martes, 25 de octubre de 2011

El balneario de Battle Creek

El balneario de Battle Creek (Alan Parker, 1994)



Alan Parker tiene el dudoso honor de ser uno de los directores mejor considerados que ha desarrollado una carrera más irregular. 
Producto probablemente de razones alimenticias, su trayectoria mezcla joyitas como The Commitments con productos menores y hasta con una adaptación de un musical de Broadway a mayor gloria de Madonna.
Entre esos productos menores se encuentra este The road to Wellville, comedia fallida que rodó a mediados de los noventa y que, sin embargo, consigue retenerse en el imaginario del que la ve con ciertas simpatías. 
Puede que sea por el mismo planteamiento del film, el hacer reír gracias a los excesos cometidos en aras de la salubridad, puede que porque le de a Hopkins el papel de llevar al absurdo sus excesos interpretativos, puede que por Matthew Broderick, que siempre nos cayó bien.


Lo cierto es que esta cinta, del todo irregular pero conseguida, mezcla gags espléndidos con chistes burdos con una poca vergüenza sanísima, lo que hace que le perdonemos en parte su falta de ritmo y su caída final en el aburrimiento para poder salvarla de la quema. 
Al menos yo.

miércoles, 19 de octubre de 2011

La reina Margot

La reina Margot (Patrice Chéreau, 1994)



Hay muchas cosas que tenemos que envidiar a los franceses, y una de ellas es su cinematografía, capaz de haber desarrollado un sistema al que en este país aspiramos (pero, me temo, nunca llegaremos) basado en crear de forma sistemática productos de entretenimiento dirigidos al gran público y con un mínimo de calidad (comedias aparte, que ya sabemos que en lo de las comedias los franceses son como son) para luego poder hacer películas autorales sin miedo a que las taquillas las destrocen. 
El caso que nos ocupa, sin embargo, entra dentro de otro de los grandes aciertos del cine galo, el aunar ambas propuestas. Porque a mi todo lo que he visto de Patrice Chéreau me parece de una calidad más que aceptable (cuando no llega, como en Intimidad, directamente a lo sublime) y con una capacidad de llevar historias a su terreno que no tienen todos los considerados autores. 
La reine Margot se basa en un libro de aventuras de Alejandro Dumas y, sin embargo, trasciende más allá de lo que pueda aparecer en él, precisamente, gracias a la lectura que Chéreau realiza de la historia. 


Ambientada en las guerras de religión entre católicos y protestantes de la Francia del siglo XVI y centrada en la Matanza de los Hugonotes, la historia romántica de la princesa Margarita (en la que se centra casi todo el metraje) con un soldado y las intrigas palaciegas urdidas por su familia para conseguir su matrimonio con Enrique de Borbón (y la renegación de éste del protestantismo) son transformadas por Chéreau en un fresco vibrante de emociones ante la adversidad que, además, es capaz de entretener y mantener la tensión durante sus (larguísimas) dos horas y cuarto de metraje. 
Que no es una película perfecta lo demuestra tanto la elección de una Isabel Adjani demasiado operada ya como protagonista, pero que aún así compone su personaje con un aplomo y resolución envidiable (el film le sirve de vehículo de lucimiento, si bien quizá no mereciera tanto), y que la historia romántica a la que tanto tiempo se dedica se hace prácticamente invisible por el poderío demostrado en el resto del libreto. 
Pero aún así merece la pena pasarse por un metraje espléndidamente planificado, con una producción que no debió escatimar en gastos para conseguir una ambientación que ya hubiera querido Díaz Yanes para Alatriste, y una lectura sentimental de relaciones político-familiares que me siguen recordando mucho, años después, a esa joya que es El león en invierno
Y Virna Lisi, por cierto, como Catalina de Médici, madre de Margarita y araña tejedora de la gran red en la que están atrapados todos los demás personajes del film, se los come a todos con patatas.
 

lunes, 17 de octubre de 2011

Frase de la semana

Are you sure
Do you want to live like common people?
Do you want to see whatever common people see?
Do you want to sleep with common people?
Do you want to sleep with common people like me?


Pulp, Common People (Different class, 1995)  



domingo, 16 de octubre de 2011

Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto

Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto (Agustín Díaz Yanes, 1995)


Más que por razones cinematográficas lo que motiva su elección para intentar volver a dar vida a estas páginas es su título.
Y es que cuando la muerte (en todas sus posibles variantes, no sólo como pérdida de vida) se hace presente, este acertado epígrafe con que Díaz Yanes bautizó a su primera película (y única decente) me viene a la memoria insistentemente.
Dado que esta entrada ha sido improvisada (y que, desde hace mucho, siempre tengo en la cabeza haber hablado de la mayoría de las películas que posteo por
más que el buscador de blogger me diga lo contrario), seré conciso.
Las virtudes de este film, especie de drama policiaco en ocasiones salido de madre, son bastantes pero en los mismos terrenos donde falla. Y es que, sintiéndolo mucho, yo a Díaz Yanes le veo más bien poco talento incluso en su redacción de guiones.


Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto se muestra excesiva desde el inicio. Una historia desmadrada, donde se juega sistemáticamente con las humillaciones, vejaciones y dramas extremos sufridos por la protagonista principal, se mantiene, precisamente, gracias al exceso de la interpretación de Victoria Abril, contrapunto perfecto de las actuaciones de Bardem y Luppi (mesuradas, contenidas) y baza fundamental para dar credibilidad a un libreto que, de no haber contado con ella, quizá hubiera salido peor parado.
Porque la emoción desesperada que infunde Abril a la desgraciada Gloria es lo que mueve todo el film y lo hace avanzar a pesar de sus excesos.
Porque Díaz Yanes intenta dejarse de ejercicios de estilo y, por una vez, de pretenciosidades y se limita a narrar.
Porque cogemos cariño por personajes sencillos que sólo quieren salir adelante.
Porque no vamos a ser demasiado malos el día que volvemos.


[P.D. Estoy oxidado, lo sé. Dadme tiempo]

lunes, 18 de julio de 2011

Frase de la semana


Nos asociamos.
Nos conectamos.
Estábamos en todo,
éramos como esponjas.
Hablábamos en fax,
igual que los modems.
Parecíamos delfines,
discutiendo de modas.

Hidrogenesse Asociados (Hidrogenesse, Gimnàstica Passiva, 2002).

domingo, 17 de julio de 2011

Volviendo

Pues eso, que a ver si me da por empezar mañana a retomar este blog, que ya es hora, y me aplico un poco.
El formato pretende ser el mismo, pero como todavía no lo he pensado, informaré de posibles cambios.
De momento me voy a dedicar a leeros a vosotros, que tampoco es que me haya prodigado mucho en los demás blos últimamente.
Nos vemos por aquí.


lunes, 23 de mayo de 2011

Texto de la semana


Cuando todo parece que marcha mal,

ten en cuenta que puede ser que sólo lo parezca.
Por si acaso, quédate cerca de mi,
a mi lado.

Los Planetas, Mi hermana pequeña (E.P. Medusa).

lunes, 16 de mayo de 2011

Frase de la semana


Yo no soy como Bunbury, que coge cosas y no dice de dónde.


Pablo Carbonell en un concierto el viernes.

domingo, 15 de mayo de 2011

Mil cretinos

Mil cretinos (Ventura Pons, 2011)


El cine de Ventura Pons gana mucho (muchísimo) según el texto en que se base. Así sus mejores películas, con diferencia, han sido adaptaciones, tanto de obras de teatro como de relatos cortos, como ya pudimos ver en El porqué de las cosas.
Vuelve a recurrir en esta Mil cretins, de hecho, a Quim Monzó, para hacer algo que ya hizo antes en la película señalada y que sigue dando excelentes r
esultados no por su labor (más artesanal que otra cosa) sino por la carga tremebunda que tienen los cuentos del escritor. Y es que lo que nos ofrecen, la escritura de uno y la cámara del otro, es un magnífico compendio de la estupidez humana.
Gracias a una labor actoral espléndida y a una dirección sobria y con oficio, los textos de Monzó cobran forma mostrando, gracias a la imbecilidad o desesperación de los protagonistas de los mismos, no sólo la idiotez de los que participan, sino la miseria de la humanidad, que es capaz de ver atrocidades sin que se le remueva un pelo de su sitio.


En sus quince episodios estructurados en tres partes que compone el mismo escritor que protagoniza los últimos, Mil cretins va desbridando comportamientos absurdos hasta su más íntimo significado en un tono seudohumorístico que no solo roza, sino que abraza la crueldad para hacernos ver lo principal: que esos mil cretinos que expone el título somos nosotros mismos.

martes, 10 de mayo de 2011

La ciénaga

La ciénaga (Lucrecia Martel, 2001)


Una piscina sucia y un ambiente húmedo y bochornoso son el inicio, preludio y resumen de todo lo que vamos a ver en el primer largo de Lucrecia Martel. Una piscina alrededor de la cual se sitúa una fiesta llena de señores borrachos donde una de ellas cae, se corta y sangra, y donde sólo los niños que están en casa salen en su ayuda.
Una piscina de agua tan estancada como la existencia y la moral de los adultos que pueblan la casa y que a lo que más miedo tienen es a que los conduzcan al hospital, La ciénaga lo llaman, sin darse cuenta de que ya ellos están inmersos en una.
Y esa misma ponzoña que embadurna las almas de los adultos es la que poco a poco parece que va apoderándose de los niños y adolescentes, esos que al pri
ncipio se nos antojan los verdaderos protagonistas de esta cruda radiografía de la amargura, para verse envueltos en ella como partícipes del deterioro moral de los que se supone que deben ser sus ejemplos de vida.

Martel sitúa su historia en verano no por casualidad, nada lo es en esta película. El ambiente, necesario y la gran baza del film, necesita del calor para llegar al fondo de lo que quiere la autora. Esa atmósfera sofocante y opresiva es la que se merece el film.
Esa que no es sino metáfora del lodazal en que acaban envueltos todos sus protagonistas.
Esa de la ciénaga en la que la infelicidad nos sumerge.

lunes, 9 de mayo de 2011

Frase de la semana


El 99,98% de la gente es gilipollas.


Amigos a voz en grito en La Alameda de Hércules (si, no estoy solo).

martes, 26 de abril de 2011

El hada ignorante

El hada ignorante (Ferzan Ozpetek, 2000)


Como uno tiene su orientación sexual pero no es militante, cada vez que me encuentro con el último descubrimiento de los cada vez más prolíficos festivales de cine LGTB (y pongo siglas sólo por recortar) tengo una extraña mezcla entre curiosidad y desazón que lo único que consigue es que salga huyendo de tal manera que si me encontrara con una reposición de Los bingueros, entraría a verla.
Claro que al final siempre caigo y hace pocos días, y gracias a mi suscripción a Filmin, tuve la grata sorpresa de ver cómo mis prejuicios eran firmemente abofeteados por una película bellísima que todavía hoy me tiene fascinado.
Entre otras cosas porque Le fate ignoranti se olvida, precisamente,
de toda la parafernalia activista que nos llega de esos festivales y se centra en algo que, por lo visto, cada vez cuesta más trabajo en el cine actual y que consiste en algo tan difícil como contar una historia.
Historia de amor, de desamor y de muerte, de pérdidas y encuentros, de secretos, mentiras y medias verdades que, lejos de caer en el dramón histriónico o en la telenovela de parvulario, consigue tratar con dulzura, respeto y sensibilidad (que no pararé de repetir que no tiene nada que ver con la sensiblería) unas experiencias tan duras como pueden a veces llegar a ser las movidas por los sentimientos.


Personajes que sostenían al ausente, aunque ellos creyeran lo contrario, héroes heridos al descubrir que sus mundos nunca fueron lo que parecían, Antonia y Michele, esposa y amante masculino del hombre muerto, descubren al intentar reemplazarlo no sólo su sumisión al otro en ese desatinado intento de normalidad, sino su propia individualidad y su manera de volver a ser ellos mismos.


lunes, 25 de abril de 2011

Frase de la semana


No puedes ser gay por una sola persona. A no ser que seas una mujer y conozcas a Ellen.


Liz Lemon en 30Rock (S02E07).

jueves, 21 de abril de 2011

Destrozando a... Vivir hasta el fin

Vivir hasta el fin (Gregg Araki, 1992)


Empezaré por decir que ya el título es espantoso (bueno, el original The living end tampoco es para tirar cohetes), pero de juzgado de guardia, vamos.
Y ahora iré al turrón.
Yo sigo sin ver dónde están las virtudes del cine de Gregg Araki, ese señor que consiguió convertirse en el abanderado del cine gay-indie-americano (aquella estupidez del New Queer Cinema... yo es que estoy ya de etiquetas hasta los mismísimos) aunque luego su relación sentimental más duradera fuera con una de sus actrices y terminara haciendo comedietas románticas bisexuales... pero eso es otro tema.
La cosa es que su tercera película, esta que comentamos hoy y que fue candidata a no se qué premio en Sundance (wikipedia dixit) es un perfecto ejemplo de todo lo que caracteriza a lo que se ha venido en llamar su "cine". Porque todas las películas que he visto de Araki, aunque lo he abandonado hace mucho, son prácticamente iguales.
Partimos de algún conflicto sexual entre varias personas (más o menos llamativo, aquí el descubrimiento de la seropositividad de un escritor y su encuentro con otro seropositivo un tanto psicopático), aparecen personajes secundarios "alocado
s" (que no aportan nada, que están ahí de adorno y que son totalmente prescindibles) y vemos muchas preciosas postales dialogadas con frases poéticas de mercadillo y que giran y giran y siguen girando acerca de la misma idea que es la que vertebra todo el guión (en este caso, eso de vivir rápido, morir joven y dejar un bonito cadáver).
Que puede tener su gracia, no digo yo que no, pero que aumentaría su valor si lo que van declinando tuviera algún sentido y, sobre todo, si Araki supiera dirigir (actores, entre otras cosas), lo tengo clarísimo.


Porque miren ustedes, yo puedo estar de acuerdo en que alguien quiera ser moderno y planifique las escenas con estilo pictórico seudopop, con que ese mismo alguien limite la actividad de los personajes a estereotipos motrices que se van repitiendo, con que ese alguien desarrolle la actividad dramática allende los actores y centrado en acciones vacuas, incluso con que ese mismo alguien acierte a desarrollar escenas cercanas al video-arte.
Pero con lo que no puedo estar de acuerdo, de ninguna de las maneras, es con que eso sea cine. Me niego.


lunes, 18 de abril de 2011

Texto de la semana


Consumidor y consumido, el niño-fetiche es el nuevo producto de nuestra civilización.

Françoise Dolto (La dificultad de vivir)

lunes, 11 de abril de 2011

Estrofa de la semana


Suplícame, que me está gustando.

Te enseñaré cómo lo hice yo.
Insísteme todo lo que sepas.
Y dame todo el tiempo la razón.

La Bien Querida en Queridos Tamarindos (CD Fiesta, 2007).

lunes, 4 de abril de 2011

Monty Python's Flying Circus

Flying Circus (BBC 1969-1974)


Creía haber hablado ya de esta serie, pero viendo la lista de entradas, parece ser que no. Claro que cuando la he tenido presente desde inicios de este blog, allá en 2007, mientras hacía anotaciones de las posteriores Los caballeros de la mesa cuadrada y La vida de Brian, también es fácil confundirse.
Estoy convencido de que pocas veces en la historia de la cultura del siglo XX ha habido más talento reunido que dentro de los Monty Phyton. Y con eso ya estoy
diciendo lo que va a ser esta entrada.
Amos absolutos del humor absurdo, creadores de un tipo de comicidad que luego ha sido explotado por todos los que han querido hacer humor inteligente y plagiados hasta por ellos mismos (The meaning of life no es otra cosa que una sucesión de sketches que bien podrían haber formado parte de esta serie), es en esta obra maestra incontestatable de la televisión donde dan forma, pulen y embellecen lo que nos ha llegado de ellos y conforma todo el universo que los rodeó cuando existían y los ha seguido rodeando tras su disolución.


En realidad lo que hacen no es más que lo que ya expliqué aquí antes, y tampoco me quiero repetir. Así que simplemente diré que, cuarenta años después, el circo de los Python sigue volando alto, alto, mucho más alto, que toda la comedia que hemos podido ver en la catodia desde entonces.
Y no hablemos, evidentemente, del producto patrio, que es harina de otro costal... Aunque es curioso que uno de los más divertidos e ingeniosos gags que tenía el programa fuera a costa de nuestra historia. Recuerden (y si el youtube me deja, lo insertaré) que Nobody expects the Spanish Inquisition.




Frase de la semana


Paris bien vale una misa.


Enrique IV de Francia (atribuida).

viernes, 1 de abril de 2011

Cantando bajo la lluvia

Cantando bajo la lluvia (Gene Kelly y Stanley Donnen, 1952)


De todos los posibles géneros del cine, sin duda del que menos he hablado ha sido del musical. Entre otras cosas porque es un género al que, al contrario de muchos de mis congéneres, no tengo demasiado aprecio, pero es innegable que independientemente del género existen películas y la que hoy nos ocupa, concretamente, no puede dejar de gustar a nadie.
Singing in the rain tiene muchas virtudes, además de muchos excesos (cantarines todos ellos), pero es lo que pretende y mucho más. Estamos ante una
película que, en forma de excesiva comedia romántica, nos cuenta la historia del paso del cine mudo al sonoro y el concepto de la inserción músical como parte de la estructura fílmica.
Como tal se nos presentaría un relato sensibloide con muchos números musicales al uso, pero en este caso va mucho más allá. En un casi perpetuo e irrepetible ejercicio metalingüístico (me doy cuenta de que últimamente hablo demasiado de ello, si) Donnen y Kelly (el gran artífice sin duda) exploran lo audiovisual del cine hasta hacer chistes (lo más divertido de la película, la voz de Jean Hagen) casi exclusivamente sobre la base auditiva y/o visual.
Decididamente ingenua como las mismas películas de las q
ue habla, colorista y optimista, Singing in the rain se apoya en los tipismos del cine para hacer otra cosa, para demostrarnos que lo de "vista una película, vistas todas" no necesariamente es así.


Elogio a la figura del autor y de la expresión artística, cuenta con algunos de los números musicales más recordados de todos los tiempos y con una banda sonora que ha llegado a nosotros de todas las formas posibles. Todo ello insertado con maestría en la línea argumental de la película y con un manejo de los artefactos que sería inspiración para la mayor parte de los musicales posteriores.
Homenaje al cine musical cuando ella misma se convertiría en el mayor musical de todos los tiempos, esta película seguirá siendo grande por muchas cosas, entre ellas el que música, espacio y movimiento hacen de ella una obra maestra de, esta vez si, algo que podemos llamar arte.
Y para muestra, precisamente la escena más recordada y la que da título al film. Disfrútenla.




jueves, 31 de marzo de 2011

Destrozando a... Cache

Cache (Michael Haneke, 2005)


Me duele a mi más que a nadie tener que hacer esta entrada, pero créanme que lo merece. Y no porque crea que Caché es, en modo alguno, una película tan mala como las que desfilan normalmente los jueves por aquí. La justificación tiene más que ver con la decepción que me supuso que uno de mis directores actuales favoritos cayera en la trampa de la autocomplacencia.
Haneke nunca ha sido idiota y sabe perfectamente lo que se espera de él. La inquietud, los silencios, el juego con las imágenes no vistas y la imaginación del que la ve... todo lo mismo de siempre que, normalmente, usa con imaginación para contarnos sus angustiantes historias.
El problema de Caché estriba en que esa riqueza habitual en el resto de su cine deja paso al recurso repetitivo y se limita a realizar lo que ya ha hecho antes, no sólo sin aportar nada nuevo, sino jugando vilmente con la paciencia del espectador.



A todas, absolutamente todas las escenas de Caché le sobran, como poco, diez segundos. Tiempo que es utilizado para que Daniel Auteuil y Juliette Binoche compongan unas actuaciones soberbias y las sigan recomponiendo una y otra vez de manera totalmente prescindible.
Tiempo que es utilizado para no exponer prácticamente nada más allá del tedio de una historia que no termina de enganchar.
Tiempo que es utilizado para difuminar los efectos de la culpa que es lo que en primera instancia parece que mueve las pesadillas del protagonista, de tal forma que no termina de quedar claro.
Tiempo malgastado en rodar una película donde al final todo es tan simple que no terminamos de entender nada de lo que ha pasado.
Tiempo, el nuestro, que está para recordar mejores películas suyas y querer darle cabezazos a todo el que premió y adoró esta cinta, que por más aciertos que tenga y más maestría que veamos en Haneke , no deja de ser mediocre.


martes, 29 de marzo de 2011

O brother (Where art you?)

O brother (Where art you?) (Joel Coen, 2000)



Sin llegar a ser lo mejor que hayan hecho los Coen (hay donde elegir, aunque no me cansaré de repetir que yo siempre me quedaré con Sangre Fácil) esta comedia ambientada en los años 30 en la América profunda tiene sus aqueles, que son bastantes.
Exceptuemos el hecho de que a mi George Clooney me cae bien (y no me parece mal actor) y que John Turturro me parece de los actores más camaleónicos e infrauti
lizados de la industria del cine hollywoodiense. Porque si no, mis simpatías hacia esta película se hacen evidentes desde el inicio.
Quedémonos mejor con el retrato, entre simpático y tremendo, que los Coen realizan de la sociedad de una época, desde las más fugaces anécdotas a los signos más definitorios (el racismo, la podredumbre política, la pobreza, la religiosidad excesiva...), gracias a las andanzas de tres presos en busca de un falso tesoro que sólo uno de ellos conoce realmente, el tesoro de lo que dejaron atrás.
Escenas oniroides, inocencia interrumpida por la realidad, sueños ajados por la verdad y un final a medio camino entre lo mágico y lo esperpéntico son
las armas fundamentales que utilizan los autores para dibujarnos la idealización de un mundo donde casi nada era perfecto.



Personajes extravagantes, risibles y encantadores, colorean un paisaje demasiado lleno de polvo, donde la realidad, la cruda realidad, sólo será finalmente interrumpida por el paso del destino.
¡Y qué música, oigan!¡Qué musica!


lunes, 28 de marzo de 2011

30Rock

30Rock (NBC)

[Nota mental: Tres entradas en dos días, no se quejaran]



Tengo hasta las narices a los tuiteros que tuvieron a bien darle al botón para seguirme (pobrecicos) de hablarles de mi último descubrimiento televisivo. Último porque sigo siendo un burro y no me termino de fiar de lo que me dicen los amigos que llevan recomendándome esta serie años.
30Rock, serie a mayor gloria de Tina Fey (esa Liz Lemon antipro
totipo femenino de la Gran Manzana) y Alec Baldwin (que no se ha llevado tantos premios ni ha estado mejor nunca) es una auténtica joya de la comedia.
Si el cine dentro del cine ha dado frutos excelentes, la televisión dentro de la televisión no ha tenido normalmente la misma suerte (si exceptuamos Sigue Soñando, serie que alabo en mi memoria pero que no tengo manera de encontrar para ver si es así).
Por ello, la apuesta de la NBC en manos de una cómica curtida en el Saturday Night Live y que tiene como baza fundamental la sátira de la producción telev
isiva de mercado actual, parecía como mínimo interesante.
Una vez comienzan a explorarse sus temporadas (ya va terminando la quinta) nos damos cuenta de que lo es mucho más que todas las expectativas que teníamos en ella.
Exageradísima recreación de las fuerzas dinamizadoras de la economía televisiva, afilada sátira del intelectualismo neoyorquino, 30Rock consigue lo que pretende de la forma más difícil, la exageración hasta casi el infinito de los roles de sus personajes sin que, sin embargo, lleguen a rozar el ridículo.


Acometidas constantes contra actores famosos (Anne Heche es la gran damnificada) incluso en los textos de los programas que ellos mismos visionan, repetición de situaciones periódicas para subrayar la nula evolución de los personajes (esas llamadas telefónicas de Liz Lemon borracha son antológicas), homenajes confesos a grandes y menores obras cinematográficas, publicidad falsamente encubierta (y bromas sobre la forma de encubrir esa publicidad) y estereotipaciones ideológicas que ridiculizan a los que pueblan Manhattan y hacen series para televisión, son solo algunas de las cosas que nos ofrece una de las sitcom más ingeniosas y completas que he visto desde hace tiempo (y saben ustedes que frecuento bastantes) y que utiliza la "blancura" del humor que tiene que desarrollar precisamente en su faceta de producto de multinacional para dinamitar sin cortapisas lo políticamente correcto de lo que, se supone, debería hacer gala.
Muy grande, señores, muy grande.


Frase de la semana


Ahora pienso que no merece la pena.

Arriesgarme traerá más problemas
así que ahora elijo lo que tengo más cerca,
por lo menos tendré la certeza
de que existo, de que puedo decidir
de que elijo por mí, sólo por mi.

Los Planetas, La copa de Europa (L.P. Una semana en el motor de un autobús).

domingo, 27 de marzo de 2011

Tierra y Libertad

Tierra y libertad (Ken Loach, 1995)



Hoy voy a hablar de una película que a mi me encanta. Y es de coproducción española y trata de la Guerra Civil, miren ustedes. ¿A que nadie creía que eso fuera a pasar en este blog si no iba asociado a Berlanga? Pues miren por donde.
En realidad esto es así por una razón. Y lo es porque Ken Loac
h, director inglés, es el único que, aparte del maestro, ha sido capaz de dar una visión medianamente madura de lo que ocurrió para que el bando republicano perdiera la Guerra, más allá de las visiones maníqueas de todos los directores de un cine que lleva treinta años viviendo de la explotación de la misma.
Y eso que Loach realiza una película militante, y mucho. Pero Loach sabe que si alguien quiere hablar de historia, debe contar con todos los elementos de la historia, todos los elementos per se y en condiciones de igualdad y no centrarse en el discurso de republicanos-buenos/golpistas-malos en el que anda metido el cine patrio.
Es cierto que se puede acusar a Loach de ensalzar hasta límites insospechados la figura de los anarquistas, pero realmente no es así. Loach ensalza a las
personas que intentaron cambiar las cosas y no fueron dejados, los que se sacrificaron en busca de unos ideales y lo que ellos entendían era el bien común, los que estaban y se quedaron solos.
Porque lo que a Loach le interesa, más allá de la historia, representada con una fidelidad cronológica que muchas veces falta, es la vivencia de los que defendieron lo suyo y lo de lo demás en aras de la justicia social.
Como personas completas, no simples arquetipos, dibuja el director a sus personajes, no quedándose en lo anecdótico y haciendo el mismo hincapié en sus defectos que en sus virtudes, por más que el tono general, y ya lo dije anteriormente, sea el de la glorificación de la causa.


A pesar de ello y de las espinas que puede levantar en un país en el que parece que nadie está interesado en que se supere el odio, Loach realiza una película sobre personas con afectos, sobre vidas en juego y sobre formas de soportarlas, una película emocinante y cuya última escena, esa constatación de la impotencia del que se rebela cuando su suerte está echada, me provocó en su momento más de una lágrima. Y yo no pertenezco al POUM.


lunes, 14 de marzo de 2011

viernes, 11 de marzo de 2011

Barry Lyndon

Barry Lyndon (Stanley Kubrick, 1975)



Hace dos semanas, cuando pensé en escribir sobre esta película, tenía muy claro lo que quería decir. El tiempo pasa y mi cerebro está dando claros signos de deterioro porque ahora mismo no recuerdo lo que era. Pero aún así, intentaré, ahora que tengo un rato para actualizar, dar una pequeña visión de una de las obras magnas de Kubrick, lo que no es moco de pavo.
Lo primero que sorprende de Barry Lyndon es el tratamiento de las imágenes. Y no sólo porque Kubrick se empeñara en rodar con luz natural (veinte años antes del movimiento Dogma, por cierto) ni porque siguiera con su milimétrica composici
ón de planos, sino porque consigue, y eso muy pocos lo han logrado a pesar de la infografía, realizar cuadros en movimiento.
Con un gusto exquisito, las imágenes del film, el recorrido por Europa que realiza el futuro señor Lyndon, presentan una plasticidad visual sorprendente, sirviendo de perfecto decorado para las andanzas del antihéroe con el que Kubrick disecciona los males no tanto de una época como de la existencia humana en general.
Redmond Barry, futuro señor de Lyndon, es el hombre a seguir para ello. Presentado en primera instancia como un pasional romántico, desventurado y engañado, pronto sin embargo se nos empiezan a presentar los defectos de un supuesto héroe que terminará a su vez engañando y haciendo desventurada la vida de su esposa con
tal de lograr un prestigio y una posición que se nos antoja la causa de su supuesta metamorfosis y su final melotrágico.
Con esta línea que narra el ascenso y la caída de un pobre hombre llevado por las circunstancias a modo de drama romántico, Kubrick sin embargo nos muestra toda la miseria que ese supuesto buen hombre arrastra consigo (tanto en él como en el personaje de su madre, última protagonista del evento) y que nos lo convierte en un redomado cobarde, buscavidas y traídor.
Para ello se sirve, y personalmente creo que es la gran baza de la película, de una voz en off que, en tono casi cínico, nos va narrando la realidad de
lo que acontece más allá de las imágenes que se nos van presentando.
Esa voz en off se nos convierte en la gran protagonista de la historia, la que pone en palabras las que los mismos personajes no pronuncian, para realizar un salto metalingüístico definitivo: no sólo nos dice Kubrick lo que vemos, sino lo que no queremos oír.


Especie de bellísima crónica de una clase, la aristocrática, que todavía sigue existiendo, aunque sustituyendo títulos nobiliarios por puestos en la lista Forbes, y de todas las miserias que la rodean a ella y a los que aspiran a conseguirla, Barry Lyndon es, como pocas veces ha sido el cine, arte completo, de sonidos, de silencios, de vista, de tacto, de emociones y pasiones.
Y todo ello por muy larga que sea (que a mi no me lo pareció) y por mucha frialdad que dicen que demostrara Kubrick (que yo en esta no la veo por ninguna parte). Para los que se vayan a quejar de lo mismo de siempre, digo.


lunes, 7 de marzo de 2011

Diálogo de la semana


-Yo nunca he pagado por tener sexo.
-Eso es lo que tú te crees.

Kleinman y una puta en Shadows and Fog.

jueves, 24 de febrero de 2011

A petición popular: Destrozando a... Nawja Nimri

Nawya Nimri (A petición popular porque yo no tengo nada malo que decir de esta...¿a qué habíamos dicho que se dedicaba?)



No quiero dar las conclusiones demasiado pronto, pero recapacitemos. ¿En que país del mundo con una industria cinematográfica inexistente y un panorama musical desolador, una señora que no tiene voz y no sabe actuar llevaría hechos diez discos y veintiocho películas en quince años? Pues en uno de pandereta, como el nuestro.
Reconoceré, porque lo hago y porque los tengo, que por más que se dedique a copiar a Björk en su versión más comercial, alguno de sus discos son más que salvables, aunque personalmente prefiero darle el mérito a Carlos Jean. Pero no seré hipócrita (ya digo que mi colección de cedeses me delataría) y asumo que algunas de sus propuestas musicales se salen de la mediocridad imperante en los cantantes españoles, sin ser ella nada de eso, porque a pesar de no tener voz, para hacer lo que ella hace, tampoco la necesita.
Pero el tema de la actuación ya es otro cantar...
Estar casada con un director de cine abre muchas puertas. Si es un director que se puede apuntar a una moda (en el caso de Calparsolo o Calparsoro o como se escriba, que nadie se pone de acuerdo, el de la hornada de nuevos directores vascos) dará para hacer una película inicial con cierto interés y otras cuantas que pasarán sin pena ni gloria (ya dije hace tiempo que a mi me gustó Asfalto, pero hasta en eso soy raro) y donde su esposa se podría dedicar a hacer lo que hace siempre: susurrar y poner cara de espantada sin saber entonar el texto y sin que los demás seamos conscientes de los motivos de sus impostadas angustias.
Amenábar la contrató para la infumable Abre los ojos (que ya se que tiene muchos frans, entre los que no me encuentro, como ya expliqué aquí) para hacer, como dicen Jordi Costa y Darío Adanti en la estupenda "Mis problemas con Amenábar" (a reivindicar uno de estos días) de "femme fatale" cuando ya ella es "fatal", creando así un monstruo que, como todo lo que viene del niño mimado del cine español, se creyó bueno (aunque está peor que Penélope, que ya es decir).
Para acabar de rematar la faena llegó un Medem en franca decadencia, pero que gracias al éxito mediático de Los amantes del Círculo Polar, consiguió que la susurradora se hiciera con un nombre y, en base a esa misma incapacidad fonatoria, se convirtiera en una especie de icono para directores más preocupados de la presencia que del cine.
Y Medem la siguió llamando, Salazar (que todavía está por hacer una película decente por más que en mundo gay patrio Piedras, donde hasta la gran Vicky Peña está espantosa, sea considerada una cuasi-obra maestra) la subió a los altares y a La Fura dels Baus se les acabó de ir la pinza llamándola para su versión de Fausto.
Total, que quince años después de que saltara al vacío sin desnuncarse, continúa sin saber dicción, sin que se la escuche cuando habla, y sin ser capaz de expresar nada que no tenga que ver con sus (preciosos, porque ahí está el secreto de su éxito) ojos mirando a la lejanía.
Eso sí, ella va de diva progre y de artista polifacética, y como la Etxebarría, tiene a su grupo de acólitos jadeándola. Lo único que explicaría que se le de el calificativo de actriz sería una enfermedad neurológica degenerativa. Y si fuera así... retiro todo lo dicho y ella que se retire a descansar por su bien y el de los demás.


martes, 22 de febrero de 2011

Toy Story 3

Toy Story 3 (Lee Unkrich, 2010)


Aunque detrás del proyecto, en la producción concretamente, está John Lasseter, que ya filmó las dos anteriores.
Traemos aquí la mejor película de 2010 (lo es sin duda alguna, no hace falta haber visto el resto) porque lo merece, porque este domingo no se va a llevar el premio del copyright ya que en Hollywood no hay justicia, y porque celebraré recordándola (
a ella y a todo lo que me hizo llorar) que llevamos ya ochocientos post en este site, cada vez más abandonado dada mi desidia y mi última adicción al despelleje tuitero.
En fin, que Toy Story se ha convertido durante todo su recorrido en posiblemente la mejor saga fílmica de la historia, abordando bajo una falsa apariencia infantil temas tan importantes como el nacimiento, el crecimiento, la adultez y la senectud. E incluso el camino a la muerte y la desaparición, tan presentes en esta tercera parte.
Pixar lleva años demostrando que se puede hacer cine de entretenimiento emocionante y con alma (y, como siempre, a Wall-E me remito) y más allá del per
iplo vital de Andy (que casi es una anécdota), vuelve a los personajes que más han hecho por el estudio (y por la Disney, claro) para rodar una película sobre la más irreversible de las pérdidas, la final que, incluso, y esa es la esperanza que nos queda, puede ser elegida y digna.


Bajo el mismo cuento lleno de personajes entrañables y divertidísimos, con malos perversos y engañosos como en ningún otro, nuestros héroes vivirán todo tipo de aventuras que permiten, porque para eso es para lo que sirve un buen guión, el desarrollo de la historia de una familia, la de los juguetes, que parecen querer permanecer unidos en la salud, en la enfermedad y hasta que la muerte les separe.
Francamente bella, Toy Story 3 es el perfecto cierre para una historia que yo empecé a ver cuando dejaba la adolescencia y que no hace otra cosa que mejorar con los años, aunque sea por las comparaciones.
"Hay un amigo en mi, hay un amigo en mi..." Versión Gipsy Kings, eso sí...



lunes, 21 de febrero de 2011

Los Tudor

Los Tudor (Showtime)


Ante la idea que tienen las productoras españolas de que lo que ellos hacen es ficción televisiva de calidad, dejaré claro que lo mismo un día de estos hablo de El barco. Será un jueves.
Mientras tanto nos vamos a países donde si se toman en serio sus producciones aunque, en el caso que nos ocupa, la calidad sea más un espejismo estético que c
ualquier otra cosa.
Para empezar, pongamos una imagen de lo que, ante todo, puede justificar el visionado completo de esta serie:


Efectivamente, es Cavill, el gran Cavill, que aparte de ser un estupendo actor, contenido pero potente como nunca hubo salido ninguno del Actor's Studio, es guapo a rabiar.
Porque básicamente de eso se trata The Tudors, de hacernos bello el inicio de una de las épocas más terribles de la historia europea en general e inglesa en particular, las guerras de religiones.
La dinastía Tudor y sus personajes permanecen en la mente de todos los que alguna vez estudiamos Historia por anécdotas en las que los guionistas de
la serie, sin embargo, centran toda su atención, olvidándose del rigor histórico más allá del forzar fechas para que Tomás Moro sea decapitado el día que le tocaba.
Aunque en realidad da lo mismo, porque The Tudors de lo que menos va es de historia. La serie es una larguísima recreación de intrigas palaciegas de esas que azotaban todas las cortes europeas, queriendo que fueran las que se desarrollaron durante el reinado de Enrique VIII y favorecidas por su líbido y su deseo de que le parieran un heredero varón.
Y a pesar de querer pretender ser un homenaje al desarrollo del anglicanismo y a su primer representante, nos presentan a Enrique, el supuesto héroe, como un cantamañanas salido y caprichoso que se cree bajado del cielo y no puede tolerar la m
ás mínima afrenta, cambiando de opinión y cortando cabezas cual Reína de Corazones al descubrir que en el jardín se habían plantado rosas blancas.
Y vamos acompañándolo en sus desamores con Catalina de Aragón, en su affair con Ana Bolena (en modo arpía), su posterior enamoramiento por Juana Seymour (yo es que los nombres me los aprendí en el colegio así)... hasta su muerte, poco heroica, solo en su castillo.


Irregular, en todo caso, sólo la primera parte de la vida de Enrique, especialmente la segunda temporada, consigue emocionar y merece un buen repaso, pudiendo haber copado la mayor parte del tiempo con lo que nos hubiéramos ahorrado una tercera y una cuarta temporada tediosas y repetitivas, cuyo único sentido era el desenlace conocido y donde hasta los despelotes parecían escasear.
Personajes que aparecían y desaparecían, tramas incompletas, estereotipaciones, personajes desaprovechados (la futura Isabel, la gran reina del periodo, y su deseo de permanecer lejos de los hombres habrían dado mucha más emoción que los devaneos del monarca)...
Ni siquiera el capítulo final, facilón e infantiloide, salvó lo que hacía diez capítulos había perdido el norte.
En fin, que estoy escuchando la radio a toda voz y no se lo que he dicho, pero... ¡qué guapo es Henry Cavill!


Frase de la semana


Lo siento, pero yo no acostumbro a montar en animales irracionales.


José Antonio Labordeta en Regular, gracias a Dios.

sábado, 19 de febrero de 2011

Me and Bobby McGee

Me and Bobby McGee (Janis Joplin)

Bueno, pues... ¿hace falta en realidad que diga algo?




martes, 15 de febrero de 2011

This film is not yet rated

This film is not yet rated (Kirby Dick, 2006)


Si tengo que destacar, así de inicio, algo de este documental es que es una película francamente divertida.
Y no sólo por la ridiculización sistemática de la institución encargada de calificar por edades las películas en EEUU, que es lo que se pretendía al fin y al cabo, sino por todo el tono general de la cinta, plagado de ironía y sarcasmo cuando no directamente delirante.
Por una vez, y sin que sirva de precedente, se les quita la voz a los q
ue deciden lo correcto, esos mismos que pretenden poner freno a la creatividad, y se les da a las víctimas, en este caso los directores, que cuentan entre la estupefacción y la sorna sus experiencias, más o menos sesgadas pero las suyas, con la cámara censora más importante del mundo.
Las tácticas cuasi mafiosas que utilizan en sus recomendaciones son otro de los puntos de mira de este interesante film que, sin embargo, es en su trama donde encuentra su mejor baza.
Porque lo verdaderamente fascinante del documental es la búsqueda que organiza Dick, vía investigadora privada, de los miembros de la Comisión, vertebradora de toda la historia de la conquista de una buena calificación para esta película que está filmando.
Descacharrantes son las persecuciones, búsquedas en la basura y lla
madas telefónicas que consiguen localizar a los fenómenos encargados de hacerlo, cuya capacitación para el cargo es tan cuestionado como sus propias decisiones.


Lo más triste es que en EEUU, más que en ninguna otra parte del mundo, no sólo estos señores deciden el público apropiado para cada una de las cintas, sino que esa misma calificación es la que decidirá la carrera comercial (e incluso si se llegará a estrenar) de las cintas sin tener en ninguna consideración algo tan simple como su calidad. Y eso es lo más indignante de todo.
Claro que lo mismo no es tema para aquí, ni para hoy.


lunes, 14 de febrero de 2011

Californication

Californication (Showtime)


Leía en alguna parte (o en varias) que Californication era el Sexo en Nueva York (o en su defecto el Queer as folk USA) para heterosexuales cuarentones. Sin querer contradecir dicha afirmación, cierta como que la Gala de los Goya se va superando en cutrez año tras año, si que pretendo dejar claro desde el principio una cosa muy sencillita: Californication es muchísimo mejor que ambas dos. De largo.
Cambiamos Nueva York por Los Ángeles, a un grupo de amiguitas por un escritor vicioso que sólo tiene a un amigo, igual de pervertido, que además es su agente (patrón mucho más masculino), una ex-mujer (arquetipo del cuarentón libérrimo )y una hija adolescente gótica (e inadaptada) que, como no podía ser de otra manera, se lleva mucho mejor con el padre que con la madre que pone las normas.
De ahí en adelante lo que tenemos son muchos personajes con los que nuestro Hank Moody (infinitamente más simpático que la insoportable Bradshaw) se va topando en su desastrosa carrera hollywoodiense, la mayoría de ellas mujeres licenciosas que no dudan en calmar su apetito sexual con el seductor escritor venido a menos mientras este sueña con volver con su ex-mujer, supuesto amor de su vida, y que nunca termina de salir bien.
Hasta ahí podemos apreciar el parecido, pero a diferencia del inexistente periplo de las pijas neoyorquinas en búsqueda del amor de sus vidas, Californica
tion utiliza el estereotipo opuesto para mostrarnos las miserias de la supuesta Meca del glamour estadounidense, convirtiendo las experiencias sexuales de sus protagonistas en bromas con las que describe (o denuncia) la vacuidad de una ciudad pagada de si misma y de unos habitantes demasiado complacidos pensando que son el ombligo del mundo como para darse cuenta de que existe algo más.
Visión demoledora aunque optimista de la más alta cota que se le presupone al american way of life, Californication sin embargo sufre de algo que también padecía aquella con la que la comparábamos y que lastra especialmente su tercera temporada, y que no es otra cosa que el estatismo.



Porque queramos o no, Californication se plantea como una sitcom evolucionada, queriendo huir de la teatralidad y mezclarse con el drama, sin conseguirlo del todo. Y una vez resueltos todos los chistes posibles sobre el estilo de vida que presenta, lo único que queda son dimes y diretes con la vuelta o abandono de la mujer amada y las múltiples transgresiones amatorias que las provocan, algo ya visto desde la primera temporada y que, pese a capítulos con gags y espacios cómicamente monumentales, dejan cierta sensación de aburrimiento y tedio que, si bien no viene bien a ningún producto, precisamente a esta serie la deja bastante más tocada de lo deseable.
Teóricamente se iba a cancelar, pero hace unos días me he encontrado con los primeros capítulos una cuarta temporada que acaba de empezar y que, sin haber visto todavía, promete una estancia en Nueva York (aunque supongo que no en la zapatería de Blahnik) como revulsivo contra esa misma quietud dramática. Esperemos que si.



P.D.: Y, se me olvidaba, lo que vi anoche en los Goya aquí.

Texto de la semana


Esta mano se apartó bien deprisa; pero Julien se impuso como un deber el conseguir que esa mano no volviera a retirarse cuando él la tocara.


Stendhal, Rojo y Negro.

sábado, 12 de febrero de 2011

Dog days are over

Dog days are over (Florence + The Machines)

El llevar años sin escuchar regular y atentamente la radio (radio 3, que es lo único que se puede en este país) te desconectan del mundo musical, de tal forma que a pesar de recomendaciones varias, se queda uno estancado en lo suyo y necesita que venga la Banda Sonora de Glee, repleta por otro lado de ídolos adolescénticos, a descubrir pequeñas joyitas de vez en cuando, que es lo que me pasó hace un par de capítulos con Florence + The machines.
Como todavía no los conozco de verdad, me limitaré a dejar su canción, especie de folk evolucionado y mucho mejor que la edulcorada versión de la, por otra parte, divertidísima serie, una de mis preferidas actualmente.




lunes, 31 de enero de 2011

Frase de la semana


Pilar Rubio se ha puesto tan cerda que se haría la matanza a sí misma.


MiAmigoAlvaro en el twitter de #otlive.

P.D.: las redes sociales son muy peligrosas, sobre todo cuando llueve. No dejen que les atrapen o terminarán viendo cosas infumables con tal de desvariar... aunque perlas como estas merecen la pena, para qué negarlo...

jueves, 27 de enero de 2011

Destrozando a... El método

El método (Marcelo Piñeyro, 2005)


Debe ser horrible para un argentino, sobre todo con el ego que gastan, que le digan que deja a medias, pero con Piñeyro es la única sensación que tengo siempre presente.
Aunque no es el único responsable de haber logrado que una de las sensaciones teatrales de inicios del nuevo siglo pasara al cine con más pena que gloria, también merece ser castigado Mateo Gil, ese señor que como escribía guiones con Amenábar (ni que ese fuera el punto fuerte de su filmografía) creyó que podría dirigir cine (es harto injusto que Nadie conoce a nadie no haya pasado por aquí todavía) y lucirse como guionista de categoría en todo lo que le diera la gana... pos eso mismo.
Si además ponemos a esa señora que cree que susurrar es actuar y a unos cuantos más que intentan lucirse por todos los medios... pues ni Eduard Fernández la salva, miren ustedes.
Que la obra nunca la vi y después de ver esto ya nunca me quedaron ganas. ¿Cómo?