson vaya a salir en ningún momento del armario, pero no me negaran que McClusky no se ha preocupado de que Bree se de cuenta de que es posible. ¡Qué grande es!
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