martes, 7 de octubre de 2008

Paquita la del barrio.

Paquita la del Barrio.

Voy a dejar de intentar parecer el intelectual que nunca seré para reivindicar a esta señora. Y es que Paquita la del Barrio es una dama de la canción mexicana de edad inexcrutable (juro por Chico y Chica que he rebuscado por un montón de páginas de interner y no he conseguido averiguar su año de nacimiento) que ha tenido el privilegio de ser una de las grandes artífices de dos importantísimos avances en México:

-La buena salud de su economía hortofrutícola.

-La paulatina desaparición del machismo.

Y todo mediante una única artimaña: ha conseguido lograr que todos los machos mexicanos vayan al mercado a comprar fruta con la excusa de que se la tirarán a ella en los conciertos para vengar las agresiones que sus letras les producen. Y es que Paquita es mucho.

Sus canciones tienen dos hechos diferenciales fundamentales respecto a toda la canción costumbrista mexicana conocida como rancheras, de éxito en nuestro país gracias a la mexicanísima Rocío Dúrcal:

-La primera es que no se molesta en cambiar la música. Todas sus canciones son versiones de tres melodías distintas según velocidad: la lenta, la rápida y la intermedia.

-En vez del amor desinteresado se pregona el odio visceral, especialmente al hombre, y para demostrarlo en todas sus canciones, a eso de mitad de duración se puede escuchar “¿Me estás oyendo, inútil?”.

La leyenda dice que este giro inesperado de los acontecimientos comienza con el descubrimiento por parte de Paquita de que su primer marido, casado con ella hacía años, poseía (y conservaba) esposa e hijos antes de darle el "Sí, quiero". El marido la había cagado y ella juró venganza. Y la efectuó de la forma más cruel en la que se puede efectuar una venganza: el escarnio público.

Porque además es lista. Ella no va a tontas y a locas, da donde más duele, a la virilidad en su más alta estima machista: el tamaño y la potencia del pene, como bien describen sus canciones Chiquito (“tienes el pie chiquito, tienes los ojos chiquitos, tienes el talón chiquito, en fin, que todo en chiquito”) o Pobre pistolita (“Toda la noche me pase esperando, soñando a solas mientras tú roncando. Pobre pistolita, no disparas nada, ni de vez en cuando”). Y es que en el fondo es mala como la quina, por más que su dulce cara de bulldog nos quiera dar a entender lo contrario.

Podreis encontrar muchas cosas en la mula, os recomiendo para comenzar a escucharla el disco Lo nuevo y lo mejor, pero no mediante descargas P2P, que la SGAE os mete en la cárcel, delinqüentes. En ese disco no podreis encontrar una de mis canciones preferidas, Como un perro, cuyo estribillo da título a la dirección de mi blog personal, ese que hace un mes que no actualizo (“Perdón, perdóname querido amigo. Que me perdone tu perro, por compararlo contigo.”) pero sí la grandísima Rata de dos patas, su canción más famosa, y de la que os dejo video procedente del youtube. Molestaros en verla. No tiene desperdicio (ni la canción, ni el traje, ni ella...). Es mucho, es mucho.




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