lunes, 20 de febrero de 2012

La vida mancha

La vida mancha (Enrique Urbizu, 2003)



Sirva este post, perdido como estoy por distintas circunstancias de este mundo bloguero que tantas alegrías siempre me ha dado, como homenaje al que es, y lo creo fervientemente, uno de los mejores directores en activo del cine español, ayer por fin premiado en los premios esos que tan poco crédito me merecen. 




Creo que ya he dicho más de una vez que de Urbizu me gustan hasta sus obras menores, pero elijo hoy esta no sólo porque sea la última que he visto de él, sino porque realmente estoy más que convencido de que es una estupenda película. 
En realidad el guión no viene a ser más que el de cualquier otro melodrama de desgracias que tanto se estila en estas tierras: dificultades económicas, adicciones, triángulos amorosos... ya los hemos visto antes y, quizá, demasiadas veces. 
La particularidad, o mejor dicho, la grandeza de La vida mancha es alejarse del melodrama lacrimógeno para narrarnos con absoluta seriedad la historia de un reencuentro  y las dificultades que genera en un seno familiar que no anda escaso de ellas. 
Serena y muy cruel cuando tiene que serlo, el alarde de sensibilidad que nos regala Urbizu es digno de los mejores maestros, mesurado, contenido y sin desperdiciar ni un solo plano en vacuidad sensiblera. 
Lo de menos son las incógnitas, lo de menos es a qué se ha dedicado el personaje que, tan espléndidamente, interpreta José Coronado (con el que, desde ya, me reconcilio), lo que realmente importa son las emociones que se ponen en juego en lo cotidiano, las decepciones, las soledades, los desamparos, las esperanzas. 
Lo que más importa de La vida mancha son escenas como la del camisón o el rasurado de barba. 
Lo que más importa es la vida.