domingo, 19 de abril de 2009

El discreto encanto de la burguesía

El discreto encanto de la burguesía (Luis Buñuel, 1972)


Dado que la semana pasada, más por los efluvios del tequila que por otra cosa, se me olvidó rendir homenaje a don Luis, dejaré la reseña prevista para años venideros si no me canso antes y honraré otro de sus temas predilectos, ya presentes en este blog cuando traté El ángel exterminador.
La fascinación de Buñuel por lo burgués es omnipresente, su caric
aturización eterna, y en esta película evita esconderlo (si es que hacía falta) desde el mismo título. Tres parejas intentan celebrar una cena que, por distintos motivos, tienen que posponer una y otra vez mientras, en los interludios, caminan por carreteras desiertas en busca de sus próximos destinos, esos donde poder ejercer de burgueses perfectos en esa escena teatral que tiene que ver con el estar cara a la galería, con esa hipocresía que los envuelve y que se va haciendo cada vez más patente a medida que la frustración los invade al no poder realizar ese rito que están intentando hacer y que no pueden lograr sin que nada se lo impida.


Lo real se mezcla con lo imaginario para sumergirnos en otra obra intrigante y turbadora, a la vez que puramente cómica pero tremendamente molesta y desasosegante. Otra de esas obras maestras que hay que ver sí o sí.


4 comentarios:

loquemeahorro dijo...

La vi hará unos 25 años (Dios!) y prácticamente no recuerdo nada, excepto que en una especie de reunión social, uno se levanta y dice

- Ustedes han tenido una infancia feliz?

Y todos "pues sí", "ah, pues yo no"

¿Pasa algo así?

ethan dijo...

Creo que era en esta peli (o en El Fantasma de la libertad, ay las neuronas...) en la que había gente que comía en un mesa donde las sillas eran tazas de váter. En Turín, en el museo del cine (el mejor que he visto) hay una sala dedicada a Buñuel; allí te sientas en unas sillas que son eso, tazas de váter, y ves secuencias de esta peli.
Saludos!

Groupiedej dijo...

Hace un par de años que no la veo, en realidad, pero me vino a la memoria y la posteé, así que no puedo dar muchos detalles.
Me suena la frase que comentas, loquemeahorro, lo que no me suena tanto es lo de las tazas de váter aquí.
Ahora, tengo que programar un viaje a Turín ya.

Anónimo dijo...

La última etapa francesa de Buñuel convierte el surrealismo en un juego de salón burgués, en esas reuniones donde los invitados se disfrazaban. Las máscaras bajo las cuales se agazapan los hipócritas son los hábitos eclesiasticos y militares.