martes, 25 de octubre de 2011

El balneario de Battle Creek

El balneario de Battle Creek (Alan Parker, 1994)



Alan Parker tiene el dudoso honor de ser uno de los directores mejor considerados que ha desarrollado una carrera más irregular. 
Producto probablemente de razones alimenticias, su trayectoria mezcla joyitas como The Commitments con productos menores y hasta con una adaptación de un musical de Broadway a mayor gloria de Madonna.
Entre esos productos menores se encuentra este The road to Wellville, comedia fallida que rodó a mediados de los noventa y que, sin embargo, consigue retenerse en el imaginario del que la ve con ciertas simpatías. 
Puede que sea por el mismo planteamiento del film, el hacer reír gracias a los excesos cometidos en aras de la salubridad, puede que porque le de a Hopkins el papel de llevar al absurdo sus excesos interpretativos, puede que por Matthew Broderick, que siempre nos cayó bien.


Lo cierto es que esta cinta, del todo irregular pero conseguida, mezcla gags espléndidos con chistes burdos con una poca vergüenza sanísima, lo que hace que le perdonemos en parte su falta de ritmo y su caída final en el aburrimiento para poder salvarla de la quema. 
Al menos yo.

miércoles, 19 de octubre de 2011

La reina Margot

La reina Margot (Patrice Chéreau, 1994)



Hay muchas cosas que tenemos que envidiar a los franceses, y una de ellas es su cinematografía, capaz de haber desarrollado un sistema al que en este país aspiramos (pero, me temo, nunca llegaremos) basado en crear de forma sistemática productos de entretenimiento dirigidos al gran público y con un mínimo de calidad (comedias aparte, que ya sabemos que en lo de las comedias los franceses son como son) para luego poder hacer películas autorales sin miedo a que las taquillas las destrocen. 
El caso que nos ocupa, sin embargo, entra dentro de otro de los grandes aciertos del cine galo, el aunar ambas propuestas. Porque a mi todo lo que he visto de Patrice Chéreau me parece de una calidad más que aceptable (cuando no llega, como en Intimidad, directamente a lo sublime) y con una capacidad de llevar historias a su terreno que no tienen todos los considerados autores. 
La reine Margot se basa en un libro de aventuras de Alejandro Dumas y, sin embargo, trasciende más allá de lo que pueda aparecer en él, precisamente, gracias a la lectura que Chéreau realiza de la historia. 


Ambientada en las guerras de religión entre católicos y protestantes de la Francia del siglo XVI y centrada en la Matanza de los Hugonotes, la historia romántica de la princesa Margarita (en la que se centra casi todo el metraje) con un soldado y las intrigas palaciegas urdidas por su familia para conseguir su matrimonio con Enrique de Borbón (y la renegación de éste del protestantismo) son transformadas por Chéreau en un fresco vibrante de emociones ante la adversidad que, además, es capaz de entretener y mantener la tensión durante sus (larguísimas) dos horas y cuarto de metraje. 
Que no es una película perfecta lo demuestra tanto la elección de una Isabel Adjani demasiado operada ya como protagonista, pero que aún así compone su personaje con un aplomo y resolución envidiable (el film le sirve de vehículo de lucimiento, si bien quizá no mereciera tanto), y que la historia romántica a la que tanto tiempo se dedica se hace prácticamente invisible por el poderío demostrado en el resto del libreto. 
Pero aún así merece la pena pasarse por un metraje espléndidamente planificado, con una producción que no debió escatimar en gastos para conseguir una ambientación que ya hubiera querido Díaz Yanes para Alatriste, y una lectura sentimental de relaciones político-familiares que me siguen recordando mucho, años después, a esa joya que es El león en invierno
Y Virna Lisi, por cierto, como Catalina de Médici, madre de Margarita y araña tejedora de la gran red en la que están atrapados todos los demás personajes del film, se los come a todos con patatas.
 

lunes, 17 de octubre de 2011

Frase de la semana

Are you sure
Do you want to live like common people?
Do you want to see whatever common people see?
Do you want to sleep with common people?
Do you want to sleep with common people like me?


Pulp, Common People (Different class, 1995)  



domingo, 16 de octubre de 2011

Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto

Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto (Agustín Díaz Yanes, 1995)


Más que por razones cinematográficas lo que motiva su elección para intentar volver a dar vida a estas páginas es su título.
Y es que cuando la muerte (en todas sus posibles variantes, no sólo como pérdida de vida) se hace presente, este acertado epígrafe con que Díaz Yanes bautizó a su primera película (y única decente) me viene a la memoria insistentemente.
Dado que esta entrada ha sido improvisada (y que, desde hace mucho, siempre tengo en la cabeza haber hablado de la mayoría de las películas que posteo por
más que el buscador de blogger me diga lo contrario), seré conciso.
Las virtudes de este film, especie de drama policiaco en ocasiones salido de madre, son bastantes pero en los mismos terrenos donde falla. Y es que, sintiéndolo mucho, yo a Díaz Yanes le veo más bien poco talento incluso en su redacción de guiones.


Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto se muestra excesiva desde el inicio. Una historia desmadrada, donde se juega sistemáticamente con las humillaciones, vejaciones y dramas extremos sufridos por la protagonista principal, se mantiene, precisamente, gracias al exceso de la interpretación de Victoria Abril, contrapunto perfecto de las actuaciones de Bardem y Luppi (mesuradas, contenidas) y baza fundamental para dar credibilidad a un libreto que, de no haber contado con ella, quizá hubiera salido peor parado.
Porque la emoción desesperada que infunde Abril a la desgraciada Gloria es lo que mueve todo el film y lo hace avanzar a pesar de sus excesos.
Porque Díaz Yanes intenta dejarse de ejercicios de estilo y, por una vez, de pretenciosidades y se limita a narrar.
Porque cogemos cariño por personajes sencillos que sólo quieren salir adelante.
Porque no vamos a ser demasiado malos el día que volvemos.


[P.D. Estoy oxidado, lo sé. Dadme tiempo]