jueves, 24 de septiembre de 2009

Destrozando a... El club de los poetas muertos.

El club de los poetas muertos (Peter Weir, 1989)


Hallámonos aquí ante la historia de unos niños pijos que, gracias a la intervención del siempre cargante Robin Williams en la piel de un profesor de filosofía para retrasados (o algo así), cambian su forma de ver el mundo, se rebelan, y salvo el que muere (porque para que surja efecto tiene que morir alguien), se convierten todos en mejores personas...sniff, sniff... ¡qué bonito!
Es decir, estamos ante una película de sobremesa, enésima revisitación de Rebelión en las aulas (más las que vendrían después, que son todavía peores), que lo único que cambia es la escuela para marginados por la universidad para señoritos. Ñoña, aburrida, cursi y muy patética, se llevó sin embargo las gracias de mucha gente que no sabe ni de qué idioma viene el famoso Carpe Diem ni mucho menos quién era Horacio...


Una cosa lamentable de esas que Joyivú hace para que creamos que no sólo con pistolas es lo que se les ocurre. En fin...

3 comentarios:

Crowley dijo...

Pues tengo que discrepar contigo. A mi esta película me encanta, más que nada porque la vi en una extraña época de mi vida y me marcó de tal manera que me cambió para siempre. No se, nunca lo había visto desde tu punto de vista, pero es respetable como cualquier otra opinión. Lo que para unos es sublime, apra otros es una idiotez y viceversa.
Saludos

sangreybesos dijo...

Santo Dios, acabo de recordar que ésta fue la primera película que compré en VHS... loca juventud...

Capri c'est fini dijo...

Estoy contigo, para destrozarla... mala y con más azúcar que un pastel de merengue. Muy del gusto de Hollywood que en esa época nos bombardeaba y se enriquecía con la tontería adolescente en pelis como esta (y que ahora cambian a Hannah Montana o High School Musical). El mismo perro pulgoso con distinto collar...

Un abrazo.