viernes, 21 de enero de 2011

The Rocky Horror Picture Show

The Rocky Horror Picture Show (Jim Sharman, 1975)


Quizá sin quererlo, The Rocky Horror Picture Show se nos antoja tanto tiempo después como la película del Glam rock, tal y como Quadrophenia es la de los mods.
Y digo sin quererlo y quizá sin pretenderlo porque, aunque poco tuviera que ver en la gestación de esta cinta el movimiento Glam (cosa que por otra parte desconozco), estoy convencido de que The Rocky Horror Picture Show no podría haber sido ni podría haberse hecho en otro momento que no fuera aquel.
No sólo porque nos retrotrae al nacimiento de Ziggy Stardust, ni por el maquillaje y el travestismo, sino por el tono rompedor y liberador (ante todo sexual) de
l que la película sigue haciendo gala, treinta y cinco años después.
Convertido en fenómeno de culto (deseando estoy alguna vez en mi vida acudir a una de sus divertidísimas proyecciones) e imitado y reimitado por tantos y tantos (entre ellos por Glee en el mejor capítulo de la temporada), nadie sin embargo será capaz nunca de eclipsar a todos y cada uno de los actores en sus personajes, excepción hecha con la Sarandon (y si no, miren ustedes la Wikipedia), especialmente el Fran-N-Furter de Tim Curry, endiabladamente dislocado (si, dislocado) y componiendo una diva mitad maquiavélica mitad pasional que ni la Swanson y que no explica, nunca explicará, que al final haya acabado trabajando para la Disney.


Homenaje confeso a las películas de ciencia ficción de la RKO, lo que hace grande, tanto tiempo después, a The Rocky Horror Picture Show no es sólo lo delirante, lo escenográfico, los homenajes, los números musicales, lo exagerado... lo que lo hace grande, que lo es y mucho, es que tantos años despúes sigue siendo igual de libre y transgresor como lo fue en su momento. Y que ninguna otra modernez ha sido capaz de llegar al grado de provocación que muestra, por ejemplo, la escena del teatro. Ni más ni menos.


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