sábado, 30 de mayo de 2009

La muerte y la doncella

La muerte y la doncella (Roman Polanski, 1994)


Me da la impresión de que el cine de Polanski ha ido bajando de nivel de un tiempo a esta parte. Lo digo porque a principios de los noventa realizó un par de películas (esta de la que nos ocupamos y Lunas de hiel) donde, si bien no conseguía llegar sus largometrajes de los sesenta y setenta, había mucho más cine que en todo lo realizado posteriormente.
Versión homónima de la obra de teatro, e inspiradora de muchas de las representaciones posteriores de la obra, Death and the Maiden es otra muestra de cómo de una pieza teatral puede hacerse una gran película sin caer en la teatralidad (todavía creo que no he hablado de Branagh... habrá que ponerse). Para ello, lo decía ayer, lo necesario es que la pieza sea buena, los actores estén a la altura y tener cierto sentido del ritmo y la planificación, y Polanski parece que la tenía.


Death and the Maiden es otra de esas historias de venganza que tanto me gustan, en este caso con trasfondo político de fondo, con un trasfondo que tiene que ver con la voluntad de los poderosos. La novedad es que en este caso, nadie tiene que salir a buscar la redención de sus sufrimientos, sino que esta entra en bandeja en casa de Paulina Escobar (Sigourney Weaver), por medio de un vecino (Ben Kingley) en el que pretende escuchar la voz de uno de sus antiguos captores.
Midiendo la tensión al milímetro, Escobar se nos presenta como una paranoica que es capaz de ver indicios en mínimas situaciones para justificar su necesidad de hacer pagar el daño que le infundieron, y nuestra sensación de desagrado aumenta al visionar la tortura casi sin pruebas a la que Escobar somete al hombre. La partitura de Schubert que da nombre a la obra y a la película, es usada como única banda sonora consiguiendo dar aún un mayor tinte siniestro a toda la historia, y es usada como leit motiv, instigador y descubridor, de la verdad.
La duda finalmente hace acto de presencia, haciéndonos partícipes de las cábalas éticas de Escobar a la hora de tomar por fin justa venganza, igual que anteriormente lo habíamos sido del proceso delator, y una sombra de culpa rodea nuestra mente a medida que vamos intuyendo el probable final.


Con las limitaciones propias de un título teatral que, además, sucede en una sola noche, Polanski consigue realizar una película de verdad, quizá no perfecta, pero si impregnada de un ambiente insano que el director maneja demasiado bien, y que a lo que trata le sienta estupendamente. Eso por no hablar de los actores, soberbios todos ellos, pero especialmente Kingsley, que borda el retrato de un malvado tremendamente conmovedor.

viernes, 29 de mayo de 2009

Eva al desnudo

All about Eve (Joseph L. Mankiewicz, 1950)


Obra mítica dentro de las míticas producciones del Hollywood clásico, adorada por todos los que la han visto y dadora de múltiples referencias en el posterior desarrollo cinematográfico, perdedora de los premios del copyright de ese año (a pesar de los seis que consiguió), All about Eve se conserva en la memoria gracias ante todo al magnífico personaje encargado por la inconmesurable Bette Davis, personaje también referente para muchos, Margo Channing.
Lo que todo el mundo parece olvidar es que, por más que Davis sea la principal baza, lo que cuenta la película de Mankiewicz, y lo más interesante precisamente, es la historia de Eve, una Anne Baxter en estado de magnificencia, que compone un personaje digno heredero de Maquiavelo. La Channing no es más que la primera damnificada por la mosquita muerta que, como Mankiewicz nos desvela poco a poco, aspira a muchísimo más.

Eve es la maquinación, una vulgar asistenta que poco a poco se va haciendo con el control de la situación aparentemente sin querer, hasta que su desenmascaramiento en una escena formidable consigue que no tengamos ninguna duda. Esas que tenía Channing y a las que nadie hacía caso, esas que tenemos todas las arpías hacia las almas cándidas que generalmente nunca lo son tanto, esas que mueven todo el metraje y que se nos ocultan al espectador hasta llegado el momento oportuno.


Esas que Mankiewicz maneja como no saben hacerlo muchos que creen que si. All about Eve es diálogo, es actores y sobre todo, es tempo. Sigo reivindicando que primordialmente el cine es eso. Y la Channing estaría de acuerdo conmigo.

jueves, 28 de mayo de 2009

Destrozando a... Madonna

Madonna (Cantante? y supuesta actriz)

Hoy no voy a hablar de música, como muchos de estos jueves no hablo de cine. Hoy voy a hablar de la venta del producto, que es a lo que se dedica esta inteligentísima (y aparentemente cada vez más perturbada) señora.
Madonna nació en los ochenta y se hizo famosa no sabemos cómo, porque en realidad no hacía nada que no hubieran hecho muchos antes, y casi siempre m
uchísimo mejor. Su estética pregrunge y sus canciones facilonas con cierto aire provocador, además de un matrimonio con Sean Penn gracias al que corrieron litros y litros de tinta, y un par de intervenciones funestas en comedias comerciales fueron parte del encanto. Su primera consagración con sirvió para uno de los mejores diálogos de Tarantino (ver inicio de Like a virginReservoir dogs) y su inicial subida a los altares como musa de la sexualidad de bajo voltaje.
Su introducción de un Jesucristo negro en el video de Like a prayer hizo correr casi sangre ante el escándalo, y su posterior giro, previa ruptura m
atrimonial, hacia el erotismo soft encarnado por su album Erotica y el libro Sex, ese de las fotos que vendían en una funda irrompible para que nadie pudiera ojearlo, terminaron por encumbrarla como perfecta diva gay y libertina en general. Pero tanta provocación vacía comenzó a cansar.
Sabiendo, como sabía, que no hay nada más jugoso que dar carnaza, y con unas ventas de discos cada vez más bajas al intentar cambiar tanto de estilo que ni ella misma sabía adonde se dirigía, resurgió para la fama como ave fénix con un disco donde, one more time, cambiaba nuevamente de estilo para sumergirse en lo electrónico difuminado (y es que si alguien encuentra coherencia a Ray of light, una c
ompilación de temas pegadizos desde varias tendencias sintéticas, que me lo diga por favor) tras su supuesta alternativa cinematográfica de la mano de Alan Parker.
Como todo en su carrera se dirige a donde las aguas suenen, ha seguido cambiando de estilo posteriormente pasando por los remixes ochente
ros (que incluían demanda por no pagar derechos a ABBA) y en este último tiempo con un disco, Hard Candy, donde se dedica a intentar hacer de partenaire de Justin Timberlake y querer ser Beyoncé como si tuviera dieciocho años, pero con treinta y tantos más y sin voz.
En el cine su carrera ha sido fulminante: si sus primeras películas (y salvando el cariño que personalmente le tengo a Buscando a Susan deses
peradamente) eran truños completos, su posterior rescate gracias a Evita fue lanzado al mercado como el "ha renacido una estrella". Pero estrellada terminó cuando su actual ex-marido, el señor Ritchie, dejó de hacer sus películas habituales y le hizo el flaco favor de dirigir Barridos por la marea. Entre esa y la otra que hizo con Rupert Everett parece que por fin la humanidad se terminó de dar cuenta de que para actriz vale todavía menos que para cantante, y, que yo sepa, no viene nada nuevo.


Venderse, que es lo que si sabe hacer, se vende como nadie. Matrimonios fracasados, amantes pakísimos, hijas a las que no deja depilarse las cejas, horas en el gimnasio, conversión a distintas religiones... Madonna es pura publicidad, y al igual que sus canciones, pegadizas y promocionadísimas, su vida privada ha servido durante años para hacerle propaganda a ella misma. Cada una de sus noticias coincide con un nuevo lanzamiento, con una nueva gira... con un nuevo evento suscitado por su carrera.
No voy a negar que tiene canciones que me gustan, no voy a negar su talento para hacer negocio, pero ya hace tiempo que se le ve el plumero y cada vez más, sirviendo de escarnio hasta su predilección por los muebles de Ikea. Madonna es otra que amenaza con convertirse a pasos agigantados en una caricatura de si misma y, lo que es más preocupante, parece no darse cuenta, puede que porque todos nos hacemos mayores, ella también.
En fin, que lo de menos es la música (en su carrera siempre lo fue), lo que realmente importa es que por fin, parece, que se la despoja de su hábito de diosa y vuelve a ser la mamarracha que era cuando empezó (si es que no lo ha sido siempre).


Fe de erratas: había dicho que salía en Bad Lieutenant, y no, no sale. No se qué es lo que me hizo pensar eso... malos días que tiene uno. Disculpas a los ofendidos.


martes, 26 de mayo de 2009

Cecil B. Demente

Cecil B. Demented (John Waters, 2000)


Hablando de resucitar, John Waters dio a Melanie Griffith uno de sus últimos papeles relevantes para su peculiar visión del cine underground del que él había sido uno de los más excelsos exponentes.
Ya decía cuando hablé de la grandísima Pink Flamingos, que Waters había seguido haciendo de las suyas, sólo que con más presupuesto. Y si en sus anteriores trabajos le había invadido la sutileza, se deshizo de toda ella para rodar esta descach
arrante sátira sobre el mundo del cine donde, para variar, no deja títere con cabeza... ni siquiera la suya.
Cecil B. Demente y su troope de colgados defensores del cine "de verdad" raptan a una estrella del cine comercial en decadencia, Honey Whitlock (alter ego de la propia Griffith), a la que, a base de golpes (tanto físicos como psíquicos) convencen para tomar parte en la realización de una película basada en su misma lucha por ese cine sin ataduras y lejos de las mayors. Un cine que tiene como referente implícito aquel Dogma 95 que tanta publicidad dió a algún otro, y que pasa por rodar secuencias reales en e
ntornos reales. El golpe de gracia para su unión al grupo se lo dan sin embargo los mismos espectadores que ella creía la idolatraban, al criticar duramente su trabajo, ante lo que Whitlock termina por encontrar un nuevo camino para su carrera de mano de las descabelladas propuestas de Demented.


Sarta de despropósitos a cada cual más exagerado, el catálogo de normas a las que Demented obliga a sus secuaces (incluyendo el celibato) en aras de la concentración en el arte indican, por parte de Waters, su propio sentido común hacia cualquier estereotipo en el mundo del cine, ante cualquier distinción entre bueno y malo dependiendo de su origen. Además de servir para algunos de los gags más inspirados de una cinta que no da respiro a la risa (el cambio de ropa de la estrella, el marcarse a fuego el nombre del director en una de las pocas escenas que he visto en mi vida que mejoran con el doblaje, y ante todo esa orgiástica y destructiva escena final), aunque no son los únicos.
Creo que nunca me he reído tanto en un cine como con la escena inicial del secuestro, ese niño en silla de ruedas cabrón y la señora que lo guía, a la que está puteando, cortándole el oxígeno. Así comienza el circo de Waters, señores, porque esto que les cuento es sólo el comienzo.


lunes, 25 de mayo de 2009

The Wire

The Wire (HBO, 2002-2008)


No voy a hacer (porque parece que ya es la justificación que usamos todos los adictos a estas series) mención a cierta referencia de cierto crítico cinematográfico acerca de la calidad de las series de la HBO, pero hay que reconocer que son buenas, aunque la mayoría pasen desapercibidas dada su escasísima difusión en nuestro país.
The Wire, aquí titulada Bajo escucha y emitida (creo) por TNT en plataformas digitales de pago, comienza como una típica serie policiaca con sus buenos y sus malos intercambiando drogas. Pero ya desde el principio vemos que no va a se
r lo de siempre.
Como los buenos guionistas, los que escribieron esta serie intentaron dar un poco más de profundidad a los personajes que la poblaban y consiguieron dar idea de que el bien y el mal no están separados por muros infranqueables, ni siquiera están separados en muchas ocasiones. McNulty, el supuesto protagonista, policía de buena reputación y luchador por sus causas, no deja de ser un ególatra, alcohólico y mujeriego que sólo conseguirá sentar la cabeza de forma leve durante la cuarta temporada, más influido por
una tranquilidad externa que por él mismo. El resto de sus compañeros mienten, manipulan, tienen mucha menos moralidad y mucho más pragmatismo que McNulty, y sus vidas no dejan de ser menos licenciosas. Al otro lado están los traficantes, tanto los grandes "capos" como los chicos apostados en las esquinas de Baltimore. Tras eso están los jueces, los políticos, los periodistas... todos tergiversando y queriendo que las cosas fluyan según interesa a sus propios fines...
The Wire, aparentemente disfrazada de serie policiaca, no es más que un estudio acerca del poder y de la gente que lo ansía. Tanto los distintos jefes de las bandas que van haciéndose cargo del narcotráfico como todos y cada uno de los honorables miembros de la sociedad de la ciudad de Baltimore están más preocupados por conseguir esa corona a la que se refiere Marlo que en el bien o mal de sus negocios o de la sociedad. Todo consiste en escalar, llegar alto y mandar. Todos los que al principio se nos dibujan honrados ciudadanos no dejan de moverse por interés. Todo el mundo es corrompido por todos sus miembros, incluidos los que tienen interés en hacer cosas (y es que McNulty no deja de ser otra Grace como la de Dogville, que quiere demostrar a los demás lo por encima que está de ellos). Y al final, los malos no son tan malos como parecen.


Es cierto que esto mismo lo han contado otros en dos horas y aquí tenemos una larguísima serie en cinco temporadas. Es cierto que no lo han hecho mejor que otros, incluso es cierto que al final todo se complejiza tanto que es difícil seguir la trama. Pero también es verdad que el discurso que muestra, un discurso tan falto de esperanza como alentador, sigue siendo necesario. Probablemente si la humanidad en pleno tomara conciencia de lo que cuenta, otro gallo cantaría.

Frase de la semana


Esto es Baltimore, caballeros. Los dioses no los van a salvar.


Frankie Faison, en The Wire.

domingo, 24 de mayo de 2009

El efecto dominó

El efecto dominó (David Koepp, 1996)

Pasó por nuestros cines sin pena ni gloria. Ni siquiera sirvió el resurgimiento de MacLachan post-Lynch (y evidementemente post Showgirls) para que más allá de cuatro críticos se fijaran en ella. Ni valió el venir de un director que se había forjado reputación en base a guiones para otros (quizá precisamente por ello). The trigger effect pasó desapercibida, y, como bien decía Ethan (a quien además le he robado las fotos), merecía mejor suerte.
El efecto dominó es un complejo juego de apariencias. Ante una situación aparentemente banal que se vuelve aparentemente límite, Koepp nos propone precisamente eso, el imaginar qué supondría el que las apacibles vidas de unos sujetos normales se enfrentaran a una situación propia del fin del mundo, solo que aquí no está acabando nada.
Lo único que hay es un apagón que deja a oscuras una ciudad y la inventiva de la gente hacia la paranoia colectiva en medio de una situación que no deja de ser meramente anecdótica. La vida sin electricidad, cosa más natural imposible, retratada como la vuelta a los orígenes del ser humano, a la violencia y la agresividad de defender lo que es suyo, aun a pesar de la razón que teóricamente nos guía.


El (fantástico) trío protagonista retrocede a formas remotas, envueltos en un halo de inseguridad que sólo tiene que ver con la existencia de un producto creado por el hombre, y Koepp juega con ello queriendo acercarnos a nuestra propia insignificancia, a nuestra propia indefensión. Y vaya si lo logra.

sábado, 23 de mayo de 2009

Tonight

Tonight (Franz Ferdinand, 2009)


Hay quien piensa que en esta vida lo único que hay que hacer es reinventarse continuamente (ahí tenemos a la "reina del pop" cambiando de estilo con cada disco que saca... algún jueves de estos hablaré de ella), hay otros que creemos en el estilo propio y en la reinvención dentro de uno mismo.
Pues bien, Franz Ferdinand vuelve a sacar nuevo disco y, para alegría de muchos, no se reinventan en absoluto. Pop fácil (que es como tiene que ser el pop), bailable, con letras ingeniosas, y a la vez profundamente elaborado es lo que nos siguen ofreciendo en su tercer largo, que es lo que a los que nos gustan queremos.
Ya hablé hace tiempo (demasiado, ¡cómo pasa!) de sus dos primeros trabajos, tanto de su homónimo como del divertidísimo You could have it so much better, con lo que no me extenderé. Sólo pondré su primer single, Ulysses, como cabecera musical del blog hasta que me decida a hablar de Kaiser Chiefs, que ya estoy tardando.


viernes, 22 de mayo de 2009

El gran dictador

El gran dictador (Charles Chaplin, 1940)

Ese momento en el que el dictador Hynkel juega con la bola del mundo, esa que representa sus ansias de conquista, pateándola, lanzándola al aire, golpeándola con el culo... es la escena más famosa de toda la película y un resumen fantástico de lo que Chaplin pretende realizar, la caricaturización de Adolf Hitler, Mussolini y todos los regímenes autoritarios basados en el nacional socialismo.
Chaplin resuelve, en su primera película hablada, un ataq
ue frontal sobre estos régimenes con solvencia y maestría, jugando a mostrar lo ridículo de estas formas de gobierno y sus supuestos básicos (comenzando por el parecido entre el dictador y el barbero judío, encarnados por él mismo, que llevará a la confusión final), y realizando una comedia excelente donde sigue jugando con los mismos gags mudos que durante años le habían funcionado, potenciado por los diálogos y los equívocos basados en ellos, consiguiendo ser sutil a pesar de lo facil aparente de su planteamiento.


Sin embargo, su primera (y posiblemente mejor) película sonora, adolece de un cierto sentido culebronesco y melodramático que, si bien consigue el tono amargo que debería tener un film de estas características, merma ligeramente su coherencia interna. Claro que es por poner un pero... hoy me levanté puntilloso, porque realmente me parece una película soberbia.

jueves, 21 de mayo de 2009

Destrozando a... Revenant (Vampiros modernos)

Revenant. Vampiros modernos. (Richard Elfman, 1998)


Efectivamente el título lo dice todo. Una de las cosas más infames que he visto en todos los tiempos, y gran culpable de mi abandono del cine vampírico de unos años a esta parte. ¿Que por qué la vi? Pues porque era joven e inexperto y era ver unos colmillos y ponerme cachondo. Sólo diré en mi descargo que no fui al cine (¡Viva Pocoyó como Ministro de Cultura!), porque tonto del todo no soy, y que el personaje del exorcista encarnado por Rod Steiger es descacharrante, más por lo grotesco que por otra cosa.
Pero vamos, que hace tiempo me preguntaba si podría haberse hecho algo peor que Los cuatro fantásticos e Independence day: gracias al monográfico vampírico del amigo dvd me he acordado de esta.
Y del señor van Dien, un madelman metido a florero en determinadas producciones no voy a hablar porque cumplió con eso mismo (que era lo que se le pedía) en Starship Troopers. Y esa si que me gustó.

miércoles, 20 de mayo de 2009

Spider

Spider (David Cronenberg, 2002)

O la locura según Cronenberg, afirmación que podría parecer redundante en un primer acercamiento a la filmografía del director canadiense, pero que, bien mirado, no lo es. Y si no, lean.
Tenemos a un joven que llega a una ciudad. Su andar es lento, es el último en salir del tren que lo conduce allí. Busca una dirección que guarda en un calcetín dentro de sus calzoncillos, junto con otros objetos de valor para él. Encuentra la casa a la que se dirige y es recibido por una señora bastante desagradable. Allí conoce a algún que otro personaje extraño que le da consejos acerca de la gobernanta, que finalmente lo conduce a su habitación.
Vemos como esconde un pequeño cuaderno de notas en distintos sitios buscando el más seguro. Vemos como la única ropa que lleva en la maleta es un pijama a rayas demasiado parecido a los monos carcelarios antiguos, porque efectivamente está en una cárcel, en una cárcel de libertad vigilada adonde llega desde la efectiva reclusión en un manicomio, como se nos desvelará posteriormente. Vemos como se mueve por paisajes para él previamente conocidos, en los que Spider, sobrenombre puesto por su madre, la recuerda y la llora amargamente.


Vemos lo que pasa en la mente de ese hombre desde que era un niño, y cómo sus recuerdos van tergiversándose hasta llevarlo a la locura con una narración nada extravagante. Vemos el desarrollo de una esquizofrenia (porque esto si lo es) con todo lujo de detalles, incluidas las notas en ese lenguaje indescifrable y esa forma desestructurada y caprichosa de escribir, que conforman su intento de estructurar sus recuerdos para dar forma a lo que sucedió hace muchos años ya, y que lo llevaron a la pérdida del juicio. Vemos como en la cabeza de Spider todo se va engranando de forma que todo tiene sentido, incluso para nosotros, por más que haya algún momento en que sepamos claramente que las cosas no han sido así. Vemos como el niño descubre la sexualidad de su madre matándola (metafóricamente) por ello, y convirtiéndola en mujer (sexuada y lejos de su ideal), lo que aparentemente motivará el desarrollo de su enfermedad. Pero vemos también, lejos de argumentaciones simplistas, que ya el niño tenía problemas anteriormente.


Vemos una historia que nos esperamos desde el principio pero aún así no deja de sorprender al final. Y lo vemos todo porque Cronenberg se dedica única y exclusivamente a mostrar. Mueve la cámara alrededor del microcosmos que rodea a Spider sin artificios ni golpes de efecto. Cronenberg se maneja (y eso es lo que diferencia Spider de otras películas suyas que tratan el mismo tema) en lo real y consigue enseñarnos cómo se comportan sus personajes, como Spider mira el mundo que le rodea, con los mismos ojos que él, apoyándose para ello en unos estupendos actores y en un magnífico guión del autor de la novela del mismo título. Cronenberg hace cine de verdad, porque por más que quieran otros, el cine es guión, actores, y un director con talento para mostrar.

P.D.: hablando de locura, permítanme un poco de tiempo para volver a repasar El quimérico inquilino. Es otra que merece un hueco en estas páginas.


lunes, 18 de mayo de 2009

Big fish

Big fish (Tim Burton, 2003)


Burton quiso hacer Eduardo Manostijeras por segunda vez, pero no lo consiguió. Big fish es un nuevo cuento de unos de los directores más freaks de la historia, acompañado para la ocasión de la otra freak oficial del panorama cinematográfico anglosajón, la insoportable Helena Bonham Carter.
La vida de Edward Bloom, sembrada de historias fantásticas que él mismo crea y que vive, entra en conflicto con la racional vida de su hijo, ese que no le ha perdonado que las fantasías que le contaba no fueran reales. Ni siquiera en su lecho, cuando ya está cercano a la muerte, el hijo deja de interrogar, de preguntar, por una vida real y creíble, vida que su padre no le puede narrar porque sus propias supuestas fantasías son par
a él tan reales como la vida triste y aburrida que lleva su hijo, son tan reales porque puede que ocurrieran en realidad, porque para él ocurrieron en realidad.
Edward Bloom
es un hombre optimista, libre, que quiere ayudar a los demás y que maquilla la realidad para hacerla mejor para todos, para él y para los que lo rodean, consiguiendo la felicidad y el aprecio ajenos. Y todos se dan cuenta de que lo que cuenta Bloom es cierto, todos menos el primero que tiene que darse, ese hijo que bajó a su padre del trono de los dioses para asemejarlo a los demás mortales, y que no se quiere enterar de lo que hasta su mujer, que casi no conoce al suegro, si hace: la realidad es la que cada uno viva, la forma en la que cada uno la percibe, hasta el final.


Big fish es un precioso cuento que sin embargo se ve mermado por un infantilismo que va poblando sin aparente remedio la filmografía de un director que se forjó buena reputación precisamente por lo contrario. Big fish pierde por su simplismo último, por su necesidad (como ya hiciera antes en Sleepy Hollow) de explicarlo todo hasta el más mínimo detalle, por su intento de gustar a todo el mundo y que nadie se pierda en la narración, por su no dejar pensar y descubrir.
Pierde tanto que se convierte en una pequeña gran obra fallida, porque en realidad el mundo que nos cuenta Burton, la historia familiar que nos cuenta Burton, queda a medio rodar. Por no mencionar lo desaprovechada que está Jessica Lange en un papel para el que bien podrían haber puesto un florero, y ante el que no nos podemos dejar de preguntar por qué el hijo no recurre a ella para que le explique lo que ya todos sabemos desde el primer minuto, que su padre es el que es y el que se le presenta, y no las fantasías que él pueda hacerse de un hombre normal.



Frase de la semana.


En ese momento ni un alma los oyó en el pueblo dormido... cuatro disparos que, en total, terminaron con seis vidas humanas.


Truman Capote, A sangre fría.

domingo, 17 de mayo de 2009

Mystery train

Mystery train (Jim Jarmusch, 1989)

No se por qué tardé tanto en acercarme al cine de Jarmusch si, como sospechaba, tenía todas las papeletas para gustarme, pero por fin me decidí el otro día a ver esta magnífica película. Lo siento por quien no esté de acuerdo.
Mystery train es un homenaje a Elvis, que está presente en cada uno de los tres episodios que se nos ofrecen, comenzando por el lugar donde se desarrolla esa misma noche en la que dos parejas y un trío irán a refugiarse al mismo hotel en Memphis.
Los primeros son unos japoneses, ella vestida de loli
ta típica y él de rockabilly de los cincuenta, que viajan a la ciudad del Rey para conocer sus vestigios. Tenemos en la segunda historia a una mujer italiana que, por accidente, acaba en Memphis con el cadáver de su marido, y en la habitación con una desconocida que no para de hablar mientras se encuentra al fantasma de Elvis. En la tercera un inglés residente en la ciudad al que todo el mundo llama Elvis, que acaba de romper con su pareja y que, junto a su cuñado y a un compañero de trabajo al que acaban de despedir junto a él, se meterán en un lío. Y esas tres historias se entrelazan mínimamente en base a sus personajes y, sobre todo, en base a ese recepcionista del hotel con traje rojo y el botones que quiere cambiar de indumentaria.
Comedia singular y fascinante desde el primer minuto, ese en el que vemos a los japoneses camino de Memphis en un tren de recorrido larguísimo, Jarmusch juega con los tópicos para conseguir momentos de una sutileza endiablada: el chico jap
onés no puede cambiar de cara porque esa es su cara, al inglés le molesta que le llamen Elvis en la ciudad del Rey, la chica que abandona a su novio se queja de que no hablaba cuando ella misma no escucha a nadie, los negros pregonan discursos racistas contra los blancos... mientras varias personas extrañas se mueven por una ciudad extraña que vive por y para el recuerdo.


Un conjunto de personajes fascinantes que no caen, cosa harto fácil, en lo esperpéntico, sino que se mueven en una determinada realidad en una determinada parte del mundo, mientras, sin embargo, intentan todos, por unas razones o por otras, escapar de él. Una maravilla.

viernes, 15 de mayo de 2009

Historias de Philadelphia

Historias de Philadelphia (George Cuckor, 1940)


Hablar de una de las más laureadas comedias de la historia del cine a estas alturas tiene poco mérito, ante todo porque tampoco tengo mucho que decir.
Historias de Philadelpia es a la comedia lo que la patata a la ensaladilla rusa. Es una típica comedia romántica de enredo que cuenta entre su elenco protagonista con tres de las mayores estrellas de Hollywood de la historia (Cary Grant, Katherine Hepburn y James Stewart), pero que tiene además en todo su reparto un plantel de secundarios geniales que no les desmerecen. Historias de Philadelphia es hablar de que el fin justifica los medios, contado con todo el humor que se puede contar.


Historias de Philadelphia es hablar de cine, con mayúsculas, un cine donde primaba el guión y los actores, donde los personajes eran compuestos al mínimo detalle, y donde el director (en este caso el gran George Cuckor) se limitaba a narrarnos lo expuesto. Un cine muy clásico, que lo será, pero que es mucho más cine que la mayoría de las moderneces.

jueves, 14 de mayo de 2009

Destrozando a... Pretty woman

Pretty woman (Garry Marshall, 1990)


He estado devanándome los sesos para ver qué caía este jueves... y me he acordado de Richard Gere con lo que, evidentemente, no podía dejar pasar la oportunidad de despotricar contra una de las comedias románticas por antonomasia de principios de los noventa.
A ver, Richard pone caritas mientras contrata a una furcia, en la piel de Julia Roberts, para que lo acompañe. Por lo visto entonces no existían los escorts de alto nivel, y por tanto, se la tiene que buscar en Hollywood Boulevard. Así nos podemos reir de lo paleta que resulta la muchacha, que no sabe comer caracoles gordos en restaurantes de lujo (jajajaja) ni comportarse en tiendas de moda que la marginan por ir vestida de putón (jajajaja) hasta que llega el millonario con la Visa Platino y ella obtiene su venganza yendo a la misma tienda donde la humillaron (¡toma, toma!). ¡Qué bonito!
Los dos se enamoran aunque ella ponga los pies encima de la silla para desayunar, y él la saca de la calle cuando ella había decidido hacerse honrada... y Gere pone caritas de las suyas (ver crítica, en esta misma sección, de El primer caballero) y la Roberts se echa todo el lapiz de labios rojo que encontró en Los Ángeles mientras nos enseña los dientes.
Y así tenemos una tontada que hizo las delicias de todas las almas cándidas que piensan que la prostitución es un sitio maravilloso por donde hay que pasar para ser rescatada por un príncipe azul, mientras todo es de color de rosa y se nos vuelve a subir el azúcar para desespero de nuestro endocrino.
Lo que no dicen en la película es que el rico hombre de negocios trata así de bien a la puta porque, de no haber sido así, la Roberts le hubiera arrancado la cabeza de un mordisco.

P.D.: para hablar de comedias de verdad, me remito a mañana.


martes, 12 de mayo de 2009

Mi own private idaho

My own private idaho (Gus van Sant, 1991)

La consagración del irregularísimo Gus van Sant vino de la mano de esta película. La mitificación de River Phoenix también tiene que ver con ella. No obstante, ni lo uno ni lo otro es para tanto, y no porque la película no merezca la pena, sino porque parece que, sobre todo al primero, las hazañas de los protagonistas se le van de la mano.
Mike es un chapero nacido en Idaho que sufre una especie de
narcolepsia que parecen más bien crisis epileptoides. En uno de sus trabajos se encuentra con Scott, otro prostituto que parece no tener demasiada relación con él. A lo largo del metraje vamos conociendo que esa interacción existe, desde hace bastante tiempo, y es más importante de lo que parece en todo momento. Mike es gay, aunque al principio no se sospecha, y anda por el mundo buscando a su madre. Scott es hijo de un influyente político que va buscando hacer todo el daño posible a su padre. Ambos se conocen desde hace años y son amigos, aunque en un momento determinado, Mike querrá ser algo más. Scott, aunque nada hace que lo pensemos antes, se revela heterosexual, cortando las alas del deseo de Mike, pero aun así lo ayuda en su búsqueda. Mike tiene una historia anterior lamentable, Scott se ha hecho lamentable a si mismo. Son dos personas que se han encontrado para hacerse compañía... hasta que Scott se enamora de una chica, y Mike cae en la más profunda de las desesperaciones, llevando su existencia, colmada de riesgos, a un estado de profunda autodestrucción que solo es interrumpida por sus estados durmientes, esos en los que recuerda a su madre en su Idaho natal, y que son el único momento de felicidad que posee. Solo al final, cuando Scott reniega de todo lo hecho con anterioridad, es cuando vemos que su conexión sigue intacta, cuando vemos que Mike se ha dado cuenta de que Scott ya no será nunca el que él quería, y es el único que lo deja ir sin molestarlo. Hasta ahí todo bien.


El problema fundamental de la cinta es puramente formal, sin embargo. El histrionismo se va de madre, la planificación comete errores garrafales en ocasiones (¿si el plano es subjetivo, qué hace Mike viéndose a si mismo de bebé?), y los intentos poéticos merman la finalidad aparentemente realista del relato. Todo ello a pesar de grandes hallazgos, como las escenas sexuales en foto fija. Pero si van Sant se hubiera dejado de experimentación, o hubiera entrado de lleno en ella, estaríamos posiblemente ante una película redonda, y el resultado se acerca, pero no llega.

lunes, 11 de mayo de 2009

El robo más grande jamás contado

El robo más grande jamás contado (Daniel Monzón, 2002)


Daniel Monzón fue durante muchos años crítico de la revista Fotogramas, entre otras, donde daba cuerpo (y mala hostia) a ese personaje con consultorio propio llamado El sobrino. También fue durante bastante tiempo, si no me falla la memoria, subdirector de Días de Cine a las órdenes de Antonio Gasset (en lo que se ha ido convirtiendo el programa... ni mencionarlo cabe). Es decir, estamos ante alguien que, aparentemente, sabe de cine.
En sus películas, sin embargo, demuestra lo que todos sabemos: es más fácil ver los errores que tomar las riendas. Pero aún así, Monzón ha rodado tres películas hasta el momento, con muy escasa repercusión en taquilla para sus presupuestos y ambiciones, pero mucho mejores que otros directores salidos de las escuelas de cine.
Monzón, defensor acérrimo del cine de entretenimiento, se reunió en su segunda película con Guerricaecheverría y perpetró una comedia muy dive
rtida aparentemente dentro de ese cine esperpéntico basado en lo frikoide que tanto dinero ha dado a la taquilla española. No fue ese el caso, no sabemos muy bien por qué, porque El robo más grande jamás contado funciona de principio a fin. Es ágil, superficial, con multitud de chistes acerca del estado de las cosas en nuestro país... y recoge a gran parte del star-system de este tipo de cintas, empezando por Jimmy Barnatán, sin el que, a estas alturas, una cinta de frikis no es una cinta de frikis.
Los homenajes son múltiples, y las referencias (en forma muchas veces de juegos de palabras) innumerables. Precisamente es ahí donde la cinta se pierde, no tanto por la repetición de estereotipos (incluyendo a Resines haciendo por enésima vez de si mismo) sino ante todo por el empeño de sus guionistas en conseguir que los protagonistas salgan, por una vez en este tipo de películas, bien parados.


Y es que la última media hora (toda la larguísima escena del aeropuerto) ataca la coherencia interna y, sobre todo, la capacidad irónica de la cinta, recurriendo al enredo a base de situaciones ya vividas en muchas otras obras, que pueden terminar cargando. No obstante, como finalidad última, Monzón realiza una cinta muy entretenida y,desde luego, mucho más comercial y visible que la mayoría de los éxitos de taquilla del cine español.

Frase de la semana


Canta, oh diosa, la cólera del Pélida Aquileo, cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves -cúmplase la voluntad de Zeus- desde que se separaron disputando el Átrida, rey de hombres y el divino Aquileo.


Homero, La Iliada (Canto primero).

sábado, 9 de mayo de 2009

Esto ya no es lo que era

Esto ya no es lo que era/Eso es así (Alfonso Sánchez)

Hace tiempo que no ponía ningún vídeo de youtube, más que nada porque no encontraba nada que mereciera la pena. Pero una amiga me envió dos enlaces ayer, bajo el título de Trilogía Sevillana (supongo que quedará un tercero), cortesía de la productora mundoficción, que encuadran tipos clásicos de "sevillanos", en este caso los canis y los pijos, demostrando además que hay mucho talento en la gente que hace cortos. Si no, mírenlos y analícenlos bien.

Esto ya no es lo que era
.



Eso es así.


viernes, 8 de mayo de 2009

Arsénico por compasión

Arsénico por compasión (Frank Capra, 1944)


Al parecer mi subconsciente ha decidido que los viernes en este blog se van a dedicar a grandes obras de todos los tiempos, o eso al menos es lo que parece. Conmemorando además que mi madre tiene perfil en facebook, y que por tanto, después de dos años de bloguerío, por fin va a tener la posibilidad de descubrir las inquietudes de su querido hijo (y asustarse con algunas de ellas, si la conozco), realizaré hoy un pequeño comentario sobre una de sus películas favoritas de todos los tiempos.
Arsénico por compasión es una deliciosa comedia clásica, que quizá (y sólo quizá) no llegue a la magnificencia de otras joyas de la época, pero que no deja de ser una joyita descacharrante que, a través de una filmación elegante y tendente a la dulcificación, como era habitual en Capra, esconde una de las tramas más macabras de todo el Hollywood clásico. Si no, cómo calificar la historia de esas caritativas ancianitas que aderezan con arsénico los manjares que dan de comer a esos pobres indigentes con tal de mejorar sus vidas de la única forma que les parece digna, para enterrarlos después en el sótano de su casa.


La naturalidad con que las ancianas realizan su labor filantrópica comparada con el histrionismo que despierta a su alrededor, sobre todo en su sobrino a punto de casarse, esconde los mayores (y mejores) gags de una película que basa su atractivo en ellos, pero no es lo único.
Capra, como el gran director que es, construye una comedia de enredo donde este hecho central se convierte en anecdótico (y no desvelaré más) y no podemos parar de reír, que es lo que tienen que hacer las comedias, sin caer en lo fácil y planteando dilemas morales para el que los quiera resolver. El que no, podrá abandonarse al disfrute de una de las comedias más divertidas que ha dado yanquilandia.


jueves, 7 de mayo de 2009

Destrozando a... Watchmen

Watchmen (Zack Snyder, 2008)


Zack Snyder se está especializando en hacer versiones de cómic para el cine. El problema es que las capacidades de este señor no parecen excesivamente profusas, y si bien el resultado en 300 podía ser aceptable, porque basaba todo el encanto en la estética, fundamento natural del cómic en que se basaba, en Watchmen, historia de mucha mayor profundidad, se notan mucho más sus deficiencias, a pesar incluso de los impresionantes títulos de crédito, ese recorrido por la historia americana en base a las andanzas de los héroes durante cuarenta años acompañadas por The times they are changing, de Dylan.
Pero precisamente es ahí, y únicamente ahí, donde de verdad se puede ver algo parecido al cine. Y es que esos escasos cuatro minutos esconden más capacidad narrativa que las interminables dos horas y media que dura el resto de la película, pesada, infantil y plomiza por más efectos especiales que tenga. Snyder se pierde en una trama excesivamente compleja para lo que nos quiere narrar y lo reduce todo a cuatro peleas y una historia de amor descafeinada que no sirven para que no entre el sueño.


Todos los seguidores del cómic lo vaticinaban, y acertaron de pleno, por más que en el último Fotogramas me haya hartado de ver, para mi sorpresa, muchas estrellitas a la hora de calificarla, como ya pasó con Hellboy 2, lo que me hace preguntarme ¿de verdad los críticos saben de cine?

miércoles, 6 de mayo de 2009

La buena estrella.

La buena estrella (Ricardo Franco, 1997).

Vamos a hablar de la única ocasión en que el nombre de la Menestra ha estado ligado a la magnificencia cinematográfica, y me temo que es la última que lo estará. Ante todo porque, como ya demostró al tenerse que hacer cargo del final del rodaje de Lágrimas negras tras el fallecimiento de Ricardo Franco, el talento para hacer esta preciosidad de película lo tenía el director, y ella sólo actuó aquí de co-guionista.
Tengo que reconocer que tuve mis reticencias iniciales, fundadas quizá en la reiteración de los cineastas españoles en los dramas costumbristas que terminan
siendo todos iguales, pero superadas estas, me encontré ante una de las películas más bellas que vi a finales de los noventa. La buena estrella es una película de susurros, de miradas, de gestos... algo que no necesariamente tiene que ver con el guión.
La historia que nos dibujan en realidad es anecdótica: un hombre salva a una chica de su chulo y la encauza por la buena vida, para comprobar que, tiempo después, la chica volverá con su chulo por motivos puramente pasionales... mientras lo que nos muestra Franco es cómo rodar una película romántica de verdad.


Llena de poesía, tristísima y conmovedora, la triste historia de Rafael y Marina está llena de sensibilidad y afectos, que no necesariamente hay que decir, porque se muestran. Y los actores, incluido Moyá, pocas veces han estado mejor.

lunes, 4 de mayo de 2009

X-Men origins: Wolverine

X-Men origins: Wolverine (Gavin Hood, 2009).

No voy a negar que el cine de entretenimiento puro me gusta, sería una necedad por mi parte. Y tampoco que, a pesar de los buenos consejos, sigo consumiendo productos de marketing en cantidades indecentes, aunque luego intente purgar mi culpa hartándome de expresionismo alemán. Pero no veo, nunca he visto, nada de malo en estar dos horas sin pensar absolutamente en nada y disfrutando de la tontuna.
En realidad mi incursión en lo que sería la tercera parte precueloide de los X- Men no tiene nada que ver con eso, sino en el protagonismo de un Hugh Jackman que cada vez está más guapo. Y eso es todo.


Cabe decir que la película es rápida y ágil, aunque floja, floja, y más floja, en todos los aspectos. Claro que eso lo ha explicado Lo esta misma mañana mejor que yo. Ella ya lo ha dicho todo. Yo sólo me apunto a la moda.

Frase de la semana.


"El cine español necesita un buen bisturí. La piratería no es el mayor problema que tiene. El gran problema del cine español es la falta de talento."


Juan Marsé.

[P.D.: No cito procedencia porque no he conseguido encontrar el artículo, leído en un foro en facebook. No obstante, repitió lo mismo unos días después delante de la Menestra...]

domingo, 3 de mayo de 2009

Joe Strummer: the future is unwritten

Joe Strummer: the future is unwritten (Julien Temple, 2007)


Creo que está previsto que se estrene no dentro de mucho el biopic sobre Ian Curtis titulado Control. Lo que resulta incomprensible es que dos años después de su estreno sigamos muchos sin tener noticias en España de cómo se distribuyó este documental sobre otro de los iconos musicales de finales de los 70.
Julien Temple parece haberse autonombrado cronista oficial de la época, y tras el (relativo) éxito de The filth and the fury (La mugre y la furia), un interesantísimo y despiadado documental sobre los Sex Pistols, inició la realización de este film dedicado al cantante de The Clash, claro que, comparado con el realizado sobre el otro icono iniciador del punk, este último sale bastante mal parado.
Y es que Temple quiere abarcar demasiadas cosas: la completa vida de Strummer, sus vicisitudes con el grupo y su vida posterior, quedando todo
al final en una sucesión de anécdotas con lo que el director cree dar suficientes datos para una visión global de la psique del cantante. Temple además filma demasiadas cosas, enmarca a Strummer en demasiados sitios y da una versión bastante descafeinada de su vida, demasiado amable en todo caso y evitando descaradamente sus defectos, de esa forma tan poco sutil que es nombrarlos como si no pasara nada.


Múltiples conversaciones con gente que conoció a Strummer en algún momento de su vida (aunque no necesariamente de forma profunda), todas ellas en esas fogatas que Strummer popularizó a modo de comuna, construyen una narración esporádica y dispersa que sirve únicamente para quedarse con la miel en los labios. Parece que el autor está más interesado en la trascendencia del cantante (y no de lo realizado por él) que en la vida que comenta, y se dedica a ensalzar la misma fama que a Strummer tan incómoda le resultaba, obviando casi el resto de su vida y realizando un esbozo de un posible estudio psicológico que queda, la mayoría del tiempo en un "no era feliz", tan vago como consabido e innecesario.
Dos horas para no ahondar y quedarse en la superficie parece demasiado tiempo. Pero si tienen un rato y les gustan los Clash, quizá esté bien echarle un vistazo, a modo de curiosidad.

sábado, 2 de mayo de 2009

Pluton BRBnero

Plutón BRBnero (La 2)


Esta es una de esas series que de aquí a nada se van a convertir en objeto de culto, y eso sin que medie en modo alguno la calidad, como suele pasar en estos casos, sino teniendo en cuenta fundamentalmente la forma de la misma y, sobre todo, la manera tan estúpida que han tenido de programarla.
Es lo que pasa siempre con el culto: no se debe a la difusión masiva. El culto tiene que ver con un tipo de productos no necesariamente buenos que se descubren fuera de la masa, aunque posteriormente lleguen a ella, y el estar fuera, precisamente, es lo que le da valor a la misma.
Plutón BRBnero no es una buena serie, lo digo antes que ninguna otra apreciación para que quede bien claro. Plutón BRBnero es una serie pretendidamente trash, esforzadamente trash, que no lo es en absoluto. La producción es impecable para que todo parezca sucio y bochornoso, no se escatiman en efectos digitales ni en maquillaje, y el rodaje es preciso y de calidad. Lo trash viene del contenido en sí, un contenido tan aparentemente sucio como la estética que lo rodea, pero que sólo es así en apariencia.

Plutón BRBnero juega con unos personajes tópicos y vistos mil veces, con unas situaciones que tienen la locura de lo facilón y con una emoción que no emociona... porque lo que pretenden de la Iglesia y Guerricaecheverría, sus autores fundamentales, es realizar una sitcom en el espacio y poder así reírse de todo. Pero donde fallan precisamente es ahí. Los guiones, aunque esconden hallazgos memorables, no están bien rematados, la mayoría de los actores no son creíbles (especialmente Carolina Bang, el androide guapo) y se repite demasiado lo ya visto en demasiadas partes, con lo que lo que podría, por muy estereotipado que fuese, haber dado resultados impresionantes, se queda solo a medias.


Y explico que sólo a medias porque en realidad es una buena forma de ver algo para no pensar. Los capítulos son divertidos (aunque sea a base de lo mismo de siempre), contiene algunas escenas memorables (como la forma de acabar con la inspección de Hacienda) y Carlos Areces y Enrique Villén en su papel de alienígena están estupendos y divertidísimos. Como ya he dicho, se trata de no pensar y esta serie ayuda a ello. Lo que cabría preguntarse es qué habría pasado por ella emitida en La 1 en horario decente y con suficiente publicidad... luego se quejarán de las audiencias.

viernes, 1 de mayo de 2009

M, el vampiro de Dusseldorf

M, el vampiro de Dusseldorf (Fritz Lang, 1931)


No quería repetirme tan pronto con directores, había hecho la promesa este año, pero es impepinable que, tras ver M, tenga que hacerlo.
Como ya dijimos (no sólo yo, también alguno en los comentarios) c
uando hablamos de El doctor Mabuse, es difícil, por no decir imposible, encontrar una película fallida de Lang. Esta, de hecho, no solo no falla sino que es espectacular.
Lang realiza una perfecta cinta mezcla entre lo terrorífico y lo policiaco, donde Peter Lorre compone el personaje de su vida encarnando a un asesino (y no sabemos si algo más) de niños buscado por toda la ciudad de Dusseldorf sin mucho éxito por la policía.
Vemos su primera aparición como una sombra, sin mostrarnos quien es, cuando "seduce" a la pequeña hija de una mujer espera en casa a la salida del colegio m
ientras prepara la mesa. Vemos su irresistible atracción a la primera infancia mientras vamos acompañándolo en su caminar. Vemos como toda la ciudad entra en pánico buscando culpables e interpretando maldad incluso en señales nimias de cariño hacia los niños. Vemos también cómo hasta los delincuentes tienen moral, sea cual sea, siendo esos mismos delincuentes los que logran detener a M y convocar un juicio público en el que es condenado a muerte de antemano, siendo sólo salvado por la intervención policial que conseguirá una condena menos punitiva. Vemos al asesino desmoronarse cuando es descubierto e intentar salvar su vida desesperadamente, invocando la compasión de los demás. Vemos como el veredicto final no termina de parecer justo.


Incoherencias todas ellas que pueden ser usadas, si queremos, para censurar la justicia y a los justos, para entablar discusiones morales, para que pensemos en la humanidad o falta de humanidad de nuestros actos y decisiones... todo ello enmarcado en un film siniestro y aterrador, intenso y dramático, entretenido y profundo. Como las grandes obras de arte.