martes, 9 de septiembre de 2008

Johnny cogió su fusil

Johnny cogió su fusil (Dalton Trumbo, 1971)


Esta es una de esas películas que hay que ver. Quizá no tanto por la calidad fílmica, discutible, sino por el contenido que posee. Y es que el cine, como cualquier otro tipo de arte, se beneficia del mensaje, por más que haya muchos que crean que no hay razón para que haya nada más que entretenimiento... pero eso es otro tema.
Johnny cogió su fusil se interpretó como un canto antimilitarista, y sólo eso. En realidad es bastante más. Basada en una novela que había publicado su director en 1939, esta película es un canto al humanismo y a la dignidad humana, a través de la historia de un chico al que envían a la guerra quedando mutilado de forma catastrófica. En flash-backs se nos muestra la vida anterior del protagonista, su relación con una mujer a la que no verá más. Pero lo fundamental de la trama no son esos flash-backs, lo fundamental es la historia del hombre post-mutilación, y de su terrible sufrimiento. Asistimos al descubrimiento de su nuevo cuerpo con él en una habitación donde se desarrolla el noventa por ciento del metraje. Cómo se da cuenta de que está ciego, de que no tiene brazos, de que no tiene piernas, de que ha perdido la cara... y de cómo se ha convertido en un rastrojo de lo que un ser humano debe ser, y de cómo ruega un final digno para lo que es ahora, final que los médicos y los militares no están dispuestos a brindarle por amor a no sabemos qué altos fines.
Dificilísima, claustrofóbica, dura y conmovedora hasta la repugnancia en ocasiones, la historia de este hombre nos enfrenta con la miseria de nuestra sociedad y nos muetra cómo la esencia de lo humano queda relegada en favor de otros supuestos mucho más importantes para la posteridad. Es cierto que quizá no tenga toda la calidad esperable, pero el mensaje es necesario. Desafortunadamente va a seguir siendo necesario.


2 comentarios:

Justo dijo...

Te cuento una batallita:

A primeros de los 70 había un niño sensible y un poco repipi que vivía con sus padres y hermano en Málaga, una de cuyas calles principales -Victoria- estaba repleta de cines -Astoria, Albéniz, Andalucía- con carteleras enormes que disparaban la imaginación de los niños especiales cuando en autobús iban al colegio.

En esa época la familia tenía la costumbre de ir al cine todos juntos una vez por semana, y cada semana era uno de ellos el que elegía la película.
No recuerdo quién optó por Johnny cogió su fusil, puede incluso que fuera el niño; sí creo que fue en 1973, y puedes imaginar la impresión tan profunda que causó en ese tierno infante.
Lo que ocurre es que los papás se asustaron no sólo por la crudeza de la película, sino porque el protagonista salía unos segundos con el culo al aire -algo que al niño le turbó, pero muy positivamente- y fue uno de los motivos por los que tan bonita costumbre familiar comenzó a ser cuestionada.

El aldabonazo fue cuando no sólo en una película de Marisol -La chica del molino rojo -que, claro, eligió el niño-, sino en Pat Garrett y Billy el Niño -Peckinpah- ¡había escenas de cama, siendo como era una película del oeste!

Fue la última vez que los cuatro fuimos juntos al cine.

Muchos años después volví a ver Johnny cogió su fusil. Me encantó.

Un abrazo.

Groupiedej dijo...

Mis recuerdos de esta peli son menos entrañables, pero me ha encantado leer los tuyos. Un saludo.