miércoles, 1 de septiembre de 2010

Fahrenheit 9/11

Fahrenheit 9/11 (I) (Michael Moore, 2004)


De un título como el documental con el que el señor Moore ganó la Palma de Oro en Cannes (no se lo que habría compitiendo, pero no parecía que lo mereciera realmente) se pueden dar dos visiones totalmente opuestas, así que sin que sirva de precedente así será.
Hoy tocará la versión basada en la simpatía.
Fahrenheit 9/11 es, ante todo, una película que tiende a caer bien. Lo hace por motivos más bien extracinematográficos y, ante todo, europeos, y basados en la repulsa que en el viejo continente se proclamó a nivel popular respecto a la invasión norteamericana de Irak.
Es por ello que nos deleitamos con todas las pruebas que Moore va trayendo al hilo de un montaje muy bien estructurado y que no hacen más que subrayar la idea de que la política estadounidense (y de todos los países occidentales en general) está basada en intereses que, casi nunca, tienen que ver con el pueblo que elige a los políticos que manejan esas decisiones.
Lo hace además a través de la figura de George W. Bush, que pasará a la historia como uno de los mandatarios más odiados por sus conciudadanos (y ya no digamos por los extranjeros) con permiso de Ansar y Zapatitos.
Moore es capaz incluso de hacernos pasar un buen rato gracias, además de al montaje, a una serie de entrevistas divertidísimas en las que demuestra su capacidad para diseccionar personajes en pocas palabras y llevarlos a su terreno para masacrarlos sin que se den cuenta, y que dan, con mucho, las mejores bazas de una cinta que además emociona sin llegar a la sensiblería cuando empieza a mostrar las historias de los combatientes y sus familias.
Y ahí es donde se puede reconocer el buen trabajo de Moore, porque por lo demás...

(continuará mañana).

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